Los Orígenes: El Éxodo como base de la Ley



P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.

EL LIBRO DEL ÉXODO

El Éxodo como base de la Ley

Como ya lo hemos indicado más arriba, la Torá (la Ley) consta de cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Hemos tratado ya el conocido escrito del Génesis que trata sobre los orígenes del pueblo judío. De los cuatro que restan, el Éxodo conforma el núcleo constitutivo de ese pueblo de Israel como nación, que tiene a Dios, el transcendente e inefable, como a su Señor.
En principio, ¿qué significa la palabra “éxodo”? Proviene de la lengua griega y significa “un camino para salir”. El libro consta de cuarenta capítulos y se puede dividir fundamentalmente en tres partes:




1. Salida de Egipto (1-15,21)

Se comienza con una breve descripción de la situación de opresión de los judíos. Enseguida aparece la figura de Moisés como destinado por Dios para liberar al pueblo oprimido. Desde su nacimiento se manifiesta esta vocación. La “palabra de Dios” le interpela y le elige de forma personal y clara (3-4,17). Dios le sugiere que tome a Aarón como acompañante pues éste goza de elocuente palabra. Se presentan ante el faraón a fin de persuadirle que les deje salir de Egipto por las buenas (cap. 5). Con el fin de superar la oposición del faraón se suceden hasta diez plagas (7-11). La cena de pascua y de los panes ázimos (12) es de origen cananeo, pastoril y agrícola, pero los judíos la transformaron en “memorial” (recuerdo viviente) de aquella prodigiosa salida de Egipto, que fue obra de su Señor.

Se comía el cordero acompañado de pan sin levadura (ázimo) y de hierbas amargas del desierto; con un atuendo listo para un largo peregrinar. Era el comienzo del año religioso, en una noche de luna llena, la primera de la primavera, en el primer mes del año que comienza a revivir. Se insiste en que la salida de Egipto fue un acontecimiento prodigioso, fue cosa de una intervención de Yahvéh. Su género literario es más propio de una epopeya. Hasta el mar, signo del mal, es superado para dejar paso abierto y libre a los judíos liberados de la esclavitud egipcia (14,15-15,21).

MOISÉS REPLICÓ A DIOS: MIRA, YO IRÉ A LOS ISRAELITAS Y LES DIRÉ QUE EL DIOS DE VUESTROS PADRES ME HA ENVIADO A VOSOTROS; SI ELLOS ME PREGUNTAN CÓMO SE LLAMA, ¿QUÉ LES RESPONDO? DIOS DIJO A MOISÉS: SOY EL QUE SOY; ÉSTO DIRÁS A LOS ISRAELITAS: YO SOY ME ENVÍA A VOSOTROS. DIOS AÑADIÓ: ESTO DIRÁS A LOS ISRAELITAS: EL SEÑOR DIOS DE VUESTROS PADRES, DIOS DE ABRAHAM, DIOS DE ISAAC, DIOS DE JACOB. ME ENVÍA A VOSOTROS. ESTE ES MI NOMBRE PARA SIEMPRE; ASÍ ME LLAMARÉIS DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN, (Ex 3,13-15)




PASCUA Y ÁZIMOS

La fiesta judía de la Pascua es un memorial (actualización de un I acontecimiento pasado) del día en el que Yahvéh liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto (Ex 12,1-14). Suele llamarse también "fiesta de los ázimos" porque en esos días el pan ha de ser cocido sin levadura. Comienza la primavera y con ella la recolección de la cebada; y todo comienza como de nuevo. La levadura vieja es desechada a la espera de la nueva. Con la Pascua se inicia el año religioso judío, y la celebración se prolonga por siete días.

Aunque en su origen era una celebración familiar, con la reforma de Josías (649-609 a.C.), se transforma en una fiesta de peregrinación nacional al templo de Jerusalén. En éste se sacrificaba el cordero, que luego se comía en las casas. Su sangre derramada quedaba alrededor del altar de los holocaustos. Este sacrificio recuerda al ángel exterminador que pasa de largo ante las jambas marcadas con la sangre del cordero sacrificado sin romperle ningún hueso. Yahvéh había decidido que se respetaran esas casas: "Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando Yo hiera al país de Egipto" (Ex 12,13).

La palabra "Pascua" proviene de la raíz consonántica "psh" (pasar por alto). Yahvé quiso que la vida fuera preservada en esas casas. La décima plaga eliminaba a los primogénitos de los egipcios. La Pascua era una celebración memorable en honor de Yahvéh. Era una fiesta para siempre. Se transmitía de generación en generación. Daba comienzo la víspera de la primera luna llena después del equinoccio de primavera (20-21 marzo).




2. En el desierto (15,22-18)

Guiados por su líder Moisés, los “salidos” de Egipto caminan hacia el desierto del Sinaí. No es posible el localizar sobre el terreno los elementos geográficos que se señalan en el libro del Éxodo. Lo único seguro que tenemos son los puntos de partida (ciudad de Ramsés) en el amplio delta del Nilo, y el de llegada (oasis de Cadés) al noreste de la accidentada península del Sinaí.

En medio de este penoso peregrinar, se establece con firmeza (en tablas de piedra) la Ley fundamental y constitutiva que ha de regir al pueblo liberado por su Señor. Tampoco tenemos certeza de la montaña en la que Yahvéh se manifestó a Moisés y le dio el espíritu de esa tal ley constitutiva (el decálogo). Tradicionalmente se ha fijado hacia el sur montañoso de la península del Sinaí en la sugestiva y empinada montaña llamada Jebel Musa (2.244 mts.) Durante este paso por el desierto, entre murmuraciones y desfallecimientos, con la ayuda de Dios, el pueblo elegido va caminando con esperanza hacia la tierra (“prometida”)


EL SEÑOR DIJO A MOISÉS: ¿POR QUÉ SIGUES CLAMANDO A MI? DÍ A LOS ISRAELITAS QUE SE PONGAN EN MARCHA. Y TÚ ALZA TU CAYADO, EXTIENDE TU MANO SOBRE EL MAR.
Y DIVÍDELO, PARA QUE LOS ISRAELITAS ENTREN EN MEDIO DEL MAR A PIE ENJUTO. QUE YO VOY A ENDURECER EL CORAZÓN DE LOS EGIPCIOS PARA QUE LOS PERSIGAN, Y ME CUBRIRÉ DE GLORIA A COSTA DEL FARAÓN Y DE TODO SU EJÉRCITO, DE SUS CARROS Y DE LOS GUERREROS, (Ex 14,15-17)

SALIENDO DE RAFIDIM LLEGARON AL DESIERTO DE SINAÍ Y ACAPARON ALLÍ FRENTE AL MONTE. MOISÉS SUBIÓ HACIA DIOS. EL SEÑOR LO LLAMÓ DESDE EL MONTE, DICIENDO: ASÍ DIRÁS A LA CASA DE JACOB Y ÉSTO ANUNCIARÁS A LOS ISRAELITAS: YA HABÉIS VISTO LO QUE HE HECHO CON LOS EGIPCIOS, Y CÓMO A VOSOTROS OS HE LLEVADO SOBRE ALAS DE ÁGUILA Y OS HE TRAÍDO A MÍ, AHORA, PUES, SI DE VERAS ESCUCHÁIS MI VOZ Y GUARDÁIS MI ALIANZA, VOSOTROS SERÉIS MI PROPIEDAD PERSONAL ENTRE LOS PUEBLOS, PORQUE MÍA ES TODA LA TIERRA; SERÉIS PARA MÍ UN REINO DE SACERDOTES Y UNA NACIÓN SANTA. (EX. 19,2-6)



3. En el Sinaí (19-40) 

El término “alianza” es traducción de la palabra hebrea “berit”, pero su sentido normal no es del todo equivalente. Ambos términos se inspiran en buena parte en los tratados internacionales, es decir en los pactos de unos países con otros. Sin embargo, el concepto hebreo tiene el matiz de la iniciativa de una de las partes que espera la respuesta positiva de la otra parte. En el caso, Yahvéh toma la iniciativa de la “alianza”. Es Yahvéh quien elige al pueblo judío como su aliado. Es, por tanto, el pueblo “elegido”. Ello es motivo de orgullo e identidad.

Después de un prolongado, austero y providencial caminar por el árido desierto, llega el tiempo de una libre respuesta del pueblo judío a la iniciativa de Yahvéh. En la montaña santa (Sinaí = Horeb), Moisés recibe del Señor Yahvéh las llamadas “diez palabras” o decálogo, expresadas con gran fuerza (20,1-17). Desde esta perspectiva, la Ley aparece como el gran don del Señor a su pueblo. Y la respuesta de Israel no sólo será de agradecimiento, sino de aceptación y fidelidad. Este espíritu de fidelidad animará a los creyentes en la tarea de buscar y hacer lo que el Señor quiere de ellos. De este espíritu deriva el “código de la alianza” (20,22-23,19). Recoge éste una colección de normas y leyes que pertenecen sobre todo a los tiempos posteriores de los Jueces. Se hace referencia en ellas al culto y vida social de aquel entonces.

A continuación (24,12-31,18) el texto que resta, encuadrado por la mención de las “tablas de piedra” presenta una serie de normas y prescripciones sobre el culto y el sacerdocio. Su significado es que el corazón del “culto” está vinculado al espíritu de las “diez palabras”, al arca de la alianza. Son posteriores al acontecimiento, pero buscan su inspiración en lo esencial, en el núcleo de la Ley, en su corazón.

Desde el cap. 32 al 34, el Éxodo narra el pecado de idolatría (el becerro de oro) que consiste en hacerse un dios amañado, hecho por el hombre, al que es posible manipular según el propio interés y provecho. Moisés intercede ante Yahvéh, y los versículos 34,5-7 expresan que el Señor es “clemente y compasivo, paciente, lleno de amor y fiel”. El rostro de Moisés, luego de su encuentro con Yahvéh, irradiaba la luz y fuerza del espíritu de lo alto (34,29-35).

Se termina el libro del Éxodo (35-40) con una serie de normas acerca del santuario, ese lugar de presencia y compañía, de encuentro con Yahvéh, en un ambiente de ánimo, perdón y reconciliación. También en ésto se manifiesta su gloria y su fuerza más allá de la debilidad (40,34-38).

Con el fin de "habitar entre ellos", Yahvéh en el Sinaí por medio de Moisés, da instrucciones a su pueblo para la fabricación de un santuario transportable. En el interior de la tienda (el tabernáculo) está el arca de la alianza con las tablas de la Ley (éste es el lugar más santo). Separado por una cortina hay otro espacio con un altar para el Incienso, un candelabro de siete luces (menoráh) y una mesa para los panes-ofrenda. Fuera de la tienda se colocaba una vasija grande de bronce, donde los sacerdotes se purificaban, y un altar para los sacrificios ofrecidos como holocausto. El espacio del arca era el lugar del encuentro con Yahvéh. En el arca, además de las tablas de la Ley se conservaban un vaso con maná y la vara de Aarón.



EL DECÁLOGO

Hay textos del Deuteronomio (4,13;10,4) que aluden a "las diez palabras" que recibió Moisés de Yahvéh. Una tradición de muchos siglos señala a los textos del Ex 20,2-17 y Dt 5,6-21 como “el decálogo”. Más que una numeración (diez) es un "nombre" que se da a una serie de normas de vida que provienen de Dios y quedan grabadas de forma perdurable (en piedra). El hecho de dar un nombre a estos textos en el A.T. muestra la importancia y dignidad que se concede al decálogo. Este expresaría la voluntad de Dios a quienes desean conducir su vida por el camino de liberación hacia la tierra de la promesa.

Palabra de partida: "Yo soy Yahvéh, tu Dios, que te ha sacado de Egipto, de la esclavitud".

  1. Primera palabra: "No tendrás otros dioses en mi presencia". Su presencia abarca toda nuestra vida.
  2. Segunda palabra: "No te harás imagen alguna de ídolos o dioses".
  3. Tercera palabra: "No pronunciarás el nombre de Yahvéh, tu Dios, en vano".
  4. Cuarta palabra: “Recuerda y observa el día del sábado para santificarlo”. El precepto sabático ocupa un puesto central. Es un día de descanso y sobre todo un día de encuentro con el Señor, creador y liberador. 
  5. Quinta palabra: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Los padres son vistos como "imágenes" de Dios. 
  6. Sexta palabra: "No matarás". Aunque por medio de una negación lo que se afirma es una actitud positiva hacia la vida. 
  7. Séptima palabra: "No cometerás adulterio". Su objetivo primordial sería el preservar la fidelidad en el matrimonio. 
  8. Octava palabra: "No robarás". Prohíbe cualquier tipo de robo, incluida la apropiación de otras personas (esclavitud, secuestro, etc.) 
  9. Novena palabra: "No darás falso testimonio contra tu prójimo". Estamos llamados a vivir en el espíritu de la verdad. 
  10. Décima palabra: "No codiciarás lo que tiene tu prójimo". Entre lo que es del prójimo aparece “la mujer”. Se supone que la codicia nace en lo más profundo del corazón y suele relacionarse con la envidia.


En la tradición cristiana "los diez mandamientos" ocupan un puesto sustancial y primario en su moral. Sus variaciones respecto del decálogo son escasas. "Porque el fin de la ley es Cristo, y por él restablece Dios en su amistad a todo creyente" (Rm 10,4).


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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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