P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
4.6.- LA TRANSFIGURACIÓN: Lc 9,28-36; Mt 17, 1-9: Mc 9, 2-10
Para Lucas el hecho de la transfiguración de Jesús en el monte Tabor, representa la clausura de la actividad pública de Jesús en Galilea, el hecho acaece antes de emprender el viaje definitivo Jerusalén que desemboca en la Pasión, Lc 9, 51. El ambiente, alrededor de Jesús es el siguiente el entusiasmo del pueblo acerca de Jesús ha ido disminuyendo, la oposición de los enemigos de Jesús va en aumento. Jesús ha aceptado el acto de fe de Pedro en su mesianidad, pero inmediatamente ha declarado el sentido real de su mesianidad, la del Siervo de Yahvé que ha de pasar por el sacrificio de la cruz.
La transfiguración tiene como finalidad expresar la mesianidad de Jesús tal como él la entiende: un mesianismo cuyo esplendor se deriva precisamente de su dimensión pascual en su doble fase de humillación hasta la muerte seguido de la resurrección hasta la glorificación a la diestra de Dios. El hecho lo narran los tres sinópticos y es en sí bien sencillo. Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan y se los llevó a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos, los vestidos de Jesús quedaron blancos como la nieve y su cuerpo quedó transfigurado. Se les aparecieron Elías, Moisés y conversaban con Jesús. Pedro se queda admirado y le propone a Jesús hacer tres tiendas para quedarse allí. Una nube del cielo se formó y se oyó una voz que decía: "Este es mi Hijo amado, escuchadle", Lc 9, 2 8.
Nos vamos a fijar en algunas consideraciones de tipo teológico en esta escena de las transfiguración del Señor Jesús. El "monte alto", nos recuerda el Monte Sinaí, sobre todo por el acontecimiento de la Alianza del pueblo de Israel con Dios, y el mediador de esta Alianza, Moisés. Monte sagrado y que evoca la revelación de la voluntad divina. Ex 3, 1 15; 19, 2 20.
También puede evocar el Monte Sinaí, el monte que Yahvé eligió como su santa morada, Salmo 68, 16; y desde donde él mismo enseñará a todos los pueblos sus caminos, Is 2, 3; y salvará a todas las naciones, Is 25, 6 10. Simbólica es la nube, signo de la presencia misteriosa de Dios, como lo había sido en el Sinaí, en el tabernáculo y en el Templo, Ex 24, 15 18; 1 Reyes 8, 10 12; Ez 10, 3 4. Se aparecen dos personajes. Elías, que representa a todos los profetas, y Moisés, que representa al Maestro que enseña la Ley de Dios. Culmina la escena con la voz que proviene del cielo diciendo: "este es mi Hijo querido, escuchadle". Esta frase va dirigida a los apóstoles allí presentes, que representan de alguna manera al nuevo Israel. Escuchad al Mesías del Reino de Dios.
Moisés había anunciado al pueblo de Israel: "las naciones paganas dan crédito a sus adivinos y agoreros. Pero para ti, Dios, suscitará de en medio de sus hermanos a un profeta semejante a ti; yo pondré mis palabras en sus labios y él anunciará todo lo que yo le mande decir; yo mismo pediré cuentas al que no escucha mi palabra, la que este profeta pronuncie en mi nombre", Deut 18, 14 19. En estas frases se da cuenta de la serie de profetas que, a continuación de Moisés, Dios había de enviar a su pueblo, para instruirlo y dirigirlo. La serie de profetas se cerraba con Jesús, el Hijo de Dios.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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