P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.
Parte
fundamental de la enseñanza de la Iglesia Católica es la que se refiere a la
conducta moral. Porque la conducta moral buena es necesaria a todos para
obtener la salvación eterna. De aquí que el Magisterio y la infalibilidad de la
Iglesia, además del contenido de la fe, incluyan a su doctrina moral. Sin la
infalibilidad de la Iglesia en su enseñanza moral el fiel católico no podría
estar seguro de qué tendría que hacer para salvarse.
La
revelación de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, incluye
clara y ampliamente el orden moral como parte esencial en la conducta del
creyente y servidor de Dios. Su violación, el pecado, es tristemente parte
fundamental de la historia de la humanidad y felizmente de la actuación de Dios
en ella. Dios interviene para reparar las trágicas consecuencias que la violación
del orden moral han tenido, tienen y seguirán teniendo para el hombre. El amor
de Dios, que se manifiesta en su Hijo Jesucristo, actúa en la historia y en la
Iglesia para liberar al hombre del pecado y hacerle alcanzar la perfección
moral, es decir la santidad.
Es,
pues, fundamental que el creyente tenga ideas claras sobre el orden moral, su
origen, conocimiento, extensión, condiciones y consecuencias de su violación y
respeto. Esto es lo que voy a intentar a exponer con claridad, empresa que no
es tan fácil, pero a la que nos anima su importancia y aun necesidad para todo
cristiano.
¿Qué es la Ética? ¿Qué es la Moral?
1.- El término "ética" viene del griego ethos,
costumbre o, más propiamente, carácter o personalidad moral que el hombre
adquiere viviendo. En latín a ethos corresponde el vocablo "mos"; de mos
toma el nombre la moral. Según la etimología la ética o la moral serían
algo así como la ciencia de las costumbres humanas.
Pero
las etimologías no son una definición, sino una pista. Ni la ética ni la moral
han sido nunca un mero tratado de las costumbres.
La ética o moral han tenido siempre como objeto reservado y
exclusivo el deber ser del comportamiento humano. Se trata, como
veremos, de un mundo específico. No lo han inventado los sabios humanos. Ni
siquiera lo descubren. Pueden los hombres desarrollarlo y de hecho lo
desarrollan, pero el origen es innato, está ahí, dentro del hombre, tan
realmente como está el mundo fuera. Ante este hecho el hombre (la filosofía y
la religión) simplemente se hacen preguntas y discuten la validez de las
respuestas posibles: ¿Por qué, de dónde, para qué, con qué sentido...?
2. Ética y moral se refieren etimológicamente a la misma realidad y normalmente han
venido siendo sinónimos. Sin embargo hoy se ha impuesto la tendencia a entender
por “ética” una ciencia puramente racional y filosófica, que incluso prescinde
en su investigación del hecho de la existencia de Dios y de aspectos de su
naturaleza cognoscibles por la sola razón natural. La palabra “moral” se
reservaría a la ciencia teológica católica que tiene el mismo objeto, pero cuyo
discurso no se limita al uso de la razón natural, sino que hace uso también de
otras fuentes de conocimiento, como son las fuentes propiamente teológicas (la
Sagrada Escritura, la Tradición, el Magisterio de la Iglesia y las opiniones de
los teólogos).
Permítaseme
decir que, pese a la altanería con que a veces se presenta, semejante “ética”
atea es menos segura que la “moral” teológica. Porque la “moral” utiliza todas
las fuentes de conocimiento que le ofrecen la razón filosófica y las ciencias
humanas, además de los hallazgos de la teodicea filosófica y además de las
verdades que le aporta la religión revelada. No dudamos, pues, de que
científicamente, como garantía del conocimiento del “deber hacer o evitar”, la
“moral” ofrecerá un contenido científicamente más confiable. Puede esto sonar
como pretencioso al no creyente, pero para el católico es una consecuencia
obvia. Los medios de la “moral” son más abundantes y más seguros.
Sin
embargo no se crea que la Iglesia no da importancia a la razón natural en el
estudio de la moral. La Iglesia cree que la razón es capaz de conocer –y con
certeza– verdades éticas– que también son morales–. Tiene además como principio
que no hay contradicción entre la razón y la fe. Por eso la Iglesia se esfuerza
en emplear la razón para demostrar la verdad de normas morales, que también conoce por la Revelación. Será o
no siempre posible, pero de esta manera puede mantener un diálogo con el mundo
no creyente y suscitar en él un respeto y una duda muy importantes para la
humanidad. Así se evita la consolidación de errores muy perniciosos y se
mantiene al menos la duda sobre su validez y la necesidad de ver claro en
ciertas cuestiones morales (por ejemplo en el caso del aborto).
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