Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús - 1º Parte


P. Manuel Mosquero Martin S.J. †
Primera Promesa del Sagrado Corazón de Jesús
"Les daré las gracias necesarias, para cumplir los deberes de su estado"

“Les daré”, esto es, a todos: seglares, sacerdotes y religiosos, según el contexto de las cartas de Santa Margarita, de las que se han entresacado las palabras de la promesa. “Las gracias”: usa Santa Margarita en otros lugares paralelos los vocablos “socorros”, “auxilios”, para dar a entender que “las gracias” se han de entender “gracias actuales”, esto es: luz en el entendimiento y fuerza en la voluntad, para ver el bien y realizarlo.
Diógenes por las calles y plazas de Atenas buscaba en pleno día con una linterna un hombre; pero un hombre exacto en el cumplimiento total de su deber, para con Dios, sus conciudadanos, su Patria.
Por el mundo también salió Dios en busca de un hombre tal, para sustituir al infiel Saúl, y al dar con David, exclamó: “He hallado a David, un hombre según mi Corazón, que realizará todos mis designios”. (Hch 13,22)

a. Importancia del cumplimiento del deber
1. Para la sociedad. Si todos cumpliésemos con nuestro deber, el mundo sería un anticipo del cielo. “La Patria espera que cada uno cumpla con su deber” (Orden de Nelson a sus marinos antes de la batalla de Trafalgar). “Singuli, singula” (Consigna del Cardenal Borroneo a los Doctores de la Biblioteca Ambrosiana). “Que cada uno cumpla con su deber”.
2. Para nuestra santificación y salvación. Es inútil buscarlas por otro camino que por el cumplimiento del deber. La fe sin obras no salva. Salva el amor de Dios, demostrado en la observación de la ley. “Si alguno me ama, guardará mis palabras o mandamientos” (1 Jn 14,53), de la ley general y de las leyes particulares a cada estado, condición o circunstancia, porque hay pecados generales o comunes a cualquier cristiano y pecados particulares o profesionales. “Señor, le dijo su confesor, éstos son los pecados de Don Carlos. Diga ahora los pecados de Carlos V”.
b. Dificultad del cumplimiento del deber
Son muchos, difíciles y a veces, heroicos los deberes que a cada uno le impone su propio estado. Para una esposa, que quiere ser fiel al deber de la maternidad; para un casado, que ha de conservar la paz y la dicha en su hogar, entre los diversos azares de la vida; para el sacerdote, que ha de estar lleno de sabiduría, de virtud y de celestial prudencia, para llenar los delicados ministerios, que le impone su dignidad altísima; para un joven, que desea conservarse puro entre compañeros corrompidos; para un funcionario, que quiere ser inasequible al soborno; para hombres de negocios, que no quieren caer en ocasiones de ganancias ilícitas; para médicos con ciertos enfermos; para un obrero, que quiera mantener su carácter cristiano en medio de incomprensiones y burlas… Y , sin embargo, tenemos que cumplir con nuestro deber heroico, si queremos salvarnos.
c. Necesidad de la gracia para el cumplimiento del deber
Conforme a las enseñanzas de la Teología católica, necesitamos todos a cada paso de las gracias actuales, sin las que “no podemos comenzar, ni continuar, ni concluir cosa conducente para la vida eterna”; necesitamos, a veces, de ellas, muy singularmente para vencer la tentación y perseverar en el bien, y las necesitan en especial, los que viven en medio del mundo, expuestos a tan graves riesgos.
1. Para cumplir con nuestro deber y superar victoriosamente los peligros y dificultades, hace falta querer y poder…
2. Para querer y poder, hace falta la gracia de Dios. “Dios es el que da el querer y el poder” (Filip 2,13). “Sin Mí, dice Jesucristo, nada podéis” (Lc. 15,5)
3. Y, si este deber es difícil y heroico, no bastan gracias ordinarias, sino extraordinarias.
Alguno puede objetar que Jesucristo prometió ya en el Evangelio dar las gracias necesarias al que se las pidiera, y por cierto, con mucha insistencia. Pero también es verdad que Dios tiene una providencia ordinaria y otra extraordinaria, o fuera de la usual, y ésta es para sus especiales y más íntimos amigos. Y a estas últimas pertenecen las gracias de esta promesa, que comentamos. Lo diremos de otro modo; Jesucristo nos promete gracias:
a) Ilustraciones al entendimiento, para conocer, no ya los deberes generales, sino deberes particulares y difíciles del estado de cada uno.
b) Mociones a la voluntad, para que quiera y pueda cumplirlos.
No se trata, pues en esta promesa de la gracia habitual, santificante; ni de la gracia ordinaria de estado; sino de gracias actuales (“necesarias”, esto es todas las gracias, que les haga falta), que hagan en nosotros “eficaz” la gracia de estado, para cumplir los deberes propios del mismo, no sólo en las ocasiones ordinarias, sino en las extraordinarias y aún heroicas.
d. Condiciones, consecuencias y un ejemplo
1. Y ¿qué condiciones en concreto exige Jesucristo, para darnos estas gracias actuales extraordinarias? Practicar “la amable devoción” al Corazón Divino. La devoción sincera (y no una beatería sentimental inconsecuente) al Corazón de Jesús, será, pues el gran medio, para formar hombres exactos en cumplimiento total del deber. Y bastaría, por ejemplo, la práctica impuesta a los socios del Apostolado de la Oración.
2. Es, pues una devoción de máxima actualidad. Nunca como hoy hacen falta hombres exactos, íntegros, insobornables ante la codicia, la sensualidad o el respeto humano.
3. Es una devoción de enorme trascendencia social y espiritual.
4. De gran solidez. Porque una devoción es tanto más sólida cuanto más ayuda al cumplimento del deber.
¡DIOS NO MUERE!
Gabriel García Moreno, nacido en Guayaquil el 24 de diciembre de 1821, fue merecidamente llamado por su pueblo el “Padre de la Patria y restaurador de la República” del Ecuador, de la que fue Presidente. Periodista, ingeniero, ilustre financiero y gran estadista, erigió en Quito uno de los mejores observatorios astronómicos del mundo; construyó cinco grandes carreteras, entre las cuales la de Guayaquil a Quito, toda adoquinada y con 120 puentes, empresa de grandeza romana; triplicó las rentas, quitando gran parte de los impuestos, renunciando a su retribución como Presidente, sacó a su país de la ruina, en que lo había sumido la revolución.
Debiéndose negociar un Concordato entre Ecuador y la Santa Sede, mandó al Papa Pío IX un folio en blanco con su firma anticipada en señal de respeto y filial confianza en el Sumo Pontífice. Consagró la República del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús. Ya se sumaban muchas cosas, para que los enemigos de Dios le perdonasen. En efecto, el 6 de agosto de 1875, primer viernes del mes, cuando salía de comulgar y se dirigía al Palacio para sus quehaceres diarios, después de haber pedido por la nación a Jesucristo y habiendo ofrecido su vida por su Patria, como presintiendo su muerte, aquel hombre providencial y benemérito, amado y llorado por su pueblo, caía vilmente asesinado por el plomo del ateísmo, mientras pronunciaba sus últimas palabras, dignas de él y que encierran todo su programa: ¡DIOS NO MUERE!
García Moreno fue una promesa exacta en el cumplimiento total de su deber.
“En el Corazón de Jesús hay que colocar todas las esperanzas, a Él hay que pedir y de Él hay que esperar la salvación de todos los hombres”
León XIII Encíclica “Annum Sacrum”


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