P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.
Para que la vida, conducta e identidad del creyente cristiano sea suya, personal y enraizada en su forma de ser, parece necesario que este creyente vaya adquiriendo la costumbre de leer la Biblia por cuyo medio el Dios de Jesucristo trata de decirnos algo de manera tan personal y directa, que sea capaz de hacerse experiencia de fe y en consecuencia de convertirnos en testigos de ella, en vivir como “resucitados”.
La Biblia es con mucho el mejor libro “devocional”. Él nos conduce al Dios que siempre es mayor que nosotros. Su centro es la persona de Jesucristo. En lo más íntimo de los corazones, en los momentos más intensos y serios estamos persuadidos de que a pesar de nuestra debilidad, nuestra frivolidad y egoísmo, Jesucristo es muy capaz de devolver y dar sentido y dignidad a nuestra vida entera. En definitiva nosotros más que nunca confiamos sobretodo en él como salvador, porque Él entraña el misterio del Creador y Señor de todo.
Con el fin de facilitar la lectura diaria de la Biblia, proponemos a los lectores que en ella procuren seguir el plan que les presentamos en las posteriores publicaciones. En ellas les iremos apuntando las referencias a textos que consideramos estimulantes para iniciarse así en la asidua y fascinante lectura de la Biblia santa, como alimento para ir creciendo así en nuestra personalizada fe que a de conformar en cualquier circunstancia nuestra identidad cristiana. En recuadro aparte facilitamos la guía de cada libro bíblico con el fin de evitar en muchos creyentes la confusión y el desánimo al perder la perspectiva del conjunto. El grado de perseverancia en el descubrir la Biblia reside, pienso yo, en la experiencia sentida del misterio de Dios y de Jesucristo en la vida de cada uno. Esto pertenece a lo más íntimo de la persona y conforma lo esencial de su identidad.
También para algunos puede ser útil seguir el ciclo litúrgico que tiene la Iglesia, y de esta forma al cabo de uno, dos o tres años habrán leído lo más sustancial de la Biblia litúrgica. Este ciclo anual se inicia a fines del mes de noviembre con el tiempo del “Adviento”.
TEXTOS PARA LEER Y ORAR
Lucas 8,4-15. Parábola del sembrador.
Colosenses 1,3-14. Oremos unos por otros.
Salmo 42 (41). Tengo sed del Dios vivo.
Juan 4,1-42. Jesús y la samaritana.
Juan 3,1-21. Jesús y Nicodemo.
Mateo 6,5-15. Oración del “Padre nuestro”.
1 Samuel 3,1-21. Vocación de Samuel.
Salmo 103 (102). “Bendice alma mía al Señor”.
NOTA SOBRE LA NUMERACIÓN DE LOS SALMOS
A partir del Salmo 9, terminado el versículo 21, cambia la numeración según sea la fuente original de la edición. La Vulgata, conforme a la versión griega considera la serie de diez y ocho versículos posteriores al 21 del Salmo 9 como formando parte de éste. Sin embargo, la versión en hebreo considera esos mismos versículos como el Salmo 10. Para entendernos entre nosotros, en las nuestras publicaciones, el número entre paréntesis que aparece en la cita de los salmos indica la numeración de la Vulgata, pues suele ser la más utilizada en los libros litúrgicos.
Tú, por tu parte, permanece fiel a lo que aprendiste y aceptaste, sabiendo de quién lo has aprendido, y que desde la infancia conoces las Escrituras santas como fuentes de sabiduría y salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda escritura está inspirada por Dios y es provechosa para enseñar, para persuadir, para reprender, para educar en la rectitud. Con ella, el creyente estará preparado para hacer el bien. (2Tim 3, 14-17)
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Agradecemos al P. Fernando Martínez Galdeano, S.J. por su colaboración.
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