Justicia y Solidaridad en tiempos de Globalización - 3º Parte



CONFERENCIA DE LA X SEMANA SOCIAL NACIONAL


Perú, Noviembre 11- 14 del 2008
3º Parte

+ Norberto Strotmann
Obispo de la Diócesis de Chosica - Lima


Parte final




3. Justicia y Solidaridad en tiempos de Globalización

“Vivimos un momento de grandes peligros y de grandes oportunidades para el hombre y para el mundo, un momento que es también de gran responsabilidad para todos nosotros. Durante el siglo pasado, las posibilidades del hombre y su dominio sobre la materia han crecido en una medida verdaderamente impensable, pero su poder para disponer del mundo ha hecho también que su poder de destrucción haya alcanzado las dimensiones que, a veces, nos hacen horrorizar. En este sentido, se puede pensar espontáneamente en la amenaza del terrorismo, esta nueva guerra sin límites y sin frentes. El temor que éste último pueda apoderarse rápidamente de las armas nucleares y biológicas no es infundado,… Menos visibles, pero no por eso menos inquietantes, son las posibilidades de automanipulación que el hombre ha adquirido. Él ha sondeado los sectores más recónditos del ser, ha descifrado los componentes del ser humano, y ahora está en condiciones, por así decir, de «construir» por sí mismo al hombre, quien ya no viene más al mundo como don del Creador sino como producto de nuestro obrar,... Él ya no es otra cosa que imagen del hombre, ¿pero de qué hombre? A esto se agregan los grandes problemas planetarios: la desigualdad en el reparto de los bienes de la tierra, la pobreza creciente, incluso el empobrecimiento, la explotación de la tierra y de sus recursos, el hambre, las enfermedades que amenazan a todo el mundo, el choque de las culturas. Todo eso muestra que el crecimiento de nuestras posibilidades no se corresponde con un desarrollo idéntico de nuestra energía moral. La fuerza moral no ha crecido junto al desarrollo de las ciencias, … El verdadero y más grave peligro en este momento está justamente en este desequilibrio que hay entre las posibilidades técnicas y la energía moral. La seguridad de la que tenemos necesidad como supuesto de nuestra libertad y de nuestra dignidad no puede venir, en última instancia, de sistemas técnicos de control sino que puede brotar precisamente de la fuerza moral del hombre: allí donde ésta última falta o no es suficiente, el poder que el hombre tiene se transforma cada vez más en un poder destructivo.”[1]


Hasta aquí una cita sobre la situación de la moral, tomada de una conferencia del Card. Joseph Ratzinger y dictada el 1 de abril de 2005 en Subiaco, en el Monasterio de Santa Escolástica, con ocasión de la entrega del Premio San Benedetto. Dieciocho días más tarde sería elegido Papa. (Quizá explica este hecho en algo, por qué asumió este cargo con el nombre de Benedicto).
Ante nuestra temática – Justicia y Solidaridad en tiempos de Globalización – podemos sacar una primera conclusión: No existe la necesaria sensibilidad moral ante los grandes problemas, que aquejan a la humanidad, ni ante los problemas, que el hombre ha causado como efectos colaterales con los grandiosos inventos durante los últimos 150 años ni ante la delicada cuestión, si es ético que el hombre realice, lo que técnicamente puede. Los valores medulares en el pensamiento cristiano como son la justicia y la solidaridad son la insustituible memoria, que la tierra es de todos los hombres, que cada persona humana tiene un valor en sí y que todos los seres humanos – sin excepción alguna – son ‘imagen de Dios’ (Gn 1,27)[2].


No cabe duda, desde Agosto de este año (2008) – el comienzo de la crisis financiera mundial – está aumentando cierta sensibilidad moral. Hace diez años tuve una vez en mi casa de Huaycán la visita de un secretario del Estado alemán con algunos banqueros, especializados en Desarrollo. Quise conversar con ellos sobre la ética en el mundo financiero. No era un tema posible. Hoy reclama el mundo financiero una nueva ronda de Basilea, normas claras para evitar la repetición del debacle. Lo que comenzó en los EEUU con créditos riesgosos en el sector inmobiliario – con los subprime credits[3], se hizo debacle mundial. El capital menos prescindible en el sector financiero – la confianza – se perdió; no solo nuestra confianza en los Bancos, sino – peor aún – la confianza mutua entre los Bancos. En plena crisis escribió un periodista:


“Que los hombres tengan miedo, es normal. Que la humanidad entera tenga miedo, es novedoso. Aquí no se trata de temores imaginados, se trata de afectación auténtica, … No, esta vez habrá tragado la mayoría de los seis mil millones de hombres en nuestro mundo con dificultades. Primero les tocó a los norteamericanos, después a europeos y japoneses. Pronto salió a la luz, que también rusos y chinos habían jugado con el riesgo más alto en el casino de la Wall Street. … Y África teme – con razón – por la ayuda para el desarrollo. … A partir de ahora, algo así puede repetirse. Porque la humanidad se ha juntado por tráfico, finanzas, comercio e Internet de tal manera, que ya no existe un afuera.”[4]


Dijimos: desde Agosto de este año está aumentando la sensibilidad moral. Pero, ¿qué moral? Las reacciones ante la crisis muestran los siguientes rasgos: (1) Se busca reglas internacionales (ante todo sobre reservas financieras necesarias y sobre un mayor control del capital de riesgo) para evitar la repetición del debacle. (2) Por lo demás vale: la ganancia especulativa es de los bancos o es privada; pero la pérdida es del Estado, se socializa, la paga el pueblo. Los Estados más desarrollados ayudan a su propio sistema financiero con sumas, que llevan varios ceros más que las sumas, que están dispuestos a invertir en el desarrollo de los pueblos. ¿Solidaridad consigo mismo? ¿Qué tal justicia?


Pero, cuidado con nuestros sentimientos. En 1989 – con la caída del muro de Berlín – comenzó la era de un liberalismo de poca sensibilidad, no obstante que S. S. Juan Pablo II había levantado su voz contra la repetición del “capitalismo salvaje” [5] del pasado. Hoy es el momento de júbilo de la izquierda. El Card. Ratzinger nos hace recordar en la ya citada exposición de Subiaco:
“Es verdad que hoy existe un nuevo moralismo cuyas palabras-claves son la justicia, la paz, la conservación de lo creado, palabras que reclaman valores morales esenciales de los que tenemos realmente necesidad. Pero este moralismo … se precipita, en forma casi inevitable, hacia la esfera política partidaria. Ese moralismo es ante todo una pretensión dirigida a los demás, y muy poco un deber personal de nuestra vida cotidiana. ... El moralismo político de los años 70, cuyas raíces no han muerto realmente, fue un moralismo … con una dirección errónea, en cuanto estaba privada de serena racionalidad, y porque en última instancia ponía la utopía política más allá de la dignidad del individuo humano, mostrando incluso que en nombre de grandes objetivos se podía llegar a despreciar al hombre. …, el moralismo político no sólo no abre el sendero para una regeneración, sino que la bloquea. En consecuencia, lo mismo vale también para un cristianismo y para una teología que reducen el núcleo del mensaje de Jesús, el «Reino de Dios», a los «valores del Reino», identificando estos valores con las grandes consignas del moralismo político ... Pero así se olvidan que Dios es justamente el sujeto y la causa del Reino de Dios. En su lugar se hacen presentes grandes palabras (y valores) que se prestan a cualquier tipo de abuso.”[6]


Ratzinger nos facilita una segunda conclusión: No todo uso de las palabras ‘justicia’ o ‘solidaridad’ es compatible con el pensamiento social de la Iglesia y su doctrina. Desde los años 70 del siglo pasado hay una titánica discusión filosófica sobre nuestro tema, que comenzó con el ‘Monstruo verde’ (así llamaron los estudiantes de Harvard el grueso libro de su profesor John Rawls: Teoría de la Justicia)[7]; le siguen Jürgen Habermas[8] y – más cercano al pensamiento católico – Charles Taylor[9]. En 1993 se pronuncia S. S. Juan Pablo II en su encíclica Veritatis splendor: sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia[10], dejando claro, que la Iglesia no comparte ningún pensamiento moral teleológico que no tenga una base deontológica. El mismo Compendio de la DSI aclara esta situación, cuando presenta su jerarquía de valores. El libro enseña la siguiente secuencia de los valores sociales básicos: Verdad à Libertad à Justicia, transformadas (las tres) por el Amor. [11] Eso, básicamente, quiere decir: éticas basadas en la libertad o en la justicia ‘a costa’ de la verdad son inaceptables para la Iglesia. Con otras palabras: cuidado con el liberalismo y con el socialismo; fácilmente vendes tu alma allí (depende de su posición ante el valor de la verdad). A la vez, todo pensamiento meramente utilitarista o pragmatista queda desacreditado.


Dejemos la perspectiva teórica; pero, quisiera recordar la advertencia del ahora Papa: ¡cuidado con el moralismo! Fácilmente cae en la trampa del partidarismo político, que carece de la serena racionalidad y pone la utopía política por encima de la dignidad de la persona. En tiempos de los medios de comunicación, las corrientes del pensar son un problema. Anuncian una verdad, que todos compartimos, y pronto venden una verdad como la verdad. La verdad particular correcta se vuelve la más grosera mentira. No nos olvidemos: La marca del moralismo es: exige a los demás; pero no a sí mismo.


Terminemos nuestro tema ‘Justicia y Solidaridad en tiempos de Globalización’. Justicia se refiere al ordenamiento adecuado de todas las cosas y a la actitud correspondiente; y el cristiano añade: según la voluntad de Dios. Solidaridad se refiere a todos los hombres y a todas las mujeres, que necesitan ayuda. Los tiempos de ‘globalización’ facilitan la reflexión de estos valores por un lado, y hacen su realización más difícil por otro. Miremos una vez esta situación:
Hace dos siglos, la Ilustración buscaba un nuevo orden político, separando las iglesias cristianas de la influencia política. Cayeron los regímenes antiguos, caracterizados por su vínculo entre trono y altar. Hoy, a 200 años de distancia histórica, podemos y debemos subrayar: las instituciones sociales (ante todo económicas y políticas), que nos rodean y marcan toda nuestra vida, no son una suerte incalculable, sino el resultado de la actitud humana. Con esta constatación queda a la vez claro: estas instituciones son de responsabilidad humana. En otras palabras: tenemos una libertad para pensar el futuro, como pocas veces antes, porque nuestros tiempos exigen – básicamente – ‘la ilustración de la Ilustración’[12], e.d., un nuevo margen, una nueva forma de pensar las cosas.


Durante el último año y medio me interesé mucho por datos empíricos sobre la Iglesia. En gran parte se lo debía a mi descontento con la preparación de eventos eclesiales internacionales, sea Aparecida (mayo de 2007) sea el Sínodo de Obispos en Roma (octubre de 2008). Mirando una y otra vez los datos, salta a la vista: Cuanto más avanzan las sociedades económica- y tecnológicamente, tanto menos se interesan por la religión, la dimensión profunda de su vida. Europa queda religiosamente exhausta; los EE.UU. quedan algo mejor, pero no podemos anticipar la reacción de la gente ante la época Bush y su (ab)uso de la religión. Pero, no se engañen, observamos en América Latina el mismo fenómeno como a nivel mundial: en Centro América hay una vida muy dinámica de la Iglesia; mirando el Sur de nuestro continente (Chile, Argentina y Uruguay), tenemos una situación europea. En las partes avanzadas, que están casi en perfecta dependencia de su propia criatura, que se llama economía, parece que la Iglesia ya no lleva mensaje. – La alternativa son los grupos pentecostales y carismáticos y su salida espiritual de nuestro mundo.


¿En qué sentido buscan nuestros tiempos una nueva justicia?:
o Todo hombre inteligente sabe, que con nuestras actuales formas de vida no podemos guardar intacto nuestro planeta: los cambios climáticos están a la vista, sus consecuencias aún son incalculables.
o Teóricamente se dice, que cada vida humana es un valor en sí. En nuestra vida latino-americana vale: el continente está plagado por desigualdad, desocupación y pobreza. Si naciste en el lugar equivocado, mala suerte.
o Lo mismo vale para la desigualdad grande, la entre Norte y Sur: 50 años de programas de ayuda para el desarrollo y todos sabemos, que el estándar de vida en el primer mundo depende de sus ventajas referentes a la tecnología y su manejo.
o Sociedades con afán de avanzar en el mundo actual están ante la exigencia de una nueva generación humana, preparada para manejar los últimos inventos de soft- y hardware.
o Adelantar por un lado el entrenamiento básico del niño hacia el tiempo preescolar es un polo de las exigencias actuales; el cambio de las universidades en instituciones de ‘proliferación’ de tecnócratas de la próxima generación es el otro polo. El hombre al servicio exclusivo de los juguetes, que el mismo creó.
o El ciclo de renovación en las tecnologías de la informática es acelerado: nuevos programas requieren nuevas máquinas y al revés. Pero no solo eso: las nuevas tecnologías (hard y soft) necesitan cíclica- y aceleradamente nuevo personal.
o Para llevar la producción de bienes o servicios a un lugar más rentable, vale la distinción: si implica trabajo pesado va al sitio más barato del llamado tercer mundo; si es trabajo de nivel más alto, hay que aprovechar sociedades de alta educación con un fuerte déficit de tecnología y su respectiva fuerza laboral barata. Cuando la brecha de la ventaja salarial se cierra, se buscará nuevas oportunidades, lugares con material laboral (¡)más rentable.


En el escenario de la vida actual llega el momento, cuando recordamos la palabra del Señor: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.” (Mc 2.27 par) La pregunta de los próximos años y décadas será: ¿Quién es el hombre, cuál es su vida? ¿El hombre es una función de sus propios inventos?, ¿su vida una esclavitud para con sus propias máquinas e instituciones?, ¿esclavo de inventos que anulan las posibilidades de futuras generaciones?


De vez en cuando pregunto a la gente de mi diócesis (casi todos son migrantes): ¿por qué has venido a Lima? Y me miran con sorpresa y tristeza, sin contestar, pero en sus ojos la interrogante: ¿qué alternativa tenemos? Han cambiado el aire diáfano de la sierra con la contaminación limeña, su chacra con los 50 m2 de su choza, la cultura propia con Magaly-TV, los sueños de Gisela y la telenovela.


Muchas veces cité en mis trabajos la definición de religión de un filósofo agnóstico: Religión es la liberación del absolutismo de la realidad[13]. Lo que el hombre de hoy espera de su religión es que le dé la valentía de un nuevo espíritu, que lo libere de la esclavitud de sus propios inventos sociales, psicológicos, tecnológicos, etc. Busca una nueva justicia para con la vida de la naturaleza, para con el hombre, su vida y para con las distintas culturas y sociedades. Las religiones políticas del siglo XIX (derecha-izquierda) han perdido su vigor – al menos entre la gente pensante. Pero tampoco acepta formas de religión, que no inspiran el anhelo de una nueva justicia y una nueva solidaridad. – Hasta aquí nuestra tesis, que los tiempos de globalización facilitan la reflexión de nuestros valores.


Los valores de esta reflexión – justicia y solidaridad – se escriben siempre con mayúscula y con minúscula. Hemos visto algunas perspectivas escritas en mayúscula. Pero (recordamos las palabras del Card. Ratzinger) es señal de un falso moralismo, cuando nuestra moral exige solo a los demás; si no comienza en casa. Justicia y solidaridad son sensibilidades muy profundas en la vida humana; necesitan de una experiencia personal que señala: estos valores no son disponibles – ¡jamás! Esta experiencia es difícil en una cultura, donde la justicia como institución tiene la fama o de arbitrariedad o de negocio lucrativo; en una cultura, donde la paternidad no es la fuente ordinaria de una solidaridad confiable e incuestionable. Solidaridad se aprende de los padres, en familia, en la vecindad. Desde esta experiencia crece a ser un valor, que es más que argot político o – hoy muy actual – materia de la imagen empresarial (no conviene mencionar ejemplos). Lo mismo vale para la justicia. En familia, entre madre y padre, se aprende que una vida lograda no es una vida impulsiva sin control, sino la vida de respeto entre esposos, entre padres e hijos; donde se aprende que hay un respeto más allá de mis propios sentimientos, respeto intangible. Allí nacen y crecen nuestros valores y – más allá – las virtudes sociales, que no solo marcarán la calidad de la vida social en el Perú, sino, además, en nuestro continente y en nuestro globo globalizado.


Justicia y solidaridad son conceptos muy amplios y no determinados; de cierta manera son contrarios a términos técnicos. Acompañan al hombre en cualquier situación y durante toda la vida. Son sismógrafos del alma, indicadores de la sensibilidad ética en su vida. Justicia abarca toda la realidad, solidaridad a todos los hombres. No son conceptos de procedencia cristiana, pero nuestra fe amplía y profundiza su perspectiva. Vitalidad y personalización de la fe condicionan su alcance, su profundidad y dinámica en la vida del creyente.


En la vida de la Iglesia han crecido en importancia desde las grandes Conferencias del Episcopado latinoamericano en Medellín y Puebla. Desde allí son para nosotros conceptos estratégicos en la lucha contra los flagelos de nuestras sociedades latinoamericanas, marcadas por la desigualdad injusta y anti-solidaria, la desocupación injusta y anti-solidaria y la pobreza injusta y anti-solidaria. La Iglesia en América Latina tiene el mérito de haber concientizado a nuestro continente e insistido ante la Iglesia universal sobre la importancia social imprescindible de la justicia y de la solidaridad.


Para nuestro país, la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación ha aclarado convincentemente, que el país necesita una nueva sensibilidad ante nuestros valores y de nuevos mecanismos institucionales para implementar medidas de solidaridad y justicia, si quiere evitar el riesgo de la repetición de la violencia. Vale esta recomendación para nuestro continente y vale para el mundo entero. Pero la pregunta es: ¿Cómo promover la justicia y la solidaridad?


Nuestra fe en el Dios uno y trino, nuestra fe en el Dios amor[14], es bella. Esta verdad de Dios la debemos a Cristo. Las consecuencias éticas de esta fe, que ya mencionamos arriba (verdad, libertad y justicia, valores elevados por el amor), son convincentes. Justicia y solidaridad reciben como exigencias su apoyo por los grandes principios de la DSI:
1. (a) por el principio del Bien común[15] y (b) el del Destino universal de los Bienes[16], principios que fundamentan nuestra opción por los pobres,
2. por la centralidad de la persona humana[17] en la DSI y
3. por el principio de la subsidiaridad[18].


¿Cómo promover la justicia y la solidaridad en tiempos de globalización? En primer lugar – queda claro con nuestra reflexión – por vivir estos valores desde una vida auténtica de nuestra fe. De esta autenticidad depende nuestra credibilidad. En segundo lugar, de la competencia racional en el sector, donde reclamamos una mayor implementación de estos valores.
Por lo demás, hay que ser modesto y conocedor de las consecuencias de la globalización: modesto, porque como católicos representamos el 17% de hombres y mujeres en nuestro mundo. Somos minoría y no podemos imponernos. Además, la cifra mencionada es muy optimista. No será ni el 10% de los mencionados, los que comparten en la Iglesia estas ideas.


Además, el mundo globalizado – ante todo en la economía – tiene sus propias reglas elementales, que pocos tienen presente. Lo describí en mi último libro así: “El que quiere participar en la economía, o está informado sobre los factores productivos a nivel del globo o desaparecerá del mercado, e.d., o acepta las reglas del juego o sale del tablero. Lo que la Iglesia no ha asimilado hasta el momento, es el cambio profundo en y por la economía globalizada: hasta las reglas prácticas y las normas éticas (y la modificación de ambas en la economía) dependen[19] hoy del consenso global de los participantes. Repetimos: el que no acepta las reglas, sale del tablero – a no ser, que consiga para nuevas reglas un consenso a nivel del globo.”[20] – Un ejemplo, para ilustrar lo dicho: Hace quince años, el jefe de gobierno en un país europeo hizo caso a muchos reclamos y puso – para contrarrestar la especulación financiera frente a los países en vía de desarrollo – el impuesto de Tobin[21]. La intención fue tan loable como la consecuencia desastrosa: Como era una ley nacional, el efecto para lo cual fue creada era casi cero, pero el daño colateral ha sido peor, porque indujo una enorme fuga de capitales, que hasta ahora no han recuperado.


En el mundo protestante hay una habilitación sobre nuestro tema con el título: Globalización – Reto para Iglesia y Teología. Perspectivas para una economía mundial más justa y humana.[22] Habilitaciones– por su exigencia científica – valen la lectura. Pero, el autor no llega más allá de las siguientes recomendaciones, que hago mías:
1. Vive tu fe con autenticidad, porque de ella depende tu credibilidad.
2. Promueve los valores dentro de la comunidad eclesial local, dentro de sus grupos y asociaciones.
3. Intenta de colaborar con las instituciones de la Iglesia que promueven tus valores; en este caso: la justicia y la solidaridad.
4. Anima a tus instituciones eclesiales a promover alianzas estratégicas con instituciones, que quieren promover estos valores. Pero nunca lo hagas a costa de la autenticidad de tu fe.
Este camino no es fácil. Pero, ¿quién ha dicho, que la promoción de la justicia y de la solidaridad sería fácil en un mundo globalizado? Cristo murió en la cruz, y así expresó que nuestra vida tiene para su Padre valor de eternidad. – Les agradezco su atención.

...


Literatura

ADINOLFI, Giulio: “Divergencias fundamentales en la Filosofía de la Justicia de Habermas y Rawls”. En: Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas 15 (2007) http://www.ucm.es/info/nomadas%20/15/giulioadinolfi.pdf.
BAUER, Wilhelm, W. ARNDT & F. W. DANKER: A Greek-English Lexicon of the New Testament and other Early Christian Literature [basado en: Walter BAUER’s ‚Griechisch-deutsches Wörterbuch zu den Schriften des Neuen Testaments und der frühchristlichen Literatur’, sexta edición de: Kurt ALAND and Barbara ALAND, con Viktor REICHMANN y ediciones previas en ingles de: W. F. ARNDT, F. W. GINGRICH and F. W. DANKER (3rd ed.)]. Chicago; University of Chicago Press 2000 (abreviación: BDAG).
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Referencias:

[1] RATZINGER, Joseph: “Europa en la crisis de las culturas”. Conferencia publicada en: http://chiesa.espresso. repubblica.it/articolo/27262?sp=y.
[2] Cf., ComDSI, N° 108 – 123.
[3] Cf. sobre el tema: MÜNCHAU, Wolfgang: Vorbeben - Was die globale Finanzkrise für uns bedeutet und wie wir uns retten können. München; Carl Hanser 2008, 234 pp., ante todo: pp. 10 – 36.
[4] ULRICH, Bernd: “Welt auf Koks”. En: Die Zeit, 16. Okt. 2008, p. 1.
[5] Cf. su Carta encíclica Centesimus annus (1-V-1991) N° 8c.
[6] RATZINGER, Joseph: “Europa en la crisis de las culturas”. Op. cit.
[7] RAWLS, John: A Theory of Justice. Cambridge, Harvard Univ. Press, 1971. Trad. Castell.: Teoría de la justicia, México, F.C.E., 1979. Sobre su discusión crítica, cf.: HÖFFE, Otfried (Ed.): John Rawls – Eine Theorie der Gerechtigkeit. Zweite, bearb. Aufl. Berlin; Akademie Verl. 2006, 325 pp. y FRÜHBAUER, Johannes J.: John Rawls’ >Theorie der Gerechtigkeit<. Stuttgart; WBG 2007, 192 pp. [8] HABERMAS, Jürgen: Teoría de la acción comunicativa. Dos tomos (orig.: Theorie des kommunikativen Handelns, Frankfurt/M.; Suhrkamp 1981; trad.: Manuel Jiménez Redondo). Madrid; taurus 1987, 517 y 618 pp. Sobre las diferencias entre Rawls y Habermas, cf. ADINOLFI, Giulio: “Divergencias fundamentales en la Filosofía de la Justicia de Habermas y Rawls”. En: Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas 15 (2007) http://www.ucm.es/info/nomadas%20/15/giulioadinolfi.pdf.
[9] TAYLOR, Charles: The Ethics of Authenticity. Cambridge; Harvard Univ. Press 1991. Trad. cast.: La ética de la autenticidad. Barcelona; Paidós 1994 e id.: Sources of the Self. The Making of the Modern Identity. Cambridge; Harvard Univ. Press 1989. Trad. cast.: Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna. Barcelona; Paidós 1996. Sobre las diferencias entre Rawls, Habermas y Taylor, cf.: BENEDICTO RODRÍGUEZ, Rubén: Charles Taylor – Identidad, Comunidad y Libertad. Univ. de Valencia, Departamento del Derecho, Moral y Política 2005, 429 pp. (http://www.tesisenxarxa .net/TESIS_UV/AVAILABLE/TDX-0701105-132255//benedicto.pdf).
[10] Ciudad del Vaticano, 6 de agosto de 1993.
[11] El esquema presenta una escala intransitiva de valores, señalada por el símbolo: ‘à’. Así (1) respeta las enseñanzas de la enc. de S.S. Juan Pablo II: Veritatis splendor –Sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia (Ciudad del Vaticano 1993) y (2) guarda la tradición ‘iusnaturalista’ de la DSI: La libertad ha de respetar la verdad de las cosas; la justicia ha de respetar la libertad. Sin el amor, estos tres valores no son nada (1 Cor 13,2b). – Sobre la temática como tal, cf. CompDSI, N° 197-208.
[12] Me sorprendió en el reciente sínodo de obispos una profesora alemana con la coincidencia en esta posición.
[13] BLUMENBERG, Hans: Arbeit am Mythos. Frankfurt; Suhrkamp 1979, 699 pp.
[14] BENEDICTO XVI: Carta encíclica «Deus caritas est» (25-XII-2005). Ciudad del Vaticano; Librería Editr. Vaticana 2006.
[15] Cf. CompDSI, N° 164 – 170.
[16] Cf. CompDSI, N° 171 – 185.
[17] Hasta hace poco, se trataba este enfoque personalista en la literatura de la DSI bajo el rubro de los ‘principios’ [cf. Congregación para la Educación Católica: Orientaciones para el Estudio y Enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la Formación de los Sacerdotes. Roma, Ed. Vaticana (30 de Diciembre de 1988), N° 31. Y: Manual de la Doctrina Social de la Iglesia, coord. por: Alfonso A. CUADRÓN. Madrid; B.A.C: 1993 (= BAC mayor, 43), pp. 93 ss.]. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004) le da – epistemológicamente más correcto – el estatus de axioma o de principio fundamental (Cf. CompDSI, N° 105 – 159). Aparte de la antropología teológica (que aquí no podemos tratar), la DSI se basa en la visión de la persona, que la antropología clásica nos enseña. Sobre esta perspectiva, cf.: HÖFFE, Otfried: Demokratie im Zeitalter der Globalisierung. München; Beck 1999, 476 pp., allí pp. 62 – 89 con las debidas referencias a Aristóteles.
[18] Principio de subsidiaridad: La limitación de la libertad personal y asociativa sólo es legítima, en cuanto esta limitación posibilita la misma libertad a todos los sujetos de la sociedad (cf. Quadragesimo anno, Nº 79 sig.; Centesimus annus, Nº 35.2/ 48.4. y CompDSI, N° 185 – 188). Con palabras más sencillas: Que nunca asuma una entidad social superior una función, que puede cumplir una entidad inferior o el hombre como tal (para el conocedor de la DSI consta: Gramsci y Mao llegaron tarde con sus ideas).
[19] ‘dependen’: en el sentido de su aplicabilidad, por supuesto no en el sentido de su validez.
[20] “Descifrando…”, op. cit., pp. 102 s.
[21] TOBIN, James es el autor de un impuesto para transacciones financieras de +/- 1%, para evitar la especulación financiera. Cf.: idem: »A Proposal for International Monetary Reform«, in: Eastern Economic Journal, Bd. 4, 1978, Nr. 3–4, 153–159 e idem: »Why We Need Sand in the Market’s Gears«, in: Washington Post, Dec. 21, 1997.
[22] HÜBNER, Jörg: Globalisierung – Herausforderung für Kirche und Theologie – Perspektiven einer menschengerechten Weltwirtschaft. Stuttgart; Kohlhammer 2003, 351 pp. (= Forum Systematik 19).

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Para leer la 1º Parte:
http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com/2009/10/justicia-y-solidaridad-en-tiempos-de.html
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Para leer la 2º Parte:

http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com/2009/10/justicia-y-solidaridad-en-tiempos-de_17.html

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