Homilías - Dios actúa en todos - Domingo 26º T.O. (B)




P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.†

Lecturas: Nm 11,25-29; S.18; St 5,1-6; Mc 38-43.45.47-48

Preserva a tu siervo de la arrogancia


Desde un punto de vista literario –la forma como está escrita– la perícopa evangélica de hoy (recuerden que perícopa llaman los especialistas a un fragmento cualquiera de la Biblia) tiene dificultades. Es continuación inmediata a la del domingo pasado. Empieza con una rotura abrupta del tema de los niños, defendiendo la obra de quienes invocan a Cristo pero no son de los de Cristo; luego se pasa al premio de los que ayuden a los apóstoles de Cristo, se vuelve a los niños condenando a los que los escandalizan, es decir a los que de cualquier forma los desvían hacía el mal; y, por fin, se exhorta a todos a apartar de sí cualquier cosa u ocasión que le lleve al pecado grave. Por otro lado, fuera de la primera normativa –la referente al exorcista– las demás no ofrecen mayores dificultades de comprensión, sino que parecen obvias.

No olvidemos que el evangelio de Marcos tiene como origen la catequesis de Pedro en Roma. Este punto de vista explica mejor la lógica interna de esta perícopa o fragmento. Es normal que en una explicación catequética un tema, una palabra, un detalle suscite la pregunta por otra cosa muy diferente. De alguna manera la situación incómoda de la llamada a la humildad pudo haber provocado la búsqueda de una salida o haber suscitado el remordimiento de la prepotencia demostrada con el exorcista, que no era sino una persona de buena voluntad. Luego vienen unas sentencias concatenadas unas con otras de modo que una idea o una palabra recuerde la siguiente con un ritmo que favorece la memoria: “el que no está contra nosotros está a nuestro favor” (en griego: “a favor de nosotros”). El texto original griego lo hace más claro que la traducción castellana y, retraduciendo la perícopa al arameo este elemento memorizador es aún más claro: “El que escandalice a uno de estos pequeños … Si tú mano te hace caer (en griego “te escandaliza… más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno… Y si tu pie… Y si tu ojo…”.

De mi reflexión personal sobre los textos me parece que la perícopa del exorcista está en su momento histórico, pues San Lucas también la pone ahí. El resto está en este lugar del evangelio de Marcos por razones de pedagogía catequética, reuniendo, como he aclarado, varias normas importantes de conducta y valoración cristianas. Posiblemente refleja el modo de la catequesis de Pedro en Roma.

Pedro catequiza en Roma a catecúmenos y neófitos (recién bautizados) en general paganos (no judíos). Les está enseñando lo fundamental de las riquezas de la fe y de la conducta cristiana. No están, ni siquiera los todavía no bautizados, los catecúmenos, del todo vacíos: han creído en Jesucristo y los bautizados han recibido la gracia santificante y sólo Dios sabe de sus virtudes y aun dones y carismas del Espíritu. Aquel exorcista, que no era discípulo, pero que expulsaba demonios invocando el nombre de Jesús demuestra que la gracia de Dios, el atractivo de Cristo, actuaba y actúa fuera de los límites de los discípulos y de los bautizados. Dios claro que da su gracia y dones a los sacerdotes –estamos en el año de la santidad sacerdotal –y a los religiosos y religiosas; pero no sólo a ellos. Dios actúa en todos, en los niños, como recordé el domingo pasado, pero también en todos ustedes, los laicos, a veces aun de poca formación intelectual, que pueden llamarse por humildad neófitos, si quieren. Yo les hablo a Ustedes como les hablo, porque estoy convencido de que todos ustedes pueden y Dios quiere que sean sensiblemente más santos de lo que son, porque quiere darles gracias y dones del Espíritu muy abundantes. Lo que hace falta es que Ustedes crean y se dejen llevar por el viento del Espíritu. ¿Están ustedes contra Cristo o a favor de Cristo? Entonces ¿qué impide el que Dios haga con ustedes lo que hacía con el exorcista? Una vez más: “El justo vive de la fe”. “Si crees todo es posible al que cree”. Oren, pues, por la conversión de los pecadores, por la Iglesia, el Papa y los obispos, la santidad de los sacerdotes, por la paz, por la curación de los enfermos; pidan a Dios incluso milagros; oren, ofrezcan sacrificios y penitencias, lean la Biblia y los libros santos, instrúyanse para dar razón de su esperanza a personas de buena voluntad que se cruzan en su camino. Nadie les puede prohibir el que hagan el bien en nombre de Cristo.

Este caso tiene también otra interpretación posible. Pedro catequiza en Roma antes de que se haya producido la primera persecución de Nerón. La comunidad cristiana de Roma va creciendo entre el pueblo e incluso hay datos en las altas esferas de la administración pública; Pablo se encuentra en Roma, cuando llega preso, con una comunidad cristiana, que le acoge, le costea una casa y le visita sin mayores dificultades. En ese clima no es extraño que algunos paganos miren con simpatía a los cristianos y a su mensaje, e incluso les traten con deferencia y ayuden a sus pobres con limosnas. Tales paganos –o judíos que están en el mismo caso– estarían representados por el exorcista. No pertenecen al grupo de seguidores de Cristo, pero los admiran y se inclinan a favorecerlos. El texto añade “Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua, --sea o no de Cristo– por ser ustedes de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa”.

Tal recompensa es claro que no se refiere a riquezas o bienes de este mundo, sino sobre todo a los bienes del Reino, los que trae Jesús, al “agua que salta hasta la vida eterna” de la que habló a la pecadora samaritana que le dio precisamente un vaso de agua (Jn). El texto es así una invitación a aceptar y confiar en la misteriosa obra de la gracia de Dios. No sólo en los que estamos en la Iglesia obra el Espíritu de Dios. En la primera lectura vimos cómo el Espíritu no se limitó a Moisés y a los que entraron con él en la Tienda del Encuentro. También a los que no están en la Iglesia Dios da, cuando quiere, su gracia y su Espíritu. Gente que invoca a Dios, que procura cumplir con la ley moral, que ayuda a otros con limosnas o con obras de caridad. Es posible que no pocos de ustedes se codeen con personas de otras religiones y aun ateos. No disputen con ellos. Trátenles con bondad. Fíjense en aquello en que coinciden y denles la razón en ello. Sobre todo procuren llevar sus cruces con paciencia y aun alegría. Procuren, eso sí, dar razón de su esperanza (y para ello infórmense y pregunten). Y dejen a Dios que siga obrando.

En cuanto al escándalo de los “pequeños que creen” llama la atención la extraordinaria severidad del castigo que merecen. Habla el Dios misericordioso, que ha venido a salvar a los pecadores. El término “los pequeños que creen” se refiere a los niños, que sintonizan tan fácil con la fe, que están normalmente tan abiertos a Dios. Piensen, padres y madres, en sus hijos; los maestros y educadores en sus alumnos; piensen en ese intervalo del paso de la adolescencia. No abdiquen de su responsabilidad.

Con humildad de niños pidamos al Señor que nos ayude y a María que interceda por nosotros en nuestro diario caminar. “Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine; así quedaré libre e inocente del gran pecado” (el de la soberbia).


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Voz de audio: Guillermo Eduardo Mendoza Hernández.
Legión de María - Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a Guillermo por su colaboración.

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P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog





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