P. Ignacio Garro, jesuita †
4.2.6. EL TRABAJO VISTO COMO CASTIGO
También existe esta
visión desde el punto de vista del libro del Génesis, capítulo 3º. El trabajo
es visto como un castigo, impuesto por Dios, al hombre como consecuencia de su
pecado, la tierra queda maldecida y los frutos que arranque de ella será que: "comerás el pan con el sudor de tu
frente", Gen. 3,19. Esta teología se desarrolla en los tiempos en que
destaca, sobre todo, la dureza del trabajo. Así ocurre en la época antigua: el
trabajo manual y de esfuerzo físico es considerado para las clases sociales
inferiores y para los esclavos[1].
J. Pablo II, en "Laborem Exercens" comenta la pena (sufrimiento, esfuerzo
penoso) del trabajo: "Todo trabajo,
tanto el manual como el intelectual, está unido inevitablemente a la fatiga. El
Libro del Génesis lo expresa de manera verdaderamente penetrante,
contraponiendo a aquella originaria bendición del trabajo, contenido en el
misterio mismo de la creación, y unida a la elevación del hombre como imagen y
semejanza de Dios, la maldición que el pecado lleva consigo: "por tí será
maldita la tierra. Con el trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu
vida". Gen 3,17. Este dolor unido al trabajo señala el camino de la vida humana
sobre la tierra y constituye el anuncio de la muerte: "con el sudor de tu
frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra; pues de ella has sido
tomado..." Gen 3,19. Casi como un eco de estas palabras, se expresa el
autor de uno de los libros sapienciales: "entonces miré todo cuanto habían
hecho mis manos y todos los afanes que al hacerlo tuve ..." Ecl.2,11"
L.E. nº 27. El Papa J. Pablo II sigue comentando: "el sudor y la fatiga que el trabajo necesariamente lleva en la
condición actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a cada hombre, que ha
sido llamado a seguir a Cristo, la posibilidad de participar en el amor a la
obra que Cristo ha venido a realizar. Esta obra de salvación se ha realizado a
través del sufrimiento y de la muerte en cruz. Soportando la fatiga del trabajo
en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo
con el Hijo de Dios en redención de la humanidad", L.E. nº 27.
4.2.7. ¿HACIA UNA POSIBLE SÍNTESIS DE LAS DOS CORRIENTES?
La teología del Gen.
1 es anterior al Pecado Original, mientras que la teología del Gen. 3, ya
presupone el pecado en el género humano y las consecuencias duras y difíciles
sobre la criatura humana. Por eso matiza el aspecto primero del trabajo
descubriendo cómo el pecado introduce un factor de profunda tensión en la experiencia humana y en la dificultad
de la criatura humana con la naturaleza. Una síntesis entre la visión positiva
y creadora del Gen 1 y la tensión de Gen 3, puede encontrar su punto de
convergencia en la interpretación de que toda actividad humana se encamina
hacia Dios y dicha actividad humana ha quedado iluminada por la Persona de
Cristo. Cristo Salvador abre e ilumina el horizonte de la persona humana, por Él,
con Él y en Él tiene sentido real todo lo que hacemos, porque en Él tenemos la
salvación, Él ha reconciliado todas las cosas con Dios, su Padre, nuestro
Padre. Cristo con la venida del Reino de Dios nos ha traído un nuevo horizonte
de vida, y por lo tanto también del trabajo humano. De esta manera contribuimos
a que este mundo material y humano se encamine hacia el Reino de Dios y de ahí
al Padre. Siempre sabiendo que el trabajo es bendición y esfuerzo, es fuente de
vida y de cansancio, pero todo ello alcance su sentido pleno en Cristo.
4.2.8. EL TRABAJO, EXPRESIÓN DE LA PERSONA HUMANA
Uno de los rasgos
fundamentales de la DSI sobre el trabajo es la afirmación del trabajo como la
afirmación de su carácter personal, espiritual. Pío XI ya decía: "¿qué es
trabajar, sino aplicar y ejercitar las energías espirituales y corporales a los
bienes de la naturaleza o servirse de éstos como de instrumentos apropiados?. "Quadragessimo Anno" nº 53.
Más tarde, Pablo VI en “Populorum
progressio”, nº 27 dice: "que el trabajo ha sido querido y bendecido por
Dios. Creado a imagen suya "el
hombre debe de cooperar con el Creador en la perfección de la creación y
marcar, a su vez, la tierra con el carácter espiritual que él mismo ha
recibido". Después añade: "el
trabajo de los hombres, mucho más para el cristiano, tiene la misión de colaborar
en la creación del mundo sobrenatural, no terminado hasta que lleguemos todos
juntos a constituir aquel hombre perfecto de que habla S. Pablo: "que
realiza la plenitud de Cristo". Efes. 4,13". P.P. nº 28.
4.2.9. EN EL TRABAJO ACTÚA LA PERSONA COMO SUJETO
Para J. Pablo II, en
"Laborem Exercens", nº 6, hablando del trabajo, es el aspecto
subjetivo el que más le importa, pues el trabajo es actividad de un sujeto que
es persona. "Ese dominio del que
habla el texto bíblico que estamos analizando se refiere no sólo a la dimensión
objetiva del trabajo, sino que nos introduce contemporáneamente en la
comprensión de su dimensión subjetiva. El trabajo entendido como proceso
mediante el cual el hombre y el género humano someten la tierra, corresponde a
este concepto fundamental de la Biblia sólo al mismo tiempo, en todo este
proceso, el hombre se manifiesta y confirma como el que "domina".
Este dominio se refiere en cierto sentido a la dimensión subjetiva más que a la objetividad: esta
dimensión condiciona la misma esencia ética del trabajo. En efecto, no hay duda
de que le trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa
y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona, un sujeto
consciente y libre, es decir, un sujeto que decide por sí mismo".
J. Pablo II afirma: "el hombre debe de someter la tierra,
debe dominarla, porque como "imagen de Dios" es una persona, es
decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de
decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo". Y más
tarde añade: "Trabaja como persona,
realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; éstas,
independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la
realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona
que tiene en virtud de su misma humanidad". L.E. nº 6. "El trabajo es un bien del hombre - es
un bien de su humanidad - porque mediante el trabajo el hombre no sólo
transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se
realiza a sí mismo como hombre, es más, en cierto sentido, "se hace más
hombre". L.E. nº 9. ¡Qué
contraste! el de esta frases tan bellas del trabajo realizado por el hombre y
las denuncias que realizaba el Papa Pío XI en 1931 en "Quadragessimo Anno" nº 135: "de las fábricas sale
ennoblecida la materia inerte, pero los hombres (obreros) se corrompen y
envilecen". El valor, pues, para determinar el valor del trabajo humano: "no es en primer lugar el tipo de
trabajo que se realiza, sino del hecho de que quien lo ejecuta es una persona.
Las fuentes de la dignidad del trabajo deben de buscarse principalmente no en
su dimensión objetiva, sino en su dimensión subjetiva". L.E. nº 6.
[1] En la antigüedad el trabajo manual o físico no estaba
considerado como en la perspectiva actual. Los antiguos creían que el trabajo
era para los más pobres y rudos, especialmente el trabajo más ínfimo era para
los esclavos. Trabajar, esforzándose físicamente era considerado como un
castigo de Dios, una maldición. Por eso los que pertenecían a la nobleza, los
ricos, los intelectuales, no trabajaban nunca manual, ni físicamente. Su
trabajo a lo máximo era gobernar, filosofar, crear arte, etc., pero nunca
trabajar manualmente. Este concepto sobre el trabajo ha durado casi hasta
finales del siglo XIX, con diversos matices. Ultimamente el trabajo es considerado
una bendición, una forma de realizarse personalmente, de ser alguien en la
sociedad, y es la forma, por medio del salario, de cubrir las necesidades
propias de la vida humana.
Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.
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