Doctrina Social de la Iglesia - 15. El Trabajo II

 


P. Ignacio Garro, jesuita †


4. EL TRABAJO

Continuación...


4.2. LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL TRABAJO  [1]

La encíclica "Laborem Exercens" de J. Pablo II del 15 de mayo 1981, constituye la "Carta Magna del Trabajo", concebido éste como la clave esencial de toda la cuestión social. Esta encíclica es un verdadero tratado, denso y profundo, de antropología cristiana del trabajo, entendido éste sin sentido reduccionista, como "toda actividad humana en el mundo", desde la actividad manual a las actividades intelectuales, en sus múltiples facetas, y a las actividades de organización y de dirección, sin excluir las funciones insustituibles del trabajo de la madre en la familia.

La encíclica parte del hombre como sujeto activo y responsable del trabajo "actus personae", lo llama, constituyendo este principio de la "subjetividad del trabajo" el hilo conductor de todo el desarrollo de la encíclica. Este hombre, sujeto del trabajo, no está considerado en abstracto, como ser genérico, o un ente colectivo, ni tampoco como ser autónomo, autárquico, autosuficiente, individualista e insolidario, sino como "persona", en su única e irrepetible individualidad existente, como ser histórico, social y solidario, creado por Dios, pero también herido por el pecado (pecado original y pecados personales), y redimido por Jesucristo. A este hombre real, histórico, se dirigen las preocupaciones, los afanes y el amor de la Iglesia.

Así la encíclica L.E., desde esta perspectiva antropológica, con visión global y realista, adopta una postura de radicalidad lúcidamente crítica frente a las ideologías sociales dominantes de nuestro tiempo, a saber: el liberalismo capitalista, y el socialismo marxista. La encíclica L.E. constituye una respuesta profunda de la Iglesia a los interrogantes y desafíos de las ideologías sociales.

Esta encíclica es un documento de síntesis, que integra experiencias sociales y económicas del Occidente (como cultura dominante), desde cuya óptica habían sido escritas fundamentalmente las encíclicas sociales anteriores, en este caso se incluyen la experiencias de los Países de la Europa del Este, y también las del Tercer Mundo, y que se refleja en posiciones muy realistas y matizadas ante ciertas formas de propiedad colectiva de los bienes de producción, pero sin dejar de tener en cuenta los avances sociales introducidos en las empresas capitalistas de los Estado más evolucionados de Occidente, tales como las fórmulas de copropiedad, participación en la gestión y beneficios de la empresa, accionariado de trabajo, etc; y señalando al mismo tiempo, que la Iglesia "se aparta radicalmente del programa del "colectivismo", proclamado por el "marxismo", sin dejar de aceptar explícitamente sus críticas positivas y justas sobre los abusos del sistema capitalista liberal". En el fondo, la encíclica no trata de defender ni de condenar sistema e ideologías, sino de afirmar y defender la plena "verdad acerca del hombre", en su existencia personal, y a la vez, su dimensión comunitaria y social que le es inherente, comenzando desde el núcleo natural de la familia, pasando por las sociedades intermedias, la nación.

La L.E. con sentido realista, pone de relieve los condicionamientos para la estipulación del contrato de trabajo que derivan de las instancias externas y superiores a la empresa, como son: El Estado, los sindicatos, las organizaciones empresariales, las empresa multinacionales y transnacionales, y las llama "el empresario indirecto".

La L.E. aborda, también, problemas de actualidad laboral, siguiendo la línea argumental trazada del "trabajador como sujeto activo del trabajo": el desempleo; el salario justo; las prestaciones de seguridad social; la función de los sindicatos; el trabajo agrícola; los minusválidos y el trabajo; los trabajadores emigrantes; trabajo y familia; trabajo y sociedad.

En resumen, la encíclica "Laborem Exercens", es el "evangelio del trabajo", la "Buena Nueva" del trabajo, un mensaje liberador para los hombres y mujeres del trabajo, para toda la humanidad trabajadora.[2]

Hasta ahora hemos hablado sobre el trabajo humano. Hemos destacado cómo, a lo largo de la historia contemporánea, el trabajo se ha hecho cada más productivo, más tecnificado y también más despersonalizado e inhumano. Con estas características  tan contrastantes, el trabajo ha llegado a ocupar un puesto central en la cultura de todos los países modernos. Por eso, la DSI, nacida como doctrina a la respuesta de los problemas de la sociedad industrial, se ha ocupado ampliamente sobre el trabajo. Veamos cuáles son sus puntos de vista y su enseñanza:

 

4.2.1. LA PERSONA HUMANA EN EL TRABAJO, PREOCUPACIÓN CENTRAL  [3] 

La gran preocupación de la DSI en sus comienzos, a fines del siglo pasado es precisamente la situación del obrero proletario de aquella época. No sólo se describe esta situación con trazos alarmantes por la miseria en que vivían, sino que también se denuncia la indefensión en que quedaron tras la supresión de los antiguos gremios de artesanos, típicos de la Edad Media, agravado todo esto por la sed insaciable de dinero de los propietarios del capital. León XIII en la encíclica "Rerum Novarum", denuncia al comienzo de la encíclica esta situación de verdadera injusticia social. Desde entonces se denunció que el trabajo humano no puede ser considerado como una mercancía más dentro de la cadena de producción, sino que dicho trabajo debía de ser considerado como la actividad propia de una persona y que por lo tanto debía ser valorado como realizado por una persona, y ésta tiene unas necesidades básicas, él y su familia y todo debe ser cubierto con un salario justo. Si podemos hablar de avances en DSI sobre el trabajo y el salario justo, estos dos temas son los que más ha avanzado, y se han conseguido verdaderos logros. Y no solamente la cuestión de un salario justo, bien remunerado, sino también los derechos del obrero y sus deberes.[4]

Juan Pablo II en la encíclica "Laborem Exercens" ha llegado a las mejores formulaciones doctrinales sobre el tema del trabajo humano. Se pueden resumir diciendo que el fruto del trabajo humano tiene que estar subordinado a las exigencias de la persona que realiza el trabajo, porque la persona siempre ha de estar considerada sobre las cosas materiales. Sale al paso, así, de esa tendencia, tan propia de las sociedad industrial, de sacrificar al obrero y sus derechos a las exigencias del trabajo y de su eficacia productiva.

No cabe duda que este principio que propone J. Pablo II es un gran ideal, un principio difícil de cumplir en la actividad concreta diaria. Parece tan abstracto que puede quedar en el vacío de contenido en la práctica laboral. La única manera de evitar este peligro es ahondar en las exigencias que implica.

               

4.2.2. LAS CONDICIONES FÍSICAS DEL TRABAJO

En los tiempos del capitalismo liberal (salvaje) el proletariado había llegado a un profundo nivel de degradación. Los empresarios, en su afán de hacer rentable el "salario de hambre" que pagaban al obrero, explotaban a éste obligándole a jornadas de trabajo de 16 y 18 horas diarias, sin descanso, en un ambiente de trabajo insalubre, etc. Los datos que han llegado a nosotros son escalofriantes, de verdadera esclavitud humana. En un mercado donde la mano de obra desocupada era excesiva, los obreros industriales, presionados por la necesidad de obtener un salario para sobrevivir, no tenían otro remedio que plegarse a las condiciones impuestas por los patrones, de lo contrario se quedaban sin trabajo y la tragedia que eso lleva consigo.

Por eso, se comprende que las reivindicaciones formuladas desde una óptica moral se encaminaban a garantizar unas condiciones físicas de trabajo que no fueran un atentado permanente contra el trabajador. En concreto se pide un horario limitado de horas de trabajo (8 horas diarias), una jornada de descanso semanal (primero sábado por la tarde y domingo sin trabajar, después todo el sábado y el domingo). Se pide un ambiente de trabajo digno y tolerable para el organismo humano, sobre todo en el caso de la mujeres trabajadoras.



    [1] Concepción cristiana del trabajo: Cfr.-  "Laborem Exercens" de J. Pablo II. La encíclica del trabajo por excelencia. Cfr.-   León XIII R.N. nº 3,6,13,14,17,25,32. Conc. Vat.II G. et S. nº67. Pablo VI O.A. nº 15, 18. J. Pablo II L.E. nº 11,12.

    [2] Cfr.- : Intr. Gral. a la Encíclica L.E.  en "Magisterio Pontificio Contemporáneo" Tomo II, Pgs, 841-842. Bac (Maior) 39.

    [3] Condiciones de trabajo. Cfr.-  León XIII R.N. nº31. Juan XXIII M. et M. nº 82,83.

    [4] Cfr.- Derechos del trabajador: León XIII R.N. nº 25,26,30,31,40. Juan Pablo II, L.E. nº 8,15,16,18,19. Deberes del Trabajador:  Pío XI Q.A. nº 7. Salario justo: León XIII R.N. nº 14,32,33. Pablo VI. O.A. nº 14. J. Pablo II L.E. nº 19. Conc. Vat.II G. et S. nº 67. Juan XXIII M. et M. nº 18,33. Juan XXIII P. in T. nº 20.



Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.


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