P. Ignacio Garro, jesuita †
5. EL CREDO
Continuación
5.11. LA REDENCIÓN
La Redención son los actos, con los que Cristo, lleno de amor, se ofrece y muere por nosotros, para satisfacer la deuda debida a la justicia divina, merecernos de nuevo la gracia y el derecho al cielo, y liberarnos de la esclavitud del pecado y del demonio.
5.11.1. Noción de Redención
La Redención son los actos, con los que Cristo, lleno de amor, se ofrece y muere por nosotros, para satisfacer la deuda debida a la justicia divina, merecernos de nuevo la gracia y el derecho al cielo, y liberarnos de la esclavitud del pecado y del demonio.
Esta definición incluye la naturaleza de la Redención y sus efectos:
1°. La naturaleza está comprendida en las palabras: murió por nosotros y se ofreció en nuestro lugar.
2°. Los efectos en las siguientes: para satisfacer, merecer y liberarnos del pecado y del demonio.
Mediante estos tres efectos: la satisfacción, el mérito y el rescate destruyó Jesucristo los efectos que el pecado había producido en nuestra alma, y consiguió el fin que se proponía con la Redención
5.11.2 Necesidad de la Redención
Tres caminos podía seguir Dios respecto al hombre, después del pecado de Adán: a) dejarlo abandonado a su desgracia; b) perdonarlo sin más, es decir, sin satisfacción adecuada; c) exigirle satisfacción plena, de acuerdo con la ofensa.
Este último camino le pareció más digno de su Justicia, Sabiduría y Misericordia; así determinó que el Verbo se encarnara y muriera para reparar la ofensa y las demás consecuencias del pecado.
La Redención es para el hombre un misterio, porque no podemos comprender cómo es posible que Dios muera por nosotros. Consta, sin embargo, en todo el Evangelio; y por eso debemos creerla con fe firme, y vivir agradecidos a Dios por tan excelente beneficio.
5.11.3 Por medio de Jesucristo
Cristo se ofreció en nuestro lugar al Eterno Padre, en satisfacción de nuestros pecados. En efecto:
1°. La reparación de una ofensa no se cumple con la sola cesación de la ofensa, sino que requiere una satisfacción.
2°. Esta satisfacción debe procurarla el mismo culpable.
3°. Los culpables éramos los hombres; pero no siendo capaces ni dignos de una adecuada satisfacción, fue preciso que Cristo se pusiera en nuestro lugar.
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1 comentario:
La manera en que nos explicas es algo muy positivo, por eso me gusta visitar su página casi diario jeje.
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