P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.
2. EL DOMINGO
Continuación
2.2. ESPIRITUALIDAD
Liberación del trabajo
La liberación
dominical del trabajo tiene una dimensión religiosa, pues ella se nos presenta
como el símbolo del descanso mesiánico. Como anotábamos más arriba, la
Resurrección del Señor ha introducido una liberación religiosa definitiva en la
historia humana: los Santos Padres, al querer indicar la entrada de la eternidad
en el tiempo precisamente por la celebración litúrgica dominical, acuñaron la
expresión del “día octavo”.
Y lo más
curioso es constatar cómo esta expresión está íntimamente ligada con el nombre
pagano del domingo, es decir, “el día del sol”. Para la Biblia el sol y el día
son inseparables (Gen. 1,16) Tomando estas dos realidades cósmicas como
símbolos religiosos, los profetas anuncian a Cristo como un Sol (Mal. 3,20) y
aseguran que un Nuevo Día se levanta: se trata de un día espiritual, religioso,
sin ocaso (Zacar. 3,8-9)
La
Resurrección de Jesús es el comienzo de este nuevo día religioso. Por ello San
Marcos nos advierte que las mujeres llegaron al sepulcro “cuando salía el sol”
(16,2) Parece indicar el evangelista que con la salida de Jesús del sepulcro alumbró
un sol nuevo y amaneció un nuevo día también. Esta es la vivencia religiosa que
leemos en un himno de los primeros siglos cristianos:
“Como el sol
es la alegría de los que buscan el día, así mi alegría es el Señor, porque Él
es mi Sol. Sus rayos me han resucitado, y su luz ha disipado todas las
tinieblas ante mi faz. Gracias a Él he adquirido ojos para contemplar su día
santo” (Odas de Salomón, 15)
Un día eterno
amaneció para los hombres con la Resurrección del Señor, pues la vida eterna
consiste en conocer al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo (Jn.
17,3) Los Santos Padres fueron cautos en llamar al domingo “día del sol” por el
peligro de confusionismos religiosos, y por eso, para señalar esta invasión del
tiempo por la eternidad, daban al domingo el nombre de “día octavo”. Día octavo
habla del descanso eterno en la vida inmutable de Dios y del reposo anclado en
las playas siempre tranquilas de la eternidad divina. Y así el domingo hereda
del sábado judío el reposo, que simbolizaba la vida feliz de Dios.
El reposo
cristiano del domingo debe ser ante todo descanso para el espíritu, paz en el
corazón nacida de la presencia de Dios en el alma; como bellamente lo dijo San
Juan Clímaco:
“La Apatheia
cristiana es un cielo en el corazón. Posee, pues, la Apatheia, el que ha
elevado su espíritu sobre las creaturas... y ha puesto su alma ante la faz del
Señor” (Escala del Paraíso, 29)
Por esta
razón la Iglesia ha puesto el precepto de la misa dominical y aconseja a los
fieles dedicar en este día festivo mayor tiempo a la lectura espiritual y a la
oración, para penetrar con la contemplación en la ciudad eterna y poderla
saludar así desde lejos, como los peregrinos que divisan la patria (Heb.
11,13-17)
Cuando
Constantino publicó sus leyes prohibiendo el trabajo en los domingos, la
Iglesia se apresuró a dar a esta liberación del trabajo cotidiano un simbolismo
religioso. Y el descanso dominical viene a significar la liberación de la
cautividad del pecado y de la condenación eterna traída por Cristo a los hombres
mediante su Pascua. De ahí que la Iglesia insista sin cesar que no debe
emplearse el día del Señor en diversiones pecaminosas, pues entonces el
descanso dominical sería para el cristiano una contradicción existencial con su
fe.
Tal vez la
mejor manera de terminar estas reflexiones sobre el domingo será recordar las
breves enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre este tema:
“La Iglesia,
por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la
resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día
que es llamado con razón “día del Señor” o domingo. En este día, los fieles
deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en el
Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y
den gracias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la
resurrección de Jesucristo entre los muertos (1 Pet. 1,3) Por esto el domingo
es la fiesta primordial que deben presentarse e inculcarse a la piedad de los
fieles de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No
se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean de veras de suma
importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año
litúrgico” (SC. 106)
...
Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982
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