Juan,
2, 1-12
Las bodas de Caná, expresan el lenguaje del amor de Dios, en la obra de nuestra salvación
San Juan se encarga bien de subrayar que este milagro de las
bodas de Caná es el primer milagro que hizo Jesús. Estaba Jesús acompañado por
su Madre y por el primer grupo de apóstoles, recién llamados. San Juan además
prefiere llamar “signo” a esta actuación de Jesús, más que milagro; y esto, no
porque no sea un milagro, una actuación por encima de lo natural y que es sólo
propia de Dios, sino porque lo que importa que consideremos es su significado,
y no tanto su aspecto de prodigio.
Y el significado de este hecho milagroso de Jesús es muy
grande y muy profundo. San Juan, al narrar el milagro del agua convertida en
vino (y en un banquete de bodas), ya está adelantando una relación matrimonial
de Jesús con la humanidad salvada, en la que la boda se celebra con un vino
nuevo, la propia sangre de Cristo. Este milagro-signo sería casi como una
representación adelantada de la redención. Una redención en que habrá un vino
que nadie había probado antes, y que es una verdadera fiesta de bodas, porque
todo lo que reina ahí es el amor. Y a este nuevo banquete de bodas están
invitados especialmente sus seguidores y de forma particular la Virgen María. Cuando
narre Juan la crucifixión de Jesús también subrayará que de su costado brotó
sangre y agua; esto ocurre en la última escena de la Redención. Y hay ahí
una alusión del agua convertida en vino, que es la primera escena de la obra de
la Redención. San
Juan subraya por eso, que el milagro de las bodas de Caná es el primer signo
que hizo Jesús.
Pero además hay muchas más consideraciones que podemos sacar
de esta escena cargada de simbolismo. Jesús transforma el agua en vino. Esto
está adelantando todos los milagros “invisibles” que se realizan en cada
sacramento, y en cada uno de ellos hay una transformación, como la del agua en
vino. En el sacramento del bautismo, es el agua corriente que adquiere una
fuerza salvadora y purificadora, que antes no tenía: es un agua transformada
por la presencia de Jesús. Y lo mismo pasa en cada sacramento, y especialmente
en la Eucaristía ,
donde hay además la transformación de la misma sustancia del pan y del vino.
Pero en todos los sacramentos hay algún tipo de transformación del material
empleado, y en todos se produce por la presencia y la intervención de Cristo.
Podríamos decir así que cada sacramento es una especie de “bodas de Caná”.
Es muy importante también destacar los aspectos humanos de
Jesús que aparecen en su actuación en el milagro. Primero su cercanía con los
hombres y con su vida: Jesús presente en una fiesta de bodas. Estará igualmente
presente en cada actividad que desarrollen los hombres, siempre. En toda
actividad podemos tener presente a Jesús. Además el detalle de hacer un milagro
generoso: aproximadamente seiscientos litros de vino y del mejor vino. Y
podríamos añadir que Jesús hace un milagro casi innecesario ¿qué cosa
importante estaba de por medio? Simplemente se trata de una manifestación de su
bondad y de su interés por todas las circunstancias de los hombres.
Junto con esto hay también que pensar que el milagro no se
habría producido sin la colaboración de los sirvientes y su obediencia a lo que
Jesús dice. “haced lo que El os diga” (que les dijo la Virgen ). Jesús transforma
todo, todo lo llena de un sentido nuevo, pero a nosotros nos toca poner nuestra
colaboración, sin la cual Jesús no quiere actuar, aunque pudiera, poniendo a su disposición nuestra docilidad a
su palabra.
Otra cosa que es notable es la presencia de la Virgen. Porque
entre otras cosas, es el único milagro del Evangelio en que consta que ella
estuvo presente. Como meditábamos más arriba es la primera escena (por así
decirlo) de la Redención.
Y María está presente en ella, de la misma forma que estará
en la última escena, cuando ella esté presente al pie de la Cruz , donde se estará
realizando esa “boda tan especial” de su propio Hijo. María tiene el papel de
intercesora: ella no hace el milagro, pero es la “promotora” del milagro. Ella,
al pie de la Cruz
acompaña a Jesús en nuestra salvación y se compromete con cada uno, al
aceptarnos como hijos: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Y finalmente la presencia de los apóstoles. Ya serán sus
compañeros siempre, pero debe instruirles en la fe. Su fe la irá construyendo
Jesús en ellos poco a poco, con su palabra, con su vida y con las
manifestaciones de su poder; es lo que San Juan dice en la narración del
milagro: y los discípulos creyeron en El. Así podrán ser ellos en el futuro de
alguna manera la presencia continuada de Jesús en la vida de la Iglesia.
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