Lucas
1, 1-4; 4, 14-21
Jesús se presenta en la sinagoga de Nazaret como el cumplimiento de las promesas del Padre y anuncia su misión de Salvador.
La lectura del Evangelio de este
domingo recoge dos párrafos, que en el mismo Evangelio de San Lucas están
separados.
El primer párrafo expresa la voluntad
del Evangelista San Lucas de ser muy cuidadoso en la transmisión de los datos y
narraciones que hará en su Evangelio. Es el testimonio de un hombre que tiene
la intención de ser objetivo y fiel a la verdad de todo lo que va a narrar. Con
esto quiere dar un sello de autenticidad a lo que escribe, y manifiesta su
cuidado al buscar las fuentes en que se basa todo lo que escribirá: un
verdadero testimonio de historicidad. Y todo tiene como finalidad dar una base
sólida a la fe; fe que se sustenta precisamente en la realidad de todo lo
acontecido en Jesús de Nazaret.
El segundo párrafo es el comienzo de la
predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, la ciudad donde se había
criado. Este hecho de la predicación de Jesús en su ciudad natal tiene dos
momentos: uno de afirmación clara de Jesús sobre su mesianidad; el segundo, la
confrontación y el rechazo de sus paisanos. Pero el evangelio de este domingo
sólo contiene el primer momento: la afirmación de Jesús sobre su mesianismo.
Jesús ha tomado el rollo que debía leer
en la sinagoga, y delante de todos lee uno de los párrafos del profeta Isaías
en que se habla del futuro Mesías; en ese párrafo se señala la actividad
bienhechora del Mesías (Is 61, 1-2). Si se quería identificar al Mesías, éste
debía tener unas características, y una de las principales debía ser su bondad
especialmente con los más necesitados. En el mismo profeta Isaías se indican en
diversos capítulos otra serie de características del Mesías.
De entre todas esas características,
Jesús en su presentación escoge, lee y subraya ésta: La unción que ha recibido
el Mesías es para: “anunciar a los pobres la Buena Noticia... para proclamar la
liberación a los cautivos... para dar la vista a los ciegos... para dar
libertad a los oprimidos... para proclamar un año de gracia del Señor”. Y es que Jesús (esa sería la intención del
Evangelista San Lucas) quiere en esta primera presentación pública, mostrar
todo un panorama de su futura actuación en la vida pública durante tres años. Y
en esta primera predicación en público hay varias afirmaciones: Yo soy el
Mesías, el Enviado de Dios, el Ungido, el cumplimiento de todas las promesas
del A. T. Y mi venida, sigue destacando Jesús, es para enseñar la Buena Nueva y
para redimir: y redimir a cada uno de aquello que necesita. Así resume El su
futura actividad: manifestar la Revelación y realizar la Redención.
Su predicación es calificada de Buena
Nueva. La de Jesús es una enseñanza Nueva; no quita su relación con lo revelado
ya por Dios en el A. T., a través de los autores inspirados. Pero su enseñanza tiene
un aporte que da la plenitud a todo lo anterior. Con frecuencia Jesús hablará
de esto. En todo el sermón del monte, recogido por San Mateo, tendrá esa serie
de afirmaciones: “se dijo a los antiguos, pero yo les digo...” Cuando se
enfrente en tantas oportunidades con los fariseos, dirá: no se pone un remiendo
nuevo a un paño viejo, no se echa el vino nuevo en odres viejos. El nos hablará
de un mandamiento nuevo: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a
los otros, como yo les he amado”. El nos dará a conocer el misterio interior de
la vida de Dios, y de que es Padre, y de que habita en nosotros. Viene a
predicar la Buena Nueva.
Y viene a redimirnos: Darnos la
posibilidad de la salvación eterna, liberarnos de todas las cegueras, de todas
las esclavitudes, para darnos un año (un tiempo definitivo) en que la gracia de
Dios estará con nosotros. Este es en resumen el contenido de esta bella primera
presentación de Jesucristo, anunciando su actividad en la sinagoga de Nazaret.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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