Lucas 3, 10-18
Preparar un camino en nuestra vida para el Señor, es una buena tarea de Adviento.
En este
tercer domingo de Adviento se nos presenta la poderosa figura de Juan Bautista,
para nuestra reflexión; él es una personificación del Adviento, pues su mensaje
tiene como intención central señalar a Jesús, indicar el camino que nos lleva
al Señor.
El
irrumpe en la anodina tranquilidad de su tiempo con un mensaje que hace
despertar al pueblo: “todo árbol que no dé fruto será cortado, pues ya está
preparada el hacha”. Es un toque de trompeta estridente, que nos despierta de
la modorra. Pero aunque su mensaje es fuerte, desafiante, no tiene intenciones
destructoras, sino que quiere que se mire con esperanza al Señor que ya llega.
Hay que prepararse, porque Jesús viene. Lo que él, Juan, no puede aceptar es
que esta preparación sea inconsistente, superficial. No se trata de hacerle
guirnaldas al Señor que está llegando, sino de hacer una verdadera conversión
interior.
Y el que predica esto tiene de verdad
autoridad moral: él vive en el desierto, no ha escogido la comodidad, ni se ha
rodeado de facilidades, vive en el desierto donde el paisaje obliga a resistir
con fortaleza tanto el calor del día, como el intenso frío de la noche. Ahí no
hay un palacio con jardines y con fuentes, sino a lo más una choza, o el hueco en
alguna de las paredes rocosas que limitan el desierto. Su alimento es lo que el
desierto permite, o sea casi nada, y su vestido una piel de camello. El se ha
despojado de todo, para indicar con su vida lo que quiere decir cuando habla de
conversión.
Pero la
sinceridad y la fuerza de su mensaje aún necesitan explicaciones. El Evangelio
de hoy nos presenta a sus oyentes que le preguntan con sinceridad ¿para mí en
qué consiste esa conversión? Y Juan tiene paciencia para decirle a cada uno lo
que necesita hacer. Se le acerca gente que tiene abundancia de cosas, y les
dice que repartan con los necesitados: “el que tenga dos túnicas que dé una a
quien no tiene”. Esa es una forma de prepararse para la venida de Cristo:
compartir los bienes que uno tiene. La generosidad, el sentir al necesitado
como mi hermano.
Pero también se le acercan los
recaudadores de impuestos (quizá los personajes con peor fama de toda la
sociedad de aquel tiempo). Y a éstos les dice que practiquen la justicia: que
no exijan más de lo debido. Les está pidiendo que no sean abusivos; recordemos
que más adelante Jesús se encontrará con Zaqueo, y éste en su conversión
reconocerá que tiene que restituir el cuádruplo a todos a aquellos a quienes
les ha hecho injusticia. El que ha estafado, sólo se puede preparar a la venida
del Señor siendo justo.
Y también
se le acercan soldados a pedirle un consejo; a éstos les dice que no abusen de
su poder. Todos los que ejercen el poder pueden tener el peligro de usarlo mal,
en exceso o en su propio provecho. Y el poder no es entregado para esto. Por
esto Juan Bautista les dice a estos soldados bien intencionados, que si quieren
prepararse a la venida del Señor, tienen que esforzarse en usar el poder como
un servicio. Eso es prepararse para la venida del Señor.
En esta
preparación de la venida del Señor, Juan Bautista no habla de guirnaldas de
colores o de bengalas, ni de otras cosas simplemente periféricas, sino de lo
central. Lo que es preparar el corazón para que el Señor venga.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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