Movimiento Eucarístico Juvenil - 2º Parte - El MEJ y el Apostolado de la Oración




3. El MEJ en el Apostolado de la Oración


En la historia del Apostolado de la Oración y, a su interior, en el nacimiento de la Cruzada Eucarística que fue luego el Movimiento Eucarístico Juvenil, reconocemos una base espiritual común que se mantiene hoy. En ambos encontramos una espiritualidad eucarística que invita a sus miembros a configurar la propia vida a la vida y al Corazón de Cristo, orientada por un deseo misionero en la realidad cotidiana y por el servicio a la Iglesia. Por esto, entendemos el MEJ desde el AO.

El AO nació en 1844 como una invitación hecha a un grupo de jóvenes estudiantes jesuitas a ser apóstoles y misioneros en sus vidas corrientes, a unir a Cristo todo lo que hacían. Cada una de sus actividades podía ser apostólica si, al iniciar el día, la ofrecían al Señor, uniéndola a lo que hacía la Iglesia. Ofrecer y vivir la vida fielmente les fue propuesto como un modo de ayudar espiritualmente a los misioneros lejanos y a la misión de toda la Iglesia.

La práctica concreta que iba a expresar esto era una oración de ofrecimiento del día, al inicio de la jornada. Declaraban con ello su decisión y su disposición de que todo el día fuera para el Señor. Hacer realidad las palabras de esta ofrenda se convirtió en un bello desafío, que dio nuevo sentido a sus vidas, pues los animaba a buscar y encontrar a Dios en todas las cosas, para en todo amar y servir. Las tareas cotidianas de su vida de estudiantes estaban ahora llenas de la presencia de Dios, de una nueva manera.

Al final del día, la oración de Examen recogía lo que Dios había hecho en sus vidas a partir de lo ofrecido en la mañana. Estos dos momentos de oración, en la mañana y en la noche, los hacían más disponibles a la acción de Dios en ellos durante el día y más atentos a dejarse guiar por él.
Los jóvenes jesuitas percibieron la unidad que había entre estas dos prácticas y la celebración de la Eucaristía de cada día. En esta última reconocieron la misma dinámica de recibir de Dios y entregar a Dios. Cristo se ofrecía al Padre y se daba a ellos, arrastrándolos en su propio movimiento de ofrecer la vida. Había entre estos tres momentos una coincidencia y una continuidad, pues las dos oraciones eran una manera de vivir la Eucaristía durante el resto del día.

Entendieron además que este modo de vida eucarístico brotaba del ideal de amor y humanidad vivido por Jesús en su propio Corazón. Vivir una espiritualidad eucarística no era otra cosa que vivir una espiritualidad del Corazón de Jesús.

Comprendieron, como está dicho más arriba, que el significado hondo de la Eucaristía y lo que caracteriza el Corazón de Jesús nos remiten ambos a la misma realidad teológica: la autodonación amorosa del Padre a la humanidad y la respuesta consecuente del nuevo Adan, el Hijo encarnado, que se entrega al Padre, “amando hasta el extremo” a sus hermanos. Los jóvenes jesuitas estaban siendo invitados a asociar su oración y sus vidas a esta dinámica de redención. Ofrecer sus vidas con generosidad y en docilidad al Espíritu fue el modo como ellos se hacían disponibles a participar de la misión de Cristo en sus vidas de cada día.

Servían a la Iglesia no sólo mediante su oración sino también mediante una vida fiel a lo que su estado pedía en ese momento, es decir, estudiar y vivir una vida santa, allí donde se encontraban. Esta era su manera de servir y apoyar espiritualmente a la Iglesia de las fronteras, a los misioneros, sosteniéndolos realmente. Ensanchában sus horizontes y sus corazones a las dimensiones de la misión de la Iglesia universal. Junto con hacerse más eclesiales, sus vidas y todo lo que vivían se hacía apostólico.

Este programa de vida apostólica se llamó el Apostolado de la Oración, y en pocos años tenía millones de adherentes. El AO ofreció a los cristianos de la época un nuevo sentido al esfuerzo y a la rutina de cada día, que se convertían en el campo mismo de su colaboración con Cristo en la misión de la Iglesia. Dicho de otra manera, el AO les daba medios para poner en práctica el propio bautismo en la sencillez de la vida cotidiana y participar en el sacerdocio de toda la Iglesia.
Por su dimensión eclesial explícita, fue muy natural al AO la propuesta, que llegó a partir de 1890, de orar por las intenciones mensuales de oración del Santo Padre.

El AO comprometía las vidas y la oración de sus miembros con la misión de toda la Iglesia. El AO articula Eucaristía, Iglesia y misión, de un modo compacto e inseparable, como se dan unidos en el Corazón de Jesús. El AO nos enseña a hacer vida la Eucaristía, a servir en Iglesia, a entender la vida en clave de misión. El cristiano adhiere a estos tres aspectos con la oración de ofrenda, expresando su deseo de ser dócil al Espíritu. Se hace así disponible a vivir toda su vida “a la manera de la Iglesia”, en la oración y en el servicio, en la alegría y en la tristeza, en el sacrificio y
en el descanso. Se hace capaz de contener todo el cosmos en su oración, con respeto a la creación y hallando la presencia del Creador en todas las cosas, pues aprende a vivir y a amar como lo hizo Jesús en su Corazón. Se abre al mundo de hoy cuando junto al Santo Padre se hace más consciente de las grandes cuestiones sociales del presente, aprendiendo a mirar la realidad desde el punto de vista de la Trinidad, como enseña San Ignacio. Lo hace carne en sí mismo cuando deja que las interpelaciones de las intenciones de oración del Papa le cuestionen y le cambien el propio estilo de vida, trabajando por la justicia del Reino. Orar con el AO compromete a sus asociados a actuar conforme a lo que se esta orando.

Así como hoy no se puede entender el AO sin el MEJ, creemos que el MEJ se ha de entender como parte del AO. De hecho, el AO ha de ser el alma espiritual del MEJ. Esto no sólo por razones históricas, en las que reconocemos los orígenes de la Cruzada Eucarística y después del MEJ, sino sobre todo porque la misma tradición espiritual del AO resulta muy apta animar la vida interior de los miembros del MEJ, durante y después de su pertenencia al Movimiento. Ha de haber una continuidad entre la propuesta pedagógica del MEJ - que no es para toda la vida, sino para acompañar el tiempo de la infancia y la juventud - con la ayuda y acompañamiento
que el AO ha de seguir brindando al que “egresa” del MEJ como adulto en la fe, en su misión de prestar otros servicios en la Iglesia.

Profundizaremos ahora en cómo estos elementos esenciales del AO están también al centro de la propuesta espiritual y pedagógica del la rama juvenil del AO, desarrollados como un programa de formación cristiana para niños y jóvenes.



El MEJ en la Iglesia


La tarea específica del MEJ en este ámbito es educar al sentido de pertenencia y permanencia en la Iglesia a niños, adolescentes y jóvenes. Los acoge en una etapa transitoria, la de su infancia y juventud, les inculca hábitos de vida eucarística y los prepara para su compromiso eclesial adulto en una vida cristiana madura. Una vez que por el proceso vivido dejen el MEJ, el AO les sigue ofreciendo su propuesta espiritual para vivir la entrega cotidiana al servicio del Reino de Dios. El MEJ no trabaja para si mismo, sino al servicio de la Iglesia, en comunión con las estructuras
pastorales de la diócesis. Aporta a la Iglesia lo propio de su espiritualidad eucarística, en el conjunto de los diversos carismas, servicios y Movimientos.

La vinculación jerárquica y pastoral del MEJ a la Iglesia se inscribe en la pertenencia al AO, que tiene como Superior Mundial al Papa, el cual delega su conducción en la Compañía de Jesús. Por esto se afirma que el MEJ es de la Iglesia, no de los jesuitas, y se inserta en diversos ambientes de organización diocesana al servicio de la tarea pastoral de toda la Iglesia.



El MEJ en el mundo


El MEJ está en el AO y en la Iglesia al servicio del mundo. La formación en el MEJ, como es propio de toda espiritualidad eucarística, como fue la vida de Jesús, está orientada al servicio. Dar la vida, al modo y en el estilo de Jesús es vivir atentos a la misión de trabajar por un mundo más justo. El MEJ forma a sus miembros en espíritu crítico, capaces de valorizar y dialogar con el mundo de hoy, pero capaces de oponerse a lo que es contrario al evangelio y lo que atenta contra la dignidad de las personas.

  • En un mundo que globaliza el materialismo, el hedonismo y la violencia, el MEJ enseña a globalizar la solidaridad, la dignidad del varón y la mujer, la paz.
  • En un mundo que ve las injusticias como inevitables o explicables, el MEJ cree que por el amor cristiano un mundo mejor es posible.
  • En un mundo egoísta, de personas replegadas sobre sí, el MEJ desafía a vivir la aventura del amor gratuito, ofrecido a todos, que no margina a nadie.
  • En un mundo relativista y “light”, el MEJ propone la radicalidad de la entrega de la propia vida, la radicalidad de la cruz de Cristo.
  • En un mundo triste y sin esperanza, encontramos la alegría al dejar a Jesús transformar nuestras vidas.
  • En un mundo que manipula a la juventud y abusa de la niñez, el MEJ les ofrece espacios de respeto y educación.
  • En mundo lleno de personas solas, el MEJ ofrece la belleza de la vida en comunidad.

Enlaces:

Movimiento Eucarístico Juvenil - 5º Parte - Pedagogía del MEJ Fundamentos Educativos
Movimiento Eucarístico Juvenil - 4º Parte - Pedagogía del MEJ Fundamentos Espirituales
Movimiento Eucarístico Juvenil - 3º Parte - Espiritualidad del MEJ
Movimiento Eucarístico Juvenil - 2º Parte - El MEJ y el Apostolado de la Oración
Movimiento Eucarístico Juvenil - 1º Parte - Historia

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Agradecemos al P. Antonio González Callizo, S.J. Director Nacional del A.O. por brindarnos esta información.

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