DÍA OCTAVO
Llamados al servicio de la reconciliación
Génesis 33, 1-4 Esaú corrió al encuentro de Jacob, lo abrazó y lloraron.
Salmo 96, 1-13 Digan a las naciones: “el Señor es rey”.
2 Corintios 5, 17-21 Dios hizo la paz con el mundo por medio de Cristo.
Mateo 5, 21-26 Deja tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano…
Las oraciones de esta semana nos han llevado a hacer un planteamiento común. Guiados por las Escrituras, somos llamados a volver a nuestros orígenes cristianos, los de la Iglesia apostólica de Jerusalén. Vimos su perseverancia en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Al término de nuestras reflexiones sobre la comunidad cristiana ideal presentada en los Hechos 2,42, volvemos de nuevo a los contextos nuestros actuales: realidades de divisiones, de insatisfacciones, de decepciones y de injusticias. Y allí, la Iglesia de Jerusalén nos plantea la siguiente cuestión: ¿a qué somos llamados, aquí y ahora, cuando terminamos esta Semana de oración por la unidad de los cristianos?
Los cristianos de Jerusalén de hoy nos sugieren una respuesta: somos llamados sobre todo al servicio de la reconciliación. Oramos por la unidad de los cristianos para que la Iglesia sea signo e instrumento de curación de las divisiones e injusticias políticas y estructurales; para una coexistencia justa y pacífica entre judíos, cristianos y musulmanes; para que crezca la comprensión entre las personas de todas las creencias e increencias. En nuestras vidas personales y familiares, la llamada a la reconciliación debe también encontrar una respuesta.
Jacob y Esaú, en el texto del Génesis, son hermanos y sin embargo extranjeros uno del otro. Su reconciliación se produce mientras se podía esperar un conflicto. La violencia y las prácticas de ira se dejan de lado mientras que los hermanos se encuentran y lloran juntos.
El reconocimiento ante Dios de nuestra unidad como cristianos, y también como seres humanos, nos conduce al gran canto de alabanza del salmo hacia el Señor que gobierna el mundo con justicia y amor. En Cristo, Dios busca reconciliarse con todos los pueblos. San Pablo, que lo describe en nuestra segunda lectura, celebra esta vida de reconciliación como “una nueva creación”. La llamada a reconciliarse es una llamada a dejar actuar en nosotros la fuerza de Dios para hacer nuevas todas las cosas.
Una vez más, sabemos que esta “buena noticia” nos invita a modificar nuestra manera de vivir. Como San Mateo lo relata, Jesús nos exhorta con determinación: no podemos seguir presentando nuestras ofrendas en el altar sabiendo que somos responsables de las divisiones y de las injusticias. La llamada a la oración por la unidad de los cristianos es una llamada a la reconciliación.
ORACIÓN
Dios de la paz, te damos gracias por enviarnos a Jesús para reconciliarnos en Él contigo. Danos la gracia de ser verdaderos servidores de reconciliación en nuestras Iglesias. Ayúdanos a ponernos al servicio de la reconciliación de todos los pueblos, en particular en tu Tierra Santa, el lugar donde quieres abatir el muro de separación entre los pueblos, y reunir a todos en el Cuerpo de Cristo, ofrecido en sacrificio en el Calvario. Llénanos de amor a unos y a otros, para que nuestra unidad sirva a la reconciliación que deseas para nuestro pueblo y para toda la creación. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, en la fuerza del Espíritu. Amén.
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Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
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