P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita.
Lecturas: Hch 2,1-11; S. 103; 1Cor 12,3-7.12s; Jn15,26s; 16,12-15
Tengo la impresión de que ustedes agradecen el esfuerzo que estoy haciendo de forma que puedan ver claro que la fe católica nos da más que meros conocimientos y deberes morales. Más allá de todo ello nos aporta riquezas reales, posibilidades nuevas reales, fuerzas y facultades reales. Nos aporta una vida real nueva, distinta y superior a la recibida de nuestros padres, con nuevas capacidades y potencialidades.
Esta realidad que celebra la fiesta de hoy. Celebra la venida del Espíritu Santo a la Iglesia para todos los que creen en Cristo. La fiesta más importante en la liturgia es la de la Resurrección de Jesucristo. En ella revivimos el gran triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte mediante su propia muerte y resurrección. Hoy celebramos el misterio de nuestra participación en esa muerte y resurrección mediante el bautismo y los sacramentos. Es misterio porque no se conoce por experiencia sino creyendo lo que el Señor nos ha revelado sobre ella. Ya expliqué cómo en el bautismo se nos da el Espíritu Santo, que nos une a Cristo resucitado, con lo que su vida se nos transmite como la de la vid a los sarmientos. Por eso se puede decir y dice San Pablo que en el bautismo hemos resucitado con Cristo (Col 2,12; 3,1). Continúo, pues, explicando esta maravilla.
La primera lectura de hoy ya nos dice que sobre la cabeza de los que estaban en el Cenáculo, que eran entonces todos los que formaban la comunidad cristiana, se puso aquella llama símbolo entonces de la venida del Espíritu Santo. No meramente a los apóstoles, a María, a obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, sino que todos y cada uno de los fieles, cada uno de ustedes ha recibido el Espíritu Santo. Es una verdad de fe y hay que creerla.
En la segunda lectura y en el evangelio se nos amplía el conocimiento de la riqueza que nos aporta el Espíritu.
“Nadie puede decir “Jesús es Señor” si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. En el Antiguo Testamento Señor se llama a Dios y San Pablo designa a Jesús con la palabra Señor, para significar que es Dios, verdad que es la central de nuestra fe. La expresión «nadie puede decir ‘Jesús es el Señor’ sino bajo la acción del Espíritu Santo» quiere decir que no se puede llegar a la fe si no es por la acción del Espíritu, por la gracia, como ya explicamos en otras ocasiones. Sin la gracia de Dios, que es lo mismo que acción del Espíritu, porque este don y su acción son siempre gratuitos, no se puede creer, ni avanzar en la fe, ni comprender, ni gustar de la palabra de Dios ni hacer nada que valga sobrenaturalmented.
“Hay diversidad de dones –continúa Pablo– pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. Dones, ministerios y funciones son para algunos exegetas (especialistas en la Biblia) lo mismo. Para otros no. De todos modos todos incluyen en la terna a gracias como las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad y de otras virtudes como la fortaleza y la paciencia de los mártires y de las personas víctimas, la caridad extraordinaria como la de la Beata Teresa de Calcuta, la oración extraordinaria como la de Santa Teresa, el don de hacer milagros, el carisma de la profecía, de la sabiduría en leer y exponer la Palabra, en general todo aquello que sirve al bien de la persona y de los demás en la comunidad cristiana. Así para ustedes gracias, dones, ministerios, funciones y carismas son su misión de esposos, de padres, de hijos, sus responsabilidades de trabajo y de estudio, las que emanan de sus relaciones sociales, las funciones que puedan asumir en la comunidad cristiana como catequistas, cantores o miembros de grupos, y las gracias y virtudes especiales que necesitan para cumplir con esas funciones. Porque, para ser luz y sal de la tierra en esas situaciones y responsabilidades tan diversas, ustedes necesitan gracias especiales, para santificarse en ellas y para ayudar a la fe y a la santificación de sus hermanos. El evangelio de hoy habla de la gracia de la valentía y acierto para dar testimonio de Jesús y para comprender mejor la palabra de Dios hasta llegar a “la verdad plena”.
Se trata de gracias que son para bien espiritual y sobrenatural, desde luego, de la persona que los recibe y también de la Iglesia en su conjunto. “Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo”. Sería dañino que el corazón o los pies quisieran emplearse en respirar o en obrar como las manos. Así cada uno de nosotros, para servir a la Iglesia, sólo debemos tratar no de hacer lo de otros sino de hacer con perfección lo que en el cuerpo de Cristo, en la Iglesia, nos ha tocado hacer. Pues “todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. En la medida en que vivamos esta realidad, viviremos alegres y con una correcta alta autoestima, como insisten hoy los psicólogos.
Una primera conclusión es apreciar la propia suerte en todos sus detalles. Seas fuerte o débil, sano o enfermo, trabajes en un puesto de gran responsabilidad o menos, seas mujer o varón, niño, joven o anciano, debas mandar u obedecer, en cualquier contingencia puedes crecer en santidad y ser útil a la Iglesia. Pero necesitas la gracia del Espíritu Santo. Se debe pedirla y todos los días y abundante.
Y si te das cuenta que hay cosas concretas en tu carácter, un defecto o la exigencia de una virtud o capacidad necesaria, pide al Espíritu que venga en tu ayuda. Por ejemplo, el catequista o profesor pida el Espíritu del Señor para que le ilumine en la elección de los temas, en la claridad y acierto al explicarlos, en iluminar a sus alumnos a entenderlos.
Y así en todo. Hoy en esta misa, que nuestra actitud y nuestra fe sea tal que sobre todos y cada uno de los participamos en ella venga como un diluvio la gracia del Espíritu de Jesús.
Voz de audio: Guillermo Eduardo Mendoza Hernández.
Legión de María - Parroquia San Pedro, Lima.
Agradecemos a Guillermo por su colaboración.
P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog
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