Adoración Eucarística para la Santificación de los Sacerdotes y la maternidad espiritual - Cardenal Nicola Cusano

EL SUEÑO DE UN CARDENAL

El cardenal Nicola Cusano (1401-1464), obispo de Bressanone (Brixen)no fue sólo un gran político de la Iglesia, famoso legado papal y reformador de la vida espiritual del clero y del pueblo del siglo XV,
sino también un hombre de silencio y contemplación.
En un “sueño” le fue mostrada aquella realidad espiritual, que todavía vale hoy para todos los sacerdotes y para todos los hombres:
el poder del abandono, de la oración y del sacrificio
de las madres espirituales en el secreto de los conventos.


MANOS Y CORAZONES QUE SE SACRIFICAN


“... Entrando en una iglesia pequeña y muy antigua, adornada con mosaicos y frescos de los primeros siglos, al cardenal se le manifestó una visión desmesurada. Millares de religiosas rezaban en la pequeña iglesia. Ellas eran tan delgadas y unidas que todas cabían allí, a pesar que la comunidad era numerosa. Las religiosas rezaban y el cardenal nunca había visto rezar tan intensamente. Ellas no estaban arrodilladas, sino derechas de pie, la mirada fija no lejana, sobre un punto cercano a él, pero no visible a sus ojos. Sus brazos estaban abiertos y las manos dirigidas hacia lo alto, en una posición de ofrenda”. 

Lo increíble de esta visión es el hecho que estas religiosas en sus pobres y sutiles manos tenían hombres y mujeres, emperadores y reyes, ciudades y naciones. A veces las manos se estrechaban alrededor de una ciudad; otras veces una nación, reconocible por las banderas nacionales, se extendía sobre un muro de brazos que la sostenía. También en estos casos, alrededor de cada persona orante se extendía un halo de silencio y de discreción. Pero la mayor parte de las religiosas sostenían en la mano sólo un hermano o hermana. 

En las manos de una joven y delgada religiosa, casi una niña, el cardenal Nicola vio al Papa. Se comprendía cuánto la carga pesaba sobre ella, pero su rostro brillaba de alegría. En las manos de una anciana religiosa estaba él mismo, Nicola Cusano, obispo de Bressanone y cardenal de la Iglesia romana. Él se reconoció claramente con sus arrugas y con los defectos de su alma y su vida. Observaba todo con ojos muy abiertos y asustados, pero  enseguida el susto fue sustituido por una indescriptible beatitud. 

La guía, que se encontraba a su lado, les susurró: “¡Ven cómo, a pesar de sus pecados, los pecadores que no han dejado de amar a Dios son sostenidos!”. El cardenal preguntó: “¿Entonces qué sucede a los que no aman más?”. Al improviso, siempre junto a su guía, se encontró en la cripta de la iglesia, donde rezaban otras millares de religiosas.

Mientras aquellas que había visto antes sostenían a las personas con sus manos, éstas en la cripta las sostenían con los corazones. Estaban profundamente involucradas, porque se trataba del destino eterno de las almas. “Vea, Eminencia”, dijo la guía: “así son sostenidos los que han dejado de amar. A veces sucede que se calientan con el calor de los corazones que se consuman por ellos, pero no siempre. A veces, en la hora de la muerte, pasan de las manos de quienes todavía los quieren salvar a aquellas del Juez divino, con quien luego deben justificarse también por el sacrificio ofrecido por ellos. Ningún sacrificio queda sin fruto, pero quien no acoge el fruto que se le ha ofrecido, madura el fruto de la ruina”. 

El cardenal miró fijamente a las mujeres víctimas voluntarias. Él había siempre sabido de su existencia. Pero nunca le había sido tan claro qué significaban ellas para la Iglesia, para el mundo, para los pueblos y para cada persona; sólo ahora lo comprendía con consternación. Él se inclinó profundamente delante de las mártires del amor.


Foto: Desde 550 Säben fue durante 500 años la sede episcopal de la diócesis de Bressanone. Desde 1685, es decir desde hace más que 300 años, el castillo episcopal se ha convertido en un monasterio, en donde hasta hoy, una comunidad de Religiosas Benedictinas vive la maternidad espiritual, rezando y consagrándose a Dios, precisamente como el cardenal Nicola Cusano había visto en su sueño.


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Tomado de:
http://www.clerus.org/

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