Homilía del Domingo 19º T.O. (C), 11 de Agosto del 2013

Nuestro Director, el P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J., nos comparte su homilía que lleva por título "Orando con el Evangelio" y enfoca su mensaje brindándonos orientaciones sobre la oración con los evangelios. Acceda AQUÍ.

Cómo debe ser el discípulo de Jesús

El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 11 de agosto. El Señor no quiere menos de cada uno de nosotros, y nos hace en esos términos su propuesta de cómo debe ser su verdadero discípulo. Acceda AQUÍ.

La Iglesia - 10º Parte: La Institución de la Iglesia - La vocación de los discípulos

El P. Ignacio Garro, S.J. nos continúa ofreciendo la serie sobre la Iglesia, en esta oportunidad sobre la vocación de los discípulos, la vocación de los 12 apóstoles y su misión. Acceda AQUÍ.

Lectura de los Evangelios Sinópticos

El P. Fernando Martínez, S.J. finaliza su estudio sobre los evangelios sinópticos ofreciéndonos una guía para la lectura de estos tres evangelios. Acceda AQUÍ.

Dogmas de la Virgen

Con motivo de la fiesta de la Asunción de la Virgen María a los cielos a celebrarse el jueves 15 de agosto compartimos esta publicación sobre los dogmas de la Virgen, siendo uno de ellos precisamente la asunción. Acceda AQUÍ.

San Alberto Hurtado S.J.

Compartimos una reseña biográfica con motivo de su fiesta a celebrase el 18 de agosto. Conocido popularmente como el P. Hurtado, fue un sacerdote jesuita chileno, fundador del Hogar de Cristo. Es considerado en Chile como el Patrono de los trabajadores y del sindicalismo. Acceda AQUÍ.

Catequesis del Papa Francisco

Para conocer sus principales mensajes que nos brinda el Papa Francisco en sus diferentes actividades acceda a los siguientes enlaces:
11 de agosto 2013: El amor de Dios es el verdadero tesoro del hombre, asegura el Papa Francisco.
06 de agosto 2013: El Papa Francisco en Mensaje por la 87º Jornada Mundial: No se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia.
29 de julio 2013: Lo que el papa Francisco dijo a los periodistas en su viaje de retorno a Roma luego de la JMJ
31 de julio 2013: Mensaje del Papa Francisco a los jesuitas en fiesta de San Ignacio de Loyola.
31 de julio 2013: Papa Francisco elige la fraternidad como tema para Jornada Mundial de la Paz 2014.

La Iglesia - 10º Parte: La Institución de la Iglesia - La vocación de los discípulos

P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA



4.10. Vocación de los discípulos

Ser llamado por Cristo significa “seguirle” y esto es la vocación. Una vocación para compartir su vida para poder compartir, después, su misión. Esto es realmente original en Jesucristo. Al iniciar su vida pública apostólica, Cristo reúne a su alrededor un grupo de discípulos. Rodearse de discípulos, vivir con ellos, enseñarles a conocer e interpretar los Libros sagrados, era – en tiempos de Jesús – un procedimiento habitual. Cualquier maestro de Israel tenía un grupo de discípulos que recibían el nombre de “seguidores”. A nadie podía extrañarle demasiado que Jesús hiciera lo mismo. Sin embargo lo propio, lo característico del seguimiento de Jesús en el radicalismo de su seguimiento, comparándolo con cualquier otro maestro de Israel, es Cristo quien toma la iniciativa en el llamado, o vocación, es Jesús el que elige  y sale  al encuentro de sus discípulos, Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11. Jn 1, 35-51.           

Jesús no espera que vengan sus discípulos a él. El los llama. Esto era inaudito, totalmente , en tiempos de Cristo. Ningún maestro elegía a sus discípulos. Eran los discípulos quienes elegían a su maestro, siguiendo su propia inclinación o sus preferencias personales. En el caso de Jesús es distinto. Es él quien llama. Y tiene especial  interés en que todos lo adviertan sin que quede posible lugar a la duda.
Jesús no admitió entre sus discípulos a ningún espontáneo, más bien les dio evasivas o les puso dificultades, Mt 8, 18; Lc 9, 61. Quizá, hacía esto para que nunca tuvieran el secreto convencimiento de que el primer paso lo habrían dado ellos, por su propia iniciativa. Por eso el seguimiento de Cristo antes de ser una respuesta es una llamada, Cristo toma la iniciativa, elige, llama, el discípulo, libremente acepta o rechaza el llamado. El seguimiento de Cristo antes de ser un quehacer humano, es un don gratuito, una verdadera gracia divina: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no le atrae”, Jn 6, 44. Y con más claridad les recordará: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros”, Jn 15, 16.

En el NT. discípulo es el que, llamado por Jesús, Mt 4,18.s.s, sigue su camino, Lc 9, 57-62; debe de observar la voluntad de Dios Mt 10, 29, e incluso adhiriéndose sin reservas a la persona de Jesús, ir has­ta la muerte y a la entrega total de su vida por amor, Mt 16, 24. En Hechos de los Apóstoles todo creyente bautizado, es considerado "discípulo", Hech  6, 1; 9, 19. Por lo tanto es Jesús quién llama, o admite al seguimiento, porque quieren ser ciudadanos del Reino de Dios.


4.11. Vocación de los Doce Apóstoles

Uno de los sucesos más importantes y trascendentes de la vida públi­ca de Jesús es el acto de elegir a los Doce Apóstoles. Mc 3, 13-l9; Mt 10, 1-4. En la vocación de los Doce, Jesús continúa lo empezado en el llamado de los primeros discípulos. Parece ser que de 72 discípulos, Mt 10, 1, Jesús eligió los Doce, por lo tanto la elección de los Doce fue iniciativa de Jesús y de la importancia de la elección nos habla cuando subraya el evangelista que Jesús se preparó toda la noche en o­ración con su Padre, Mc 6, 12-16: "Y eligió a los que quiso, y vinie­ron donde El. Instituyó a los Doce, para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar". Mc 3, 13-14. Podemos aclarar esta elección de esta manera:

   1. “Eligió a los que quiso”,  (iniciativa divina)
   2. “Vinieron donde él”,  (formaron comunidad apostólica)
   3. “Instituyó a los Doce”,  (colegio apostólico)
   4. “Para que estuvieran con él”,  (convivencia fraterna)
   5. “Para enviarlos a predicar”,  (participación de su misión apostólica y salvífica).

La vocación se hace de acuerdo a la voluntad del Padre y por encargo suyo; era el cumplimiento del decreto de la eterna economía salvífica de Dios. La elección no era capricho o pura casualidad sino disposición de Dios. Este pequeño círculo de discípulos fielmente entregados, que acom­pañan a Jesús continuamente, será iniciado en los misterios del ­Reino de Dios, Mc 4, 10 y educado en la escuela de Jesús para el a­postolado.

Son los verdaderos parientes de Jesús, Mc 3, 34, y junto con un pequeño número de creyentes forman el "resto santo de Israel" que encuentra la salvación, y por ser este resto son también el nú­cleo de la Iglesia posterior y los portadores de su misión salvífi­ca universal. Igualmente las profecías de la Pasión y las enseñan­zas sobre el verdadero concepto del discipulado estuvieron reserva­das a ellos, Mc 8, 31; 9, 30; 10, 32; Mt 10, 5-33. Sólo ellos pudieron ce­lebrar con el Señor la Ultima Cena, Mc 14, 17. Finalmente fue el Espíritu Santo quien les abrió los ojos para ver la obra de Cristo y entender todas sus palabras.

Acerca del número de 12 tiene un simbolismo muy especial. Para los israelitas era especialmente santo por los 12 patriarcas y las 12 tribus que componen el pueblo elegido de Israel. Del tiempo mesiánico se esperaba justamente la restauración de las 12 tribus de Is­rael. Cuando Jesucristo elige a los doce implícitamente está dicien­do que ha llegado el tiempo de nacer un Nuevo Pueblo, no según la carne, sino según el espíritu universal salvífico, el nuevo Israel, la Iglesia. Esto fue profetizado por Isaías y Jeremías. Así el nuevo pueblo nace del antiguo Israel y crece sobre él y lo trasciende; a­sí resulta que en el Reino de Dios, los Doce se sentarán en 12 tronos para juzgar a las 12 tribus de Israel, Mt 19, 28.


4.12.  Misión de los Doce Apóstoles

Hemos visto que la elección de los discípulos y la institución del grupo de los Doce Apóstoles son dos grados de creación del nuevo Pueblo de Dios. Apóstoles y discípulos son los seguidores de Cristo, y son en embrión la base de la que surgirá la Iglesia. Un grado más es la misión específica de los Doce por Jesús. Hemos visto en Mc 3, 13-14, que: "los llamó para que estu­vieran con El", aspecto existencial y comunitario y "para enviarlos a predicar", aspecto apostólico de colaboradores directos en la proclamación de la Buena Nueva, Mt 10, 5, s.s. Tienen poderes especiales y específicos. Instrucciones concretas. Actitudes fraternales y apos­tólicas. Los instruye acerca de su comportamiento. Les advierte de los peligros. Les predice peligro y persecuciones. Les exhorta a que hablen en público y sin temor y que serán señal de contradicción,  Mt 10, 5 s.s.

Los Doce Apóstoles fueron elegidos por Cristo para que le acompañaran y para enviarles a predicar la Buena Nueva del Reino. Por lo tanto tenían la misión de representar a Cristo como el enviado del Padre. Cristo por ser el Enviado del Padre, tiene poder para con­fiar a los apóstoles una misión independiente y responsable, sin que por eso dejen de estar unidos a El. Según el principio semita oriental de que el enviado de una persona es como la persona misma a quien re­presenta, Cristo envía a sus discípulos asegurándoles: "El que a voso­tros os recibe, a Mí me recibe, y el que me recibe a Mí, recibe al que me envió", Mt 10, 40. S. Lucas dice en 10, 16: "Al que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros rechaza, a Mí me rechaza, y el que me rechaza a mí rechaza al que me envió". Aquí vemos que la representación concedida a los após­toles está puesta en estrecha relación con la representación de Dios Padre concedida a su Hijo Jesucristo.


A los apóstoles les es concedi­da por las palabras de Cristo una autorización extraordinaria que vie­ne del cielo y se orienta hacia el cielo. Basados en la propia autori­dad del mismo Cristo son a su vez transmisores encargados y autoriza­dos del Padre celestial. Por eso rechazar a un apóstol significa recha­zar a Dios mismo. La relación entre mandante (enviado) y mandatario (el que envía) apa­rece clara, cuando Cristo dice: "No es el siervo mayor que su Señor, ni el enviado mayor que el que envía", Mt 10, 24; Jn 13, 16. Así pues, Cristo transmitió a sus enviados, a sus apóstoles, el poder único y ple­no que El mismo tenía en cuanto enviado del Padre. Esto implicaba la autorización y obligación de proclamar el Reino de Dios y de vencer a los enemigos del Reino (demonios, enfermedades y muerte). Los após­toles obran por autorización del mismo Cristo. Quien no está autori­zado por El no puede pretender representarle.


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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.


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Homilía del Domingo 19º T.O. (C), 11 de Agosto del 2013

Orando con el Evangelio

P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

Lecturas: Sab. 18,6-9; S. 32; Heb 11,1-2.8-19; Lc 12,32-48



La lectura del evangelio de hoy en el contexto del evangelio de San Lucas da la impresión de que para el evangelista se trata de asuntos de especial importancia en la moral cristiana. La exhortación a la confianza en Dios y a la limosna culmina una preciosa reflexión sobre el tema de la avaricia.
Yerra el que amontona bienes materiales, ya que ningún bien de este mundo va a llevar nadie al otro. De aquí se pasa a la vigilancia y preparación para el momento de la muerte, que nadie conoce con precisión. Lo que todos necesitamos para entonces son las  buenas obras, las hechas desde el amor.
En domingos pasados se nos proponía y por ello hablamos de la oración, que, como todo lo humano, puede mejorarse. El Papa nos recuerda en la encíclica sobre la fe que hasta la fe crece y tiene un proceso de maduración. Hoy voy a aprovechar para dar alguna pista sobre el modo de usar los evangelios para orar; pienso que el evangelio de hoy ofrece la oportunidad y  que algunos de ustedes lo agradecerán.
“No teman ustedes, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino”. La expresión es de cariño. Es muy importante que, cuando entran en oración, tomen conciencia de que Jesús está cerca y de que Jesús les ama y les va a hablar y escuchar desde el amor. Es posible que a veces se sorprendan distraídos. Entonces no peleen a gritos ni patadas con las distracciones; retornen simplemente al camino y sigan andando. No hace falta sentir nada en especial. Basta con darse cuenta de que Cristo está aquí, me habla en la palabra del evangelio y me escuchará si algo le comento o le respondo.
“No temas, pequeño rebaño”. Las palabras expresan cariño, protección, seguridad. Tomémoslas en cuenta; demos gracias; si sientes miedo, confiésaselo y pide que te lo quite; si te acuerdas de alguna vez en que te ayudó en un peligro, dale gracias y renueva tu fe.
“Porque su Padre ha tenido a bien darles el Reino”. Cuántas cosas te ha dado y te da Dios: la vida, la salud y tantas cosas buenas que ahora tienes y dale gracias por ellas; y sobre todo por su “Reino”: ser hijo de Dios de verdad, haber recibido la vida divina de Jesús y estar unido a Él por la gracia, ser templo del Espíritu Santo y de la Trinidad, su perdón tantas veces, la eucaristía, la Iglesia con todas las garantías para tu salvación eterna, tu destino futuro en el Cielo… Dale gracias, muchas gracias. Y pide ayuda para que no las hayas recibido en vano.
“Vendan sus bienes y den limosna”. El mandato es incondicional y exigente. Incluso manda vender los propios bienes para obtener esa plata que otros necesitan. ¿Lo hago? ¿podría dar más? La limosna es “un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrones ni polilla”. No hay mejor inversión. Da una felicidad plena y por toda la eternidad. No hay mejor negocio que la limosna. ¿Cuánto doy? ¿Cuánto tengo ahorrado allí?
“Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón”. Además de pobres en dinero hay pobres en salud, en conocimientos, en otros muchos bienes de este mundo. Si mi corazón estuviera en Dios, como Dios está en el prójimo y es al prójimo a quien vemos, tener mi tesoro en Dios es tenerlo en el prójimo. ¿Busco en mi vida ayudar al prójimo en sus necesidades? Al prójimo encuentro en mi familia, mis compañeros de estudio y trabajo, en el necesitado que me encuentro en muchos sitios y podría ayudar. ¿Dónde tengo puesto el corazón? ¿Podría aumentar más mi tesoro? Señor, ayúdame a verlo y a hacerlo.
Y viene luego la parábola de los siervos y del administrador, que guardan la casa en ausencia de su señor. La secuencia de la vigilancia con la limosna, parece decir que, si no doy limosna no vigilo. Es claro que yo soy el siervo y el administrador. ¿Vigilo? Porque no soy un siervo cualquiera. ¿Estoy preparado para cuando llegue mi Señor? Hay muchos que no tienen mis responsabilidades. Han recibido menos instrucción religiosa, incluso apenas o nada han oído hablar de Jesús, tampoco tienen los bienes de este mundo que yo tengo. “A quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá mucho más”. ¿Me parezco en algo al administrador aquel que “empieza a pegarles a los criados y a las criadas, y se pone a comer y beber y a emborracharse”?. Porque “el criado que conoce la voluntad de su señor, pero no está preparado o no hace lo que Él quiere, recibirá un castigo muy severo”. ¿Me siento yo obligado a ser vigilar mejor?
La vigilancia de que aquí habla el evangelio incluye todos los deberes y obligaciones que cada uno tenemos para con Dios y con el prójimo. Estamos en camino. No hemos llegado a la meta todavía. Cada domingo venimos a encontrarnos con Cristo en la Eucaristía para renovarnos en la fe, esperanza y caridad que necesitamos para seguir marchando sin descanso y aun mejorando posiciones. ¿Es así? Porque de otra forma no estamos vigilantes. 

Dar limosna es una muestra de que estamos vigilantes. La limosna activa nuestra fe; nos recuerda que hay que amar. Dios ama a todos; el prójimo es mi hermano; lo más importante no es la plata sino Dios y el amor a Dios y al prójimo; el primero y segundo mandamientos, que resumen toda la moral, son amar a Dios y al prójimo; de Dios lo hemos recibido y recibimos todo; tendremos que dar cuenta a Dios de la administración. Todo esto nos recuerda la limosna. ¡Cuántos bienes, hermanos, contiene la limosna!

En esa gotita de agua, que el sacerdote mezcla con el vino y que se transformará en la sangre de Cristo, representa nuestras buenas obras, entre las que están nuestras limosnas. Cada domingo al sacrificio lleguemos acompañados de alguna limosna que dimos al Señor necesitado. “A quien el amo, al llegar, lo encuentre portándose así, les aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes”. Que María, Madre de todos, nos ayude a guardar sus palabras en el corazón.


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Cómo debe ser el discípulo de Jesús

P. Adolfo Franco, S.J.

Lucas, 12, 32-48



Jesús hablando con sus apóstoles les dice que no tengan miedo, aunque sean un grupo tan pequeño (les dice “un pequeño rebaño”), y esto porque el Padre ha decidido nada menos que darles el Reino. Y a este propósito les dice cómo deben ser ellos, cómo debe ser el verdadero discípulo.

Debe ser un hombre que tenga confianza, que no viva en el temor. Que sepa buscar los verdaderos bienes, y que lo demás lo venda y lo entregue en limosna. Jesús imagina a un verdadero discípulo, como alguien que tiene puesto su corazón en el único bien que no se agota, en el bien definitivo, en Dios que es el Bien. Y mientras vive en este mundo Jesús invita al verdadero discípulo a que siempre tenga la lámpara encendida. Siempre creyendo y siempre esperando. Que tenga una vida iluminada por la lámpara que es la luz de Dios mismo. Y en una actitud vigilante, como el que espera la llegada de su Señor. como un gran acontecimiento. Y que mientras llega el Señor espera, está vigilante y trata bien a sus hermanos y que no hace daño a nadie.

Es una hermosa y exigente descripción de lo que debe ser un cristiano. Un hombre alegre y positivo, que de nada depende, que ama a Dios hasta querer darle todo, y dárselo en los hermanos. Un hombre que siempre tiene luz, y está en la luz. Un hombre lleno de esperanza, que comunica esa esperanza, y que es la esperanza de estar caminando hacia Dios, el gran porvenir, donde las riquezas son verdaderas y nada las corroe. Y que vive la vida con verdad, con bondad y como un servicio.

El Señor no quiere menos de cada uno de nosotros, y nos hace en esos términos su propuesta. Este es el “humanismo” del Evangelio.

Y se juntan en él estas dimensiones: la alegría, el desprendimiento y la libertad, el amor y la ilusión por Dios. La fe que le da verdad y autenticidad a toda su vida y sus acciones. Y esa firmeza en el caminar que da la certeza de saber a dónde se encaminan los pasos. Se junta con esto el vivir en fraternidad, con todos los compañeros de este viaje que es la vida.

El centro de todo esto es el amor de Dios, la apertura del corazón a este Dios infinito y cercano, Padre, corazón donde el hombre vive seguro, y donde la vida es un manantial. Y ahí en ese “escondite” del corazón de Dios todas las sombras y los temores se quedan fuera, no pueden entrar. En ese calor el hombre escucha las palabras del que lo ama y que le dice: no tengas miedo.

Y al vivir cerca de la fuente de la vida, el cristiano sabe lo que es el tesoro, y vende todo lo demás, porque nada le puede interesar de verdad, después de haber experimentado y vivido lo que es el Supremo Bien. Todo lo demás son sombras, y son baratijas, que vale la pena darlas, para asegurar ese amor, que se ha descubierto. Fuera de ese Tesoro, nada es tesoro; por eso San Pablo en determinado momento dirá de todo eso que el mundo tanto estima: todo lo juzgo basura, con tal de poseer a Cristo.

Por ese contacto interior con el Dios de la vida, por esa relación de amor hondo que se ha establecido, la vida se ha iluminado, la lámpara se ha encendido. Se ha hecho la claridad hacia dentro y hacia fuera. Y ahora es importante mantener la lámpara encendida, para que guíe nuestros pasos, y nos haga ver con diafanidad los verdaderos valores, la realidad auténtica de las cosas. Tener las lámparas encendidas.

Y nos llena de ilusión saber que nuestro Padre nos ha prometido el Reino, por eso caminamos con esperanza hacia la meta donde lo encontraremos a El, al Dios adorado, ya sin velos y sin sombras, y donde el amor será todo Luz y la luz será todo Amor.

El Señor nos invita a construir este camino y este futuro, estando alerta y sirviendo al Señor en los hermanos, teniendo de verdad a nuestros compañeros de este camino de la vida, de verdad como hermanos a los que queremos hacer todo bien, sirviéndolos como presencias del Señor a quien seguimos y hacia el que caminamos.





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Agradecemos al P. Adolfo por su colaboración.


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Lectura de los Evangelios Sinópticos

P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.

TEXTOS PARA LEER Y ORAR


De los santos evangelios no conocemos de ordinario sino algunos trozos sueltos, los que escuchamos quizás en las lecturas litúrgicas en nuestras iglesias. Convendría que ahora nos esforcemos en una lectura de conjunto, desde su principio hasta su final, teniendo en cuenta las pautas indicadas, aquellas que reflejan la estructura.

Comenzando por el texto del evangelio según Marcos, siguiendo con el de Mateo y terminando con el evangelio de Lucas. Los tres tienen sus parecidos y sus diversidades ("según..."), incluso bajo un punto de vista espiritual y teológico.

La lectura ha de ser reposada, en la presencia del Espíritu que conoce lo íntimo (las entrañas) del ser de Dios. Sólo Dios habla bien de Dios. Ha de ser una lectura personalizada. No bajo el aspecto intelectual o del saber de la ciencia bíblica, sino bajo el aspecto del "misterio" de Jesús, de su conocimiento, de aquello que desborda nuestra mente y también nuestro corazón. Así es como nos abrimos al Espíritu Santo, y éste y sólo éste tiene fuerza para transformarnos en auténticos hijos de Dios, pues así nos quiere a pesar de nuestros pesares e insatisfacciones y desencantos personales.


Entonces dijo María: -Todo mi ser ensalza al Señor. Mi corazón está lleno de alegría a causa de Dios, mi Salvador, porque ha puesto sus ojos en mí, que soy su humilde esclava. De ahora en adelante todos me llamarán feliz, pues ha hecho maravillas conmigo aquel que es Todopoderoso, aquel cuyo nombre es santo. 
(Lc. 1,46-49)



UN PLAN DE 22 DÍAS

1. Figura de Juan Bautista y aparición de Jesús (Mc 1,1-20) Curaciones y su mensaje inicial en Galilea (Mc 1,21-3,35)
2. Parábola del sembrador y otras (Mc 4,1-34) Signos extraordinarios (Mc 4,35 - 5,43)
3. Rechazado en Nazaret y enfrentado a los fariseos (Mc 6,1-8,26)
4. Manifestación de Pedro y camino hacia Jerusalén (Mc 8,27-10,52)
5. Entrada en la ciudad santa y ministerio en el templo (Mc 11,1-13,37)
6. Pasión, muerte y resurrección según Marcos (Mc 14,1-16,20)
7. Genealogía y nacimiento de Jesucristo (Mt 1,1-2,23) Juan Bautista, bautismo y tentaciones de Jesús (Mt 3,1-4,11)
8. Primeras enseñanzas de Jesús en Galilea (Mt 4,12-7,29)
9. Curaciones, signos y misión de los apóstoles (Mt 8,1-12,50)
10. Grandes señales y mensaje crítico de Jesús (Mt 13,1-16,12)
11. Declaración de Pedro y subida hacia Jerusalén (Mt 16,13-20,34)
12. La predicación de la última semana (Mt 21,1-25,46)
13. Pasión, muerte y resurrección según Mateo (Mt 26,1-28,20)
14. Nacimiento e infancia de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1,1-2,52)
15. Juan Bautista, bautismo y tentaciones de Jesús (Lc 3,1-4,13)
16. Comienza el ministerio en Galilea (Lc 4,14-6,19)
17. Bienaventuranzas, curaciones y enseñanzas (Lc 6,20-9,17)
18. Declaración de Pedro y de camino hacia Jerusalén (Lc 9,18-11,13)
19. Enseñanzas a lo largo del camino (Lc 11,14-14,35)
20. Durante la última parte del camino (Lc 15,1-19,27)
21. Entrada en Jerusalén y última semana (Lc 19,28-21,38)
22. Pasión, muerte y resurrección según Lucas (Lc, 22,1-24,53)



Entonces Él, incorporándose, increpó al viento y al oleaje, que se apaciguaron en seguida, quedando el lago en calma. Después les dijo: -¿Dónde está vuestra fe? - pero los discípulos, llenos de miedo y asombro, se decían unos a otros: -¿Quién es Éste, que hasta a los vientos y al mar da órdenes y le obedecen? 
(Lc 8,24-25)


Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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Mensaje del Papa Francisco a los jesuitas en fiesta de San Ignacio



El Papa Francisco celebró el miércoles 31 de julio, la Misa por la fiesta de San Ignacio de Loyola donde recordó a los jesuitas que su lema "Iesus Hominum Salvator" los llama a tener siempre como centro a Cristo y a la Iglesia, a quienes deben servir.

La Eucaristía fue celebrada en la iglesia romana del Gesú, donde se conservan las reliquias de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús a la que pertenece el Santo Padre. La Eucaristía fue concelebrada por Mons. Luis Ladaria, también jesuita y Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe; y por el Padre General de la Compañía de Jesús, P. Adolfo Nicolás; miembros del Consejo y más de doscientos jesuitas.

Según informó Radio Vaticana, en su homilía el Papa propuso a los jesuitas reflexionar sobre tres conceptos: poner al centro a Cristo y a la Iglesia; dejarse conquistar por Él para servir y sentir la vergüenza de nuestros límites y pecados para ser humildes ante él y ante los hermanos.

"El lema de nosotros, los jesuitas, ‘Iesus Hominum Salvator’ nos recuerda constantemente una realidad que nunca debemos olvidar: la centralidad de Cristo para cada uno de nosotros y para toda la Compañía que precisamente San Ignacio quiso que se llamase ‘de Jesús’ para indicar el punto de referencia", recordó Francisco.

El Santo Padre indicó que esto lleva a los jesuitas "a ser ‘descentrados’, a tener siempre delante a ‘Cristo siempre mayor’... Cristo es nuestra vida. A la centralidad de Cristo corresponde también la centralidad de la Iglesia: son dos fuegos que no se pueden separar: yo no puedo seguir a Cristo si no en la Iglesia y con la Iglesia. Y también en este caso, nosotros los jesuitas y toda la Compañía, estamos por decirlo así ‘desplazados’, estamos al servicio de Cristo y de la Iglesia".

"Ser hombres radicados y fundados en la Iglesia: así nos quiere Jesús. No puede haber caminos paralelos o aislados. Sí, caminos de búsqueda, caminos creativos, sí, es importante; ir hacia las periferias... pero siempre en comunidad con la Iglesia, con esta pertenencia que nos da el valor para ir hacia adelante", señaló.

Por ello, los exhortó a "dejarse conquistar por Cristo. Yo busco a Jesús y lo sirvo porque Él me ha buscado en primer lugar... En español hay una palabra que es muy descriptiva: ‘Él nos primerea’. Es siempre el primero... Ser conquistado por Dios para ofrecer a este Rey toda nuestra persona y nuestra fatiga... imitarlo en el soportar incluso injurias, desprecio, pobreza". "Dejarse conquistar por Cristo significa estar siempre tendidos hacia quién tengo enfrente, hacia la meta de Cristo".

El Papa recordó que Jesús ha enseñado que "quien quiera salvar la propia vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la salvará... quién se avergüence de mi..." y las comparó con la vergüenza de los Jesuitas. "La invitación que hace Jesús es la de no avergonzarse nunca de Él, sino de seguirle siempre con total dedicación, fiándose y confiando en Él".

"Mirando a Jesús, como San Ignacio nos enseña en la Primera Semana, sobre todo mirando a Cristo crucificado, sentimos esa sensación tan humana y tan noble que es la vergüenza de no estar a la altura... Y esto nos lleva siempre, a cada uno por separado y como compañía, a la humildad, a vivir esta gran virtud. Humildad que nos hace conscientes todos los días de que no somos nosotros los que tenemos que construir el Reino de Dios, sino que es siempre la gracia del Señor la que obra en nosotros; la humildad que nos lleva a ponernos a nosotros mismos no a nuestro servicio personal o al servicio de nuestras ideas, sino al servicio de Cristo y de la Iglesia, como vasijas de barro, frágiles, inadecuadas, insuficientes, pero con un inmenso tesoro que llevamos y comunicamos", afirmó.

El Santo Padre invitó a los jesuitas a pedir la gracia de ser al final de sus días como San Francisco Javier -mirando a China- y el P. Arrupe -en su última conversación en el campo de refugiados-. "Dos imágenes que a todos nos hará bien observar y recordar. Pedir la gracia que nuestro ocaso sea como el de ellos", afirmó.

Finalmente, los animó a pedir a la Virgen María que "nos haga sentir vergüenza por ser inadecuados para el tesoro que nos ha sido confiado, para vivir la humildad ante Dios. Que acompañe nuestro camino la intercesión paternal de San Ignacio y de todos los santos jesuitas, que siguen enseñándonos cómo hacer todo, con humildad, ad maiorem Dei gloriam".


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Fuente: ACIPRENSA

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Papa Francisco elige la fraternidad como tema para Jornada Mundial de la Paz 2014


VATICANO, 31 Jul. 13 / 12:51 pm (ACI/EWTN Noticias).- La Sala de Prensa de la Santa Sede informó que el Papa Francisco eligió "la fraternidad" como tema para la próxima 47º Jornada Mundial de la Paz, la primera de su pontificado, y con el cual reitera su llamado a superar una "cultura del descarte" y promover la "cultura del encuentro" para avanzar en la consecución de un mundo más justo y pacífico.
"La fraternidad es una dote que todo hombre y mujer lleva consigo en cuanto ser humano, hijo de un mismo Padre. Frente a los múltiples dramas que afectan a la familia de los pueblos —pobreza, hambre, subdesarrollo, conflictos bélicos, migraciones, contaminación, desigualdad, injusticia, crimen organizado, fundamentalismos —, la fraternidad es fundamento y camino para la paz", señala la Santa Sede en una nota.
El texto advierte que "la cultura del bienestar lleva a la pérdida del sentido de la responsabilidad y de la relación fraterna. Los demás, en lugar de ser nuestros ‘semejantes’, se convierten en antagonistas o enemigos, y frecuentemente son cosificados. No es extraño que los pobres sean considerados un ‘lastre’, un impedimento para el desarrollo".
"A lo sumo -denunció-, son objeto de una ayuda asistencialista o compasiva. No son vistos como hermanos, llamados a compartir los dones de la creación, los bienes del progreso y de la cultura, a participar en la misma mesa de lavida en plenitud, a ser protagonistas del desarrollo integral e inclusivo".
Por ello, "la fraternidad, don y tarea que viene de Dios Padre, nos convoca a ser solidarios contra la desigualdad y la pobreza que debilitan la vida social, a atender a cada persona, en especial de los más pequeños e indefensos, a amarlos como a uno mismo, con el mismo corazón de Jesucristo".
"En un mundo cada vez más interdependiente, no puede faltar el bien de la fraternidad, que vence la difusión de esa globalización de la indiferencia, a la cual se ha referido en repetidas ocasiones el Papa Francisco. La globalización de la indiferencia debe ser sustituida por una globalización de la fraternidad".
Finalmente, recuerda que "la fraternidad toca todos los aspectos de la vida, incluida la economía, las finanzas, la sociedad civil, la política, la investigación, el desarrollo, las instituciones públicas y culturales. El Papa Francisco, al inicio de su ministerio, con un Mensaje que está en continuidad con el de sus Predecesores, propone a todos el camino de la fraternidad, para dar un rostro más humano al mundo".
La Jornada Mundial de la Paz fue iniciada por el Papa Pablo VI y se celebra el primer día de cada año. El mensaje elegido se envía a las Iglesias particulares y a las cancillerías del todo el mundo "para destacar el valor esencial de la paz y la necesidad de trabajar incansablemente para lograrla".

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Fuente: ACIPRENSA
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El amor de Dios es el verdadero tesoro del hombre, asegura el Papa Francisco


VATICANO, 11 Ago. 13 / 10:04 am (ACI/EWTN Noticias).- Esta mañana en sus palabras previas al rezo del Ángelus desde la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó que antes que la familia, el trabajo, y los amigos está Dios, porque su amor es el verdadero tesoro del hombre que alimenta todo lo demás.

Bajo el abrasador sol de Roma y ante miles de peregrinos, el Papa Francisco cuestionó “yo me pregunto: ¿'Dónde está su tesoro', cuál es para ustedes la realidad más importante, más preciosa, la realidad que atrae sus corazones como un imán? ¿Qué atrae sus corazones, pueden decir que es el amor de Dios? Que cada uno responda en su corazón”.

“Alguno podrá decirme: Pero Padre, si yo trabajo, tengo familia, para mí la realidad más importante es llevar adelante la familia, el trabajo... ¿es cierto, eh? Es importante, ¿Pero cuál es la fuerza que tiene unida a la familia?”.

“Precisamente es el amor, y ¿quién siembra el amor en nuestros corazones? Dios, el amor de Dios. Es precisamente el amor que da sentidos a nuestros pequeños compromisos de cada día y nos ayuda a afrontar las grandes pruebas. Éste es el verdadero tesoro del hombre. Caminar hacia adelante en la vida con amor, con el amor que el Señor sembró en el corazón, con el amor de Dios”, explicó.

Basándose en el Evangelio de hoy, el Papa habló del encuentro definitivo con Cristo, “un deseo que nos hace estar siempre preparados, con el espíritu despierto, porque esperamos este encuentro con todo nuestro corazón, que todos nosotros, tanto de manera explícita como escondida, tenemos en el corazón. Todos, tenemos este deseo en el corazón”, dijo.

En este sentido, el Papa recordó que hay que tener en cuenta el contexto en el que Jesús dijo tales palabras a sus discípulos, “en este caso -continuó- Lucas nos muestra que Jesús está caminando con sus discípulos hacia Jerusalén, hacia la Pascua de la muerte y la resurrección, y en este camino les enseña confiándoles que Él mismo lleva el corazón”.

El Santo Padre indicó que Jesús se separa de los bienes terrenales, confiando en la providencia del Padre, que para Jesús es la espera de la vuelta a la casa del Padre, y para nosotros “es la espera de Cristo mismo, que vendrá para tomarnos y llevarnos a una fiesta sin fin, como ya hizo su Madre María Santísima, a quien llevó al Cielo con Él”.

Este Evangelio nos dice, continuó Francisco, que el cristiano es aquél que lleva dentro de sí mismo el deseo grande, el deseo profundo, de encontrarse con su Señor junto a sus hermanos, a sus compañeros de camino.

“Y todo esto Jesús lo resume así: 'Donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”. El corazón que desea... ¡Así que todos nosotros tenemos un deseo! ¡Pobre gente la que no tenga un deseo! El deseo de caminar hacia adelante, hacia el horizonte, y para nosotros cristianos el horizonte es el encuentro con Jesús, precisamente el encuentro con él, que nuestra vida, nuestra alegría, aquél quien nos hace felices”, exclamó.

“¿Todos ustedes tienen un deseo, un corazón que desea? Piensen en responder en silencio en su corazón. Tiene un corazón que desea, o tienen un corazón cerrado, un corazón adormecido, un corazón anestesiado para las cosas de la vida? El deseo de caminar hacia el encuentro con Jesús... ¿Donde está su tesoro? Aquél que desean. Porque Jesús nos dijo 'Donde está su tesoro, allá estará su corazón'”, recordó.

El Papa precisó que el amor de Dios no es algo vago, un sentimiento genérico, sino que tiene un nombre y un rostro: Jesucristo.

“El amor de Dios se manifiesta en Jesús, porque nosotros no podemos amar el aire... ¡No, no se puede! Amamos a las personas, y la persona a la que aman es Jesús, el don del Padre entre nosotros. Es un amor que da valor y belleza a todo lo demás, un amor que da valor que da fuerza a la familia, al trabajo, al estudio, a la amistad, al arte, a cada actividad humana”, explicó.

Siguiendo esta línea, Francisco indicó que el amor de Dios también da sentido a las experiencias negativas, porque nos permite caminar hacia otras experiencias, no permanecer prisioneros del mal, sino superarlo, abrirnos siempre a la esperanza, aquél horizonte de la esperanza, al horizonte final de nuestro peregrinaje.

“De esta manera también las fatigas y las caídas encuentran un sentido. También nuestro pecados encuentran un sentido en el amor de Dios, porque este amor de Dios en Jesucristo nos perdona siempre, nos ama tanto que nos perdona siempre”.

Por último el Papa recordó que hoy la Iglesia recuerda a Santa Clara de Asís, que sobre las huellas de San Francisco dejó todo para consagrarse a Cristo en la pobreza.

“Santa Clara nos da un testimonio muy bello del Evangelio de hoy: que ella junto a la Virgen María nos ayude a vivirlo también a cada uno de nosotros, según la propia vocación”, concluyó.


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Fuente: ACIPRENSA

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El Papa Francisco en Mensaje por la 87º Jornada Misionera Mundial: No se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia


VATICANO, 06 Ago. 13 / 10:48 am (ACI/EWTN Noticias).- En su mensaje por la 87º Jornada Misionera Mundial dado a conocer hoy y que se celebra el 20 de octubre, el Papa Francisco afirma que todo bautizado tiene el deber de anunciar el Evangelio, a Cristo, pero este anuncio no puede hacerse sin laIglesia. El Santo Padre explica también que para este anuncio la persona debe ser capaz de aceptar la fe y debe tener el coraje de poner su confianza en Dios.
Los orígenes de esta Jornada remontan al año 1926, cuando la Obra de la Propagación de la Fe, por sugerencia del Círculo misionero del Seminario de la ciudad italiana de Sassari, propuso al Papa Pio XI convocar una jornada anual a favor de la actividad misionera de la Iglesia universal. La petición fue acogida favorablemente y el año sucesivo (1927) fue celebrada la primera "Jornada Misionera Mundial para la propagación de la fe", estableciendo que esta se conmemore cada penúltimo domingo de octubre, tradicionalmente reconocido como mes misionero por excelencia.
A continuación el texto completo del mensaje del Papa Francisco:
"Queridos hermanos y hermanas:
Este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía. En esta prospectiva, quisiera proponer algunas reflexiones.
1. La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia.
Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos.
El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es "adulta", cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las "periferia", especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo.
fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.
2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones. La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los "confines" de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer.
El Concilio Vaticano II destacó de manera especial cómo la tarea misionera, la tarea de ampliar los confines de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes» (Decr. Ad gentes, 37).
Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio.
Invito a los obispos, a los sacerdotes, a los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de "dar testimonio de Cristo ante las naciones", ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.
3. A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad.
A este respecto, Pablo VI usa palabras iluminadoras: «Sería... un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer... es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii nuntiandi, 80).
Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús ha venido entre nosotros para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra. Con frecuencia, vemos que lo que se destaca y se propone es la violencia, la mentira, el error.
Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial.
Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (ibíd., 60). Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.
4. En nuestra época, la movilidad generalizada y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo, familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas.
A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una "nueva evangelización".
A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan.
La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión; anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación; anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien.
El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza que se nos da por la fe. La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor. La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.
5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos –cada vez más numerosos– que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad– llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y da esperanza.
Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor.
Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana. Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren por su escasez.
Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14,27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de "restitución" de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.
La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea reclamando la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.
Por último, me refiero a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes –aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos– que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida por permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia, y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras, y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos "la dulce y confortadora alegría de evangelizar" (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).
Vaticano, 19 de mayo de 2013, Solemnidad de Pentecostés
FRANCISCO".

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Fuente: ACIPRENSA
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