SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
4.10. Vocación de los discípulos
Ser llamado por Cristo significa “seguirle” y esto es la vocación. Una
vocación para compartir su vida para poder compartir, después, su misión. Esto es
realmente original en Jesucristo. Al iniciar su vida pública apostólica, Cristo
reúne a su alrededor un grupo de discípulos. Rodearse de discípulos, vivir con
ellos, enseñarles a conocer e interpretar los Libros sagrados, era – en tiempos
de Jesús – un procedimiento habitual. Cualquier maestro de Israel tenía un
grupo de discípulos que recibían el nombre de “seguidores”. A nadie podía extrañarle
demasiado que Jesús hiciera lo mismo. Sin embargo lo propio, lo característico
del seguimiento de Jesús en el radicalismo de su seguimiento, comparándolo con
cualquier otro maestro de Israel, es Cristo quien toma la iniciativa en el
llamado, o vocación, es Jesús el que elige
y sale al encuentro de sus
discípulos, Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11. Jn 1, 35-51.
Jesús no espera que vengan sus
discípulos a él. El los llama. Esto era inaudito, totalmente , en tiempos de
Cristo. Ningún maestro elegía a sus discípulos. Eran los discípulos quienes
elegían a su maestro, siguiendo su propia inclinación o sus preferencias
personales. En el caso de Jesús es distinto. Es él quien llama. Y tiene
especial interés en que todos lo
adviertan sin que quede posible lugar a la duda.
Jesús no admitió entre sus discípulos a ningún espontáneo, más bien les
dio evasivas o les puso dificultades, Mt 8, 18; Lc 9, 61. Quizá, hacía esto
para que nunca tuvieran el secreto convencimiento de que el primer paso lo
habrían dado ellos, por su propia iniciativa. Por eso el seguimiento de Cristo
antes de ser una respuesta es una llamada, Cristo toma la iniciativa, elige,
llama, el discípulo, libremente acepta o rechaza el llamado. El seguimiento de
Cristo antes de ser un quehacer humano, es un don gratuito, una verdadera
gracia divina: “Nadie puede venir a mí,
si el Padre que me ha enviado no le atrae”, Jn 6, 44. Y con más claridad
les recordará: “No me habéis elegido
vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros”, Jn 15, 16.
En el NT. discípulo es el que, llamado por Jesús, Mt 4,18.s.s, sigue su
camino, Lc 9, 57-62; debe de observar la voluntad de Dios Mt 10, 29, e incluso
adhiriéndose sin reservas a la persona de Jesús, ir hasta la muerte y a la
entrega total de su vida por amor, Mt 16, 24. En Hechos de los Apóstoles todo
creyente bautizado, es considerado "discípulo",
Hech 6, 1; 9, 19. Por lo tanto es Jesús
quién llama, o admite al seguimiento, porque quieren ser ciudadanos del Reino
de Dios.
4.11. Vocación de los Doce Apóstoles
Uno de los sucesos más importantes y trascendentes de la vida pública de
Jesús es el acto de elegir a los Doce Apóstoles. Mc 3, 13-l9; Mt 10, 1-4. En la vocación de los Doce,
Jesús continúa lo empezado en el llamado de los primeros discípulos. Parece ser
que de 72 discípulos, Mt 10, 1, Jesús eligió los Doce, por lo tanto la elección
de los Doce fue iniciativa de Jesús y de la importancia de la elección nos
habla cuando subraya el evangelista que Jesús se preparó toda la noche en oración
con su Padre, Mc 6, 12-16: "Y eligió
a los que quiso, y vinieron donde El. Instituyó a los Doce, para que
estuvieran con El y para enviarlos a predicar". Mc 3, 13-14. Podemos
aclarar esta elección de esta manera:
1. “Eligió a los que quiso”, (iniciativa divina)
2. “Vinieron donde él”, (formaron comunidad apostólica)
3. “Instituyó a los Doce”,
(colegio apostólico)
4. “Para que estuvieran con él”, (convivencia fraterna)
5. “Para enviarlos a predicar”, (participación de su misión apostólica y salvífica).
La vocación se hace de acuerdo a
la voluntad del Padre y por encargo suyo; era el cumplimiento del decreto de la
eterna economía salvífica de Dios. La elección no era capricho o pura
casualidad sino disposición de Dios. Este pequeño círculo de discípulos
fielmente entregados, que acompañan a Jesús continuamente, será iniciado en
los misterios del Reino de Dios, Mc 4, 10 y educado en la escuela de Jesús
para el apostolado.
Son los verdaderos parientes de Jesús, Mc 3, 34, y junto con un pequeño
número de creyentes forman el "resto
santo de Israel" que encuentra la salvación, y por ser este resto son
también el núcleo de la Iglesia posterior y los portadores de su misión
salvífica universal. Igualmente las profecías de la Pasión y las enseñanzas
sobre el verdadero concepto del discipulado estuvieron reservadas a ellos, Mc
8, 31; 9, 30; 10, 32; Mt 10, 5-33. Sólo ellos pudieron celebrar con el Señor
la Ultima Cena, Mc 14, 17. Finalmente fue el Espíritu Santo quien les abrió los
ojos para ver la obra de Cristo y entender todas sus palabras.
Acerca del número de 12 tiene un simbolismo muy especial. Para los
israelitas era especialmente santo por los 12 patriarcas y las 12 tribus que
componen el pueblo elegido de Israel. Del tiempo mesiánico se esperaba
justamente la restauración de las 12 tribus de Israel. Cuando Jesucristo elige
a los doce implícitamente está diciendo que ha llegado el tiempo de nacer un
Nuevo Pueblo, no según la carne, sino según el espíritu universal salvífico, el
nuevo Israel, la Iglesia. Esto fue profetizado por Isaías y Jeremías. Así el
nuevo pueblo nace del antiguo Israel y crece sobre él y lo trasciende; así
resulta que en el Reino de Dios, los Doce se sentarán en 12 tronos para juzgar
a las 12 tribus de Israel, Mt 19, 28.
4.12. Misión de los Doce
Apóstoles
Hemos visto que la elección de los discípulos y la institución del grupo
de los Doce Apóstoles son dos grados de creación del nuevo Pueblo de Dios.
Apóstoles y discípulos son los seguidores de Cristo, y son en embrión la base
de la que surgirá la Iglesia. Un grado más es la misión específica de los Doce
por Jesús. Hemos visto en Mc 3, 13-14, que: "los
llamó para que estuvieran con El", aspecto existencial y comunitario
y "para enviarlos a predicar",
aspecto apostólico de colaboradores directos en la proclamación de la Buena
Nueva, Mt 10, 5, s.s. Tienen poderes especiales y específicos. Instrucciones
concretas. Actitudes fraternales y apostólicas. Los instruye acerca de su
comportamiento. Les advierte de los peligros. Les predice peligro y
persecuciones. Les exhorta a que hablen en público y sin temor y que serán
señal de contradicción, Mt 10, 5 s.s.
Los Doce Apóstoles fueron elegidos por Cristo para que le acompañaran y
para enviarles a predicar la Buena Nueva del Reino. Por lo tanto tenían la
misión de representar a Cristo como el enviado del Padre. Cristo por ser el
Enviado del Padre, tiene poder para confiar a los apóstoles una misión
independiente y responsable, sin que por eso dejen de estar unidos a El. Según
el principio semita oriental de que el enviado de una persona es como la
persona misma a quien representa, Cristo envía a sus discípulos asegurándoles: "El que a vosotros os recibe, a Mí me
recibe, y el que me recibe a Mí, recibe al que me envió", Mt 10, 40.
S. Lucas dice en 10, 16: "Al que a
vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros rechaza, a Mí me rechaza, y el
que me rechaza a mí rechaza al que me envió". Aquí vemos que la
representación concedida a los apóstoles está puesta en estrecha relación con
la representación de Dios Padre concedida a su Hijo Jesucristo.
A los apóstoles les es concedida por las palabras de Cristo una
autorización extraordinaria que viene del cielo y se orienta hacia el cielo.
Basados en la propia autoridad del mismo Cristo son a su vez transmisores
encargados y autorizados del Padre celestial. Por eso rechazar a un apóstol
significa rechazar a Dios mismo. La relación entre mandante (enviado) y
mandatario (el que envía) aparece clara, cuando Cristo dice: "No es el siervo mayor que su Señor,
ni el enviado mayor que el que envía", Mt 10, 24; Jn 13, 16. Así pues,
Cristo transmitió a sus enviados, a sus apóstoles, el poder único y pleno que
El mismo tenía en cuanto enviado del Padre. Esto implicaba la autorización y
obligación de proclamar el Reino de Dios y de vencer a los enemigos del Reino
(demonios, enfermedades y muerte). Los apóstoles obran por autorización del
mismo Cristo. Quien no está autorizado por El no puede pretender
representarle.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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