8. Autores de la Biblia
La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II nº 11, dice que los
Libros Sagrados tienen una doble paternidad: “En la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres, que
utilizó usando sus propias facultades y medios, de forma que, obrando El en
ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El
quería”. Dios es el autor primero y principal, el escritor sagrado el autor
cooperador instrumental, inspirado por Dios, que escribe la verdad de lo
inspirado con su propia inteligencia y creatividad.
8.1. La Biblia, libro inspirado por Dios. ¿Qué es
inspiración?
Los cristianos creemos que la Biblia es un libro inspirado por Dios que,
como dice el Conc. Vat. II en la Constitución dogmática: “Dei Verbum”, nº 11,
dice: “En la composición de los libros
sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades
y talentos. De ese modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos
autores pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería”.
Y en el nº 12: “Dios ha hablado en
la Sagrada Escritura por medio de los hombres y de una forma humana”. La
Historia de la Biblia es la Historia de la Palabra de Dios a los hombres: “Dios que había hablado muchas veces ya en
los tiempos antiguos y de diversos modos a nuestros padres por medio de los
profetas, últimamente, en nuestros días, nos ha hablado por medio de su Hijo
...” Hebr, 1,1-2.
¿Qué es inspiración? Inspiración es: “la especial influencia o influjo por el que
Dios por medio del Espíritu Santo ilumina la mente y el corazón del escritor
sagrado, o escritores sagrados, para la redacción de los Libros Sagrados”.
Esta influencia especial y divina es la que sirve
en el Concilio Vaticano I en la Constitución dogmática, “Dei Filius”, para
afirmar que Dios es el autor de los Libros Sagrados, y dice: “porque habiendo sido escritos bajo el
influjo del Espíritu Santo tienen a Dios por autor, y como tales han sido
confiados a la Iglesia”, Denz 3006.
La Escritura inspirada por Dios: en la Sagrada
Escritura, se atribuyen al Espíritu Santo las profecías y todos los
acontecimientos históricos que hacen referencia a la salvación. La eficacia
salvadora de la Sagrada Escritura radica en el hecho de que ha sido palabra
escrita "inspirada por Dios".
Cuando la palabra de Dios se convierte en escritura no se convierte en letra
muerta, sigue siendo palabra eficaz. Para comprender la idea que el A.T. tiene
de la inspiración de la Escritura, seria bueno compararla con la inspiración
profética. Los profetas se saben bajo la ineludible fuerza de la palabra de
Dios. Para expresar el impulso divino hacia la actividad profética, Ezequiel
emplea la expresión: "la mano del
Señor cayó sobre mí ".
En la inspiración Dios no dicta palabra por palabra y el hombre
pasivamente escribe, no es así, Dios inspira, mueve, ilumina, ayuda a la
realización e inteligencia del escritor sagrado para que entienda un hecho
histórico que a su vez es salvífico.
El autor inspirado sin perder ninguna de sus facultades físicas ni
racionales, antes al contrario valiéndose de ellas, es instrumento inteligente,
útil para expresar, comunicar o redactar aquello que Dios quiere expresar y
comunicar a su pueblo.
Por eso se dice que la palabra escrita tiene a Dios como autor inspirador
y causa principal y el escritor sagrado como autor realizador que entiende y
escribe aquello que se le ha inspirado y es a la vez causa instrumental
escribiendo lo inspirado con sus propias palabras, estilo literario, su
psicología personal, etc.
La Sagrada Escritura es palabra de Dios dirigida a la Iglesia como
continuadora de la obra de Cristo. La Biblia, expresión inspirada de la fe
apostólica ha sido escrita en todas sus partes para la Iglesia de todos los
tiempos. A ella ha sido confiada, pertenece a la Iglesia, pero no por eso deja
de ser Palabra de Dios, Palabra de Cristo, Cabeza de su Iglesia. Y a esa
Palabra, como norma se ha de someter la Iglesia.
El Espíritu De Cristo lleva a la Iglesia a una comprensión cada día más
plena de la escritura inspirada. El Espíritu vivificador introduce en una mayor
profundidad de la verdad divina a todo aquel que desea alimentarse de esta
Palabra en la Iglesia. El recto entendimiento de la Biblia está encomendado a
la Iglesia en cuanto tal. Este conocimiento fiel de la Palabra de Dios lo
alcanzan los creyentes particulares en la medida en que éstos procuran
entenderla en el ámbito y en el espíritu de la Iglesia.
8.2. El hecho de la inspiración: La Revelación
El hecho de la inspiración divina dice relación con la Revelación de Dios
a los hombres. ¿Qué es la revelación?
El Conc. Vat. II en “Dei Verbum”, nº 2, habla en estos términos de la
Revelación: “Dispuso Dios en sus
Sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, Efes
1, 9, mediante el cual los hombres por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen
acceso al Padre y al Espíritu Santo y se hacen partícipes de la naturaleza
divina, 2 Petr 1, 4. En consecuencia por esta revelación, el Dios
invisible habla a los hombres como
amigos, Col 1, 15; Tim 1, 17; movido por su gran amor, Ex 33, 11; Jn 15, 14-15,
mora con ellos, Bar, 3,38, para invitarlos y admitirlos a la comunión con El.
Este plan de la revelación se realiza por gestos y palabras intrínsecamente
conexas entre sí, de forma que las oras realizadas por Dios en la Historia de
la Salvación, manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por
las palabras ... Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación
humana, se nos manifiesta por la revelación de Cristo, que es a un tiempo
mediador y plenitud de toda la Revelación”.
Por eso la revelación es el acto por el que Dios descubre, o da a conocer,
a los hombres su designio salvífico. Dios se revela primero en la historia del
pueblo de Israel por medio de los acontecimientos históricos y de signos cuyo
significado están encargados de dar los profetas, por la reflexión inspirados
de los sabios. Dios finalmente se revela en su Hijo Jesucristo, quien por medio
de su muerte y resurrección, y enviando el Espíritu santo funda la Iglesia y valiéndose de sus apóstoles lleva el
mensaje de salvación a todo el género humano.
De lo dicho anteriormente se sigue que el Espíritu Santo mueve e impulsa
al escritor sagrado para que entienda, diga o exprese y escriba lo que Dios le
inspira. Así aparece Dios, por medio de su Espíritu Santo, como autor y causa
principal de los Libros Sagrados, y el escritor sagrado como autor y realizador
y causa instrumental en la redacción, inteligencia y expresión del hecho
acontecido. (Ejemplo: el artista que pinta = inspirador; el pincel instrumento
en las manos del artista, para realizar el cuadro, la obra en sí)
8.3. Alcance de la inspiración
La inspiración sólo se refiere directamente a los libros sagrados
escritos que son originales, tal y como salieron de las manos del autor
inspirado. Las copias de dichos libros, transcripciones, traducciones,
versiones lingüísticas, etc, son inspirados en tanto en cuanto concuerdan y
guardan absoluta fidelidad a los escritos originales.
8.4. Consecuencias de la inspiración: La Verdad de la Sagrada Escritura o
Inerrancia
La inerrancia o ausencia de error en la Biblia es una consecuencia de la
inspiración divina al autor inspirado. Naturalmente el Espíritu no se hace
responsable de todo lo escrito por el autor sagrado, como dice Dei Verbum nº
11: ese aliento o presencia del Espíritu se encuentra en aquella “verdad que Dios quiso consignar en las
sagradas letras para nuestra salvación”. No se trata pues de verdades del
orden histórico o científico, sino de verdades relativas a la salvación del
hombre; y para rastrear la verdad, “para
sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos
diligentemente el contenido y unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en
cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe”.
Por ello la Biblia está libre de error, y por eso se habla de la
Inerrancia de la Biblia, es decir, en la Biblia en lo referente a la Salvación
no hay ningún error.
8.4.1. Planteamiento del
problema de la veracidad de la Sagrada escritura y doctrina de la Iglesia
Si la sagrada Escritura es Palabra de Dios, ¿quiere decir que todo cuanto
leemos en la Biblia es verdad? Por ejemplo: que el mundo fue hecho en seis
días, como dice el libro del Génesis. En la Iglesia siempre se investigó lo que
los autores sagrados y Dios por medio de ello, querían decirnos en cada pasaje
de la Sagrada Escritura. El móvil de esta investigación fue, con frecuencia, el
afán de salvar aparentes contradicciones entre lo afirmado por la Escritura o
los reales y supuestos conocimientos humanísticos, literarios, etc, de cada
época. Pero esta preocupación alcanza especial importancia con los avances
científicos y culturales del Siglo XIX.
El Papa León XIII en la Encíclica
“Providentissimus Deus”, hace suya la posición de S. Jerónimo, según el cual la
aparente colisión entre una afirmación bíblica y una verdad objetiva se debe :
- A una falsa transmisión del texto (error de trascripción)
- A una falsa traducción del texto (carencia del conocimiento perfecto de la lengua original)
- A una falsa comprensión del que interpreta el texto (error hermenéutico).
Posteriormente ha ido madurando
un concepto más matizado de la verdad de la Biblia, del sentido que damos en la
Iglesia a la afirmación de que la Biblia por tener a Dios como autor, está
libre de error = inerrancia.
En este proceso han influido
entre otros los siguientes factores:
- La mejor comprensión de la formación de los escritos bíblicos a través de los tiempos.
- La atención dedicada a los géneros literarios de que se sirvieron los autores sagrados en el ambiente y en la época en que se escribieron.
- La distinción entre lo que el autor quiere presentar como doctrina en forma de juicio formal, cuando instruye a sus lectores acerca de Dios y de su acción en la Historia de la salvación, y, por otra parte, aquellas otras expresiones que son meros enunciados y modos de hablar, propios de la época.
El Concilio Vaticano II, recogiendo orientaciones procedentes del
Magisterio enseña que:
- Lo que quieren decir los autores inspirados ha de tenerse como afirmado por el Espíritu Santo
- Las Sagradas Escrituras enseñan la verdad que Dios quiso consignar en ellas para nuestra salvación
- Las Sagradas Escrituras enseñan esta verdad firmemente, con fidelidad y sin error.
8.4.2. Lo que quiso enseñar el autor sagrado
Dios, al comunicarnos algo en la Sagrada Escritura,
busca ante todo nuestra salvación. Para conocer esta verdad que Dios ha querido
comunicarnos es necesario estudiar con atención los siguiente:
- Qué querían decir los autores sagrados
- Qué quería Dios darnos a conocer con sus palabras
“Dios
habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, por lo tanto
el intérprete de la Escritura para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe
estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a
conocer con dichas palabras” Concilio Vaticano II, Constitución : “Dei Verbum” nº 12.
Le verdad revelada, válida y obligatoria para el
hombre de todos los tiempos aparece en los escritos bíblicos vinculada a
concepciones propias y formas literarias de la época y el ambiente cultural en
que fueron expresadas. En algunos casos es fácil distinguir entre lo que
pertenece al contenido auténtico de la revelación divina y lo que sólo es una
concepción condicionada por el tiempo en que fue redactado el texto bíblico.
Sólo el primer aspecto es el que se refiere a la
intención reveladora de Dios y el que, por tanto, debe considerarse como libre
de error. Así, por ejemplo, es sabido que los evangelios sinópticos describen
el fin del mundo de acuerdo a las ideas del judaísmo contemporáneo. Los
evangelistas quieren enseñarnos, ante todo, el hecho de que habrá fin del
mundo, no tanto la forma exacta de cómo va a ocurrir.
Por otro lado, no hay que intentar ningún
concordismo artificial entre la Biblia y la ciencia. Dios no pretendió darnos
en la Biblia una enseñanza científica, por ejemplo, acerca del origen y la
evolución de la materia. En la Biblia Dios pretende revelarnos su designio de
salvación. Más que la preocupación por defender la verdad bíblica de un
imaginario conflicto con la ciencia, el cristiano ha de estar especialmente
interesado en saber qué es en verdad lo que ha querido decirnos en cada caso el
autor inspirado y qué es lo que ha querido manifestarnos Dios, atendiendo,
sobre todo, al conjunto de los libros bíblicos interpretados a la luz del NT.
9. El Canon en la Sagrada Escritura (Canonicidad)
Llamamos "kanon", que significa en griego = regla, lista, o
colección de libros y que fueron declarados inspirados por la Iglesia. Tales
libros se considera que tienen por escrito la revelación divina y por ello son
para los creyentes "norma" de su fe y de su conducta moral. Todo
libro "canónico" es inspirado. Pero es teóricamente admisible que un
libro inspirado no haya sido reconocido como tal por la Iglesia y no sea por
tanto, canónico o normativo. A propósito de canon conviene conocer algunos
términos y tener claro el significado que le da la Iglesia Católica.
- Libros protocanónicos: Proviene de la palabra griega “protos” = primero y ”kanonikos” = regla o lista de los libros admitidos en un primer momento del proceso histórico que siguió la Iglesia para reconocer los libros de la Escritura.
- Libros Deuterocanónicos: Proviene de la palabra griega “deuteros” = segundo, y “kanonicos“= lista o regla de los libros, o fragmentos de libros, admitidos después en el canon. "Deuterocanónicos", son los libros admitidos como canónicos en una segunda vez; esto no quiere decir que no estén inspirados o que contengan errores. Para la Iglesia Católica son tan inspirados los protocanónicos como los deuterocanónicos. Sólo el A.T. tiene libros deuterocanónicos, a saber: Judit, Tobías, I Macabeos y II Macabeos, Sirácida (Eclesiástico), Sabiduría, Baruc y algunos capítulos redactados en griego de Ester y Daniel.
- Libros apócrifos: Proviene de la palabra griega “apo“ = de, desde y “krufos“ = encubrir, ocultar, fingir. Son libros parecidos a los declarados como inspirados y verdaderos, pero no son libros verdaderamente inspirados, y por lo tanto no aportan nada a la revelación.
Fue el Concilio de Trento quien definió en 1545,
cuáles eran los libros inspirados. Señaló, pues, el canon o lista de ellos. No
hizo más que reafirmar la Tradición de la Iglesia. Los padres conciliares
estudiaron a fondo la vida y la historia de la Iglesia para descubrir cuáles
eran los libros que desde siempre, habían gozado de máxima autoridad y habían
sido tratados por la liturgia y por los teólogos como verdadera Palabra de
Dios. El Concilio de Trento se limitó, pues, a reconocer solemnemente después
de un largo proceso lo que ya la Iglesia vivía.
Efectivamente, los autores inspirados
interpretan, recogen, sistematizan y ponen por escrito lo que recuerdan de las
intervenciones salvadoras de Dios, de las palabras de los profetas y de la vida
de Jesús. Y lo que ellos mismos enseñan y viven. Expresan la vida profunda de
la comunidad y al mismo tiempo la perfeccionan, enriquecen y clarifican.
La historia de la formación del canon es la
historia de la toma de conciencia de algo vital para la Iglesia y presente en
ella desde sus orígenes.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
...
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