¿Qué es la Biblia? - 1º Parte

P. Ignacio Garro, S.J.



1. ¿Qué es la Biblia?

La palabra Biblia proviene de la palabra griega “ta biblia” que significa = los Libros. La Biblia, fundamentalmente es un libro religioso que nos narra los hechos salvíficos de Dios realizados en su pueblo elegido Israel, pueblo creado por Dios; nos cuenta las relaciones mantenidas de Dios con su pueblo, y también nos descubre las relaciones de este pueblo con Dios. El Dios de la Biblia no es un Dios abstracto, mudo, distante, al contrario es un Dios cercano, que habla, reprende, exhorta, orienta, es sobre todo un Dios que ama y salva.
Parece ser que fue Clemente de Alejandría (S. II) el primero en emplear esta palabra al referirse a las Sagradas Escrituras. A partir del S. XIII comenzó a emplearse la palabra Biblia para referirse a los libros de la Sagrada Escritura. 



                       
2. Significado de la Biblia en la tradición de la Iglesia

"La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y, como tales, han sido confiados a la Iglesia. En la composición de los libros sagrados Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos. De ese modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería". (Concilio Vat. II. Constitución dogmática, "Dei Verbum", sobre la Divina Revelación, Nº 11).

En estas palabras del Concilio Vaticano II hay cuatro afirmaciones importantes:
  • Todos los libros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, han sido escritos por inspiración del Espíritu Santo.
  • Tienen a Dios como autor.
  • Como tales han sido confiados a la Iglesia.
  • Los escritores inspirados son también verdaderos autores de libros.
Tales afirmaciones, aceptadas con fe dentro de la Iglesia, exigen del cristiano una actitud especial ante los libros sagrados, distinta de la actitud que se puede tener ante cualquier otro escrito. Cuando el cristiano oye leer, o lee él mismo, los diversos escritos que constituyen la Biblia, sabe que se encuentra con una palabra que viene de Dios. Dios Padre, por medio de su Hijo Unigénito y en unión con el Espíritu Santo, se nos comunica a través de la Sagrada Escritura. Pero nuestro Señor Jesucristo confió a los Apóstoles y sucesores de los Apóstoles, y a toda la Iglesia, la interpretación auténtica de la misma.

El cristiano lee la Sagrada Escritura como la Palabra de Dios en el seno de la comunidad creyente; es decir, lee la Escritura según el sentido que le da la Iglesia, conducida por los Apóstoles y sus sucesores, y vivificada por el Espíritu Santo. Finalmente, el cristiano, al leer la Escritura con esta actitud de fe, no ignora que los libros sagrados son, también, libros escritos por hombres concretos. Necesita, por tanto, de la ayuda de especialistas que le faciliten el sentido literal de escritos que se redactaron hace muchos siglos.





3. La Biblia, Palabra de Dios
               
La enseñanza de la Iglesia sobre la inspiración divina de la Sagrada Escritura se apoya en la misma Sagrada Escritura. Que Dios se nos ha comunicado no solo a través de la palabra humana, predicada o proclamada por hombres elegidos por El, sino también a través de la palabra escrita de hombres que escribieron bajo la especial inspiración divina ha sido siempre una convicción de fe en el pueblo de Dios. He aquí algunos testimonios: El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

3.1. Antiguo Testamento
               
Ex 24, 4: "Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor". Esta afirmación nos da a entender que la vida religiosa y moral de Israel estuvo dirigida y animada por un Texto escrito.
               
Otro ejemplo es, después del destierro, Esdras llega de Babilonia a Jerusalén con un rollo de la Ley y lee en él. La literatura bíblica posterior al destierro muestra una dependencia expresa respecto de los primeros libros de la Biblia. Nunca se puso en duda que la palabra de los profetas equivalía a la palabra de Dios. Al ser fijada por escrito se insinúa que es una palabra de Dios conservada para las generaciones futuras, Jer 36, 6‑10; Ez 2, 9‑10.
               
La palabra de los profetas se pone por escrito y  posteriormente se coleccionan bajo el título “Palabra del Señor que recibió...” Os 1,1; Joel 1,1.; Sof 1,1.

3.2. Nuevo Testamento
               
Los Apóstoles predican la Buena Nueva a judíos que reconocen la Escritura como norma de verdad. Y basan en la misma Escritura todas sus discusiones con estos. Los escritos del A.T. son fuente de verdad, Mt 22, 29; Mc 12, 24‑27, son palabras proféticas que dan testimonio en favor de Cristo, Jn 5, 39; Hech 8, 32‑ 35, pero sólo pueden ser entendidas cuando Jesús las explica Lc 24, 27‑32. Jn, 2, 22.
               
S. Pablo considera los escritos del A.T. como palabra irrevocable de Dios. Afirmar que: "la Escritura dice",  es para S. Pablo dar a entender que Dios habla por ella.
               
Todos estos testimonios manifiestan que la Iglesia apostólica consideró los escritos del A.T. como un don recibido de Dios e instrucción suya. Son escritos inspirados por Dios y revestidos de su misma autoridad, por esta razón son: "Escrituras santas". La Sagrada Escritura no es sólo un escrito acreditado por Dios, sino su propia Palabra que ha tomado la forma de un libro humano.
               
En 2 Ptr 3, 15-16: “La paciencia de Nuestro señor juzgadla como salvación, como les escribió Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas las cartas en las que habla de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente - como también todas las demás Escrituras – para su propia perdición”, se coloca a las cartas de S. Pablo en el mismo plano que los escritos del A.T. De este modo se reconoce que la Iglesia de Cristo, además de los escritos del AT, posee sus propios escritos sagrados, que tienen la misma autoridad y el mismo carácter divino que los del AT. En 1 Tim. 5, 18, se dice: “La Escritura dice: “no pondrás bozal al buey que trilla”, y también,: “El obrero tiene derecho a su salario”, se citan con el mismo valor de “Escritura” un texto del AT: Deut 25,4 y otro del NT.
               
La sagrada Escritura no es sólo un escrito acreditado por Dios, sino su propia Palabra que ha tomado la forma de un libro humano.




4. La Biblia, palabra humana        
               
“Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática, “Dei Verbum”, nº 12.  El papa Juan Pablo II dirigiéndose a la Pontificia Comisión Bíblica, el 27 de abril de 1979, decía: “la misma palabra divina se había hecho lenguaje humano, asumiendo los modos de expresarse de diversas culturas, que desde Abrahán hasta el vidente del Apocalipsis han ofrecido al misterio adorable del amor salvífico de Dios la posibilidad de hacer accesible y comprensible a las diversas generaciones, a pesar de las múltiples diversidades de situaciones históricas”. Esta es la manera por la que, la palabra de Dios adoptó la forma de expresión en las lenguas humanas que existían, desde la lengua hebrea hasta la lengua griega, todo ello para hacerse comprender adecuadamente con el interlocutor humano.


4.1. El escritor sagrado, un hombre de su tiempo
               
La palabra de Dios que recoge la Sagrada Escritura se manifiesta bajo una forma humana. Los libros bíblicos, inspirados por Dios, se presentan ante nosotros como escritos redactados por unos hombres que hablaban y escribían en la lengua de pueblos concretos y que vivieron en ámbitos culturales y tiempos determinados.
               
Efectivamente, los autores sagrados escriben lo que Dios les revela tras haberlo comprendido y formulado con su entendimiento, su imaginación y su sensibilidad humana y con las formas de expresión de la cultura y de la época en que viven. Presentan el contenido de la revelación divina en el molde de palabras humanas.
               
La acción inspiradora de Dios no les ahorra el esfuerzo ni anula ciertas limitaciones, propias también de los autores no inspirados: imperfecciones gramaticales deficiente capacidad de expresión, de la lengua empleada, aceptación de las ideas de su pueblo y de su tiempo acerca de los astros, las plantas y sobre la vida humana, y que según la ciencia actual resultan erróneas.

4.2. Lenguas de la Biblia
               
¿Cuál fue el elemento material en el que se escribieron las Sagradas Escrituras? Fundamentalmente en dos, en un principio en papiros (juncos que crecen en las orillas de los ríos, de contextura vegetal fuerte, que aplanados con palos y secados al sol ofrecían el equivalente a lo que hoy día es el papel), y pergaminos, son pieles de animales: corderos, cabritos, becerros jóvenes, que curtidos y bien secados y preparados sirven para escribir y son más consistentes que los papiros que al ser de composición vegetal, pasados los años fácilmente se deterioran. El pergamino por ser de composición animal es más fuerte, más sólido y duradero.
               
¿En qué lenguas fueron escritos los libros de la Biblia?. Los libros originales están escritos en tres lenguas fueron escritos originariamente los libros de la Biblia: Hebreo, Arameo y Griego:
  • Hebreo: Es una lengua semita que los israelitas encontraron al conquistar Palestina y que adoptaron con ligeras modificaciones. Es la lengua que habló el pueblo israelita la mayor parte de su historia bíblica. Se convirtió en lengua escrita y culta cuando la lengua del pueblo fue el arameo. Esta situación se prolonga hasta los tiempos de Jesús. Los escribas del Nuevo Testamento siguen designando como hebrea la lengua aramea del pueblo.
  • Arameo: Lengua de la región siro ‑ arábiga, pasó a ser lengua internacional de la diplomacia y el comercio en el Siglo VII antes de Cristo.
  • Griego: Sustituyó al arameo como lengua oficial después de las conquistas de Alejandro Magno en el año 331 antes de Jesucristo. Pero el griego bíblico (el de la traducción de los LXX y el del Nuevo Testamento), no es el griego clásico. Es un griego simplificado (denominado: "koiné") que sirvió de lengua común y vehículo de intercambios comerciales y culturales en todo el Mediterráneo. Fue lengua hablada durante cerca de ocho siglos y favoreció de manera notable la expansión del cristianismo.
     
El griego bíblico tiene, además muchas expresiones hebreas y arameas que ponen de manifiesto la lengua nativa aramea de los escritos bíblicos o de las fuentes a las que acudieron.




5. Los elementos materiales para escribir 

Para realizar los escritos bíblicos se acudía a los papiros, de composición vegetal, elaborados en juncos de río, y pergaminos, pieles curtidas de ovejas, becerros, etc. La mayor parte de los manuscritos bíblicos hallados a orillas del Mar Muerto, en Qumram, y están escritos sobre pergaminos.





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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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