P. Manuel
Mosquero Martin S.J. †
Séptima Promesa del Sagrado Corazón de Jesús
"Las almas tibias se harán fervorosas"
“Yo he
venido, para que tengan vida y la tengan más abundante”. Palabras de Nuestro
Señor Jesucristo, según San Juan, que se pueden aplicar al Corazón de Jesús en
los tiempos de las apariciones y en los últimos tiempos.
La tibieza es
el gran enemigo de nuestra piedad. Para vencerla, Dios nos da el gran medio de
la devoción al Corazón de Jesús.
Estas
palabras expresas no las formuló Jesucristo, ni las hallamos en los escritos de
Santa Margarita. Pero sí hay varias expresiones, de las que se deducen con toda
seguridad. Hablando de las Comunidades Religiosas, dice el P. Croisset: “No
habrá otro medio mejor, para establecer el fervor primitivo y la más exacta
observancia en las menos arregladas”. T, si logra esta devoción enfervorizar a
los religiosos que, cuando caen en la tibieza se levantarán más difícilmente,
por lo mismo que se han acostumbrado a despreciar más gracias, con más razón
podrá enfervorizar a los seglares tibios.
Es verdad que
Santa Margarita no habla tan repetidas veces de esta promesa como de las otras.
La tibieza
¿qué es?
No es el
estado de sequedad. No son los pecados veniales cometidos por sorpresa o
fragilidad. Es un apego formal al pecado venial. Dice Santo Tomás que todo
pecado venial trae un debilitamiento de la caridad divina en el alma. Pues más,
el pecado venial reiterado deliberadamente, se compara a la tuberculosis. Roe
lentamente y lleva finalmente a la tumba.
Y hay tres
clases de almas tibias, a todas las cuales se les puede aplicar esa consoladora
promesa.
Aquellas
almas, en que la caridad está resfriada, son las del primer grupo. Son aquellas
almas, más o menos piadosas, que tienen alguna cuenta de evitar aun los pecados
veniales; pero, por no acabar de mortificar sus pasiones y malos hábitos, se
duermen en la pereza, sin adelantar en la vida espiritual, y van así
atrasándose poco a poco.
Las del
segundo grupo, son aquellas almas en las que la caridad está casi extinguida,
porque empedernidas en el pecado venial, advertido y deliberado, acostumbradas
a evitar el pecado mortal, sólo por temor, andan tan cerca de perder la gracia,
que apenas se distingue a veces, si la han perdido ya o no.
Y el tercer
grupo es el de aquellas almas pecadoras tibias en la fe, a causa de no tener
bien arraigados los principios de la Religión Católica, que a veces fluctúan y
casi están dispuestas a condescender con los enemigos de la Iglesia en algunas
proposiciones engañosas: la limitación de la natalidad, algunas leyes
eclesiásticas…
Grados de
tibieza
Están
indicados en aquellas palabras del Evangelio, que nos describe la muerte y la
corrupción de Lázaro:
- “Erat quídam languens” – “Un hombre que languidecía”. Eso es la tibieza, una anemia espiritual, que no nos alarma porque es imperceptible.
- “Infirmabatur” – “Es un enfermo”, pero no se cree tal.
- “Mortuus est” – “Está muerto”. En eso parará la tibieza, si no se le pone remedio.
- “Dormit – “Duerme”. Es el sueño precursor de la muerte.
- “Lapis superpositus” – “Se puso una piedra encima”. Da a entender la dificultad de resurrección para el que se ha muerto por tibieza.
- “Jam Foetet” – “Ya hiede”. Esto nos lo dice la Santa Escritura con palabras más gráficas. Terrible sentencia del Señor: “Ni eres frío o caliente. Mas, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca” (Ap 3, 15)
Conclusión
Y ahora sólo
falta considerar qué han de hacer las almas tibias, para hacerse acreedoras al
cumplimiento de la promesa en su vida defectuosa.
Practicar la
Devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y la mejor manera de ejercitar esta
devoción, como decía el venerado Pío XII, es el Apostolado de la Oración.
“Corazón de
Jesús, horno ardiente de caridad, ten misericordia de nosotros”. (De las
Letanías del Sagrado Corazón).
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