P. José Ramón Martínez Galdeano S.J.
Lecturas: Hch 9,1-22; S.116; 1Co 7,29-31;Mc 1,14-20
Estamos al comienzo de la vida pública de Jesús. Parece que, tras el compromiso familiar de la boda en Caná, Jesús ha ido a Jerusalén a celebrar la Pascua (la primera de su vida pública) y, regresado a Galilea, comienza un trabajo duro de predicación. En este momento nos encontramos. Parece que el lugar es Cafarnaúm, centro de comercio y pesca. Allí vive Pedro, en cuya casa se hospeda. De allí son también los dos hermanos Zebedeos, Juan y Santiago. Debe ser en los primeros días. Pedro, Andrés, Santiago, Juan no están entrenados a no hacer nada. Vuelven a la pesca, que era su trabajo normal. Parece ser bastante temprano.
Las lecturas de hoy ofrecen la oportunidad de exponer la forma en que Dios habla en distintas ocasiones. La primera lectura muestra a la gracia derribando a un fanático perseguidor. San Ignacio de Loyola aclara que “a los que van de pecado mortal en pecado mortal”, Dios les hace darse cuenta por medio de la razón de que su vida es un desastre y un fracaso porque se han alejado de Dios. A veces la razón viene también a lomo de fracasos reales en la vida. Los padres y madres, los hermanos, las esposas sepan que, en estos casos, Dios escuchó sus oraciones y que la gracia de la conversión viene aceptando ese fracaso. No es el momento de lamentar ni compadecer sino de seguir orando, acompañar, iluminar y apoyar hasta que el querido pecador llegue al “¿qué quieres que haga?” de Saulo a las puertas de Damasco.
Pero con los que, como Pedro, Andrés y los Zebedeos, ya decidieron y están acompañando a Cristo, éste procede de otra forma. Es propio –dice San Ignacio– del Espíritu de Cristo dar ánimo, paz y alegría para seguir practicando la virtud.
Estas son situaciones afectivas experimentales reales, no simplemente pensadas o imaginadas. Ni son meras conclusiones de actos espirituales y aun sobrenaturales (que por su parte están movidos por la gracia). Me explico: De la idea de que Dios es mi Padre y me ama, saco como conclusión lógica que tengo que alegrarme. Pero dicha conclusión lógica unas veces produce alegría real y otras no. La conclusión lógica es efecto del Espíritu, cierto. Pero también es del mismo Espíritu el sentimiento de alegría sensible que se produce en mí. Sin embargo este sentimiento unas veces se produce y otras no. Cuando se produce, es un plus de la gracia que nos ayuda mucho. Es lo que San Ignacio llama consolación. En términos teológicos es una gracia actual, que Dios da para que se haga más fácilmente el bien.
Las gracias actuales son muy variadas. Pongo algunos ejemplos: Leyendo la Biblia caigo en la cuenta de una frase, palabra, actitud, que me conmueve; tal vez la veo realizada en algún momento de mi vida; de una u otra manera me veo como invadido de un sentimiento de amor a Dios y deseo de hacer lo que me sugiere. Dios me está hablando. Entonces es hora de responder: “Gracias; habla, Señor, que tu siervo escucha”.
Puedo también activar mentalmente la palabra de Jesús de que en un pobre, en un prójimo, está Él y dentro de mí surge un movimiento interior para ayudarle. Así con tantas cosas y en tantas ocasiones. Son esos momentos de gracia, en los que Jesús pasa junto a nosotros y nos está invitando. Cualquier momento es bueno para Él. En nuestro caso parece que es de mañana. Entonces se pescaba por la noche. Relacionando este texto con el de Lucas, que los exegetas consideran se refiere al mismo hecho, Jesús había hablado tal vez la tarde anterior desde la barca de Pedro. La gente oía desde la orilla sin estorbar al Maestro. De noche, antes de amanecer, Jesús se retiraba a orar y para los pescadores era la hora de pescar. Pedro y Andrés están concluyendo su trabajo, esta vez sin éxito. Pasa Jesús, les mira y ellos miran, se saludan, se sonríen y otra vez les invita a que le sigan, esta vez aludiendo a lo que hacen: “les haré pescadores de hombres”. Y lo mismo hace con los hermanos Zebedeo.
Lo propio de la vida cristiana es vivirla cerca del Señor. En la casa, en el trabajo, en la calle, entre los pucheros anda Dios. Podemos hablar con Él. Podemos pedirle una ayuda, solicitar una luz, una buena suerte, evitar un peligro; podemos y debemos escuchar su voz en una necesidad de ayuda y servicio. “El justo vive de la fe” (Ro 1,17; Ga 3,11; Hb 10,38). Eso es vivir de la fe. Me atrevo a garantizarles que, si así lo hacen, verán con mucha más frecuencia que Dios les ha ayudado: un trabajo complicado y delicado que lo resuelven bien y en poco tiempo; un peligro que se diluye sin más; un dolor que desaparece no se sabe cómo; un texto de la Biblia que se me hace claro, etc. Todo viene de Dios. “Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a la muerte por mi” (Ga 2,20); “porque Dios nos ha destinado para la salvación para que, velando o durmiendo, vivamos juntos con Él” (1Tes 5,10).
Me atrevo a afirmar que ir por estos caminos es la señal de que vamos creciendo en la fe y en el amor a Jesucristo y no estamos detenidos. Como Jesús vamos avanzando en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2,52). Esto es también ser la levadura, que escondida y sin ruido transforma la masa. En la masa están tantos hermanos que creen en Cristo, pero necesitan luz, una gracia especial para ver que lo que ya han llegado a creer les impulsa a la verdad plena. Ofrezcamos nuestras oraciones, nuestros sacrificios, nuestras vidas para que lleguen a conocer plenamente dónde está el amor pleno, Jesús.
Voz de audio: Guillermo Eduardo Mendoza Hernández.
Legión de María - Parroquia San Pedro, Lima.
Agradecemos a Guillermo por su colaboración.
P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog
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