Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, OFM
Arzobispo de Trujillo
Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana
2º Parte de su Conferencia en la X Semana Social.
1. La visión del profeta Daniel (Dn 7,13-14) es el punto final de una larguísima tradición bíblica, que se inicia justamente con la narración de la creación del hombre. El hombre ha sido creado para ser el que domina la tierra (Gn 1,28). El hombre debe ser vértice de la creación, debe ser el Señor, dependiente naturalmente del Gran Señor.
2. Cristo con su muerte y resurrección ha sido constituido Señor de todas las cosas. Es en Él que se realiza todo el designio de Dios. Él es Omega, el punto culminante de la historia humana y de la Historia de la Salvación. Es La Palabra definitiva de Dios.
3. Pero, Dios a través del Hijo ha hecho también el mundo (Hb 1,2). Para poder ser el Omega, el punto culminante de la historia, Cristo tenía que ser el Alfa, el punto inicial de todo, el Hijo Eterno, pre-existente, la Palabra primordial, por medio de la cual Cristo ha creado el mundo. Ahora reconocemos que esa Palabra creadora es una persona divina, Cristo, hecho rostro humano, Hijo de Dios y hermano nuestro.
4. No nos olvidemos que la gloria personal de Jesucristo ha revelado plenamente su gloria pre-existente. Jn 3,13: “Ninguno jamás ha subido al cielo sino aquel que ha bajado del cielo”.
Ninguno puede enaltecerse a la altura de Dios sino quien ha estado desde el inicio a la misma altura.
5. Dios jamás ha dicho a un ángel “tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado”. Lo ha dicho a Cristo. ¿Cuándo? La liturgia lo aplica a Navidad, pero la Carta a los Hebreos y S. Pablo (AT 13,33) lo aplican a la resurrección de Cristo. En la resurrección de Cristo, Dios ha dicho a Cristo: “Tú eres mi Hijo”. En cuanto persona es claro que Cristo siempre ha sido Hijo de Dios (Heb 1,3), pero su naturaleza humana no tiene de inmediato la gloria filial, porque el Hijo de Dios tomó la condición de esclavo (Fil 2,7). Había tomado una condición humilde, no gloriosa. Después de la pasión en la Resurrección, Cristo ha obtenido la gloria filial también para su naturaleza humana. Este es el motivo de alegría y de orgullo espiritual. Jesús ha sido proclamado Hijo de Dios en su naturaleza humana y por eso es que podemos estar llenos de confianza y seguridad.
6. Aquí está la raíz de la proclamación: Jesucristo, rostro humano de Dios y Jesucristo, rostro divino del hombre. Aquí está la raíz de todos nuestros esfuerzos que debemos desplegar para trabajar por el ser humano, por su dignidad, sus derechos, especialmente de los más humildes y necesitados; por sus valores y virtudes, por su vida, su existencia, para que alcance la gracia y viva en ella.
A partir del conjunto de estas dos dimensiones, la humana y la divina, se entiende mejor el por qué del valor inviolable del hombre: él posee una vocación eterna y está llamado a compartir el amor trinitario del Dios vivo.
Este valor se aplica indistintamente a todos. Sólo por el hecho de existir, cada hombre tiene que ser plenamente respetado. Hay que excluir la introducción de criterios de discriminación de la dignidad humana basados en el desarrollo biológico, psíquico, cultural o en el estado de salud del individuo. En cada fase de la existencia del hombre, creado a imagen de Dios, se refleja, “el rostro de su Hijo unigénito… Este amor ilimitado y casi incomprensible de Dios al hombre revela hasta qué punto la persona humana es digna de ser amada por sí misma, independientemente de cualquier otra consideración: inteligencia, belleza, salud, juventud, integridad, etc. En definitiva, la vida humana siempre es un bien, puesto que “es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencia, resplandor de su gloria” (Evangelium vitae, 34).
7. Por eso el Papa Benedicto XVI, con mucha razón ha dicho en Aparecida: la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf.2 Co 8.9). (Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI, Aparecida, 13-05-07).
8. Jesucristo, es verdaderamente Dios con Dios y Jesucristo es hermano nuestro. El Salmo 8 dice: “¿Que cosa es el hombre para que tú te acuerdes de él?”.
La vocación del hombre es la de ser el vértice de la creación. Dios dice al hombre de llenar la tierra, de someterla, de dominarla. Todo debe ser sometido al hombre. Por eso la dignidad de la persona humana es el meollo de la Iglesia y deberá ser siempre nuestra preocupación. El libro de la Sabiduría precisa el modo cómo se debe realizar este dominio del hombre sobre la tierra. “Que gobierne el mundo con santidad y justicia y pronuncie juicios con ánimo recto”.
9. Jesús es el que está más unido a Dios porque es Dios, y es quien está más unido a nosotros porque es hombre. Cristo es un Hermano que no se olvida de nosotros en su gloria porque su gloria es justamente el fruto de su solidaridad con nosotros.
10. La gran pregunta es: ¿cómo hacer que resplandezca el rostro divino del hombre, en la historia humana, en el hoy, cuando su dignidad, sus derechos fundamentales se ven pisoteados y maltratados por una mentalidad muchas veces alejada de Dios y de la misma dignidad humana?
11. ¿Cuál es el papel de la Iglesia, cuando el mismo Santo Padre nos dice que la Iglesia es “abogada de la justicia y de los pobres?
El hombre, participando en el poder creador de Dios, está llamado a transformar la creación, ordenando sus muchos recursos a favor de la dignidad y el bienestar integral de todos y cada uno de los hombres, y a ser también el custodio de su valor e intrínseca belleza.
Pero la historia de la humanidad ha sido testigo de cómo el hombre ha abusado y sigue abusando del poder y la capacidad que Dios le ha confiado, generando distintas formas de injusta discriminación y opresión de los más débiles e indefensos. Los ataques diarios contra la vida humana; la existencia de grandes zonas de pobreza en las que los hombres mueren de hambre y enfermedades, excluidos de recursos de orden teórico y práctico que otros Países tienen a disposición con sobreabundancia; un desarrollo tecnológico e industrial que está poniendo en riesgo de colapso el ecosistema; la utilización de la investigación científica en el campo de la física, la química y la biología con fines bélicos; las numerosas guerras que todavía hoy dividen pueblos y culturas. Éstos son, por desgracia, sólo algunos signos elocuentes de cómo el hombre puede hacer un mal uso de su capacidad y convertirse en el peor enemigo de sí mismo, perdiendo la conciencia de su alta y específica vocación a ser un colaborador en la obra creadora de Dios.
12. El Nuevo Testamento dice que Cristo tiene autoridad, pero también es misericordioso y lleno de compasión y deseoso de ayudarnos… En nuestro ministerio debemos necesariamente unir no sólo autoridad sino misericordia, no sólo autoridad sino comprensión, porque así es el sacerdocio de Cristo.
13. La carta a los Hebreos presenta la misericordia de Cristo, como un sentimiento profundamente lleno de humanidad: la compasión hacia sus semejantes adquirida con la participación de su propio destino. No se trata pues de un sentimiento superficial de quien se conmueve fácilmente, se trata de una capacidad adquirida a través de la experiencia personal del sufrimiento.
14. El autor nos hace comprender que para poder compadecerse verdaderamente, es necesario haber padecido personalmente. Es necesario haber pasado por las mismas pruebas, los mismos sufrimientos de aquellos que se quiere ayudar.
15. Cristo sabe compadecerse porque ha estado probado en todo como nosotros menos en el pecado. Desde su nacimiento ha conocido la pobreza, la exclusión, después ha conocido el hambre, la sed, el cansancio, la contradicción, la hostilidad, la traición, la condena injusta, la soledad, el abandono, la cruz. Ha adquirido así una capacidad extraordinaria de comprensión, de compasión.
16. La misericordia de Dios se ha manifestado en el A.T. de muchos modos, pero le faltaba una dimensión: la de ser expresada con un corazón humano y adquirida a través de la experiencia dolorosa de la existencia humana.
17. Cristo ha dado a la misericordia de Dios esta nueva dimensión que conmueve tanto y es tan reconfortante para nosotros, pues nos llena de profunda esperanza.
18. Es importante en nuestro ministerio pastoral, en nuestro servicio eclesial comprender esto. Una simple formulación como: Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre, puede parecer retórico, pero que no lo es: el contenido es profundamente divino y humano y útil para nuestro ministerio pastoral y evangelizador.
Sólo algunos ejemplos:
a) Mc 1,40: su corazón se conmovió frene al leproso y lo curó.
b) Mt 20,34: Jesús se conmueve frente a los 02 ciegos que le gritaban; los curó.
c) Lc 7,13: El Señor se conmovió frente a la viuda de Naim, y le devolvió la vida al hijo único.
d) Mt 9,36: viendo la multitud se conmovió porque eran como ovejas sin pastor,
Jesús tiene diferentes reacciones:
a) Mc 6,34: se puso a enseñar
b) Mt 14,14: curó sus enfermos
c) Mt 15,32: Jesús mismo dice “Mi corazón se conmueve por esta multitud” y multiplica los panes.
d) Lc 10,33: El buen samaritano se conmueve.
e) Lc 15,20: El Padre que ve a su hijo arrepentido se conmueve.
19. Finalmente, pidamos la gracia de poder sentir y palpar las necesidades de nuestros hermanos que son muchas, para poder en nuestra vida hacer resplandecer el rostro divino en el hombre ya que Jesucristo nos ha mostrado el rostro humano de Dios. Dios se metió en el pellejo de los hombres, se hizo semejante en todo menos en el pecado, sólo metiéndonos en el pellejo de los hombres, podemos ayudarlos verdadera y evangélicamente.
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Agradecemos a Roberto Tarazona por compartir con nosotros estas Conferencias de la X Semana Social.
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