VÍA PACIS - CONTEMPLACIONES DE ADVIENTO Y NAVIDAD - 1ERA CONTEMPLACIÓN


 

CON MARÍA Y JOSÉ EN CAMINO HACIA BELÉN

INTRODUCCIÓN

Vamos a iniciar el tiempo litúrgico de adviento y seguirá el de navidad y tenemos necesidad de elevar nuestro corazón y nuestra alma hacia lo más alto, pero desde lo más bajo, desde los últimos y descartados y desde lo más alto mirar a los más bajos, a los pobres y humildes. Se trata de gustar y sentir una experiencia espiritual, encarnada, histórica, en la situación actual que vivimos, en nuestro aquí y ahora, si queremos sentirnos hijos de Dios y hermanos de Jesús el Señor. Es importante pues dedicar tiempo a orar más, contemplar más, profundizar más, el mensaje de la salvación. Es importante que cada uno de nosotros nos dejemos totalmente envolver y abrazar por el Señor. Tenemos necesidad, hoy más que nunca, que estamos inmersos en muchas preocupaciones personales y sociales que nos agitan y desorientan, de sentarnos a los pies de Jesús, contemplarlo y así desear y querer seguirlo cada día más de cerca. “Felices ustedes que escuchan la Palaba y la ponen en práctica” (Lucas 11, 28). 

Lamentablemente estamos viviendo en medio de guerras y asesinatos, somos testigos de hechos que nos causan dolor, tristeza e indignación, e igualmente en medio de una grave crisis social, política y económica, por eso los invito a que vivamos y celebremos este tiempo con austeridad, sobriedad y solidaridad con los que más sufren, con los que lloran y con los que viven situaciones de mayor pobreza y carencia. No se trata de comprar, gastar y malgastar en decoraciones costosas, en gastos superfluos e innecesarios, sino en vivir nuestra fe cristiana de manera más auténtica y coherente, orando por una paz justa y duradera y siendo constructores de un país justo, fraterno y reconciliado. Así celebraremos más auténticamente esta próxima navidad. Y no hay navidad sin Jesús.

Los misterios principales de nuestra fe cristiana son la Encarnación del Dios que nace hombre en un corral de animales, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús. La liturgia de la Iglesia subraya estos misterios principales con tiempos litúrgicos propios. Para el misterio de la Encarnación y el nacimiento es el tiempo de adviento y navidad; para el misterio de la Pasión y Muerte de Jesucristo es el tiempo de cuaresma y la semana santa y para el misterio de la Resurrección es el sábado santo, la vigilia pascual y todo el tiempo de Pascua hasta la solemnidad de Pentecostés.

Para el tiempo de cuaresma, solemos realizar para vivirlo más en profundidad, el “Vía Crucis”. Su origen proviene de los primeros años del cristianismo, cuando los cristianos veneraban aquellos lugares que se relacionaban con la vida y muerte de Jesucristo en Jerusalén. Viacrucis deriva del latín via crucis y significa “camino de la cruz”. Está compuesto por catorce estaciones que representan el sufrimiento de Jesús, desde su condena hasta su sepultura. No obstante, en el año 1991 el Papa Juan Pablo II incorporó una última estación, la número quince, a fin de agregar el momento de la resurrección de Jesucristo. Para el tiempo de Pascua es el “Via Lucis” que nos ayuda a vivir en profundidad la Resurrección de Jesucristo, recorriendo un camino contemplando las apariciones de Jesucristo Resucitado hasta su Ascensión al cielo que nos ayuda a fortalecer y vivir mejor nuestra fe en la Resurrección de Cristo y en nuestra resurrección y promover una cultura de la vida, abierta a la esperanza y a la  certeza de nuestra fe.

Para el tiempo de adviento y navidad nos ayudará a vivirlo mejor esta práctica cristiana del “Via Pacis”. Hoy mas que nunca oramos cada día por la paz en todo el mundo, especialmente en países que están sufriendo la guerra. “La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia (Isaías 32, 7)…. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar… La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre…Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra (Isaías 2,4).” (n.78). (Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 78).

La paz que tanto buscamos, anhelamos y que nos cuesta tanto promoverla y construirla, nos parece cada día más alejada y solo un buen sueño inalcanzable. La paz no es algo que se improvisa, es sobre todo un bien que debemos aprender a vivir cada día y que estamos llamados a vivirla edificándola, y que la realizamos y ejercitamos en el arte de ser artesanos de paz. Toda guerra es un fracaso de toda la humanidad, tenemos que gritar en voz alta contra la muerte y el daño a las personas civiles inocentes, sean del bando que sean, del país que sean, tengan la religión o raza que sea. Son tiempos difíciles, asistimos a guerras complejas, en las que no se perciben salidas y los llamamientos de alto el fuego, corredores humanitarios, diálogo entre las partes, fracasan por el momento una y otra vez. El ruido que se multiplica es el de los ataques en sus múltiples formas.

Nuestro Papa Francisco, una vez más, nos acaba de decir: “Mi pensamiento se dirige cada día a la gravísima situación en Israel y Palestina. Estoy cerca de todos los que sufren, palestinos e israelíes. Los abrazo en este momento oscuro. Y rezo mucho por ellos. Que cesen las armas, que nunca traerán la paz, y que no se amplíe el conflicto. Basta. Basta, hermanos, ¡basta! En Gaza, que se socorra inmediatamente a los heridos, que se proteja a los civiles, que llegue mucha más ayuda humanitaria a esa población exhausta. Liberad a los rehenes, entre los que hay muchos ancianos y niños. Todo ser humano, ya sea cristiano, judío, musulmán, de cualquier pueblo o religión, todo ser humano es sagrado, es precioso a los ojos de Dios y tiene derecho a vivir en paz. No perdamos la esperanza: recemos y trabajemos incansablemente para que el sentido de humanidad prevalezca sobre la dureza de los corazones”. (Cf. Ángelus, domingo 12 noviembre 2023).

Ya basta de guerras. Estamos llamados a condenar toda guerra, a defender por encima de todo a la población civil y muy especialmente a la niños, enfermos y personas mayores. Apostamos siempre por el diálogo, porque creemos que las negociaciones siempre son posibles y que el camino para la resolución de los peores y más complejos conflictos, nunca serán el daño y la destrucción, mucho menos la muerte de inocentes. La violencia, y muy especialmente las guerras, violan y aniquilan los Derechos Humanos. Pero es imprescindible mantener nuestra posición ética y moral, siempre a favor de la vida de las personas y los pueblos, que nos neguemos y rechacemos sentimientos de venganza, a la desesperanza o a la apatía e indiferencia. Algo debe quedar claro en medio de  estas barbaries: la humanidad merece nuestra fe, la bondad también es inherente al ser humano.

La paz nace en la familia y ésta es la razón fundamental de la Via Pacis dedicada a la familia cristiana y extensivamente a todas las familias, creyentes y no creyentes, a todas las personas de buena voluntad. Los esposos viven la paz como esposos y la transmiten a sus hijos con su ejemplo y formando a sus hijos como constructores de paz. Decimos que la familia es la célula principal de la sociedad, entonces ojalá la paz en la familia será por ello paz en la sociedad nacional e internacional. 

Siempre vemos y contemplamos a la Sagrada Familia de Nazaret viviendo en paz. Y sabiendo que han experimentado situaciones precarias, obligados a migrar y sobrevivir y que solo han sentido la compañía cercana de un grupo de pastores campesinos que cuidaban a la intemperie sus pocos animalitos, soportando el frío de la noche, para que nadie se los robe. En el corral de animales o cueva de Belén encontraron refugio y la manera de protegerse. Allí nace Jesús, el Príncipe de la Paz. Y esta paz es la que estamos llamados a promover y construir, en contacto con Jesús, de generación en generación, hasta cada uno de nosotros. Tengamos presente que desde el Papa Pablo VI, en 1968, celebramos el día primero de enero de cada año la Jornada Mundial de la Paz.

La Vía Pacis reúne el tiempo de adviento y navidad. Al inicio dentro de una atmósfera de adviento y al final en un clima de navidad. Las primeras seis meditaciones nos ayudan a saber esperar el nacimiento de Jesús, la séptima y octava están dedicadas al nacimiento de Jesús, y las seis meditaciones restantes nos ofrecen el don y el regalo que este nacimiento de Jesús provoca en nosotros y nos invita a corresponder.

La Via Pacis, pues, es un medio para meditar y orar. Meditamos con la Palabra de la Sagrada Escritura, y con otros textos a modo de lectura espiritual y con las enseñanzas del magisterio de la Iglesia en especial del Papa Francisco. Oramos pensando en todas las necesidades y situaciones del mundo, las guerras actuales en muchos países, la situación actual en nuestro Perú, la grave crisis democrática en que estamos inmersos, la corrupción, la falta de trabajo, el abandono de los más vulnerables, la falta de amor, de cariño, de comprensión y ayuda mutua en nuestra vida familiar, etc. 

Que la Via Pacis nos ayude a vivir el tiempo de adviento, tiempo de espera y esperanza del nacimiento de Jesús, como un verdadero regalo para nuestra familia, para cada uno de nosotros, para todos los hombres y mujeres en todo el mundo, y promovamos la armonía, la concordia, la justicia, la solidaridad, el afecto, el amor, la alegría en servir a los hermanos, la búsqueda del vivir juntos como hermanos, en definitiva, que vivamos el don de la Paz, como don de Dios que requiere que nosotros lo edifiquemos sobre sólidos cimientos.

Roma, 26 noviembre del 2023, en la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo

Benjamín Crespo López de Castilla, S.J.




LECTURA ESPIRITUAL: 

PAPA FRANCISCO: FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET. 

Ángelus, Plaza de San Pedro, Domingo, 26 de diciembre de 2021

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la Sagrada Familia de Nazaret. Dios eligió a una familia humilde y sencilla para venir entre nosotros. Contemplemos la belleza de este misterio, destacando también dos aspectos concretos para nuestras familias.

El primero: la familia es la historia de la que provenimos. Cada uno de nosotros tiene su propia historia, nadie nació mágicamente, con una varita mágica, cada uno de nosotros tiene una historia y la familia es la historia de la que venimos. El Evangelio de la liturgia de hoy nos recuerda que Jesús es también hijo de una historia familiar. Lo vemos viajar a Jerusalén con María y José para la Pascua; luego hace preocupar a su madre y a su padre, que no lo encuentran; una vez encontrado, vuelve a casa con ellos (cf. Lc 2,41-52). Es hermoso ver a Jesús insertado en la red de afectos familiares, naciendo y creciendo en el abrazo y la preocupación de los suyos. Esto es importante también para nosotros: venimos de una historia entretejida de lazos de amor y la persona que somos hoy nace, no tanto de los bienes materiales que hemos gozado, sino del amor que hemos recibido, del amor en el seno de la familia. Puede que no hayamos nacido en una familia excepcional y sin problemas, pero es nuestra historia ―cada uno debe pensar: es mi historia―, son nuestras raíces: ¡si las cortamos, la vida se seca! Dios no nos creó para ser caballeros solitarios, sino para caminar juntos. Démosle las gracias y recemos por nuestras familias. Dios piensa en nosotros y quiere que estemos juntos: agradecidos, unidos, capaces de proteger nuestras raíces. Y tenemos que pensar en esto, en la propia historia.

El segundo aspecto: aprendemos a ser una familia cada día. En el Evangelio vemos que incluso en la Sagrada Familia no todo va bien: hay problemas inesperados, angustia, sufrimiento. No existe la Sagrada Familia de las estampitas. María y José pierden a Jesús y lo buscan angustiados, luego lo encuentran después de tres días. Y cuando, sentado entre los maestros del Templo, responde que debe atender los asuntos de su Padre, no lo entienden. Necesitan tiempo para aprender a conocer a su hijo. Así es también para nosotros: cada día, en la familia, hay que aprender a escucharnos y comprendernos, a caminar juntos, a afrontar los conflictos y las dificultades. Es el reto diario, y se gana con la actitud adecuada, con pequeñas atenciones, con gestos sencillos, cuidando los detalles de nuestras relaciones. Y también esto, nos ayuda mucho hablar en familia, hablar en la mesa, el diálogo entre padres e hijos, el diálogo entre hermanos, nos ayuda a vivir esta raíz familiar que viene de los abuelos, el diálogo con los abuelos.

¿Y cómo se hace esto? Fijémonos en María, que en el Evangelio de hoy dice a Jesús: «Tu padre y yo te estábamos buscando» (v. 48). Tu padre y yo; no dice yo y tu padre: ¡antes del “yo” está el “tú”! Aprendamos esto: antes del yo está el tú. En mi idioma hay un adjetivo para las personas que dicen primero “yo” y luego “tú”: “yo, me, conmigo, para mí y en mi beneficio”. Gente que es así, primero yo y luego tú. No, en la Sagrada Familia, primero el tú y luego el yo. Para preservar la armonía en la familia, hay que luchar contra la dictadura del “yo”.  Cuando el “yo” se infla. Es peligroso cuando, en lugar de escucharnos, nos reprochamos nuestros errores; cuando, en lugar de preocuparnos por los demás, nos centramos en nuestras propias necesidades; cuando, en lugar de hablar, nos aislamos con nuestros teléfonos móviles; es triste ver a una familia en la comida, cada uno con su teléfono móvil sin hablar con los demás; cada uno habla con su teléfono; cuando nos acusamos unos a otros, repitiendo siempre las mismas frases, escenificando una comedia ya vista en la que cada uno quiere tener razón y al final hay un frío silencio. Ese silencio cortante y frío después de una discusión familiar. ¡Eso es feo, feísimo! Repito un consejo: por la noche, después de todo, hagan las paces. Siempre. No vayan a dormir sin hacer las paces. Nunca vayan a dormir sin haber hecho las paces, porque si no, al día siguiente habrá una “guerra fría·. Y esta es peligrosa porque comenzará una historia de reproches, una historia de resentimientos. ¡Cuántas veces, por desgracia, nacen conflictos dentro de las paredes del hogar como resultado de silencios demasiado largos y egoísmos no curados! A veces incluso se llega a la violencia física y moral. Esto rompe la armonía y mata a la familia. Pasemos del “yo” al “tú”. Lo que debe importar más en la familia es el “tú”. Y cada día, por favor, recen un poco juntos, si pueden hacer el esfuerzo, para pedir a Dios el don de la paz en familia. ¡Y comprometámonos todos ―padres, hijos, Iglesia, sociedad civil― a apoyar, defender y proteger la familia que es nuestro tesoro!

Que la Virgen María, esposa de José y madre de Jesús, proteja a nuestras familias.



ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA

Jesús, María y José
en ustedes contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a ustedes, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José,
escuchen, acojan nuestra súplica.

Amén.





CELEBRACIÓN INICIAL

MARÍA RESPONDIÓ: YO SOY LA ESCLAVA DEL SEÑOR 







Canto de Adviento: La Virgen sueña caminos:

 

Todos: Antífona: “Que los cielos manden de lo alto, como lluvia, y que de las nubes descienda a nosotros el justo; que se abra la tierra y produzca su fruto, que es la salvación, y al mismo tiempo florezca la justicia, porque soy yo, Yavé, quien lo envió” Cf. Isaías 45, 8).

Lector: Oración: Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Lector: Escuchemos con atención el texto del evangelio del anuncio del ángel a María. Sólo al SI de María, la Virgen de Nazaret, el Verbo de Dios se ha hecho carne y ha venido a habitar en medio de nosotros.

 

LECTURA BÍBLICA: Lector: del evangelio según San Lucas 1, 26 - 38

Cuando Isabel ya tenía seis meses de embarazo, Dios mandó al ángel Gabriel a Nazaret, un pueblo de la región de Galilea. El ángel llevaba un mensaje para una joven llamada María. Ella estaba comprometida para casarse con José, quien era descendiente del rey David. El ángel entró a donde estaba María, la saludó y le dijo: —¡Dios te ha bendecido de manera especial! El Señor está contigo. María se sorprendió mucho al oír un saludo tan extraño, y se preguntaba qué significaba eso. Entonces el ángel le dijo: —No tengas miedo, María, porque Dios te ha dado un gran privilegio. Vas a quedar embarazada; y tendrás un hijo, a quien le pondrás por nombre Jesús. Este niño llegará a ser muy importante, y lo llamarán “Hijo del Dios altísimo”. Dios lo hará rey, como hizo con su antepasado David; gobernará a la nación de Israel para siempre, y su reinado no terminará nunca. María le preguntó al ángel: —¿Cómo pasará esto, si aún no me he casado?  El ángel le contestó: —El Espíritu Santo se acercará a ti; el Dios altísimo te cubrirá con su poder. Por eso el niño vivirá completamente dedicado a Dios, y será llamado “Hijo de Dios”. Tu prima Isabel, aunque ya es muy vieja, también va a tener un hijo. La gente pensaba que ella nunca podría tener hijos, pero hace ya seis meses que está embarazada.  Eso demuestra que para Dios todo es posible. María respondió: —Yo soy la esclava del Señor. Que suceda todo tal como me lo has dicho. Y el ángel se fue. Palabra de Dios.

 

HIMNO: QUÉ HERMOSOS SON LOS PIES

 

¡Qué hermosos son los pies

del que anuncia la paz a sus hermanos!

¡Y qué hermosas las manos

maduras en el surco y en la mies!

 

Grita lleno de gozo,

pregonero, que traes noticias buenas:

se rompen las cadenas,

y el sol de Cristo brilla esplendoroso.

 

Grita sin miedo, grita,

y denuncia a mi pueblo sus pecados;

vivimos engañados,

pues la belleza humana se marchita.

 

Toda yerba es fugaz,

la flor del campo pierde sus colores;

levanta sin temores,

pregonero, tu voz dulce y tenaz.

 

Si dejas los pedazos

de tu alma enamorada en el sendero,

¡qué dulces, mensajero,

qué hermosos, que divinos son tus pasos! Amén.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES:  Expresar nuestras peticiones

 

ORACIÓN FINAL

Señor, ayúdanos a prestar atención a todos nuestros hermanos, a todo lo que acontece cada día, a nuestra vida personal y familiar, a emplear el tiempo con sabiduría, a dedicarlo con entrega y generosidad en el servicio cotidiano. Enséñanos el arte de sabernos escuchar unos a otros, a ser acogedores de todos sin juzgar a ninguno, a comprender nuestros sentimientos y todo aquello que conservamos en nuestro corazón. Que siempre podamos aprender a valorizar la experiencia de dejarnos transformar por el diálogo respetuoso, a compartir con sinceridad nuestro corazón, a acoger con apertura, respeto y tolerancia a todos en su radical unicidad. Danos tu gracia para caminar siempre juntos al servicio de todo el santo pueblo fiel de Dios, viviendo cada día nuestra vocación y misión. Que así sea.

 

 



PRIMERA CONTEMPLACIÓN

EL EMPERADOR CÉSAR AUGUSTO ORDENA EMPADRONARSE

(Lucas 2, 1-3)




Mira, concebirás y darás a luz un hijo,

a quien llamarás Jesús. (Lucas, 1, 31)


Canto de Adviento: 


Lector: En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.

Todos: Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros.

Lector: Del Evangelio según san Lucas (2, 1-3)

En aquellos días salió un decreto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.


LECTURA BÍBLICA: Lector: del Profeta Isaías, 2, 1-5:

“Lo que vió Isaías, hijo de Amós, tocanta a Judá y Jerusalén. Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahvéh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones y acudirán pueblos numerosos. Dirán: Vengan, subamos al monte de Yahvéh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos. Pues de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra de Yahvéh. Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Harán arados de sus espadas y sacarán herramientas para cortar las hierbas. Una nación no levantará la espada contra otra y no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, en marcha, caminemos a la luz de Yahvéh”.

Todos: Te alabamos, Señor.


ORACIÓN DE LOS FIELES:  Peticiones personales


HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación. Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar: santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa, por los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza: Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación. Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen. Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre. Tú vendrás algún día, como juez universal. Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste. Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad. Sé su pastor, y guíalos por siempre. Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día. Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. A ti, Señor me acojo, no quede yo nunca defraudado.


ORACIÓN FINAL

Lector: Oremos: Señor, despierta en tus fieles el deseo de prepararse a la venida de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Bendigamos al Señor.

Todos: Demos gracias a Dios. 



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