Semana Santa durante la pandemia



P. Adolfo Franco, jesuita.


Una Semana Santa especial sin ceremonias ciertamente; pero que no la debemos pasar de largo. Hay que celebrarla de forma diferente, yendo a lo más fundamental.


El JUEVES SANTO

No tendremos la ceremonia de la Eucaristía, ni los monumentos con el Santísimo expuesto para la adoración.

Jesús el Jueves Santo en la Última Cena fijó su atención en dos acciones, no en una: el lavatorio de los pies de sus apóstoles y la institución de la Eucaristía (y del sacerdocio); al finalizar la institución de la Eucaristía dijo que repitiéramos lo que Él estaba haciendo
“Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía” (Lucas 22, 19)
Y del mismo modo al finalizar el lavatorio de los pies les dijo a los apóstoles:
“Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”(Jn 13, 14-15)
Este año no hay eucaristía por eso nos tocará centrarnos en el lavatorio de los pies. Esa puede ser nuestra celebración de Jueves Santo.

¿A quién puedo lavarles los pies? O sea ¿a quién puedo hacerle un servicio? Hay muchos servicios que están a nuestro alcance en estos días de reclusión.


EL VIERNES SANTO

Nos centramos en la narración de la Pasión del Señor y en la adoración de la cruz. A veces nos centramos excesivamente en los sufrimientos que padeció el Señor que ciertamente fueron muchos tanto exteriores como interiores, en el cuerpo y en la honra. Pero hay que ir mas allá.

De nuevo volviendo al Evangelio podemos acercarnos a captar el sentido de esos sufrimientos y nos podrán ayudar a darle sentido a otros sufrimientos.

San Juan en su evangelio introduce así la Pasión:
“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin”.(Jn 13, 1)
El sufrimiento adquiere un sentido cuando es manifestación del amor.

Ahora nuestro Viernes Santos nos ocurre viviendo con circunstancias molestas, con un encierro que puede sabernos a cárcel, con inmovilidad, con precauciones extremas de higiene, y algunos en situaciones más dolorosas, sin posibilidad de ganarse el pan de cada día. No hay para qué alargar las calamidades que sufrimos unos y otros. Esa es ahora nuestra pequeña cruz.

Pero este sufrimiento nuestro como el de Cristo, adquiere un sentido si lo vivimos con aceptación y encontrando el bien que hacemos a los demás acatando estas medidas de precaución como una forma concreta de amor al prójimo.

Vivamos nuestro pequeño viernes santo con amor por el bien de los demás.


EL SÁBADO SANTO

¿Cómo cantar el Aleluya? Hay que tener esperanza de que todo esto pasará y que después sonreiremos con alivio, abrazaremos con más cordialidad y habremos descubierto cuántas cosas no son necesarias para vivir plenamente como personas. Despertaremos (casi como resucitados) a un mundo diferente, seguramente con dificultades, pero donde habrá disminuido seguramente la frivolidad.

Siempre hay que tener valentía para seguir teniendo ilusiones, para saber que la vida es más importante que sus tropiezos.

Tendremos en cuenta que después del “coronavirus de esta vida”, pasaremos a la vida en plenitud.
 Sigamos cantado a pesar de todo.



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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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