Los Retos de la Familia - 6° Parte: El Pontificado del Papa Benedicto XVI y la verdad del amor humano




LOS RETOS DE LA FAMILIA EN EL CONTEXTO ACTUAL

Mons. Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares Vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia (Sección Española)

Continuación

5. El Pontificado del Papa Benedicto XVI

Desde el principio, siendo Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger, se ocupó de todas las cuestiones que se debatían en torno a la vida humana, el matrimonio, la familia, la educación sexual, etc. Los grandes argumentos que sustentaban los documentos de la Congregación de la Doctrina de la Fe arrancaban sus principios de la visión del hombre desde la Creación y la Redención. En su pontificado lo que ha puesto en evidencia es que el olvido de Dios y su designio creador-redentor, ha conducido al relativismo moral. Esta es la crisis fundamental: la crisis de la verdad, la crisis de la razón. Esta crisis es tan profunda que suscitó la respuesta urgente del Papa Juan Pablo II, quien tuvo que afrontar de manera inaudita el desmoronamiento de los fundamentos de la moral con la encíclica Veritatis splendor y la crisis de la razón con la encíclica Fides et ratio.


6. La verdad del amor humano

En continuidad con esta perspectiva el Papa Benedicto XVI ha considerado necesario volver la mirada sobre la vida teologal y a Dios, revelado en Cristo, como fundamento de la realidad y de la vida humana. A este criterio responden sus tres encíclicas: Deus caritas est; Spe salvi; Caritas in veritate y, colaborando con el Papa Francisco, la encíclica Lumen fidei. Desde el inicio de su pontificado el Papa Benedicto XVI ha ido alumbrando la “vía del amor” como lógica de Dios y, por tanto, como la lógica humana. Por eso, guiada por esta luz y con el deseo de responder a las nuevas cuestiones que iban apareciendo en la sociedad española, la Conferencia Episcopal se propuso afrontar el tema de la “verdad del amor humano”. Alumbrando de nuevo esta cuestión se entraba en la raíz de tantas oscuridades que han sido promovidas desde el relativismo moral y las ideologías emanadas desde el individualismo liberal o desde las propuestas de género que hunden sus raíces en los escombros del marxismo y el constructivismo.

El documento “La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar”, vio su luz en abril de 2012. Han pasado nueve años desde la publicación del Directorio de Pastoral Familiar y las ideologías en poco tiempo han ido destruyendo el tejido familiar y debilitando las convicciones referidas a la grandeza de la vocación al amor y el gran bien social de la familia. Con este documento los pastores de la Iglesia han ofrecido a todos los fieles cristianos una síntesis doctrinal que se extiende desde el Concilio Vaticano II hasta las postrimerías del Pontificado de Benedicto XVI. Sin vacilación ninguna, podemos afirmar que nunca la Iglesia Católica había podido ofrecer un bagaje tan rico sobre la sexualidad humana, el amor humano, el matrimonio y la familia. Este es el legado fundamental del Papa Juan Pablo II y su teología del cuerpo. El amor humano es sexuado, expresa la identidad de la persona y la lleva en la unidad cuerpo-espíritu al don de sí. La fuente del amor humano está en Dios, quien nos ha creado a su imagen y semejanza. El icono del verdadero hombre y el icono del amor verdadero es el Crucificado. La lógica del amor en el lenguaje del cuerpo es el don de sí. La diferencia sexual responde a la lógica divina, comunión trinitaria, y es una llamada al amor conyugal que promueve la vida. Sólo desde la diferencia sexual se puede llegar a la complementariedad humana y a la comunión amorosa que se prolonga en los hijos que son bendición de Dios.

Cristo Redentor sana las heridas del pecado que curvan al hombre sobre sí mismo e impiden la posibilidad de un amor plenamente humano, total, fiel, exclusivo y fecundo como había enseñado Pablo VI.

La redención del amor humano, tanto en la virginidad por el Reino de los Cielos como en el sacramento del matrimonio, es un tema central en la nueva evangelización y que viene a disipar las sombras de la ideología de género como intento de retorcer la naturaleza de la persona. La vocación al amor es un punto neurálgico de la antropología cristiana que ha querido ser propuesto de nuevo por nuestros pastores.

Benedicto XVI es el primer Pontífice que ofrece, aunque no de una manera sistemática, una reflexión sobre la ideología de género resaltando su perversidad. Lo hizo al final de su pontificado con ocasión del discurso a la Curia romana en la felicitación de Navidad (2012): «Según esta filosofía [la ideología de género], el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre.»


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