LOS RETOS DE LA FAMILIA EN EL CONTEXTO ACTUAL
Mons. Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares Vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia (Sección Española)
Continuación
4. El avance de la revolución sexual, la ideología de género y sus evoluciones
Mientras se estaba redactando la exhortación Familiaris consortio, la revolución sexual continuaba avanzando con las alianzas del feminismo radical, el “lobby de género” y la promoción de las filosofías constructivistas de Michel Foucault y Jacques Derrida (Deconstrucción y pragmatismo. Buenos Aires 1998). Es lo que conocemos como ideología de género que encontró a su gran impulsora en la filósofa post-estructuralista Judith Butler, la cual en su libro El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad (1990) sostiene que todas las “categorías ficticias” de la identidad sexual solo son construcciones a través del lenguaje. Lo que corresponde al verdadero feminismo es derrumbar los cimientos del orden humano mediante la multiplicación de las identidades de género. Esta es la ideología de género que ha ido derivando hacia el movimiento “queer”, la teoría “cyborg” y las propuestas transhumanistas y posthumanistas (2). Algunos autores hablan de la “tecno redención” de los cuerpos: «En sus diferentes variantes la propuesta del transhumanismo supone la posibilidad de mejorar tecnológicamente a los seres humanos como individuos y como sociedad por medio de su manipulación como especie biológica; abrazando el sueño de abandonar y superar la precariedad de la existencia orgánica.» (3)
Por su parte, Georges Bataille es el teórico del “erotismo narcisista”. A través de Bataille la ideología de género considera que el placer es, en realidad, equivalente a la transgresión. Para el feminismo radical y los teóricos del género, Bataille representa la inserción “del olvidado tema del placer en la lógica de la lucha de clases”.
Todo este fenómeno tiene como objetivo común la ruptura con la civilización cristiana y la deconstrucción de la antropología adecuada que tiene estos tres puntos de apoyo: a) la unidad de la persona cuerpo-espíritu; b) la diferencia sexual varón-mujer; c) y la redención del corazón (redención del cuerpo) que posibilita, tras la herida del pecado, la comunión y subordinación entre los dinamismos espirituales (inteligencia-voluntad) los psíquicos (sentimientos y afectividad) y los físicos-biológicos (instintos, impulso erótico).
La “liberación de la mujer” que pretende acabar con la esclavitud de la maternidad, su autonomía frente al varón y su afán de “empoderamiento” han conducido al feminismo radical a negar la diferencia varón-mujer, aliándose con la ideología de género que afirma que la diferencia sexual no es más que producto de la cultura que asigna roles diferentes. Si la identidad sexual no es más que un producto cultural, lo que hay que hacer es deconstruir la cultura que la propicia, deconstruir el lenguaje, la enseñanza, deconstruir el concepto de persona y promover, desde la tolerancia, leyes que favorezcan la libertad en la orientación sexual y fomenten la diversidad.
Este es el punto de encuentro entre el feminismo radical y el “lobby de género” que, desde la caída del muro de Berlín, ha encontrado el apoyo de las fuerzas sociales llamadas “progresistas”, (partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación) que han contribuido a su rápido avance y a su divulgación. Su expansión rápida en España ha llegado a inspirar la promoción de varias leyes que afectan al respeto de la vida humana, al matrimonio y a la familia. Estas leyes, a su vez, se han redactado para informar el sistema de la enseñanza y de la sanidad de tal manera que han conseguido crear una red tupida en la que colaboran ONG de rango internacional promovidas por la ONU y el Parlamento Europeo y otras de carácter local. Las campañas de promoción de la ideología de género han sido constantes; se han introducido varias cátedras de género en las universidades y han conseguido desarmar el entramado jurídico que sostenía el bien y la dignidad de la vida humana, del matrimonio y de la familia.
Todo este sistema ideológico ha utilizado la técnica de manipulación del lenguaje, raptando la realidad con términos creados para ello. De este modo se han introducido, entre otros, los siguientes términos: “interrupción del embarazo” o “salud reproductiva” para no hablar del crimen del aborto; “orientación sexual”, para reconducir la identidad sexual al arbitrio de la voluntad; “género” para ocultar el soporte antropológico de la diferencia varón-mujer. La manipulación ha llegado hasta el extremo de suprimir las palabras “padre/madre”, “marido/mujer”, “esposo/esposa” del Código y del Registro Civil. El tema es extremadamente grave porque se trata de relaciones fundantes y que vienen a expresar la identidad de la propia persona.
Del mismo modo, para promover las tesis de la ideología de género, del feminismo radical y del “lobby de género”, se ha recurrido a la técnica de inventar “nuevos derechos humanos” que no tienen ningún apoyo y fundamento en la naturaleza de la persona. Así ocurre con el derecho a la orientación sexual y a la diversidad; con el derecho a equiparar la unión de personas del mismo sexo al matrimonio entre varón y mujer; el derecho al hijo o a su adopción fuera del contexto del amor esponsal-matrimonial; los llamados “derechos sexuales” o el “derecho a la educación sexual” según los Estándares (4) creados por organismos que promueven la masturbación, la “diversidad sexual”, la “orientación sexual”, “la ciudadanía íntima”, más allá de los criterios de los propios padres en el contexto de la educación escolar, etc.
Todo ello ha conseguido penetrar en la mayoría de la población que ha asumido acríticamente todos estos presupuestos. Así se explica que haya personas que argumenten de esta manera tan simple: “aunque sean personas del mismo sexo, si se quieren, ¿por qué no se pueden casar?” Lejos quedan con estos razonamientos las explicaciones del Concilio Vaticano II hablando del matrimonio como “institución” que custodia el bien de los esposos, de los hijos y de la misma sociedad. Lo mismo ocurre con el término “amor” que se reduce al simple afecto y no se le enraíza en la voluntad orientada desde la verdad antropológica, el bien del matrimonio y la justicia de la fidelidad. El derecho y las leyes se ocupan del matrimonio porque es una “institución básica” para el bien común por la procreación, por los derechos y deberes de los esposos y por la justicia y los derechos de los niños a tener “padre” y “madre” y ser educados en un ambiente que garantice su bien y su futuro. Reducir el matrimonio a “uniones afectivas” indiscriminadas es una injusticia que atenta contra el bien común y destruye el patrimonio de la humanidad.
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2 Ahora llamadas “humanidad aumentada / mejorada” o “Humanity+”.
3 Roca, A., & Dellacasa, M. A. (2015). Tecno redención de cuerpos transexuales: apropiación tecnológica y autogestión de identidades inconclusas. Mediações-Revista de Ciências Sociais, 20(1), 239-259 [en línea]. [Consulta: 27-4-2017]. Disponible en web
4 Oficina Regional de la OMS para Europa y BZgA, Estándares de Educación Sexual para Europa, 2010.
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