P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
6.9. EL DESIGNIO DIVINO DEL AMOR EN LA REDENCIÓN
Puesto que la Pasión ha sido concebida y anunciada por el mismo Jesús como un hecho "teológico" y "soteriológico", este cumplimiento del designio divino que había de merecer hombres, debemos preguntarnos como interpretar la intención divina que pide el sacrificio. Hay que saber unir los elementos que la constituyen:
- La donación que el Padre hace del Hijo a la humanidad.
- Jesús que asume, obediencialmente el designio del Padre y se ofrece como víctima sacrificial, como rescate ofrecido por la humanidad pecadora.
Pablo nos ha dejado una afirmación sorprendente, que trata de explicar lo que Jesús había dicho aludiendo al sacrificio de expiación: "Dios había predestinado a Cristo como "propiciatorio" (instrumento de propiciación), para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios", Rom 3, 25. Y también: "Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros", Gal. 3,13. Y "Dios le hizo pecado por nosotros", 2 Cor 5, 20. Ante estas palabras ¿sería necesaria para evaluar la obra redentora tasar la contribución respectiva de la cólera y del amor, o incluso recurrir a un compromiso entre la misericordia que quiere la salvación de la humanidad y la justicia que requiere la muerte como sanción del pecado? Ciertas interpretaciones teológicas de la Edad Medía proponían esta conciliación entre cólera y amor; entre misericordia divina y justicia divina. Este problema es de la mayor importancia, pues lo que se discute es la inspiración principal de toda la obra salvífica.
6.10. LA EXPLICACIÓN DE LA OBRA REDENTORA PARA COLMAR LA CÓLERA DIVINA
Esta es una interpretación que se da en el mundo teológico de los reformadores que explican la obra de la redención para colmar la cólera divina: Dios está irritado por el pecado en el mundo y Dios descarga su ira en Cristo, muere en la cruz y Dios queda satisfecho, su cólera queda calmada. Los principales exponentes de esta doctrina son Lutero y Calvino. Se puede sintetizar más o menos así. Dios ha cargado sobre su Hijo los pecados de todos los hombres, hasta el punto de convertirle en el mayor pecador, en los términos más concretos: asesino, adúltero, criminal, etc., Calvino se fija más en el aspecto jurídico de la condena de Cristo, Jesús ha sido acusado y condenado en lugar de los pecadores. El proceso criminal que nos correspondía como pecadores lo ha asumido Cristo en la cruz. En Cristo contemplamos la persona de un pecador y de un justo a la vez (simul iustus et peccator), pero al mismo tiempo la de un inocente cargado con el pecado de los demás y no con el suyo.
6.11. LA EXPLICACIÓN DE LA OBRA REDENTORA POR EL SÓLO AMOR DIVINO
En esta concepción teológica se excluye la interpretación basada en la ira o en la justicia punitiva como medio de redención. En la Pasión se dio una condena del Hijo de Dios dictada por el Sanedrín y por Pilato. Pero no fue expresión de una condena lanzada por el Padre, como tampoco podía ser un ejercicio de cólera o de justicia vengadora por su parte. En efecto, entre el Padre y el Hijo reinó siempre la unión más perfecta como lo manifiestan aquellas palabras de Jesús: "El Padre y yo somos una misma cosa", Jn 10, 30. No puede haber discordia ni hostilidad entre las personas divinas. El Padre no ha podido considerar al Hijo encarnado como un pecador. Pensar que el Hijo inocente sea tratado como pecador, sin serlo, sería introducir en la conducta del Padre una ofensa a la verdad. A los ojos del Padre, Jesús no ha podido ser sino el Hijo inocente.
Lo que ha dado pie a las teorías de la condena y de la cólera divina, es una interpretación exagerada de la sustitución. Basándose en el hecho de que Jesús ocupo el lugar de la humanidad pecadora, se ha llegado a considerarle como el pecador, sobre el que se centraba la cólera divina merecida por el pecado de la humanidad pecadora. En realidad, se pasaba por alto un elemento fundamental de esa "sustitución" que es de un carácter único: es precisamente como Hijo inocente y por lo tanto grato a los ojos del Padre como Jesús sufrió representando a la humanidad pecadora. Así, asumiendo las secuelas del pecado de los hombres agradaba al Padre: "Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida...", Jn 10, 17.
La doctrina de la obra redentora es compleja, y cualquier simplificación basada en un solo aspecto, radicalizado o absolutizado conduce a enfoques inaceptables. Cierto es que el pecado merece la cólera divina y que Jesús nos ha salvado de esa cólera entregándose como rescate por la humanidad. Pero eso no significa que sobre Jesús haya recaído la cólera divina que habría debido descargar sobre la humanidad pecadora. Jesús al sustituir a los hombres ha cambiado los términos de la relación entre Dios y los hombres pecadores, ofreció el sacrificio redentor como Hijo inocente (inmaculado). Así pues, Cristo modifica el sentido del intercambio como el de la "sustitución". Siendo el Hijo, no puede tener con el Padre sino una relación de amor, que excluye las reivindicaciones de la cólera y de la justicia divinas. Es la relación del Hijo encarnado con el Padre, esencial a la obra redentora, la que transforma y desbarata las perspectivas del A T. El misterio de la Encarnación confiere al sacrificio redentor un nuevo sentido, el de un amor divino que no está condicionado por sentimientos de cólera ni limitado por exigencias de estricta justicia. Por eso en el mensaje del Nuevo Testamento se atribuye al sacrificio únicamente al amor divino, el del Hijo y el Padre.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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