Juan 20, 1-9
La resurrección de Jesús es el hecho
central de la vida cristiana y de la salvación. Jesús mismo lo propone muchas
veces como la gran señal de la autenticidad de su persona y de su mensaje. Es
la culminación del plan de Dios. En la resurrección de Cristo se manifiesta el
proyecto cabal de Dios sobre el hombre.
Pero ¿qué es la resurrección? Es
importante responder a esta pregunta, para saber qué es lo que estamos
celebrando. Y por otra parte es muy difícil responder a esta pregunta ¿qué es
la resurrección? Pero aunque sea difícil la respuesta vale la pena esbozar al
menos algunas ideas.
Normalmente hablamos de la resurrección
como de una recuperación de la vida, que se ha interrumpido. Un ser que estaba
muerto, por el toque de la resurrección, vuelve a recuperar su vida tal como la
tenía antes. Y de hecho este tipo de resurrección es el que devolvió la vida a
Lázaro, y a otros revividos milagrosamente por la acción de Dios. Es legítimo
hablar de resurrección en este sentido. Pero no es la Resurrección fundamental,
aquella a la que todos estamos llamados por el plan de Dios. No es esa la
Resurrección de Cristo.
Y esto, entre otras razones, porque el
Resucitado de la resurrección definitiva, ya no puede volver a morir, en cambio
Lázaro resucitó pero volvió a morir. Podríamos distinguir así entre
resurrección temporal y resurrección definitiva. La primera es la de Lázaro, la
segunda es la de Jesús y la que nos espera a nosotros. Y sobre ésta hay que
reflexionar.
En la resurrección recuperamos la vida en
plenitud, no la vida defectuosa de antes, y la recuperamos incluso con su
componente corporal. Esta resurrección es recuperar la vida, pero en otras
dimensiones, superando totalmente todo lo que pudiéramos imaginar. Entre el
sujeto antes de morir, y el sujeto resucitado hay una verdadera identidad, es
el mismo sujeto en su esencia, el que vivía la vida mortal y el que vive ahora
la vida ya inmortal. Pero aunque sea en verdad el mismo sujeto, ha habido una
transformación radical . Por poner un ejemplo, al que a veces se recurre al
hablar de esto, el gusano de seda y la mariposa que sale del capullo después de
unas semanas, es el mismo ser, pero evidentemente no es lo mismo un gusano que
una mariposa.
Hay que profundizar por tanto en la
modificación que se produce por el hecho de la resurrección, para entender, o
al menos vislumbrar lo que es la resurrección. El ser resucitado es ya
totalmente y esencialmente luz: imaginemos nuestra persona con todos sus poros,
todas sus células irradiando luz. Imaginemos nuestro ser con todas sus
ilusiones colmadas en plenitud. Imaginemos un sujeto totalmente sin sombras,
sin limitaciones de debilidad, con un corazón que es un volcán de amor. Un
sujeto que es bueno hasta en los más recónditos escondites de su ser, que ama
con la fuerza de un huracán, y que sabe comprender. Que se acerca a la verdad y
la absorbe y la posee en totalidad, sin errores ni dudas. Pues cuando podamos
imaginar un ser en estas condiciones, nos hemos acercado un poco, pero aún
estamos muy lejos de captar lo que es un Resucitado.
Esto es lo que hoy celebramos en Jesús, y
por eso nos llenamos de alegría por El, principalmente, pero también por
nosotros. Jesús ha culminado con su resurrección todo el proceso de la
redención. Ya la humanidad ha sido restaurada; el plan inicial de Dios ha sido
otra vez rehecho, aunque de una forma mejor. La puerta de la resurrección para
nosotros ha quedado abierta. Y para que esta resurrección de Jesús nos vaya
invadiendo a cada uno, para que la hagamos nuestra, nos ha dejado un camino,
unas señales, unas actuaciones de su presencia bendita y restauradora: los
sacramentos. Esos sacramentos son los espacios que Dios nos ofrece ahora para
nuestra vida, para que en ellos vivamos la luz, la alegría y la salvación de la
resurrección.
Además con la resurrección de Cristo
nuestra fe tiene un fundamento sólido; San Pablo decía: Si Cristo no ha
resucitado, vana es nuestra fe. Pero efectivamente ha resucitado, por tanto
todo lo que ha enseñado es verdad, nuestra Iglesia es su Iglesia, es su Cuerpo
Místico. Como Cristo en verdad ha resucitado, la Biblia es de verdad Palabra de
Dios. Como Cristo ha resucitado, somos de verdad hijos de Dios. Como es verdad
que Cristo ha resucitado, es posible el perdón de nuestros pecados; esto es de
verdad. Como es verdad la Resurrección de Cristo, nuestra oración llega hasta
nuestro Padre, que siempre nos escucha. Por Cristo resucitado tenemos camino
hacia la Verdad, hacia la Vida, y hacia el Amor.
Alegrémonos con la Resurrección de
Cristo, y que esta alegría esté siempre presente en nuestra vida. Que así le
demos su verdadero sentido a esa palabra Aleluya que repetimos en estos días
tantas veces.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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