SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
30.2.2. La Vocación Laical
El
Concilio Vaticano II, en Lumen Gentium, Nº 31, dice acerca de los laicos: “Con
el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción
de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la
Iglesia. Es decir, los fieles, que, en cuanto incorporados a Cristo por el
bautismo, integrados al pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la
función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el
mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde”.
El
carácter peculiar del laico es vivir y
trabajar en medio del mundo secular y dice en L.G. nº 31: "Viven en el
siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones del
mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las
que su existencia está entretejida. Allí están llamados por Dios para que,
cumpliendo su propio cometido, guiados por el espíritu evangélico, contribuyan
desde dentro a la santificación del mundo a manera de fermento, y de este modo
manifiesten a Cristo a los demás, brillando ante todo con el testimonio de su
vida, de su fe, esperanza y caridad".
Laico viene del griego:
"Laos" que designa al pueblo, a la masa del pueblo, en oposición a
la clase dirigente. Es un término desconocido en la Biblia. Clemente Romano es
el primer escritor eclesiástico en el que aparece en este sentido: "Al
gran sacerdote han sido conferidas funciones especiales; a los presbíteros se
les han asignado lugares particulares; los laicos están ligados por preceptos
propios de los laicos". l Clemente 40,5.
En el
S. III es corriente el uso de los términos clero, laico para significar la
diferencia jerárquica dentro de la Iglesia. El laico es aquel miembro del
Pueblo de Dios que no participa de los poderes jerárquicos. La historia de los
términos de laico justifica la definición dada por la Constitución Lumen
Gentium. El laico se define por:
- Por el sacerdocio común, por ser un miembro de la Iglesia, del Pueblo de Dios.
- Por su misión específica dentro de este pueblo de Dios. Como miembro del pueblo de Dios, tiene la misión común a todo el Cuerpo Místico de Cristo en orden a su propia santificación y en orden al testimonio cristianos ante las gentes. Como miembro laico tiene la misión específica de realizar esa misión en contacto con el mundo y en relación directa con lo profano.
- Esta misión particular, dentro de lo común, le diferencia tanto del clero, cuya misión directa y específica es la transmisión de la palabra de Dios, y de la vida sacramental, como del religioso, cuya misión particular es dar testimonio de la trascendencia por medio de la oblación y renuncia al mundo.
30.2.3. La misión del Laico en el mundo
Acerca
de la misión de los laicos en la misión de la Iglesia, L.G. nº 33 dice: “Ahora
bien, el apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica
de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo, en
virtud del bautismo y de la confirmación”. “Los laicos están especialmente
llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y
circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de
ellos. Así, todo laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se
convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la
misma Iglesia en la medida del don de Cristo”.
Lo
propio y específico del laico es la secularidad, que el Concilio considera
desde tres ángulos distintos, pero complementarios.
- a. La acción en los asuntos temporales.
- b. La convivencia con el mundo.
- c. La acción de fermento para la santidad del mundo desde dentro.
30.2.3.1. La acción en los asuntos temporales
Estamos
asistiendo a una progresiva y total desacralización del mundo. Pero, bien
entendida esa desacralización, ello no significa otra cosa sino que la civilización
tiende a emanciparse, tiende a su madurez y a recuperar su propia autonomía.
Porque lo profano, en oposición a lo sagrado, no significa otra cosa sino que
conserva la realidad concreta de sus fines propios y la consistencia de su
naturaleza, sin ser apartado, segregado o consagrado para fines religiosos.
Así, el mundo, las realidades terrestres, el bien social de los pueblos, el
desarrollo económico, cultural, científico tienen su propio fin inmanente.
También, sin duda, un fin sometido al fin supremo y sobrenatural del hombre,
pero tienen en sí un valor de fin intramundano y no solamente de medio.
Cualquier civilización humana, por muy impregnada que esté de principios
cristianos, permanecerá autónoma en su orden, porque la gracia no ha venido a
suprimir la naturaleza, sino a perfeccionarla.
Pero
si el mundo se ha desacralizado, la actividad terrena del hombre cristiano no
deja de ser profana. Pues bien, en esa actividad profana es donde el seglar
cristiano, el laico, encuentra su actividad específica de su quehacer
"temporal".'
Cristo
ha venido a recapitular todas las cosas en El y a salvar al hombre todo entero
en su concreta existencia humana. Para ello ha instituido a su Iglesia,
compuesta por hombres, ciudadanos de la ciudad terrestre. Dentro de esta
Iglesia hay hombres liberados, testigos de Cristo y ministros de sus misterios,
que prestan a la humanidad el gran servicio de transmitir la palabra y el
mensaje de Cristo. Estos hombres son la jerarquía de la Iglesia en su triple
grado y en su triple dimensión de enseñar, santificar y gobernar al pueblo de
Dios.
El
seglar en cambio, no tendrá necesidad alguna de abandonar su puesto ni su
actividad profana en la construcción de un mundo más justo y más humano para
realizarse plenamente como cristiano. Pues por el hecho del bautismo, el
cristiano no renuncia a su puesto en el
mundo, ni siquiera modifica su posición en el mundo; pues el bautismo no influye
estructuralmente en esta posición, sino entitativa y significativamente.
Entitativamente, porque recibe el ser de la gracia, y permaneciendo un hombre,
es hecho hijo de Dios. Significativamente, porque su trabajo adquiere un nuevo
sentido, como trabajo realizado por un miembro del Cuerpo Místico de Cristo.
El
Conc. Vat. II en L. G. Nº 36 asume que a
los laicos compete la tarea secular, trabajar en el mundo, entendido en el
sentido de la creación buena y bella querida por Dios, ése es el campo
específico del laico: intervenir en todo lo que se refiere al bien común y a la
extensión del Reino de Dios, implicados
en las realidades terrenas como son: la política, la familia, la profesión, la
ciencia, los medios de comunicación. Laico es el que vive con Cristo en medio
del mundo a ellos les toca ordenar todas las cosas de este mundo según Cristo y
buscar su santificación en medio del mundo
Así,
el cristiano laico que, sin dejar su puesto en el mundo, trabaja por la
justicia por la paz, por el progreso económico, social o científico, realiza
al mismo tiempo los planes del Creador y devuelve al mundo a su unidad
primitiva, sometiéndolo al imperio del Dios hombre, constituido Señor del
universo: "porque también la
creación será liberada de la servidumbre de la corrupción, para participar en
la libertad de la gloria de los hijos de Dios", Rom 8, 20-21.
Por la
actividad del laico en el mundo profano es por lo que sin perder su autonomía
pudiera decirse que todo lo profano se consagra en su verdadera dimensión
profunda, como obra del Creador:
"Todo es vuestro, y vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios", l
Cor 3, 22-23.
30.2.3.2. La convivencia en el mundo
El
laico tiene que vivir directamente con las realidades del mundo. El mundo no
puede concebirse como algo malo. No hablamos de "mundo" en el sentido
que nos habla S. Juan para el que "mundo" es lo que proviene del
Malo, del príncipe de las Tinieblas, es el mundo del pecado, de las actitudes
pecaminosas. Nosotros tomamos "mundo" en el sentido material, físico,
de la palabra, a saber, aquellas realidades que se dan en la existencia
temporal y que tienen su autonomía propia, hablamos del "mundo del trabajo",
del "mundo de la ciencia", etc, etc.
Este
mundo tiene un sentido positivo en la realización del plan divino, y no es
apartándose de él como se conseguirá la acción terrena se someta a las leyes
divinas, sino actuando desde dentro, como fermento de la divinidad. Así, el
Concilio Vaticano II, en el decreto
sobre el Apostolado Seglar Nº 2, b: "Dios llama a los laicos a que con el
fervor del espíritu cristiano ejerzan su apostolado en el mundo a manera de
fermento". En L. G. Nº 31, b: "Allí, (en el mundo, los laicos) están
llamados por Dios para que, desempañando su propia profesión guiados por el
espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde
dentro, a modo de fermento".
En G.
et S, Nº 43, d : "Los laicos, que
desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están
obligados a cristianizar el mundo, sino, que además, su vocación se extiende a
ser testigos de Cristo en todo, momento en medio de la sociedad humana".
En el decreto sobre la Actividad Misionera, Nº 15, g : "Es propio de los
laicos, repletos del Espíritu Santo, el animar desde dentro, a modo de
fermento, las realidades temporales y el ordenarlas de forma que se hagan
continuamente según Cristo".
30.2.3.3. Fermento en el mundo
Hemos
dicho anteriormente que el laico cristiano: "Debe de actuar como fermento
en el mundo para santificarlo desde dentro". L G, Nº 31. Porque no es lo mismo santificar que
"sacralizar". El mundo no debe de perder su consistencia y su
relativa independencia y autonomía, es decir, su profanidad. Pero el cristiano
que actúa en él desde dentro debe de saber ordenar según Dios todos los asuntos
temporales y dotar del verdadero espíritu cristiano a todas las actividades
terrenas. Así, la construcción de la ciudad terrena sirve al cristiano de
medio de santificación al par que le convierte en instrumento de glorificación
de Dios.
Esta
misión del laico en la Iglesia es insustituible, pues sólo por la inserción en
el mundo podrá realizar la santificación del mundo y la recapitulación de
todas las cosas en Cristo, desde el interior de las mismas estructuras. Así,
la Iglesia, por medio de sus miembros laicos, lleva a cabo su misión de : "reconciliar todas las cosas, lo que
hay en la tierra y en los cielos", Col 1, 18-20, para que : "por medio de la Iglesia, sea
manifestada la multiforme sabiduría de Dios", Efes 3, 10.
De
este modo, todas las cosas creadas, que, por la ruptura del pecado, se habían
encerrado sobre sí mismas y no daban gloria a Dios, que objetivamente le
estaban destinadas a dar, se abren de nuevo al plan de Dios y, mediante el hombre
redimido, glorifican a Dios en el servicio del hombre y en la conciencia
humana.
30.3. LA MISIÓN DEL LAICO DENTRO DE LA IGLESIA
Además
de la acción específica del laico en el mundo, le competen una serie de
derechos y obligaciones emanadas de su cualidad de miembro vivo del Cuerpo de
Cristo que es la Iglesia. Los laicos como lo subraya la Constitución Lumen
Gentium, tienen de común con la jerarquía y con los religiosos la dignidad emanada
del bautismo, la gracia de filiación de Hijos de Dios, la vocación a la
santidad, la esperanza de la misma salvación, la misma fe y caridad. De esta
unidad intrínseca entre los miembros de la Iglesia se pueden colegir algunas
consecuencias:
- El laico al ser bautizado participa del Sacerdocio real de Jesucristo y esto bajo la triple faceta de Cristo Sacerdote, Profeta y Pastor.
- El laico, perteneciente al pueblo sacerdotal de Dios y su apostolado de santificación (Función santificadora).
En
efecto, por la regeneración y la unción del Espíritu Santo, los bautizados son
consagrados como templos del Espíritu y poseen el Sacerdocio real, así lo
enseña L. G, Nº 10. Y en el N°34 hablando directamente de los laicos, el Concilio
explica que el Sumo y Eterno Sacerdote, uniendo a los laicos íntimamente a su
vida y su misión, les concede parte de su función sacerdotal en el ejercicio
del culto espiritual, a fin de que Dios sea glorificado y los hombres se
salven.
Nunca
ningún documento del Magisterio eclesiástico había hablado de manera tan positiva y
explícitamente de este sacerdocio común, o sacerdocio real, (en distinción del
sacerdocio ministerial). Por lo tanto se puede hablar de "pueblo
sacerdotal", Nº 10. O de la "comunidad sacerdotal". Nº 11. El
documento explica la acción propiamente sacerdotal de los laicos, se habla del
sacerdocio real :
- "Para que por medio de todas las obras del cristiano ofrezcan sacrificios espirituales", Nº 10
- "Para que anuncien las maravillas de Quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable". Nº 10
- "Para perseverar en la oración y todos alaben a Dios". Nº 10
- "Para ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios". Nº 10
- "Para participar en la oblación de la Eucaristía". Nº 11
- "En la recepción de los sacramentos". Nº 11.
- "En la oración, en la acción de gracias, por el testimonio de una vida santa, por la abnegación y por la caridad activa". Nº 10.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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