TIEMPO
ORDINARIO
Domingo
II
Juan 1,
29-34
En
este párrafo del Evangelio aparece uno de los grandes testimonios que Juan
Bautista da sobre Jesús. Podemos decir que es lo que él sabía de Jesús en su
conocimiento interior. Lo que Juan Bautista dice en esta ocasión de Jesús no es
una simple información, es algo más: él ha tenido la suerte de que se le
manifestase el misterio de este Hombre tan especial, al cual él conoce en
profundidad. Es el testimonio de alguien que ama mucho a Jesús; pero es también
el testimonio de alguien que ha pensado mucho en su interior sobre esta Persona
tan notable, que un día se le presentó para que la bautizara.
Y
da su mensaje sobre Jesús con unas pocas palabras, cada una de las cuales
destaca un aspecto fundamental de la persona de Jesucristo, a la vez Dios y a
la vez Hombre. Empieza diciendo que es el “Cordero de Dios”, el que quita el
pecado del mundo. Tantas ofrendas y tantas víctimas se ofrecían a Dios en el
Templo de Jerusalén, y no lograban la purificación del hombre en su raíz; no
eran la anulación del pecado que se había adueñado del mundo desde el Paraíso
Terrenal. Y eso es lo que afirma Juan al decir que Jesús es el “Cordero de
Dios”. Está afirmando su carácter de Salvador del género humano; Esta sí es la
víctima que se ofrecerá al Padre para nuestra redención. Es el que nos da la
posibilidad de le regeneración interior, y el que ofrece ya al mundo entero un
camino de esperanza y de renovación.
Después
dice que Jesús “existía antes que él”. Evidentemente Juan está hablando de la
preeminencia de Jesús sobre él. Y está haciendo sospechar de alguna forma en la
divinidad de Jesús, el Hijo de Dios, eterno como el Padre. Juan Bautista ha
contemplado en su corazón varios hechos de la vida de Jesús, los pocos que él
ha conocido, y en su interior ha recibido “el conocimiento interior” y ha
percibido la plenitud de Este que viene con la figura de un hombre cualquiera:
y que es de verdad un hombre, pero Juan ha intuido que no es un hombre
cualquiera. Sabe que Jesús es el “sagrario” de Dios.
Todo esto que Juan sabe en su interior de
Jesús, y que necesita proclamarlo a voces, porque tanto gozo no le cabe en el
corazón, todo esto Juan lo sabe porque él ha visto al Espíritu Santo bajar
sobre El. Ha sido en el momento del bautismo, en ese gesto de sencillez y de
identificación con los hombres que tuvo Jesús, al hacerse bautizar, y entonces
Juan ha sido testigo de la visión de los cielos abiertos, del Padre que señala
a su querido Hijo y del Espíritu que invadió a Jesús, para manifestar lo que ya
había en el interior de su Persona. Juan proclama esto de Jesús, y así nos
advierte que le demos un lugar muy especial a Jesús, que no lo dejemos pasar
sin seguirlo. Jesús hizo llegar el Espíritu a Juan antes de su nacimiento,
cuando estaba en el seno de su madre, y ahora lo querrá comunicar a quien se le
acerque.
Por
eso añade más: nos dice lo que Jesús está dispuesto a darnos a cada uno: El nos
bautizará en el Espíritu Santo. No es un simple bautismo simbólico lo que Jesús
nos dará; es un bautismo que es una gracia de santificación. El bautismo que Jesús
nos dará será hacernos nacer de nuevo; un segundo nacimiento por el agua y el
Espíritu, como Jesús mismo explicará un día al asombrado Nicodemo. Está
dispuesto Jesús a darnos a cada uno de nosotros el Espíritu en la plenitud. Lo
dará a sus apóstoles, y lo dará continuamente a su Iglesia. Jesús es el que
regala el Espíritu a los que creen en El. Juan sabe que su propio bautismo no
es más que agua y la buena voluntad de los que con humildad se sumergen en el
Jordán para aceptar con decisión el cambio de vida. Y por eso él mismo sabe que
ese bautismo en el Jordán sólo está prefigurando el nuevo bautismo que es una
nueva creación.
Finalmente y para completar y resumir todo
lo que Juan siente de Jesús, nos lanza lo que él ha percibido y que es el
objeto fundamental de su fe: Este es el Hijo de Dios. Así es el primero que
hace la profesión de fe cristiana, y que para tantos durante la vida de Jesús
será una fe difícil de aceptar. Durante toda la vida de Jesús muchos se
acercaron a su misterio, muchos percibieron sus signos, pero pocos llegaron a
la confesión de la fe fundamental: Jesús yo creo que Tú eres el Hijo de Dios. Y
esta es le fe que nos salva. Y Juan es el primero en proclamarla con toda
claridad.
Este es el testimonio que Juan tenía que dar
porque él era el que abría los caminos al Señor. Juan nos induce a que nosotros
también demos de Jesús nuestro propio testimonio, lo que afirmamos de Jesús,
desde nuestro corazón.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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