JOSEP CORNELLÀ y CANALS
GIRONA
ECLESALIA, 23/12/08.- Dicen que hace poco más de dos mil años, en la primera noche de Navidad, unos mensajeros celestiales, cantaban gloria a Dios y deseaban la Paz a los hombres de buena voluntad. No sé si fue cierto, o fue un deseo del evangelista que no encontró mejores metáforas para referir un acontecimiento de supondría un importante cambio en la historia de la humanidad. Pero estas frases forman, todavía hoy, parte de nuestro imaginario. Me gustaría en esta Navidad volver a escuchar estos cánticos y estos deseos. Necesitamos un cambio en la orientación que hemos dado a nuestro mundo. Nos hace falta una esperanza. Y, tal vez, la frase de aquella primera noche de Navidad deba tener hoy un sentido actual.
“La gloria de Dios es que el pobre viva” decía monseñor Romero. Y los pobres son todos aquellos para quienes la vida resulta una carga pesada. Y son todos aquellos que tienen todos los poderes fácticos en contra suya. A nuestro entorno hay pobres, muchos pobres. A nuestro entorno ha aumentado la pobreza. Navidad supone un compromiso hacia esta pobreza espiritual y material de nuestro mundo. Pienso en aquellas personas que ha perdido toda esperanza, que se sienten constreñidas por un mundo cada día más complicado. Y pienso también en aquellas personas que han querido manifestar su voluntad de, pese a que sea políticamente incorrecto, decir aquello que piensan y defenderlo con argumentos. Tienen los poderes en contra. Son pobres.
Y, curiosamente, los mensajeros celestiales desean la paz a los hombres de buena voluntad. La paz es el bien más grande del espíritu: aquel estado de tranquilidad y quietud, no turbado por fatigas ni molestias; aquel estado de ánimo tranquilo, no turbado por la pasión. Se hace necesaria la paz cuando sentimos desorden alrededor nuestro. Y la paz se fundamenta en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
¿Y la voluntad? La voluntad es una facultad específica del ser humano que es el fundamento de la conducta moral. Tendrá buena voluntad aquella persona que se proponga obrar el bien, complacer y favorecer a los demás.
No deja de ser tajante la simplicidad del mensaje navideño. En unos momentos en que nos gusta tenerlo todo tan estructurado, los mensajeros celestiales no hacen un enunciado de obligaciones y preceptos por conseguir la ansiada paz. Basta con tener esta buena voluntad.
La Navidad de este año, enmarcado por unas crisis económicas y psicológicas (más lacerantes que las primeras) nos invita a mirar más allá de nuestro yo mezquino, y a plantear la trascendencia de ayudar a vivir a aquellas personas que se sienten agobiadas por la vida y a poner la mejor voluntad en cada uno de nuestros actos; avivando aquellas esperanzas que divisamos en tantas personas humanas y que nos permiten aumentar el optimismo.
Tomado de:
http://www.eclesalia.net
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