SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
30.4. DIFERENCIAS ENTRE EL SACERDOCIO COMÚN DE LOS FIELES Y EL SACERDOCIO MINISTERIAL
Una vez recibido el bautismo, son dos los modos de participar en el único sacerdocio de Cristo. Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia «un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre» (Apocalipsis 1, 6). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, comunidad sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal, o también llamado “sacerdocio común” a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son «consagrados para ser... un sacerdocio santo».
El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, «aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo». ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es sacerdocio ministerial porque participa de la gracia capital de Cristo Cabeza, de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.
Una vez recibido el bautismo, son dos los modos de participar en el único sacerdocio de Cristo. Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia «un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre» (Apocalipsis 1, 6). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, comunidad sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal, o también llamado “sacerdocio común” a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son «consagrados para ser... un sacerdocio santo».
El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, «aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo». ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es sacerdocio ministerial porque participa de la gracia capital de Cristo Cabeza, de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.
Así, pues, en el único sacerdocio de Cristo se puede participar de dos modos. En virtud del sacramento del Bautismo y de la Confirmación todo bautizado está unido al sacerdocio único de Cristo, es la participación en el sacerdocio real, que es el sacerdocio común de los fieles, en el que cada bautizado según su vocación participa, a su manera, del sacerdocio único de Cristo. Los bautizados pueden ofrecer sus sacrificios y sus vidas por Cristo y con El y en El, al Padre.
Pero además de esta participación del único sacerdocio de Cristo de todos los bautizados, se da también el sacerdocio ministerial, o jerárquico, que es un sacramento que consagra al que lo recibe, configurándolo de un modo particular con Jesucristo Sumo Sacerdote para actuar en la misma persona de Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico de la Iglesia.
El sacramento del Orden imprime en el alma un carácter espiritual indeleble, distinto del Bautismo y al de la Confirmación, en virtud del cual el que lo recibe queda marcado para siempre. Este sacramento del sacerdocio ministerial es una vocación especial a la que uno se siente llamado por el mismo Cristo y que el Obispo con prudencia y discernimiento verá si el candidato tiene las condiciones requeridas para ser ordenado.
30.5. EL LAICO, PARTÍCIPE DE LA FUNCIÓN PROFÉTICA Y EVANGELIZADORA: (FUNCIÓN PROFÉTICA)
Según
L. G. los laicos participan también de la función profética de Cristo. (N°12; 31; 35). En el N T, se nos
dice que tenemos un solo y eterno Sacerdote, un solo Pontífice y Mediador.
Cristo que es Sacerdote para siempre. Por el bautismo los laicos están
llamados a ser testigos de Cristo, junto con la jerarquía, he aquí algunos
ejemplos:
- "(los laicos) han de ser testimonio de Cristo en todo lugar, y a quien se lo pidiera han de dar también razón de la esperanza que tienen en la vida eterna". Nº 10
- "Deben de dar testimonio de una vida santa". Nº 10.
- "Por el Bautismo, deben de confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia", Nº 11
- "Por la confirmación, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo, y de esta forma se obligan de una manera más estrecha a difundir y defender la fe con sus palabras y sus obras". Nº 11.
- "Los laicos se muestran como hijos de la promesa, cuando fuertes en la fe y en la esperanza, aprovechan el tiempo presente y esperan con paciencia la gloria futura", Nº 35
- "Los laicos se hacen valiosos pregoneros de la fe y de las cosas que esperamos, si asocian sin desmayo, a la vida de fe la profesión de la fe. Esta evangelización, es decir, el mensaje de Cristo pregonado con el testimonio de la vida y de la palabra, adquiere una nota específica y una peculiar eficacia por el hecho que de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo". Nº 35.
30.6. EL LAICO, MIEMBRO DEL PUEBLO REAL Y SU APOSTOLADO DE ANIMACIÓN
Este
es el apostolado de la restauración del orden temporal. Este orden incluye los
bienes de la vida y de la familia la cultura, la economía, las artes, las
profesiones, la política nacional que debe mirar al mayor bien común, y en fin
a todo progreso. De ahí la necesidad del apostolado de animación y de
restauración del orden temporal, a los laicos les corresponde iluminar y
organizar todos los asuntos temporales a que se realicen según el espíritu de
Cristo". L. G. N.º 31.
30.7. LA FAMILIA LUGAR IDEAL PARA LA VIVENCIA Y PRÁCTICA DE LA VIDA CRISTIANA
El Concilio Vaticano II en el decreto
sobre el Apostolado Seglar en el Nº 11,
d, dice: "Esta misión de ser la cédula primera y vital de la sociedad, la
familia la ha recibido directamente de Dios. Cumplirá esta misión si, por la
mutua piedad de sus miembros y la oración común dirigida a Dios, se ofrece
como santuario doméstico de la Iglesia; si la familia entera se incorpora al
culto litúrgico de la Iglesia; si, finalmente, la familia practica el
ejercicio de la hospitalidad y promueve la justicia y demás obras buenas al
servicio de todos los hermanos que padecen necesidad".
En la familia cristiana tiene el amor
de Dios creador y redentor una expresión visible en el amor conyugal y en el
amor de los hijos, que, juntamente con todos los goces naturales que supone la
vida familiar, va regado con la sangre de la cruz y constituye una fuente de
santificación inapreciable amor a los padres enfermos y ancianos, a quienes
hay que cuidar: "Aprendan a
practicar primero la piedad filial con su propia familia y a recompensar a sus
progenitores, porque esto es agradable a Dios", l Tim 5, 4. Los hijos pues tienen contraída con sus
progenitores una obligación de piedad y de respeto, que, además, es de justicia
porque han recibido mucho de sus padres y tienen hacia ellos un deber estricto
de retorno, 1 Cor 7, 3. Así el cariño, el respeto, la paciencia, son parte de
lo que los hijos han de dar en retorno a sus
padres, juntamente con la asistencia material.
En la familia está el amor conyugal,
con todo lo que tiene de donación personal mutua. Y si es verdadera la
entrega, a semejanza de la de Cristo a su Iglesia, Efes 5, 21-33, ello lleva
entrañado el sacrificio y la renuncia continua, el dominio de sí mismo, la
paternidad responsable. Finalmente en la
familia se ejercita el sentido del deber y la obligación con el oficio,
trabajo profesional u otro trabajo que realice uno o ambos cónyuges. El
trabajo material, con la monotonía, exigencias y responsabilidades es un
terreno ideal para desarrollar el campo del apostolado del laico. Todo esto es
una ascesis laical, constante, difícil y ardua y requiere gran espíritu cristiano
para llevarlo a cabo. Es aquí donde el laico siente su deber de dar testimonio
de Cristo para que el Reino de Dios se instaure en medio de las realidades
terrenas.
El decreto "Apostolicam
Actuositatem" del Concilio Vaticano II sobre el apostolado de los seglares
enumera en 6 capítulos en ser y la misión del laico:
1.- Expone la vocación de los laicos en la Iglesia.
Capítulo 1º
2.- Los fines que hay que conseguir. Capítulo 2º
3.- Los diversos campos de apostolado. Capítulo 3º
4.- Los modos diversos de apostolado. Capítulo 4º
5.- Las disposiciones que hay que tener presente.
Capítulo 5º
6.- La formación necesaria para el apostolado. Capítulo
6º
Finalmente tomamos del mismo decreto el
Nº 2 en el que habla de la participación de los seglares en la misión
salvífica de la Iglesia: "En la Iglesia hay diversidad de ministerios,
pero unidad de misión. Los Apóstoles y sus sucesores recibieron de Cristo el
encargo de enseñar, santificar y regir en su nombre y con su autoridad. Pero
los seglares cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde
en la misión de todo el Pueblo de Dios, al haber sido hechos partícipes en el
ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo.
Ejercen realmente el apostolado con su
trabajo por evangelizar y santificar a los hombres y por perfeccionar y
saturar el orden temporal del espíritu evangélico; de tal forma que su
actividad en este terreno dé un claro testimonio de Cristo y sirva para la
salvación de los hombres".
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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