P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
29. LA ESTRUCTURA JERÁRQUICA DE LA IGLESIA
Presentado
ya el ser de la Iglesia y hecha la descripción teológica de la misma, es hora
de hablar de la estructura jerárquica de la Iglesia (Orden Sacerdotal), la cual
no surge en ella como resultado de una delegación democrática, sino como una
constitución de estructura apostólica de la Iglesia que Cristo así la quiso.
Esta estructura Jerárquica sólo podremos conocerla recurriendo a la Sagrada
Escritura y a la Tradición.
El
estudio de la Jerarquía, dentro del tratado de Ecclesia, viene en el marco del
estudio de la Iglesia como Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo, porque la
razón de ser de la jerarquía está dentro del pueblo de Dios y al servicio de
él. En la Iglesia, lo primero, y fundamental es pertenecer y ser miembro de la
Iglesia, por el Bautismo nos incorporamos a Cristo y pertenecemos a su Cuerpo
Místico que es la Iglesia, sólo después podemos hablar de la Jerarquía de la
Iglesia como una autoridad puesta y querida por Cristo para estar al frente de
la misma Iglesia y al servicio de todo el pueblo de Dios.
29.1. ESTRUCTURA JERÁRQUICA DE LA IGLESIA - SACRAMENTO DEL ORDEN
Por
voluntad de Cristo, que la ha instituido, la Iglesia, es una sociedad orgánica
y jerárquica, animada y vivificada por el Espíritu Santo y gobernada por los
Obispos, sucesores de los Apóstoles, en comunión con el sucesor de Pedro,
vicario de Cristo y cabeza visible de toda la Iglesia.
Es un deber de todos los miembros de la Iglesia no permanecer pasivos en
el cuerpo que ella constituye, sino para participar positivamente, en comunión
de espíritu, de su actividad.
Anteriormente hemos afirmado que toda la Iglesia es Pueblo de Dios,
Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu. Y todos los miembros de la Iglesia por
medio del sacramento del bautismo tienen
la misma fundamental dignidad de ser hijos de Dios, tienen por cabeza a Cristo
y tienen por fin apostólico la dilatación del Reino de Dios entre todos los
hombres.
Pero no todos tienen las mismas funciones dentro de la comunidad, ni las
mismas responsabilidades. Y esto no solo por la necesidad inherente a toda
comunidad bien organizada, sino por voluntad expresa del Señor, que cimentó la
Iglesia sobre el ministerio apostólico unido en la roca de Pedro y perpetuado
hasta el final de los tiempos en sus sucesores.
Los Apóstoles, con Pedro a la cabeza, son los que han recibido de Cristo
la misión de participar y perpetuar en
la Iglesia la triple función salvífica de Cristo:
- Función Profética: Es decir, proclamar, dar a conocer, enseñar, el Misterio de Cristo, su persona y su obra salvífica, contenido en los Evangelios, dar a conocer la verdad salvífica del Reino de Dios entre los hombres. Es el “munus docendi” (oficio de enseñar).
- Función Sacerdotal: Es el oficio de santificar al Pueblo de Dios por medio de los sacramentos, la oración, etc. Es la participación y realización de Cristo – Sacerdote de la Nueva Alianza. Es el “munus santificandi”, (oficio de santificar).
- Función Pastoral, o Real: Es decir, participación de la función salvífica de Cristo Buen Pastor, Rey y Señor de todo el Universo. Se trata de gobernar, guiar al pueblo de Dios por medio de la caridad fraterna hacia la patria celestial donde está Cristo. Gobernar, guiar, al Pueblo de Dios como quien sirve, hasta dar la vida por todos, como el modelo Cristo, el Buen Pastor. Es el “munus gobernandi” (oficio de gobernar).
La
Constitución Lumen Gentium en el nº 18 dice: “Para apacentar y engrandecer
continuamente al pueblo de Dios, Cristo Señor, estableció en su Iglesia
diversos ministerio, dirigidos al bien de todo el Cuerpo. Los ministros,
dotados de poder sagrado, sirven a sus hermanos, para que cuantos pertenecen al
pueblo de Dios y que por tanto, poseen
la auténtica dignidad cristiana, lleguemos a la salvación colaborando de manera libre y ordenada para conseguir los mismos
objetivos”.
Esto quiere decir que la estructura sacramental de la Iglesia divino -
humana es jerárquica, o sea, que la responsabilidad última respecto a la fiel
transmisión de la Palabra de Dios, a la administración de los sacramentos y al
gobierno y dirección de la Iglesia, no reside en el pueblo indiferenciado, sino
en aquella parte del pueblo de Dios que ha recibido de Cristo, a través de la
sucesión apostólica, el encargo de enseñar, santificar y gobernar la Iglesia de
Cristo, como participación de la gracia capital de Cristo Cabeza.
La fe de la Iglesia afirma que estos responsables son los Apóstoles y sus
sucesores directos, los Obispos. También afirma que el Colegio Episcopal tiene
su principio de unidad en el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, el Papa.
La Iglesia católica dice: "Cristo dio a su Iglesia una constitución
jerárquica", (de fe).
Los poderes jerárquicos (autoritativos) de la Iglesia comprenden una
triple potestad:
- Enseñar, por medio de la palabra revelada todo lo referente a la salvación. Cristo el centro del mensaje; es la misión de profeta - maestro.
- Santificar, realizando y comunicando los sacramentos y su eficacia salvadora, ministerio sacerdotal
- Gobernar, guiar, cuidar, al pueblo de Dios en orden a la santidad de vida con el vínculo de la caridad, y también la capacidad legisladora y jurídica en bien del Cuerpo de Cristo, función pastoral.
Estas tres funciones potestativas se representan en las imágenes de
Cristo, Profeta, Sacerdote y Pastor, de las cuales participan todos los
bautizados en el sacerdocio común como partícipes del Cuerpo Místico de Cristo
y de una manera especial los bautizados que pertenecen al orden sacerdotal,
sacerdocio ministerial, como partícipes de la gracia capital de Cristo Cabeza, por medio del sacramento del orden.
Cristo transmitió
a los Apóstoles este triple oficio con sus poderes correspondientes. El
fundamento bíblico de esta índole jerárquica y apostólica es el siguiente:
Cristo transmitió a los apóstoles la misión que había recibido del Padre, Jn
20, 21. La misión de Cristo comprende su triple función de redentor. Jesús dio
a los apóstoles el encargo de predicar el evangelio por todo el mundo, Mt 28,
19; Mc 16, 15. Les confirió la autoridad de gobernar, Lc 10, 16; Mt 10, 40; les
prometió el poder de atar y desatar, Mt 18, 18 y les transmitió los poderes
sacerdotales de bautizar, Mt 28, 19, celebrar la Eucaristía, Lc 22, 19, de perdonar los pecados, Jn 20, 23.
En efecto, los Apóstoles, según el testimonio de S. Pablo, se
consideraban como legados de Cristo:
"por el cual hemos recibido la gracia del apostolado para promover entre
las naciones la obediencia a la fe", Rom 1, 5; se consideraban como "ministros de Cristo y dispensadores
de los misterios de Dios", l Cor 4, 1, como enviados por Cristo de
los cuales se vale Dios para amonestar, 2 Cor 5, 20 como: "predicadores de la palabra de reconciliación" y "portadores del ministerio de la
reconciliación", 2 Cor 5, 18. Los Apóstoles hicieron uso de los
poderes que les habían conferido: "ellos
se fueron y predicaron por doquier", Mc 16, 20; dieron leyes y prescripciones
a los fieles, Hech 15, 28; l Cor 11, 34; dieron sentencias e impusieron
castigos, l Cor 5, 3-5; bautizaron, Hech 2, 41 l Cor 1, 14; celebraron la Eucaristía,
Hech 2, 42, y confirieron poderes eclesiásticos por la imposición de sus manos,
Hech 6, 16; 14, 22; 1 Tim 4, 14; Tit 1, 5.
La palabra "Jerarquía" viene del griego: “ieros” = sagrado - "arje" = principio, y significa = “principado sacro”. Este vocablo no parece en los escritos del N.T. Sin embargo es un
término manejado en los escritos apostólicos de la primitiva comunidad
cristiana como en el Pseudo-Dionisio, refiriéndose a los Apóstoles elegidos por
Cristo y a sus sucesores los Obispos. La "jerarquía" es pues, un
"principado sacro", no sólo porque se ejercita sobre las cosas
sagradas (objeto) sino, sobre todo, porque quien lo ejercita (sujeto), está
consagrado en virtud de un acto positivo de Cristo que lo hace instrumento suyo
para continuar la obra salvífica y lo coloca, por lo tanto, en un rango
especial en la Iglesia, Orden sacerdotal.
La función de la jerarquía es precisamente la de
perpetuar en el mundo la presencia de estos medios salvíficos: la predicación
de la palabra de Dios (fe), la distribución y realización de los sacramentos y
la dirección del Pueblo de Dios hacia su fin sobrenatural último.
En la Iglesia primitiva además de los Apóstoles,
aparecen también, como poseedores de los oficios ministeriales y poderes
jerárquicos los "presbiteroi", que significa = ancianos. Los presbíteros,
por su función eran colaboradores de los apóstoles, Hech 20, 17; 1 Petr
5, 1-2, y los “diakonos”, que significa = servidor. Los presbíteros de la comunidad ungían a los
enfermos en el nombre del Señor y les concedían el perdón de los pecados, Sant
5, 4, s.s. Estos colaboradores de los apóstoles eran escogidos, a veces, por la
comunidad, pero recibían su oficio y potestad no de la comunidad, sino de los apóstoles.
Hech 6, 6, (institución de los siete diáconos), y en Hech 14, 22 la institución
de presbíteros. Los cristianos carismáticos, que durante la era apostólica
tuvieron parte tan importante en la edificación de la Iglesia, 1 Cor 12 y 14 no
pertenecían a la jerarquía, a no ser que poseyeran al mismo tiempo oficios
eclesiásticos. S. Pablo les exige la subordinación de los carismas al oficio
apostólico, 1 Cor 14, 26, s.s.
El Concilio de Trento declaró: contra los
protestantes (los cuales rechazaban el sacerdocio ministerial y, con ello, la
jerarquía de la Iglesia, y tan sólo reconocían el sacerdocio común (bautismo)
de todos los fieles), que en la Iglesia católica existe una jerarquía creada por institución
divina. Denz 966.
El Papa Pío VI rechazó como herética la doctrina
galicana del Sínodo de Pistoya en la que dicha doctrina afirmaba: la que la
autoridad eclesiástica había sido concedida inmediatamente por Dios a la
Iglesia, es decir, a la totalidad de los fieles, y por la Iglesia pasaba a los
pastores", Denz 1502.
El papa Pío VI, afirmo: "que Cristo confió
inmediatamente el poder espiritual a los apóstoles". Pío X, condenó la
proposición del modernismo en la que decía que la jerarquía eclesiástica era el
resultado de una sucesiva evolución histórica. Denz 2054.
Finalmente el Concilio Vaticano II en la
Constitución dogmática sobre la Iglesia, "Lumen Gentium" en los Nº 18-29,
trata con detenimiento sobre la constitución jerárquica de la Iglesia.
Si queremos reducir a una breve fórmula la doctrina
expuesta por el Conc. Vat. II acerca de la Iglesia podemos decir que: La
Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios que vive con un orden jerárquicamente
estructurado al servicio del reino de Dios. El orden jerárquico, instituido
por Cristo (orden sacerdotal), con el que se introduce la distinción entre
ministros y laicos, es esencial a la Iglesia, por eso hablamos de la estructura
jerárquica de la Iglesia como el principio que constituye al Pueblo de Dios, y
tiene su lugar teológico en la sacramentalidad de la Iglesia. La Iglesia es el
signo de salvación puesto por Jesucristo para todos los hombres, "como
sacramento en Cristo, es decir, como signo e instrumento para la más íntima
unión con Dios, así como para la unión de toda la humanidad", L. G. Cptlo
1º, Nº 1.
Este significado sacramental de la Iglesia está vinculado a la
estructura jerárquica que le es propia; o sea, la Iglesia es signo salvífico
sacramental sólo gracias a que el Señor, su cabeza invisible, está representado
visiblemente en ella por determinados hombres (los Apóstoles y sus sucesores);
pues sin cabeza visible la Iglesia no puede ser representación visible del
cuerpo del Señor. Esta organización eclesiástica se debe a la voluntad del
Señor de continuar su acción salvífica mediante representantes
plenipotenciarios en la Iglesia.
Vimos que Cristo eligió entre
sus discípulos a Doce y los instituyó
como Apóstoles y como lo indica la palabra griega: "apostolos", los hizo sus
representantes en sentido apostólico y jurídico, colocando a Pedro al frente de
los mismos. Con la continuación de su misión, asegurada mediante la sucesión apostólica.
Jesucristo sigue viviendo personalmente en la Iglesia y es la cabeza que
vivifica y rige a todos los miembros del pueblo de Dios, no sólo por el
gobierno invisible del Espíritu Santo, sino también por la acción visible de
los servidores elegidos y autorizados.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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