P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
23. Estructura Sacramental de la Iglesia
El Concilio Vaticano II, en el
Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia "Ad Gentes", nº 1, dice : "Enviada
por Dios a las gentes para ser "sacramento universal de salvación", la Iglesia, por exigencia
radical de su catolicidad, obediente al mandato de su Fundador, se esfuerza en
anunciar el Evangelio a todos los hombres. Los mismos Apóstoles, en quienes la
Iglesia ha sido fundada, siguiendo las huellas de Cristo, "predicaron la
palabra de la verdad y engendraron las Iglesias". Sus sucesores están
obligados a perpetuar esta obra, a fin de que la palabra de Dios se difunda y
glorifique, 2 Tes 3,1 y el Reino de Dios sea anunciado y establecido en toda la
tierra".
También en la Constitución Dogmática
sobre La Iglesia "Lumen Gentium", nº 48 dice: "Porque Cristo,
levantado sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos, Jn 12, 32; habiendo
resucitado de entre los muertos Rom, 6, 9, envió sobre los discípulos a su
Espíritu vivificante y por El hizo a su Cuerpo, que es la Iglesia,
"sacramento universal de salvación".
Finalmente en la Constitución
Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, "Gaudium et Spes", nº
45, dice: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo
múltiple ayuda, sólo pretende una cosa: el advenimiento del Reino de Dios y la
salvación de toda la humanidad. Todo el bien que el pueblo de Dios puede dar a
la familia humana al tiempo de su peregrinación en la tierra, deriva del hecho de que la Iglesia es "sacramento
universal de salvación", que manifiesta y al mismo tiempo realiza el
misterio de amor de Dios al hombre".
Con estas tres citas del Conc. Vat.
II tenemos una especie de introducción al tema de la Iglesia como
"sacramento universal de salvación". Cuando se afirma que la Iglesia
es un "sacramento", hay que partir del supuesto que no se quiere
pretender afirmar que, además de los siete sacramentos tradicionales, hay que
añadir ahora un octavo sacramento: la Iglesia. Para evitar esa posible
confusión, el Concilio Vat. II ha añadido en el texto la partícula "como".
Es "como un sacramento". Con
esto ya está dicho que se trata de una semejanza, de una analogía.
23.1. La Iglesia, como sacramento universal de salvación
La Iglesia católica, por ser el
sacramento universal de la salvación, es asimismo su sacramento único. Sólo
ella , en principio, es capaz de poner a
los hombres en comunión con Dios. Al hablar de la Iglesia como sacramento, no
se usa la palabra en "sentido estricto" sino en "sentido amplio". Y ¿cuál es el "sentido
amplio"? Si los sacramentos lo definimos como: "signos sagrados
característicos de la Iglesia, en los que ésta une a los creyentes al misterio
de Cristo y prolonga la acción santificadora de Cristo", es decir, el
sacramento como un signo eficaz de la gracia de Cristo; o como un signo e
instrumento de la íntima unión con Dios, podemos afirmar que la humanidad de Cristo es el primer
"sacramento", el "sacramento radical".
En efecto, la naturaleza humana de
Cristo, asumida por el Verbo de Dios, es un sacramento en sentido eminente y por
eso se ha dicho que Cristo es el sacramento de unión de Dios con los hombres,
pues la gracia sobrenatural ha recibido en Cristo la más perfecta encarnación.
El hombre - Dios es la figura en la que se ha hecho visible el Dios que carece
de toda figura.
La naturaleza humana de Cristo
cumple, en el más auténtico sentido, lo que dice el Concilio de Trento de la
naturaleza de los sacramentos: "que contienen la gracia que
significan". (Denz.849). Los sacramentos en su referencia fundamental a
Cristo nos llevan a afirmar que la humanidad de Cristo es el sacramento
eminente.
23.2. La humanidad de Cristo es el receptáculo "visible" de la
gracia "invisible"
La encarnación es, en efecto, la
aparición sensible de la invisible benignidad salvífica de la voluntad de Dios,
Tit 3, 4. S. Pablo dice: "grande es
el misterio de la piedad, que se ha manifestado en la carne" (de Cristo),
1 Tim 3, 16. Lo sobrenatural se ha unido en Cristo del modo más elevado con la
humanidad visible, con su carne como suele llamarse la humanidad, precisamente
por su parte visible.
Y se unió de tal manera que si bien
está presente sustancial y personalmente
en la carne, no obstante, queda oculto en la misma carne, (kénosis). Así en el
receptáculo visible de la carne de Cristo está la presencia de la gracia
sustancial, que es Dios mismo, que busca la amistad con los hombres, para
hacerlos gratos a sus divinos ojos y santificarlos. El NT nos indica que la
humanidad de Cristo es la manifestación sacramental del Hijo de Dios, figura
visible del Dios invisible: "el que
me ve a mí ve a mi Padre", Jn 14, 9.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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