Espiritualidad Matrimonial - 3º Parte

P. Vicente Gallo, S.J.

3. Vivir cada día el Matrimonio como Sacramento

Todo lo que hemos dicho sobre la oración, hecha personalmente o en comunidad, es esencial en cualquier espiritualidad cristiana, y concretamente en la espiritualidad matrimonial. Pero si hemos de hallar el elemento característico de la espiritualidad matrimonial, para cultivarlo y vivirlo, sin duda alguna deberá ser no dejar atrás el Sacramento que los unió, como si hubiera sido un acto que se hizo al casarse, sino como un Sacramento que permanece para toda la vida, y que se ha de vivir cada día más de veras, en toda la vida de relación de la pareja, y en la dedicación a los hijos.

Entender que ese amor que los une debe ser la manifestación del amor de Cristo a su Iglesia, según la Carta a los Efesios (5, 21-33), y vivir las exigencias que conlleva esa conciencia permanente de ambos esposos, es la primordial manera de “vivir la fe actuando en la caridad” (Ga 5, 6) que los esposos cristianos han de imponerse como manera de “vivir en el Espíritu”(Ga 5, 25) su matrimonio; que esa sería la definición de “Espiritualidad Matrimonial”. Para vivir ambos esposos, cada día más de veras y con más significativos detalles las exigencias del Sacramento entendido de esa manera.

El esposo y la esposa han de vivir en verdadera competencia el “estar sometidos el uno al otro como a Cristo”(Ef 5, 21). Así como competir en amarse, entregándose el uno a sí mismo por el otro para hacerle santo, purificándole con el baño del agua que los bautizó, y la Palabra de Dios en la que creen (Ef 5, 26). Para presentársele el otro a sí mismo como cónyuge que no tenga mancha ni arruga ni nada semejante, sino santo e inmaculado; porque uno mismo es quien tiene que hacer así al otro para presentárselo tan digno de su enamoramiento (Ef 5, 27). Son un mismo cuerpo, y así han de amarse, cada uno al otro como a sí mismo (Ef 5, 28). Nadie aborrece a su propia carne, sino que la alimenta y la cuida con cariño: lo mismo que Cristo a su Iglesia porque somos su propio Cuerpo (Ef 5, 29). Haciéndolo todo con detalles concretos, que el otro de veras los note.

El esposo deberá hacerlo con los detalles característicos suyos de varón, y la esposa con los detalles que son característicos y propios de la mujer, con la masculinidad y la feminidad expresados en el amor con que se aman; haciendo no dos, sino uno, como Dios los hizo en el amor con que se enamoraron, con el que se casaron, y con el que los hijos necesitan verlos y gozar de ellos como padres. Resistiendo las tentaciones con las que el “ego” de cada uno, y lo que ven en las otras parejas en el mundo, o lo que les dicen los amigos y los propios familiares, les incita a olvidar que son “una sola carne”; viendo que no les está permitido vivir ya siendo dos como cuando eran solteros, sino siendo de veras uno. “Lo que Dios ha unido, que nunca lo separe el hombre” (Mt 19, 6; Mc 10, 9), dijo Jesús.

Ya el Génesis, en el principio, dice: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne”(Gn 2, 24): en los criterios, en las apetencias, en las decisiones, en lo que poseen, en lo que son, y en todo; trabajando el ser uno, en vez de dos, mediante un verdadero diálogo permanente. Al conocerse de veras el uno al otro sin “tapujos”, “al desnudo”, sin sentir vergüenza el uno del otro (Gn 2, 25), sino amándose así como son y como Dios los ha hecho el uno para el otro (Gn 2, 23). Pues siendo varón y mujer, tan distintos, pero el uno para el otro, son imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 27) que es Amor (1Jn 4, 16) y que así le hemos conocido y creemos en El.

Pero también tenemos que dejar claro no poder afirmarse que la “Espiritualidad Matrimonial” consiste en vivir cada día mejor su Sacramento, y que “eso es todo”. Precisamente porque “es lo fundamental”, no es lo único, y es necesario que estudiemos los modos de vivir el Sacramento; para, en ese análisis, encontrar más en detalle lo que es la Espiritualidad Matrimonial que los esposos cristianos han de trabajar y vivirla. Esto será lo que iremos viendo en los capítulos siguientes.

¿Cuántas veces, en problemas grandes o pequeños, nos hemos puesto a rezar juntos de veras?




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Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA

Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

Ejemplo:

Ceder el paso a un peatón.

Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

Poner un intermitente

Cada vez que cedes el paso a un peatón

o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años