2º Carta a los Tesalonicenses

P. Fernando Martínez, S.J.

Guía a la 2ª Carta a los Tesalonicenses

1,1-12: Saludo * Perseverancia en las pruebas * Un día glorioso, el Señor vendrá en fuerza y poder * Para vosotros será un día grande.

2,1-17: Pero su venida no es inminente * Pues todavía es el tiempo del maligno y de quienes encuentran placer en la maldad * Este no es vuestro caso por haber sido elegidos para la salvación.

3,1-15: El Señor es fiel * Obligación de trabajar: quien no quiera hacerlo que no coma.

3,16-18: Bendición y saludo final.

Sobre esta segunda carta a los de Tesalónica se presentan serias dudas: primero si ella fue escrita de forma personal por el mismo Pablo como se afirma en 2Tes 3,17 y segundo, cuándo fue escrita y a quiénes iba destinada en verdad.

Hasta hace muy poco tiempo se venía sosteniendo que esta carta había sido escrita por Pablo, unos tres o cuatro meses después de la primera con el fin de aclarar algunas de sus propias interpretaciones.

Sin embargo, los datos del análisis de la crítica histórica de esta segunda carta, dan pie fundado para presuponer que su autor, no habría sido san Pablo, pero sí un discípulo suyo; y que el motivo de su redacción fue observar en las comunidades cristianas, pasada ya la guerra judeo-romana (a. 67-70) y haber sido arrasada Jerusalén y su santo templo, un movimiento “apocalíptico” sobre el fin de la historia humana. La carta se habría escrito, por tanto, en una fecha posterior. En esta hipótesis verosímil, los destinatarios serían las numerosas comunidades afectadas. Y en este caso, el autor para conferir una mayor autoridad a su carta, la presenta como redactada de puño y letra por el mismo Pablo, y como una continuación de las enseñanzas dadas en su primera a los Tesalonicenses.

Lo que el autor pretende es evitar una interpretación errónea de la tradición paulina acerca de la “Parusía” en un tiempo tan confuso para los creyentes de origen particularmente judío. Subraya que la venida del Señor no es inmediata. Hay que seguir en actitud de espera. Vigilantes sí, pero con sosiego y sin dejar de trabajar en este mundo actual y real. Censura la ociosidad de algunos y subraya que el trabajo manual no degrada a la persona, al contrario, le confiere dignidad y libertad.

“No vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie (…) el que no trabaja, que no coma.” (2 Tes 3,7ss)

AQUILA y PRISCILA:

Se trata de un matrimonio joven. Aquila es el nombre del marido y Prisca o Priscila el de su mujer. El era de raza judía, y ella una romana a quien su esposo conoció en alguno de sus viajes de negocios (fabricante de lonas para tiendas). Priscila debía ser una mujer de una personalidad destacada en la comunidad cristiana, pues de las seis veces que el Nuevo Testamento les menciona, su nombre aparece en primer lugar cuatro veces.

Esta joven pareja probablemente se convirtió a la fe cristiana ya en Roma. Con motivo de un decreto de expulsión de los judíos de la ciudad imperial (a. 49), el matrimonio se había establecido en Corinto, y es precisamente cuando apareció Pablo y le recibieron en su casa y taller. Su amistad fue tan grande que se embarcaron con él (a 52) y le acompañaron hasta Efeso, en donde se quedaron, mientras Pablo continuaba su regreso hacia Antioquía de Siria

A la muerte del emperador Claudio (a 54) y anulado su decreto, el matrimonio parece ser que regresó a Roma, pues Pablo en su carta a los Romanos les dedica un saludo muy personal: “Saludos especiales para Priscila y Aquila, que tanto trabajaron conmigo anunciando a Cristo Jesús y que se jugaron la vida por salvar la mía. Y no sólo yo tengo que agradecérselo, sino también todas las iglesias de procedencia pagana” (16,3-4). Nada sabemos de su peligro moral, pero lo de Efeso fue duro (1 Cor 15,32)

ROMA:

Según la tradición fue fundada en el año 753 a.C. en un lugar de confluencia del río Tíber y seis colinas próximas al mar. De espíritu abierto, fue creciendo en población y atrajo ideas y gentes de otras muchas zonas del Mediterráneo. Llegó a ser una ciudad poderosa y cosmopolita. En la época del N.T. estaba en pleno apogeo, con más de un millón de habitantes y un conjunto impresionante de construcciones públicas. No está claro el inicio de la comunidad cristiana en Roma.

La carta de Pablo a los romanos data del año 57, y para ese año ya existía una comunidad numerosa allí. De la fe de los romanos “todo el mundo se hace lenguas” (Rm 1,8). Pablo llega a Roma el año 60 ó 61 y los hermanos salieron a su encuentro y “al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimos” (Hch 28,15)

“A propósito de la venida de Nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, os ruego que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o carta nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima” (2 Tes 2,1-2)

PARUSÍA

La esperanza cristiana está centrada en la venida de Cristo. En la carta a los Hebreos la parusía será como una segunda venida, la definitiva: “Después se mostrará por segunda vez, pero ya no en relación con el pecado, sino para bien de quienes esperan de él la salvación definitiva” (Heb 9,28). La palabra griega “parusía”, significa “presencia” o “llegada”. En la vida y cultura helenista se utilizaba para las visitas oficiales del emperador o de alguno de sus representantes a las ciudades.

La “parusía” de Cristo será una venida en poder y en fuerza visible ante todo el mundo. Para los cristianos de Tesalónica y para el mismo Pablo esta segunda venida la sentían próxima. Con el paso rápido del tiempo y al cerciorarse de que su presentimiento no se cumplía, se indicará de forma reflexiva “que un día es para el Señor como mil años, y mil años como un día” (2Pe 3,8). El tiempo es de Dios. El mensaje sería que el tiempo desemboca ante un Cristo que nos espera y nos recibe como resucitado. Lo que llamamos tiempo histórico se are hacia lo absoluto. Este pertenece a Dios.

JUSTIFICACIÓN

El infinitivo “justificar! Es un concepto opuesto al de “condenar”. En los escritos de san Pablo el término es básico para captar “su evangelio”, es decir, el misterio de nuestra salvación en Cristo. Pablo era judío, educado en la Ley y “fariseo” de corazón (piadoso y cumplidor). Ante su intensa visión de Jesucristo resucitado cae de bruces y queda deslumbrado ante la luz inmensa de que el único que salva es el Señor. La Ley que hasta entonces había sido su meta más preciada pierde su sentido salvífico. La Ley ya no salva y las obras que se hacen para cumplirla con escrúpulo no sirven. Al contrario, son frustrantes. Hacemos con frecuencia lo que no desearíamos hacer: “La Ley sólo nos trae el conocimiento del pecado” (Rm 3,20). La fe es la respuesta de base a la gracia que Dios ofrece.


Cartas de San Pablo (Introducción) y 1º Carta a los Tesalonicenses

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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.

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