Papa responde preguntas de sacerdotes



CIUDAD DEL VATICANO, 12 JUN 2010 (VIS).-Benedicto XVI respondió a las preguntas de cinco sacerdotes de cada uno de los continentes durante la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el pasado jueves por la noche. Ofrecemos una amplia síntesis de ellas.


Un sacerdote brasileño preguntó cómo afrontar las dificultades que encuentran los párrocos en su ministerio.


El Papa reconoció que "hoy en día es muy difícil ser párroco, sobre todo en los países de la antigua cristiandad. Las parroquias son cada vez más extensas: es imposible conocer a todos, es imposible cumplir todos los deberes que se esperan de un párroco". A este respecto, el Papa subrayó la importancia de que "los fieles vean en el sacerdote no solo a uno que trabaja y después es libre y vive solo para sí mismo, sino que es un hombre apasionado de Cristo. (...) Llenarse de la alegría del Evangelio con todo nuestro ser es la primera condición", a la que se añaden "tres prioridades fundamentales: la Eucaristía y los sacramentos, (...) el anuncio de la Palabra, y (...) la cáritas, el amor de Cristo". Además "una prioridad muy importante es la relación personal con Cristo. (...) La oración no es algo marginal: rezar es algo propio del sacerdote, también como representante del pueblo que no sabe orar o no encuentra tiempo para orar. La oración personal, sobre todo la Oración de las Horas, es alimento esencial para nuestra alma, para toda nuestra acción".


Un presbítero de Costa de Marfil preguntó cómo evitar la fractura entre teología y doctrina y tratar de que el "estudio no sea todo académico, sino que alimente la espiritualidad".


Benedicto XVI reconoció la existencia de"un abuso de la teología que es arrogancia de la razón y no alimenta la fe, sino que oculta la presencia de Dios en el mundo. Pero, existe una teología que quiere conocer más por amor de la persona amada. (...) Esta es la verdadera teología, que viene del amor de Dios, de Cristo, y quiere entrar más profundamente en comunión con Cristo". El Papa exhortó a los teólogos a "ser valientes, (...) a no temer al fantasma de la ciencia, (...) a no someterse a todas las hipótesis del momento, sino a pensar realmente apartir de la gran fe de la Iglesia, que está presente en todos los tiempos y nos abre el acceso a la verdad. (...) La formación es muy importante. Pero debemos ser también críticos: el criterio de la fe es el criterio con el que hay que ver también a los teólogos y las teologías. (...) El Catecismo de la Iglesia Católica es la síntesis de nuestra fe y es realmente el criterio desde el que se puede determinar si una teología es aceptable o no".


Otro sacerdote pidió al Papa que hablara sobre "la profundidad y el sentido auténtico del celibato eclesiástico, también frente a las críticas mundanas a este don".


El Santo Padre dijo que "un gran problema del cristianismo en el mundo de hoy es que ya no se piensa en el futuro de Dios: parece suficiente solo el presente de este mundo. (...) Así se cierran las puertas a la verdadera grandeza de nuestra existencia. El sentido del celibato como anticipación del futuro es precisamente abrir estas puertas, (...) mostrar la realidad del futuro que tenemos que vivir como presente. Dar, por tanto, así testimonio de la fe: creemos realmente que Dios existe, que podemos fundar nuestra vida en Cristo, en la vida futura". En cuanto a las críticas del mundo, el pontífice dijo que "para el mundo agnóstico, (...) el celibato es un gran escándalo, porque muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad. (...) El celibato es un "sí" definitivo, un dejarse agarrar por la mano de Dios, entregarse en las manos del Señor, en su "yo", y por tanto se trata de un acto de fidelidad y confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio, (...) que es la forma bíblica, natural de ser hombre y mujer, fundamento de la grancultura cristiana y de las grandes culturas del mundo. Si desaparece se destruye la raíz de nuestra cultura. Por eso, el celibato confirma el "sí" del matrimonio con su "sí" al mundo futuro. Y de esta manera queremos hacer presente este escándalo de una fe que pone toda su existencia en Dios. (...) Pidamos al Señor que nos ayude a liberarnos de los escándalos secundarios, para que haga presente el gran escándalo de nuestra fe: la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Jesucristo".


La cuarta pregunta fue cómo vivir la centralidad de la Eucaristía y el culto con dignidad, sin caer en el clericalismo y alejarse de la realidad.


Recordando a San Agustín, Benedicto XVI señaló que "el sacrificio de los cristianos es estar unidos por el amor de Cristo en la unidad del único cuerpo de Cristo: salir de nosotros mismos, dejarse atraer por la comunión del único pan y del único Cuerpo para entrar en la gran aventura del amor de Dios. Así debemos celebrar, vivir, meditar siempre la Eucaristía, como escuela de la liberación de mi "yo". (...) La Eucaristía es lo contrario del clericalismo, del cerrarse en sí mismos. (...) Vivir la Eucaristía en su sentido original, en su verdadera profundidad, es una escuela de vida y la protección más segura contra toda tentación de clericalismo".


Por último, otro sacerdote preguntó al Papa qué se puede hacer para contrarrestar la escasez de vocaciones.


"Existe la gran tentación -respondió el Santo Padre- de transformar el sacerdocio, el sacramento de Cristo, en una profesión normal que tiene su horario; como cualquier otra vocación, haciéndolo accesible y fácil. Pero esta es una tentación que no resuelve el problema. (...) Como nos enseña el Señor, debemos rezar a Dios, llamar a la puerta, al corazón de Dios para que nos dé las vocaciones; rezar con gran insistencia, con gran determinación, con gran convicción, porque Dios no se cierra a una oración insistente, permanente, confiada, a pesar de que deja hacer, espera (...) más allá de los tiempos que habíamos previsto". Además, "cada uno debería hacer lo posible para vivir el sacerdocio de manera convincente. (...) Después, invitar a la oración, a tener esta humildad, esta confianza de hablar con Dios con fuerza, con decisión. Y tener la valentía de hablar con los jóvenes si pueden pensar que Dios los llama, (...) y, sobre todo, ayudarles a encontrar un contexto vital en el que puedan vivir su vocación".


AC/VIS20100614 (1100)


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