Domingo de la Sagrada Familia. Ciclo C


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P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2, 41-52)

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.

Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.

Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».

Él les contestó:

«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».

Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.

Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Palabra del Señor


La liturgia, como maestra de nuestra fe, en la época de Navidad nos trae varios mensajes importantes. Y por eso hoy nos hace celebrar a la Sagrada Familia. Jesús, como hombre real, necesitó una familia, para desarrollar su ser humano, de la misma forma que nosotros necesitamos de una familia, para crecer, para aprender, para desarrollarnos, alimentarnos, adquirir valores y educación.

La familia es una maravillosa realidad social ideada por Dios para el hombre, para continuar el largo proceso de hacerse plenitud. Un proceso que empieza desde que se establece nuestro código genético en el seno de nuestras madres. Estamos en un seno durante nueve meses, y en el SENO familiar durante muchos años, antes de que salgamos de él ya como adultos de verdad para empezar en plenitud nuestra propia aventura.

Al ser humano la familia le resulta imprescindible, para crecer físicamente: ahí se desarrolla nuestro cuerpo, empezamos a adquirir movimiento y a pronunciar palabras. Ahí crecemos afectivamente: el proceso del desarrollo de nuestro corazón, nuestra emotividad, nuestra sicología. Ahí vamos adquiriendo valores, esas riquezas  interiores, que una persona cabal debe poseer, como un maravilloso tesoro. Ahí aprendemos a desarrollar nuestra inteligencia, nuestras habilidades, ahí aprendemos el comportamiento en sociedad.

Pero además de un ámbito de crecimiento y de aprendizaje, la familia es un ámbito de identidad: uno aprende a ser persona, a ser uno mismo, principalmente en la familia; aunque todas las otras relaciones humanas ayudan a establecer el yo personal. Y es que en familia es donde uno puede ser uno mismo, porque es aceptado como es y valorado por lo que es. Naturalmente que es imprescindible, para configurarse uno mismo, el poder tener "los modelos" adecuados. Y estos son principalmente el padre y la madre, los dos juntos, para cada uno de los hijos. Esa es una maravillosa función de la familia, el lograr que la individualidad de un ser se afiance como tal.

Además, la familia cumple otras muchas funciones, como ser el sitio del descanso, y de la recuperación de las fuerzas. Es un ámbito donde uno se siente protegido de la fatiga, y de la agresión (a veces es hostilidad, a veces sólo desgaste) que produce el mundo exterior. El trabajo, las ocupaciones del colegio, las relaciones con "otros" en distintos campos, a veces producen impactos, de los cuales uno se recupera en el hogar, en la familia; claro, con la condición de que la familia sea familia.

La familia debe ser un conjunto de personas, entrelazadas por relaciones creadoras de afecto, aprecio, estímulo, comprensión, aceptación, comunicación, sustento. Claro es importante que todos sus miembros asuman activamente el papel, que en estas relaciones les corresponde. Las ausencias a veces son sustituidas por miembros del exterior, que no tienen la misma capacidad de producir esos buenos efectos. Las personas que no encuentran en su propia familia las relaciones creadoras adecuadas, es normal que tiendan a buscar fuera los lazos, de los que en su familia hay carencia. También es cierto, por otra parte, que la familia sana, no debe construirse en base solo a relaciones internas, sino que debe tender puentes hacia el exterior, para enriquecerse ella misma.

Mucha riqueza tiene la familia, la que Dios nos ha dado, y que hoy celebramos. Jesús quiso nacer en una familia y santificar la familia. El tuvo una infancia en familia, donde aprendió, donde creció en sabiduría y gracia; familia en la que fue desarrollando todas sus facultades humanas. Hoy celebramos a María, José y el Niño, como Sagrada Familia. Y celebramos también cada uno a nuestra propia familia, uno de los dones más preciados que Dios nos ha concedido. 


Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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Catequesis del Papa: El nacimiento de Jesús



PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 22 de diciembre de 2021

[Multimedia]

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, a pocos días de la Navidad, quisiera recordar con vosotros el evento del cual no puede prescindir la historia: el nacimiento de Jesús.

Para cumplir el decreto del emperador César Augusto, que ordenaba registrarse en el censo del propio pueblo de procedencia, José y María van de Nazaret a Belén. Nada más llegar, buscan en seguida alojamiento, porque el parto es inminente; pero lamentablemente no lo encuentran, y entonces María se ve obligada a dar a luz en un pesebre (cf. Lc 2,1-7).

Pensemos: ¡el Creador del universo… a Él no le fue concedido un lugar para nacer! Quizá fue una anticipación de lo que dice el evangelista Juan: «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (1,11); y de lo que Jesús mismo dirá: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58).

Fue un ángel quien anunció el nacimiento de Jesús, y lo hizo a los pastores humildes. Y fue una estrella la que indicó a los Magos el camino para llegar a Belén (cf. Mt 2,1.9-10). El ángel es un mensajero de Dios. La estrella recuerda que Dios creó la luz (Gen 1,3) y que ese Niño será “la luz del mundo”, como Él mismo se autodefinirá (cf. Jn 8,12.46), la «luz verdadera […] que ilumina a todo hombre» (Jn 1,9), que «brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron» (v. 5).

Los pastores representan a los pobres de Israel, personas humildes que interiormente viven con la conciencia de la propia carencia, y precisamente por esto confían más que los otros en Dios. Son ellos los primeros en ver al Hijo de Dios hecho hombre, y este encuentro les cambia profundamente. Cuenta el Evangelio que se volvieron «glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20).

En torno a Jesús recién nacido hay también tres Magos (cf. Mt 2,1-12). Los Evangelios no dicen que fueran reyes, ni el número, ni sus nombres. Con certeza se sabe solo que desde un país lejano de Oriente (se puede pensar en Babilonia, Arabia o a en la Persia de aquella época) se pusieron en viaje para buscar al Rey de los Judíos, que en su corazón identifican con Dios, porque dicen que le quieren adorar. Los Magos representan a los pueblos paganos, en particular a todos aquellos que a lo largo de los siglos buscan a Dios y se ponen en camino para encontrarlo. Representan también a los ricos y a los poderosos, pero solo a los que no son esclavos de la posesión, que no están “poseídos” por las cosas que creen poseer.

El mensaje del Evangelio es claro: el nacimiento de Jesús es un evento universal que afecta a todos los hombres.

Queridos hermanos y queridas hermanas, solo la humildad es el camino que nos conduce a Dios y, al mismo tiempo, precisamente porque nos conduce a Él, nos lleva también a lo esencial de la vida, a su significado más verdadero, al motivo más fiable por el que la vida vale la pena ser vivida.

Solo la humildad nos abre a la experiencia de la verdad, de la alegría auténtica, del conocimiento que cuenta. Sin humildad estamos “aislados”, estamos aislados de la comprensión de Dios, de la compresión de nosotros mismos. Es necesario ser humildes para entendernos a nosotros mismos, mucho más para entender a Dios. Los Magos podían también ser grandes según la lógica del mundo, pero se hacen pequeños, humildes, y precisamente por esto logran encontrar a Jesús y reconocerlo. Aceptan la humildad de buscar, de ponerse en viaje, de pedir, de arriesgarse, de equivocarse…

Todo hombre, en lo profundo de su corazón, está llamado a buscar a Dios; todos tenemos esa inquietud y nuestro trabajo es no apagar esa inquietud, sino dejarla crecer porque es la inquietud de buscar a Dios; y, con su misma gracia, puede encontrarlo. Hagamos nuestra la oración de san Anselmo (1033-1109): «Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré» (Proslogion, 1).

Queridos hermanos y hermanas, quisiera invitar a todos los hombres y las mujeres a la gruta de Belén a adorar al Hijo de Dios hecho hombre. Cada uno se acerque al pesebre que hay en su casa o en la iglesia o en otro lugar, y trate de hacer un acto de adoración, dentro: “Yo creo que tú eres Dios, que este niño es Dios. Por favor, dame la gracia de la humildad para poder entenderlo”.

En primera fila, al acercarse al pesebre y rezar, quisiera poner a los pobres, que ―como exhortaba san Pablo VI― «debemos amar, porque en cierto modo son sacramento de Cristo; en ellos ―en los hambrientos, en los sedientos, en los exiliados, en los desnudos, en los enfermos y en los prisioneros― Él ha querido místicamente identificarse. Debemos ayudarles, sufrir con ellos, y también seguirles, porque la pobreza es el camino más seguro para la plena posesión del Reino de Dios» (Homilía, 1 de mayo 1969).  Por esto debemos pedir la humildad como una gracia: “Señor, que no sea soberbio, que no sea autosuficiente, que no crea ser yo mismo el centro del universo. Hazme humilde. Dame la gracia de la humildad. Y con esta humildad yo pueda encontrarte”. Es el único camino, sin humildad no encontraremos nunca a Dios: nos encontraremos a nosotros mismos. Porque la persona que no tiene humildad no tiene horizontes delante, solamente tiene un espejo: se mira a sí mismo. Pidamos al Señor que rompa el espejo y poder mirar más allá, hacia el horizonte, donde está Él. Pero esto debe hacerlo Él: darnos la gracia y la alegría de la humildad para hacer este camino.

Y después, hermanos y hermanas, quisiera acompañar a Belén, como hizo la estrella con los Magos, a todos aquellos que no tienen una inquietud religiosa, que no se plantean el problema de Dios, o incluso combaten con la religión, todos aquellos que indebidamente son denominados ateos. Quisiera repetirles el mensaje del Concilio Vaticano II: «La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección. […] La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón humano» (Gaudium et spes, 21).

Volvamos a casa con el deseo de los ángeles: «Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor». Y recordemos siempre: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó […]. Él nos amó primero» (1 Jn 4,10.19), nos ha buscado. No olvidemos esto.

Este es el motivo de nuestra alegría: hemos sido amados, hemos sido buscados, el Señor nos busca para encontrarnos, para amarnos más. Este es el motivo de la alegría:

saber que hemos sido amados sin ningún mérito, siempre somos precedidos por Dios en el amor, un amor tan concreto que se ha hecho carne y vino a habitar en medio de nosotros, en ese Niño que vemos en el pesebre. Este amor tiene un nombre y un rostro: Jesús es el nombre y el rostro del amor que está en el fundamento de nuestra alegría.

Hermanos y hermanas, os deseo feliz Navidad, una feliz y santa Navidad. Y quisiera que ―sí habrá felicitaciones, las reuniones de familia, esto es muy bonito, siempre― pero que haya también la conciencia de que Dios viene “por mí”. Cada uno diga esto: Dios viene por mí. La conciencia de que para buscar a Dios, encontrar a Dios, aceptar a Dios hace falta humildad: mirar con humildad la gracia de romper el espejo de la vanidad, de la soberbia, de mirarnos a nosotros mismos. Mirar a Jesús, mirar el horizonte, mirar a Dios que viene a nosotros y que toca el corazón con esa inquietud que nos lleva a la esperanza. ¡Feliz y santa Navidad!


Imagen: Nacimiento de El Vaticano 2021 de contexto peruano andino.


Tomado de:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2021/documents/papa-francesco_20211222_udienza-generale.html

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SALUDOS NAVIDEÑOS

 MUCHAS GRACIAS POR COMPARTIR SUS SALUDOS NAVIDEÑOS Y CELEBRAR JUNTOS LA NAVIDAD



JESÚS llega para iluminar nuestra vida.
Con San José y María Santísima aprendamos a custodiarlo con amor, anunciando a muchos más, la alegría de la salvación. 
¡Feliz Navidad!

Luzmila Palma y familia, Lima, Perú.




Que el niño Dios llene nuestros corazones de alegría, bienestar y paz, para ser mejores personas cada día.

Nelly Horna y familia, Lima, Perú.



¡Feliz Navidad!, les desea Pilar Ormeño de Legión de María Parroquia San Pedro, Lima y familia Castro Ormeño. Lima, Perú.




Era necesario en familia, adorar al niño Dios y entregarle la tristeza que se quiere quedar con nosotros, para así poder disfrutar de la alegría de estar vivos gracias a la misericordia de Dios.
Feliz Navidad y un año de discernimiento para saber que nos aleja de Dios para evitarlo. Y que nos acerca a él para seguir haciéndolo les desea:
Fam. Gutiérrez Carbone
Fam Gutiérrez Casas
Fam. Melena Gutiérrez
Fam. Gutiérrez Rivas
Fam. Izaguirre Gutiérrez.

Lima, Perú





Continúa la alegría por la venida de Jesús hecho hombre por nosotros.
Este gozo es tanto que en la liturgia se celebra 8 días. Lo que conocemos como octava de Navidad.
Y esta alegría y gozo puede prolongarse todo el año si tenemos la compañía tierna y amorosa de Jesús siguiendo sus enseñanzas.
¡Feliz Navidad 2021 y un venturoso año nuevo 2022 les desea:
Familia Casas Carnero y familia Gutiérrez Casas
Lima, Perú.




¡Feliz Navidad! 

Deseamos que en esta fiesta navideña el nacimiento de nuestro Señor en nuestro corazón traiga mucho amor y alegría, y el querer ser mejores personas cada día obrando siempre según su voluntad.

Nilo Ramírez y Mery Ortega. Lima, Perú




En nombre de la Coordinación de la Capilla San Antonio de Padua envío saludo navideño a todos los hermanos en Cristo. Bendiciones para todos. 

Coordinador Daniel Beltrán, Capilla San Antonio de Padua, Parroquia San Benito, SJL. Lima, Perú






¡FELIZ Y SANTA NAVIDAD!


"hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor."
Lucas 2,11


Que el Niño que nace para traernos la Salvación, bendiga a ustedes y sus familias de manera muy especial en estas fiestas navideñas; a pesar del contexto en que vivimos, preparemos nuestros corazones para acoger al Niño Jesús y que Él nos conceda la gracia de perseverar en su camino.

Equipo Editor
25.12.2021 




Comparte la foto de tu nacimiento o belén - Celebremos juntos la Navidad


El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración. La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría. El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura.

Papa Francisco, Carta Apostólica Admirabile Signum, extracto ítem 1.

 

Se invita a todos los lectores a compartir las imágenes o fotografías de sus Nacimientos (o Belenes) que serán mostradas en una PUBLICACIÓN ESPECIAL con motivo de la Navidad, con la finalidad de celebrar juntos esta hermosa y significativa fiesta cristiana, donde recordamos la Encarnación del Hijo de Dios, que por amor a nosotros se une con nosotros en nuestra naturaleza humana y nos trae la Salvación.

Pueden enviar sus fotografías al correo del Blog: forpastoral@gmail.com, con sus nombres (nombre de la familia, Capilla, Parroquia, Comunidad, institución, empresa, etc.) ciudad y país y un saludo navideño.

La publicación se actualizará con las fotos que envíen y se mantendrá durante todo el tiempo de Navidad.

Muchas gracias por celebrar con nosotros la Navidad.


EQUIPO EDITOR



 

ESPECIAL: ADVIENTO, CICLO C - 4° SEMANA


 
Bendecir

Bendecir
es hablar en verdad,
es mostrar posibilidades,
es desvelar la grandeza
oculta en lo sencillo,
es reconocer
semillas de divinidad
que llevamos sembradas
en la entraña,
y comprender que las palabras
a menudo traen el eco de Su voz.
Solo hay que aprender a escuchar.
Bendecir
es quitarse la venda;
de los ojos,
para ver que la realidad estaba
habitada por el Espíritu,
y comprender
que estamos llenos;
de gracia.
Es hacer de la vida
un campo de juego
y no de batalla.
Es llamar al otro
por el nombre
que Dios mismo le dio.

(José María R. Olaizola, jesuita)
REZANDOVOY







Domingo IV Adviento. Ciclo C – "La Virgen María visita a Isabel"

 





P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1, 39 - 45):

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Palabra de Dios

María va de prisa para visitar a su prima Isabel; ya está cumpliendo su misión de "esclava del Señor".

Estamos en el cuarto domingo de este hermoso tiempo del Adviento. Y la Liturgia nos trae para meditar el pasaje evangélico de la Visita de la Virgen María a su prima Santa Isabel. Y es que la Virgen es el mejor símbolo del Adviento: ella fue la que vivió el primer adviento, y se preparó de verdad al Nacimiento de su Hijo. Ella puede darnos un especial mensaje de Adviento.

El hecho lo conocemos bien: María, ya está empezando su maternidad, y recorre un largo camino para servir a su prima Isabel, una anciana que está encinta y que necesita que le ayuden. Alguien la necesita y María no duda, allí va a estar. Pero en todo esto hay más que una ayuda material, la ayuda que puede proporcionar una buena compañía, una buena enfermera. La ayuda va más allá. 

Han empezado los tiempos del Mesías, y hay que realizar la primera obra, poner la primera piedra del edificio de la Salvación. Y es María la que tiene que realizar ese comienzo, portando a Jesús en su seno. El es finalmente el que va a obrar. Y María será su compañía. El mensaje va a empezar, todavía con preparativos, pero al fin lo prometido por Dios va a llegar a la plenitud. 

Juan el Bautista, el Precursor (el prólogo de Jesús que es La Palabra), debe ser preparado, debe recibir ya el primer impulso del Espíritu. María, así, llega a casa de su prima y le envía el mensaje de saludo; ese mensaje de saludo lleva ya la fuerza inmensa de Jesús, de quien María es portadora; y por eso el saludo llena del Espíritu Santo a Santa Isabel y sobre todo al niño Juan, que salta de alegría en el seno de su madre. Alegría de Juan, que es santificado en ese momento, y que de alguna forma es ya preparado para comenzar a ser la Voz que clama en el desierto.

Este momento tan íntimo, tan familiar, y en que se encuentran estas dos primas privilegiadas por Dios, es un momento que tiene resonancias que van mucho más allá de las cuatro paredes de la casa donde esta escena tiene lugar. Se ha realizado ya el primer paso, del comienzo de la salvación. Ese Espíritu Santo, que ha actuado en María en el momento de la concepción de Jesús, se empieza a volcar en el mundo, y primero llena el corazón y la vida de Juan Bautista y de su madre Santa Isabel.

Este es uno de los frutos extraordinarios de la salvación que Jesús va a instaurar: el Espíritu Santo empieza a actuar en las personas ejecutoras del plan de Dios. El mismo Espíritu Santo que bajará sobre el Mesías en su bautismo, es el que santifica en esta escena a Juan el Bautista. Y que después se seguirá derramando en abundancia.

Pero además de todo esto, que es lo central de esta visita de María a su prima Isabel, hay que notar lo que ésta le dice a María: “Bienaventurada tú, la que has creído”. Es la primera que forma ese grupo privilegiado de los que Jesús llamará “los bienaventurados”, que son los portadores de salvación para el mundo. María, además de ser “la llena de gracia”, como le dice el ángel, es “La que ha creído”, como le dice ahora Isabel. Solamente una persona llena de gracia y de fe, podría estar asociada de la manera que lo estuvo María a la obra de la Salvación.

¿Y cómo es la fe de María? A veces se entiende la fe de forma un tanto restringida, como la respuesta de nuestra mente a la enseñanza del Señor; pero la fe cristiana va más allá. María es “la que ha creído” porque ha dejado que Dios entre en su vida y la tome totalmente a su servicio. La fe es la entrega de una persona que le da a Dios todo lo que él es, para que el Señor disponga a su manera. María le da enteramente su vida a Dios, por eso es “la que ha creído” y le da su vida sin condiciones: aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. En eso consiste la fe de María, en la entrega total de su existencia a Dios, para que El la utilice en la realización de sus planes. Y para eso ha tenido que renunciar a sus proyectos personales, cuando dice “¿cómo será esto pues no conozco varón?’” María tenía sus propios planes; y ahora todo lo pone en manos de Dios, para que El haga y deshaga. Es la aceptación de que Dios tome su vida entera y se apodere de ella. Esa es la fe de María, la de quien le permite a Dios la invasión total, sin límites y sin condiciones; es lo que Ella expresa cuando dice: “aquí está la esclava del Señor”. Por eso es la “BIENAVENTURADA” porque ha creído.



Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.




Catequesis del Papa sobre San José: 4. «San José, hombre del silencio»


 

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 15 de diciembre de 2021

[Multimedia]

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos nuestro camino de reflexión sobre san José. Después de haber ilustrado el ambiente en el que vivió, su papel en la historia de la salvación y su ser justo y esposo de María, hoy quisiera considerar otro aspecto importante de su figura: el silencio. Muchas veces hoy es necesario el silencio. El silencio es importante, a mí me conmueve un versículo del Libro de la Sabiduría que fue leído pensando en la Navidad y dice: “Cuando la noche estaba en el silencio más profundo, ahí tu palabra bajó a la tierra”. En el momento de más silencio Dios se manifestó. Es importante pensar en el silencio en esta época en la que parece no tenga tanto valor.

Los Evangelios no relatan ninguna palabra de José de Nazaret, nada, no habló nunca. Eso no significa que fuera taciturno, no, hay un motivo más profundo. Con su silencio, José confirma lo que escribe san Agustín: «Cuando el Verbo de Dios crece, las palabras del hombre disminuyen». [1] En la medida en que Jesús ―la vida espiritual― crece, las palabras disminuyen. Esto que podemos definir como el “papagayismo”, hablar como papagayos, continuamente, disminuye un poco. El mismo Juan Bautista, que es «voz que clama en el desierto: preparad del camino del Señor”» ( Mt 3,1), dice sobre el Verbo: «Es preciso que él crezca y que yo disminuya» ( Jn 3,30). Esto quiere decir que Él debe hablar y yo estar callado y José con su silencio nos invita a dejar espacio a la Presencia de la Palabra hecha carne, a Jesús.

El silencio de José no es mutismo; es un silencio lleno de escucha, un silencio trabajador, un silencio que hace emerger su gran interioridad. «Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo ― comenta san Juan de la Cruz― y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma». [2]

Jesús creció en esta “escuela”, en la casa de Nazaret, con el ejemplo cotidiano de María y José. Y no sorprende el hecho de que Él mismo busque espacios de silencio en sus jornadas (cf. Mt 14,23) e invite a sus discípulos a hacer tal experiencia, por ejemplo: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31).

Qué bonito sería si cada uno de nosotros, siguiendo el ejemplo de san José, lograra recuperar esta dimensión contemplativa de la vida abierta de par en par precisamente por el silencio. Pero todos sabemos por experiencia que no es fácil: el silencio nos asusta un poco, porque nos pide entrar dentro de nosotros mismos y encontrar la parte más verdadera de nosotros. Y mucha gente tiene miedo del silencio, debe hablar, hablar, hablar o escuchar, radio, televisión…, pero el silencio no puede aceptarlo porque tiene miedo. El filósofo Pascal observaba que «toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse tranquilos en una habitación». [3]

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos de san José a cultivar espacios de silencio, en los que pueda emerger otra Palabra, es decir, Jesús, la Palabra: la del Espíritu Santo que habita en nosotros y que lleva a Jesús. No es fácil reconocer esta Voz, confusa a menudo con los miles de voces de preocupaciones, tentaciones, deseos, esperanzas que albergamos; pero sin este entrenamiento que viene precisamente de la práctica del silencio, puede enfermarse también nuestra habla. Sin la práctica del silencio se enferma nuestra habla. Esta, en lugar de hacer que brille la verdad, se puede convertir en un arma peligrosa. De hecho, nuestras palabras se pueden convertir en adulación, vanagloria, mentira, maledicencia, calumnia. Es un dato de experiencia que, como nos recuerda el Libro del Eclesiástico, «muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua» (28,18). Jesús lo dijo claramente: quien habla mal del hermano y de la hermana, quien calumnia al prójimo, es homicida (cf. Mt 5,21-22). Mata con la lengua. Nosotros no creemos en esto pero es la verdad. Pensemos un poco en las veces que hemos matado con la lengua ¡nos avergonzaremos! Pero nos hará muy bien, muy bien.

La sabiduría bíblica afirma que «muerte y vida estarán en poder de la lengua, el que la ama comerá su fruto» (Pr 18,21). Y el apóstol Santiago, en su Carta, desarrolla este antiguo tema del poder, positivo y negativo, de la palabra con ejemplos deslumbrantes y dice así: «Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. […] también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. […] Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición» (3,2-10).

Este es el motivo por el cual debemos aprender de José a cultivar el silencio: ese espacio de interioridad en nuestras jornadas en el que damos la posibilidad al Espíritu de regenerarnos, de consolarnos, de corregirnos. No digo caer en un mutismo, no, sino cultivar el silencio. Cada uno mire dentro de sí: muchas veces estamos haciendo un trabajo y cuando terminamos enseguida buscamos el móvil para hacer otra cosa, siempre estamos así. Y esto no ayuda, esto nos hace caer en la superficialidad. La profundidad del corazón crece con el silencio, silencio que no es mutismo, como he dicho, sino que deja espacio a la sabiduría, a la reflexión y al Espíritu Santo. A veces tenemos miedo de los momentos de silencio, ¡pero no debemos tener miedo! Nos hará mucho bien el silencio. Y el beneficio del corazón que tendremos sanará también nuestra lengua, nuestras palabras y sobre todo nuestras decisiones. De hecho, José ha unido la acción al silencio. Él no ha hablado, pero ha hecho, y nos ha mostrado así lo que un día Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Palabras fecundas cuando hablemos, nos recordamos de aquella canción “Palabras, palabras, palabras…” y nada de sustancial. Silencio, hablar justo, alguna vez morderse la lengua, que hace bien, en vez de decir tonterías.

Concluimos con una oración:

San José, hombre de silencio,
tú que en el Evangelio no has pronunciado ninguna palabra,
enséñanos a ayunar de las palabras vanas,
a redescubrir el valor de las palabras que edifican, animan, consuelan, sostienen.
Hazte cercano a aquellos que sufren a causa de las palabras que hieren,
como las calumnias y las maledicencias,
y ayúdanos a unir siempre los hechos a las palabras. Amén.


[1] Sermón 288, 5: PL 38, 1307.

[2] Dichos de luz y amor, BAC, Madrid, 417, n. 99.

[3] Pensamientos, 139.

 



Tomado de:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2021/documents/papa-francesco_20211215_udienza-generale.html

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Doctrina Social de la Iglesia - 20. El Trabajo VII



P. Ignacio Garro, jesuita †


4. EL TRABAJO

Continuación...


4.2.11. NUEVA SITUACIÓN: EL DESEMPLEO


En los apartados anteriores hemos visto la importancia del trabajo para el desarrollo de la persona humana, sea de la condición social que sea, también hemos visto la importancia del deber del trabajo y el derecho al trabajo, hemos expuesto la doctrina de la Iglesia, ahora vamos a ver cómo se ve en el área del mundo económico empresarial el grave problema laboral y social del “desempleo”.

El indicador más importante para analizar la escasez de trabajo en todas las naciones del mundo es el “desempleo masivo” conocido también como “paro laboral”. Una connotación sociológica: el desempleo va en todos los países del mundo a más, no desaparece ni mengua. El desempleo, desde hace 20 años va en aumento, con diversas variantes, en todo el mundo a pesar de los múltiples intentos en querer solucionar tan grave problema, los resultados para solucionar este problema son más bien escasos.

El “paro laboral”, es aquella situación en la que se encuentra cualquier persona adulta con capacidad de trabajar y rendir en un trabajo dado. Esta situación de no tener trabajo contribuye enormemente a que la escasez de trabajo sea mayor, porque funciona como un mecanismo de inseguridad para el trabajador, pues al haber escasez de trabajo se ve obligado a aceptar cualquier trabajo mal remunerado, y por miedo a quedarse sin empleo, se ve obligado a elegir: “mejor tener algo, que nada”. Al contrario, en una situación de pleno empleo, el trabajador, tanto individual, como colectivamente, puede plantear situaciones de cierta negociación en cuanto a salario, ciertas situaciones laborales, ejerciendo lo que los teóricos liberales del mercado llaman “libertad de partes” para negociar las mejoras salariales. En estas condiciones el puesto de trabajo está asegurado, y se puede cambiar de empleo con relativa garantía de encontrar otro puesto de trabajo. Sin embargo, en situaciones de crisis generalizada de desempleo funciona exactamente, al contrario: disponer de un empleo es casi un privilegio que otorgan las empresas, y para lograrlo se aceptan las condiciones de trabajo que en otras circunstancias no se habrían aceptado.

La negociación colectiva (que se realiza por medio de los sindicatos, debidamente legitimados y representativos) pierde efectividad, porque se está más a merced de las condiciones contractuales de las empresas que a favor de los derechos del trabajador. La importancia del desempleo en la situación actual nos exige detenernos un momento en analizar las distintas interpretaciones que se dan de él. La economía neoliberal no admite lo que se denomina “paro estructural”; para los neoliberales sólo existe el “paro friccional”. En el momento en que se deje libre el mercado de trabajo, las disfunciones laborales, como es el paro, o, el desempleo, desaparecerán. Veamos cómo las teorías económicas neoliberales presentan el problema del paro:


A. INTERPRETACIÓN NEOCLÁSICA DEL PARO 

Esta teoría económica se basa en la idea de un mundo en el que los agentes individuales tanto productores como consumidores, son los elementos básicos a partir de los cuales se construye la sociedad. Tanto unos como otros tratan de maximizar los beneficios: aquéllos optimizando las ganancias, éstos, eligiendo entre los productos que les proporcionan más satisfacción, o más utilidad. Así la ley de la “oferta y de la demanda” igualará tanto la ganancia del productor como la satisfacción del consumidor al mismo tiempo, logrando así el equilibrio del mercado. Se ofrece lo que se pide y se pide lo que se ofrece.

En el mercado de trabajo se da libertad de elección, entre trabajo y ocio: “si quieres trabajas, si no, no trabajas”. Cualquier persona puede optar libremente entre trabajar o no trabajar; lo cual, unido a la existencia de un precio de equilibrio, implica que todo desempleo: ausencia de oferta de trabajo individual, es siempre voluntario. Ante este planteamiento existen distintas variantes:

1º. Teoría de la búsqueda

Los mercados alcanzan el equilibrio completo a largo plazo; sin embargo, a corto plazo se dan desequilibrios. Siempre existe un punto en que el salario esperado es igual al salario real vigente. Vistas así las cosas, sólo puede existir el “paro friccional”, es decir, el que se produce cuando una persona ha dejado un trabajo y está por comenzar otro (tasa natural de paro). El desempleo que da origen a la tasa natural de paro es originado por la búsqueda de mejores oportunidades de empleo.

2º. Teoría de los contratos implícitos

Es un intento de un modelo neoclásico de salarios que son rígidos. Su punto de partida es que los salarios tienen una función de reparto de renta dentro de la empresa. Si los trabajadores temen el riesgo de quedarse sin empleo y desean, por tanto, asegurar su salario, estarán dispuestos a recibir ingresos inferiores a los del mercado. La seguridad que da el contrato es puesta como contrapartida para que el salario sea menor que el precio de equilibrio del mercado. Por parte de la empresa, estos contratos son eficientes porque reducen costos. De este modo los trabajadores y las empresas se aíslan de las fuerzas normales del mercado. Es aquí donde aparece la necesidad de que las empresas y los trabajadores formen vínculos de larga duración, pues ambos agentes saldrán beneficiados por un arreglo de ese tipo.

3º. Teoría de los salarios de eficiencia

Esta teoría identifica productividad con salarios: el empresario, a través de los salarios, puede ayudar al reclutamiento, retención y motivación de los trabajadores, a fin de asegurar la productividad y maximizar sus ganancias. El desempleo se origina porque el salario de eficiencia indica que los empleadores pueden despedir a los trabajadores, dado que su trabajo no alcanza el nivel salarial que se le ofrece. Por eso cabe la posibilidad de que conviva el desempleo con unos salarios rígidos.


B. CONVENIENCIA DEL PARO EN LA ECOMONÍA 

El neoliberalismo, desde su concepción de la sociedad como un mercado, necesita un mercado de trabajo lo más flexible posible, debido a que el trabajo se considera como un coste más del proceso productivo. Por eso es bueno disponer de una gran demanda de trabajo para poder equilibrar la oferta mediante el ajuste de salarios pagando lo menos posible. El miedo a perder el empleo hace soportar condiciones de trabajo que repercuten en un mayor margen de beneficio para la empresa.

Por otro lado, nosotros vemos que el paro no es un “problema natural”, como puede serlo la sequía, un terremoto, de la que nadie es responsable. El paro es producido por la mentira del neoliberalismo, ellos dicen: “el paro existe porque tiene que existir, no queda más remedio que adaptarse a la situación”. Sin embargo, esto no deja de ser una ideología que oculta otra realidad más oculta. El problema del paro es conveniente para la economía marcada por la ley de la oferta y la demanda.

En efecto, el trabajo en la sociedad asalariada es, paradójicamente, el centro. Pero se trata de un centro derivado; es decir, si el centro es la producción, ésta no se puede realizar sin la actividad humana que normalmente llamamos “trabajo”. La conclusión es tan simple como real: si el trabajo humano no se necesita para la producción, carece de sentido esta sociedad, engañosamente llamada por algunos “sociedad salarial”. A partir de las crisis del 1973 y 1979, declarada como la crisis de la oferta de petróleo, el trabajo se constituye en obstáculo para la rentabilidad del capital; de ahí el ataque frontal a los salarios de los obreros y empleados desde distintas posturas teóricas y políticas.

Sin embargo, hemos de preguntarnos: ¿a qué se debe el paro?; ¿por qué se produce el desempleo masivo a partir de la crisis del petróleo?; ¿se puede atribuir al desarrollo de las nuevas tecnologías y la globalización de la producción, o se debe más bien a la organización social y económica , que no es capaz de dar trabajo a todos en condiciones de trabajar?


C. PARO Y TECNOLOGÍA

Varios autores sostienen que hemos llegado al fin de la sociedad del empleo, debido a la utilización de las nuevas tecnologías, que sustituyen en gran parte a la mano de obra humana y estas tecnologías son las causantes del paro. Efectivamente, la aplicación de las nuevas tecnologías destruye o reduce muchísimos puestos de trabajo, aunque ateniéndonos a los datos, podemos ver que esta afirmación es cuestionable, e incluso falsa.

La reducción del trabajo en países como EE.UU. y Japón, que han incorporado tecnología y robotización en las máquinas de producción, no ha llevado a un gran descenso del empleo. Ni en la Comunidad Europea, que también tiene un alto índice de tecnología avanzada. Por tanto las causas del paro hay que buscarlas en otro lugar. Algunos autores califican de simplistas los discursos que relacionan cambio tecnológico y desempleo. Sostienen que el aumento de productividad se puede traducir en un aumento del consumo, en una reducción de la jornada o, simplemente, en paro, que es en lo que se ha traducido hasta ahora porque: “el alto volumen de desempleo actual se explica precisamente porque, desde mediados de los años 70, las clases dominantes han conseguido imponer políticas económicas estrictamente diseñadas para mantener elevado el nivel de desempleo; y son estas políticas, más que el desarrollo tecnológico, las causantes de la tragedia actual. Estas clases sociales no van a estar interesadas en verdaderas estrategias de empleo masivo si ven con ello peligrar sus privilegios. Por eso, uno de los retos que hoy tenemos planteados todos los que consideramos el desempleo como una verdadera tragedia social es buscar un nuevo marco de instituciones que permita traducir los avances en el conocimiento humano en mejoras para la mayoría de la sociedad, algo que manifiestamente no garantiza el actual marco institucional capitalista neoliberal”  [1]

Veamos algunos ejemplos actuales que confirman lo dicho anteriormente:

  • Una de las  Empresas más grande del mundo: General Electric, con más de 400.000 empleados y obreros despide en un plazo corto, de 1 a 3 años, a 85.000 trabajadores, para mejorar el “índice de productividad”. Esto a pesar de que en el año 2000 obtuvo ganancias de 12.700 millones de dólares. Piensan seguir con estrategias de reducción de empleo.
  • La empresa General Motors, la mayor empresa del mundo de automóviles, con más de 350.000 obreros y empleados despide en todo el mundo a más de 50.000 obreros, habiendo tenido ganancias por más de 10.000 millones de dólares.
  • La empresa japonesa Nissan, ha despedido a más de 20.000 obreros. Por innovación tecnológica y reducción de costos sociales.
  • Dupont, una empresa de alta tecnología, despide en el año 2000, 5.000 obreros e ingenieros y otros obreros cualificados. Obtuvo en este año unas ganancias de 567 millones de dólares.
  • La empresa Minnesota Mining Manufacturing, en este año va a despedir a 5.000 obreros, sus ganancias  anuales son del orden de 1.200 millones de dólares.
  • La empresa Chrysler despidió en corto plazo, a 26.000 obreros.
  • La empresa Ford despidió a más de 10.000, con la peculiaridad de que se tratan de muchos empleados cualificados.
  • La empresa francesa Alcatel, despidió a más de 20.000 obreros
  • La empresa alemana Siemens, despidió a 15.000 obreros
  • La empresa alemana V.W. despidió a más de 10.000 obreros


Podríamos llenar varias páginas detallando empresas millonarias en sus ganancias que despiden obreros, con cifras exactas de ganancias y otros datos, etc. Nos podemos preguntar: Si estas empresas ganan tanto y tanto dinero, ¿por qué despiden a sus obreros?, ellos responden: “hay que eliminar costes de producción fijos”. Los costes de producción fijos son siempre los obreros, y otros empleados de servicios. Es la ley del Libre Mercado, es  la Ley de la Competencia Internacional. Es la ley del Neoliberalismo.

Esta nueva situación origina lo que hoy día se denomina la nueva clase social: los desempleados. Por desgracia, el total de desempleados en todo el mundo es horrorosa, algunos hablan de la mayor crisis histórica en el mundo del trabajo. Se habla que puede haber cientos de millones de desempleados o de empleados mal pagados. Podemos ver también las cifras del capítulo 12º, enumeradas con proximidad fiable y que nos dan una idea de la tragedia que constituye para gran parte de la humanidad al no tener un trabajo digno y bien remunerado. Todos sabemos que la mayor dificultad que hallan hoy día las personas jóvenes universitarias que acaban sus carreras profesionales junto a los adultos de todo tipo, es tener un trabajo estable, digno y bien remunerado.

 


[1] “Quien parte y reparte ...”. A. Recio. Madrid 1997, Pags 37 s.s.




Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.


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Textos claves del Nuevo Testamento - 36. "...entregue el reino..."


 

P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita

De la predicación de Jesús, el tema del reinado de Dios ocupa su puesto central. Las curaciones y milagros que la acompañan son “signos” de este reinado. Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, la vivencia de Jesucristo se constituye en foco y núcleo del reino de Dios: “Pero, cuando Felipe les anunció el mensaje acerca del reino de Dios y de la persona de Jesucristo, hombres y mujeres abrazaron la fe y se bautizaron” (Hch 8,12).

Es preciso creer en J.C. para acceder al reino de Dios. Con la presencia de Jesús en la historia humana se inicia este anhelado reinado. Su crecimiento se realiza a través de la Iglesia mediante su testimonio con ayuda del Espíritu: “Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que os capacitará para que déis testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra” (Hch 1,8). Al término de los siglos el reinado de Dios se hará definitivo: “Entonces será el momento final, citando, aniquiladas todas las potencias enemigas, Cristo entregue el reino a Dios Padre” (ICor 15,24).



Agradecemos al P. Fernando Martínez SJ por su colaboración.

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