Catequistas de 1º Comunión comparten su vivencia
"Trabajar para el Reino de Dios es lo más hermoso e importante que podemos hacer"
Catequistas de Primera Comunión de nuestra Parroquia de San Pedro comparten su vivencia en su apostolado al finalizar un año más de servicio.
Precisamente el domingo pasado 22 de noviembre Fiesta de “Cristo Rey del Universo”, 162 niños y adolescentes hicieron su primera comunión en la Misa de 10 am., celebrada por el Párroco Enrique Rodríguez S.J. y concelebrada con el Padre Alfredo Ruska S.J.
El Señor Jesús es el dueño de la Viña y sale a buscar obreros para que trabajen para Él. Jesús nos enseña en el Evangelio según San Mateo 20, 1-16 como Él siempre esta llamando, a unos llama de jóvenes, a otros en el atardecer y a otros en el ocaso de sus vidas. Pues el pago es el mismo: la Vida Eterna.
Esto lo hemos entendido muy bien nosotros los catequistas, que somos de diversas edades y profesiones. Trabajar para el Reino de Dios es lo más hermoso e importante que podemos hacer. Lo demás se nos dará por añadidura.
Un trabajo muchas veces incomprendido porque se piensa que son cosas de niños y ¡NO! “son cosas de Dios” y todas las cosas de Dios son grandes.
Los padres de familia son también bendecidos, recibieron charlas dos veces al mes y algunos de ellos recibieron el sacramento del matrimonio para que puedan comer junto a sus hijos al Pan de Vida “La Eucaristía”.
También en el mes de setiembre se bautizaron 87 niños, que ahora pueden llamar a Dios PADRE. Ya no están solos ni abandonados.
Esta es nuestra esperanza darles a ellos un sentido a su vida, que tengan la certeza que el único que salva es Jesús, que ha venido a liberarnos de nuestros miedos y ataduras que no nos deja amar ni a Él ni al prójimo.
Lo más gratificante para nosotros es encontrarnos con los que hemos formado de niños y que están colaborando de acólitos o en pastorales juveniles por el lugar donde viven, o que son buenos estudiantes, preparándose para servir al país con los valores cristianos.
Ahora es tiempo de seguir preparándonos con la catequesis de verano, tenemos que seguir formándonos porque cada generación es diferente de otra y tenemos que afrontar nuevos retos.
Tú que estas leyendo estas líneas si sientes que el Señor te llama a servirlo con sus favoritos los niños, si vives en Lima, ven e inscríbete con nuestro Párroco para que puedas, junto a nosotros, formar una Comunidad de Vida Cristiana, y si vives en otra ciudad anímate a participar en tu Parroquia en este apostolado, donde Jesucristo es Rey, el centro de nuestra vida, nuestro ideal, el único modelo a imitar.
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Que Dios siga bendiciendo este servicio y a aquellos que se disponen como instrumento para que se concretice este apostolado.
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3) Niñas y niños durante la Misa.
9) Grupo 7: Catequistas Tina y Liz.
10) Grupo 8: Catequistas Judith y Hna. Peggi, acompaña el Párroco P. Enrique Rodríguez S.J.
12) Grupo 11: Catequista Raúl.
13) Los catequistas luego de la Misa y recepción de las niñas y niños de la 1º Comunión.
Ofrecimiento Diario - Intenciones para el mes de Diciembre
Intención Misional:
Los niños sean respetados y amados
La luz significa conocimiento. La luz significa amor
Reflexionemos
P. Antonio Gonzalez Callizo S.J.
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Los Mormones 2º Parte: Historia y Poligamia
11º Parte
Pero no era aquella una ordenación completa. Para obtenerla debían haber recibido antes el bautismo. Se acercaron a un arroyo y Smith bautizó a Oliver Codwery y luego Codwery bautizó a J. Smith. Inmediatamente recibieron la visita de Juan Bautista, según Smith, Juan les aseguró que "actuaban bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes tenían las llaves del sacerdocio de Melquisedec". Entonces, Smith impuso las manos a Oliver Codwery confiriéndole el sacerdocio, y Oliver hizo otro tanto con J. Smith. "Profetizaron muchas cosas relativas al desarrollo de esta iglesia".
Después de un tiempo se convirtieron dos hermanos de J. Smith: Samuel e Hyrum, con su padre J. Smith y otro discípulo J. Knight. Luego se convirtió David Whitmer, quien a su vez convirtió a sus cuatro hermanos. Smith se fue a vivir a casa de Whitmer y el padre de éste le cedió todos sus bienes a la Iglesia mormona. Como quiera que los nuevos adeptos tenían ganas de ver la Biblia de oro llevado por el ángel Moroni al cielo, Smith logra del Señor que tres de ellos: Oliver Codwery, David Whitmer y Martin Harris, puedan contemplarla. Un ángel se les aparece en un bosque y les muestra las hojas de oro escritas en caracteres extraños. Favor que será concedido a otros ocho compañeros, después que los tres primeros abandonen a Smith, así, de este modo, podrán testificar que han contemplado con sus ojos el Libro Mormón en las planchas de oro.
Desde entonces las revelaciones se suceden con suma frecuencia, para satisfacer una necesidad de dar respuesta a una pregunta angustiosa. Así se van formando los libros: "La Perla de gran precio" y "Doctrinas y Convenios". Las revelaciones, sólo las recibe Smith:
"Heme aquí que digo: en verdad que nadie será nombrado para recibir mis mandatos y revelaciones en esta iglesia fuera de mi siervo José Smith, hijo, porque él recibe todo como Moisés".
El 6 de abril de 1830, se ponía en marcha la comunidad que empezó llamándose "Iglesia de Cristo". Cuatro años más tarde se le cambió el nombre por el de "Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días". J. Smith quedó constituido en jefe y Oliver Codwery en subjefe. El prestigio de Smith iba en aumento y el ambiente de temor religioso en que se vivía en aquella época fue haciendo que un gran número de sus convecinos se unieran a su nueva iglesia. Este crecimiento rápido le impulsó hacia la misión.
Para ello Smith envió a O. Codwery a predicar a los "lamanitas", es decir, a los indios del oeste. Entonces el pastor presbiteriano Sidney Rigdon, se convierte a la iglesia mormona y arrastra tras de sí a sus antiguos feligreses. En virtud de una nueva revelación Smith, Rigdon, pasa a ser en 1830 anunciador y secretario de Smith. Otra revelación dirá, en enero de 1831, que Kirtland, la ciudad donde vive Rigdon, será la sede oficial de la Iglesia mormona y el lugar de la reunión de los santos de cara a la proximidad inminente del día del Juicio Final.
Como hemos dicho anteriormente, los mormones, al predicar que todas las demás sectas eran falsas y sólo la suya era la verdadera, les acarreó una persecución larga y dolorosa. Expulsados de su lugar de origen, fueron pasando del Este de Estados Unidos hacia el Oeste, fue la gran peregrinación - persecución. Les sirvió como excusa de su persecución y de su destierro continúo el que iban buscando el lugar ideal para construir la Nueva Jerusalén para construir el gran Templo para recibir al Mesías. Comenzaron un templo en Kirtland, Ohio, pero por causa de la persecución continua que sufrían, quedó a medio construir. Pasaron a la ciudad de Independence, Estado de Missouri, lugar que eligieron como ideal para la construcción de un Nuevo Templo, y allí ocurrió lo mismo, quedó el templo a medio construir, sin embargo cada lugar y cada templo habían sido elegidos porque el gran vidente y profeta Smith había tenido una visión que le decía que aquél era el lugar elegido por Dios. Al fin, en 1838, en su largo camino hacia el Oeste americano fundaron una nueva ciudad llamada "Nauvoo" que el profeta Smith les persuadió, una vez más, era una palabra hebrea que significaba: "Lugar Hermoso", esta ciudad está ubicada en el Estado de Missouri, para ellos aquella tierra era lo que Palestina para los judíos. No podían renunciar a esta idea, porque formaba parte de sus convicciones religiosas. El 16 de diciembre de 1840, el Gobernador Ch. Carlin le concedió un estatuto municipal verdaderamente extraordinario. El territorio de Nauvoo se hacía totalmente independiente.
Al poco tiempo de haber fundado Nauvoo, la Nueva Sión, había crecido hasta contar con más de 20,000 habitantes, número que no tenía, en aquel entonces, la ciudad de Chicago. Nauvoo se convirtió en un territorio autónomo, es decir, gobernado religiosa y civilmente por J. Smith. Formó un gran ejército militar, muy disciplinado del que él mismo se nombró Teniente General. En esta ciudad se pudo construir un grandioso y costosísimo templo para recibir una vez más a Jesucristo en su Segunda Venida ya próxima. Todo parecía marchar bien, pero esa misma prosperidad, acompañada del aislamiento en que voluntariamente se habían recluido, con la peligrosa independencia civil y militar, les volvía temibles para las ciudades y gobernadores vecinos. En ese entonces J. Smith estaba en la cumbre de su grandeza; él era prácticamente el jefe de un estado teocrático, político, militar y religioso. El mismo llegó a pensar en presentarse a candidato de Presidente de los Estados Unidos, pero, paradojas de la vida, su caída estaba próxima.
En el mismo seno de la nueva secta religiosa surgieron problemas y discusiones por varias doctrinas y prácticas religiosas que no todos aprobaban. En vano Smith dicta excomuniones contra los rebeldes, era, sobre todo, el problema de la poligamia, o "matrimonio plural" como él lo llamaba, que venía practicándose en secreto, el problema más arduo. Muchos de los seguidores no querían la poligamia, J. Smith la propiciaba, con todo esto se produjo una indignación general que condenaba la vida inmoral de Smith y los demás seguidores. Así, por un lado la Legión del Nauvoo capitaneada por el Smith, el Ejército del Estado de Missouri por otro y el pueblo mismo de los gentiles, tuvieron repetidos y sangrientos encuentros. El Gobernador civil del Estado de Missouri le intimó a rendirse, Smith trató de huir, pero sus seguidores no le dejaron escapar. Al final hubo de entregarse solo y sin protección de los suyos, pues no le permitieron llevar escolta personal, sabiendo que quedaba a merced de sus enemigos, que seguían atizando la saña contra él. Fue detenido y encerrado en la cárcel pública de Cartago, Estado de Illinois, junto con su hermano Hiram y otros dirigentes de la iglesia mormona.
El 27 de junio de 1844, el populacho de Cartago asaltó la prisión. Smith trató de defenderse con un arma que clandestinamente le había llevado a la cárcel uno de sus seguidores. De hecho en la pelea hirió a tres asaltantes. Quiso escalar una ventana de la celda de la cárcel que daba al patio interior, pero dos balazos le alcanzaron en la espalda y cayó dando un fuerte alarido. Antes habían muerto ya su hermano y sus dos acompañantes. Según los relatos, los atacantes le rodearon abajo, en el patio, y después de arrimar su cuerpo contra la boca de un pozo del patio, se ensañaron todavía disparando contra él. Smith, moría a la edad de 39 años. Había tenido 27, o, 30 esposas, y algunas de ellas ya casadas con otros hombres. Y 56 hijos. Y sin embargo, entre los mormones Smith es un gran mártir.
5.- PRIMER SUCESOR. GRAN EXODO HACIA EL OESTE AMERICANO
Brigham Young, comprende que la situación de los mormones en Nauvoo, en el Estado de Illinois, era insostenible y cual nuevo Moisés, al frente del pueblo mormón empezó "el gran éxodo hacia el Oeste", la epopeya religiosa de aquellos hombres y mujeres era de una fe increíble. Y los dirige tras año y medio de penosas marchas, desde el río Misisipi hasta las riberas del Gran Lago Salado recorriendo más de 1,700 Km en inmensa caravana de 12.000 hombres en unas 3.000 carretas y unas 30.000 cabezas de ganado, que fue dejando diezmado al grupo de fervorosos peregrinos. Pero al fin llegaron a su tierra prometida, fundaron la ciudad de Salt Lake City, más tarde sería el Estado de Utah. Cuando llegaron allá encontraron un gran desierto y un lago salado, para muchos de ellos era un lugar de desolación, otros sugerían ir más al Oeste hasta California, pero Brigham Young supo vencer la tentación tan atractiva de ir a tierras californianas y señaló con firmeza que aquel sitio, en el que estaban, era el lugar elegido por Dios. Los mormones afirman que al llegar Brigham Young a una colina que dominaba todo el valle había tenido una visión en la que se le representó "la gloria futura de Sión", y entonces, él exclamó: "Basta. Este es el sitio. Vamos allá". Esto fue en la mañana del 24 de julio de 1847. Esta fecha es recordada todavía, y celebrada por los mormones, como el "día del pionero" gran fiesta del Estado de Utah, la tierra prometida de los mormones.
Cuando los mormones llegaron al Lago Salado era aquella una región áspera, ingrata y sin ningún árbol y sin gente que la habitara. "Diez años después de la llegada de los primeros colonos de la teocracia mormona contaba ya con 50.000 individuos, dispersos en una distancia de 800 Km de norte a sur y 600 Km de este a oeste. Medio siglo más tarde el estado de Utah contaba con cerca de 20.000 explotaciones agrícolas".61
6.- EL ESTADO TEOCRATICO
En agosto de 1847, Brigham Young convocó a una conferencia de los Apóstoles de la Iglesia en el Estado de Nebraska, lugar donde pasaban el invierno, y se hizo nombrar Presidente de la Iglesia de los Santos con los títulos de "Profeta, Vidente y Revelador". Todo cuanto él dispusiera y ordenara, todo cuanto él enseñara y transmitiera a sus fieles, debería ser tenido como palabra de Dios y merecería el mismo respeto y obediencia que la palabra de Dios. El 4 de marzo de 1849 se dan a sí mismos una Constitución y un Gobierno provisional, con dos cámaras, un Tribunal Supremo y un Gobernador. En teoría es una democracia, en la que hombres y mujeres tienen derecho al voto. Es una democracia liberal, puesto que se proclama el derecho a la plena libertad religiosa. Pero de hecho es una teocracia 62. Brigham Young es el Gobernador, temporal y espiritual. Promulga sus mensajes bajo forma de cartas apostólicas y sus decretos como revelaciones proféticas. Las cámaras se contentan con registrar y transformar en leyes sus decisiones. Los altos funcionarios son elegidos entre los Apóstoles y otros miembros importantes de la Iglesia. Los magistrados municipales son los "obispos" de las parroquias. El impuesto es el diezmo a que están obligados los fieles. Por lo tanto se trata de una Iglesia, cuya jerarquía administra un Estado civil. No se había visto una cosa igual desde los tiempos remotos del Antiguo Testamento. Durante 30 años, gobernó la Iglesia como un dictador y con una gran capacidad de organización, pero a la vez con dureza y crueldad, tanto que no dudó ni retrocedió ni ante los más sañudos derramamientos de sangre. Finalmente el 9 de septiembre de 1850 el país de los mormones fue admitido en el Congreso de los Estados Unidos de América como "Territorio", con los límites que tiene en la actualidad y se le impuso el nombre de Utah, que significa "buenas cosas para comer". Brigham Young se nombró Gobernador, Jefe de Milicia y Superintendente.
7.- LA POLIGAMIA
"Este pueblo empieza a hacerse inicuo; no entiende las Escrituras, porque trata de justificar sus fornicaciones a causa de lo que se escribió acerca de David y su hijo Salomón. He aquí que David y Salomón tuvieron muchas esposas y concubinas, cosa que para mí fue abominable, dice el señor" (Jacob, 2, 23-24).
Y más adelante sigue:
"Por tanto, yo, el Señor Dios, no permitiré que los de este pueblo hagan como hicieron los de la antigüedad. Por tanto, hermanos míos, oídme y escuchad la palabra del Señor: Pues, entre vosotros ningún hombre deberá tener sino una esposa, y concubinas no tendrá". (Jacob, 2, 26-27).
Sin embargo, con el tiempo, ocurrió que J. Smith mismo cayó en la poligamia y, aunque varias mujeres solicitadas para esposas por él se negaron indignadas, otras sumisamente aceptaron la palabra del profeta, de aquí proviene la famosa revelación que dice tener Smith de Dios, fue en el año de 1843, era la revelación nº 132, en la que Dios determina restablecer la poligamia patriarcal del Antiguo Testamento:
"Si un hombre toma a una joven por mujer y luego desea desposar a otra y la primera es consciente si él toma a la segunda por mujer, con tal que ellas sean vírgenes y no estén comprometidas a ningún hombre, entonces él está justificado. El no comete adulterio, porque ellas le han sido dadas. Y si, por esta ley, le son dadas diez vírgenes, él no comete adulterio porque ellas le pertenecen y le han sido dadas". "Y yo añado a propósito del sacerdocio: si un hombre desposado con una virgen desea desposar a otra, y la primera da su consentimiento..., no puede cometer adulterio, porque le han sido donadas" (Doctrinas y Convenios, 132, 61).
Y para vencer la resistencia de su mujer, Emma, que se oponía a la poligamia de Smith, añade:
"Y que mi sierva Emma acepte todas las mujeres que se le han dado a mi siervo José y que son virtuosas y puras a mis ojos".
Resulta penosa la lectura de esta revelación que Dios envía para la esposa de Smith, para que acepte de buena gana una situación totalmente irregular, como es la poligamia. Frente al natural desagrado y al espontáneo rechazo que Emma ha puesto a las pretensiones de su esposo que en otro tiempo había prohibido de la poligamia. Ante tanto cambio arbitrario, uno no puede menos de dudar de las revelaciones de Dios que Smith dice que tiene. Una vez más aparece el problema del subconsciente y sus ocultos mecanismos sublimados en experiencias místicas para satisfacer sus deseos.
Así, Smith empezó a practicar la poligamia sin darle, públicamente, fuerza de ley. El se lo fue insinuando a los apóstoles para inducirles a lo mismo, en los que halló no poca resistencia. Pero poco a poco fueron cediendo ya se habían realizado ya muchos matrimonios en secreto cuando se dio a conocer su famosa revelación. A partir de aquí el mormonismo da importancia capital al matrimonio, e incluye a la poligamia. Para ellos el matrimonio es el medio del perfeccionamiento y la exaltación para alcanzar la divinidad. Para ello dan argumentos de tipo histórico - bíblico, como es la restauración de la poligamia partiendo de las costumbres de los patriarcas del Antiguo Testamento. Veamos:
"Abraham recibió concubinas... y esto le fue contado como rectitud porque se le habían dado, y permaneció en mi ley; lo mismo Isaac y también Jacob, los cuales no hicieron sino lo que se les había mandado... y ahora están sentados en sus tronos y son, no digo ángeles, sino dioses... " (Doctrina y Convenios, 123: 37).
Más escandalosa, para nosotros los católicos, es la afirmación que hacen de Jesucristo que dicen que no sólo se casó, para ellos, eso fueron las bodas de Caná en Galilea, en las que Jesús era el Esposo, sino que Jesucristo simultáneamente tenía varias esposas, que le seguían y le ayudaban: Marta, María, María Magdalena, y que Jesucristo llegó a ver sus descendientes antes de morir. Realmente estas afirmaciones desbordan toda seriedad, todo respeto, y todo sentido común. Sin embargo ahí están escritas. 63
Cuando los autores modernos se preguntan el por qué de esta ley de la poligamia, a parte de razones subconscientes inconfesables, se apuntan motivos estrictamente religiosos:
"No olvidemos que los mormones se consideraban un pueblo elegido por Dios para fundar una teocracia y dominar todo el mundo. Para ello hace falta que la población se multiplique rápidamente. La doctrina de la poligamia tiene también relación con la creencia de los mormones en la preexistencia de las almas. Hay muchas almas, creadas por Dios, que están esperando encarnarse para cumplir su misión en esta vida y el medio de traerlas a este mundo es la procreación. Por este motivo se exalta tanto la idea de la maternidad fecunda y abundante en la mujer mormona. Puestos ya en este terreno doctrinal y creyendo de buena fe en estas ideas, no es de extrañar que hubiera muchas mujeres que aceptasen la poligamia por razones religiosas. Y que incluso llegasen a veces a preferir a un marido viejo polígamo que a un joven monógamo, por temor a la apostasía de este último y porque los polígamos solían ser dignatarios de las clases sacerdotales". 64
A Smith se le cuentan de 27 a 30 esposas, y a su muerte dejó unos 56 hijos. El 28 de agosto de 1852, B. Young, su sucesor, publicó oficialmente la revelación hecha al profeta, diciendo que quienes rechazasen esta doctrina de la poligamia serían condenados.
"Serán condenados, dice el Señor en la revelación que me ha concedido. ¿Por qué? Porque a quien se le ha concedido mucho, se le exigirá mucho".
La poligamia, sobre todo, planteaba problemas serios con la Constitución Americana que no permitía la poligamia en la sociedad civil, y con la administración de la capital, Washington. Los mormones se resistieron a la administración central y alegaron que sus leyes religiosas permitían la poligamia y como la Constitución reconoce a todos los habitantes del país el libre ejercicio de sus ideas religiosas y la libertad de la práctica de la fe, como su religión permitía la poligamia, tenían que respetarla. El Presidente de Estados Unidos, Buchanam, destituyó a Brihgam Young el 28 de mayo de 1857 y por su rebeldía en no aceptar lo que Constitución prohibía, envió una columna militar de 1.500 soldados, pero la expedición fracasó. En 1882 el Congreso dio una ley muy severa contra los polígamos. Se les privó del derecho de voto y se les excluyó de los cargos públicos. Los hijos tenidos de matrimonios ilegales fueron considerados como ilegítimos. Los mormones se defendieron como pudieron durante la jefatura del tercer presidente, John Taylor (1877-1890). Hubo procesos legales, condenas judiciales, amenazas, encarcelamientos, etc. Los mormones resistieron tanto cuanto pudieron, pero veían que esta situación no podía seguir así.
A la muerte de B. Young le sucedió como tercer presidente de la iglesia mormona Wilford Woodruff, y decidió cambiar de rumbo y manifestó a los mormones más responsables que la poligamia no podía continuar perteneciendo a las creencias de la iglesia mormona. Les dijo que él como presidente de la iglesia mormona no había recibido ninguna revelación, pero que, después de haber orado mucho, pensaba que era menester renunciar a la poligamia, (Doctrinas y Convenios, 246-247). Para muchos mormones esta determinación fue un verdadero drama, pero inclinaron la cabeza y la aceptaron como manifestación de la voluntad de Dios.
Así, en 1894 el Gobierno Federal reconocía al Estado de Utah así como sus leyes particulares, excluida la poligamia, llegó la paz, se les devolvieron sus bienes. El 6 de abril de 1904 el presidente de la iglesia mormona, J. Fielding (1901-1918), sobrino de Smith, abolió definitivamente la poligamia e indicó que sería excluido de la iglesia todo aquel que la practicara. Es decir, todo lo contrario a lo que había dicho B. Young el 28 de agosto de 1852.
61 "Historia y Doctrina de los Mormones". Mariano Aboín, Edit. Fe Católica. Madrid, 1971, Págs.: 19-21.
62 Teocracia: “Forma de gobierno política en que los gobernantes se atribuyen la representación directa de Dios".
63 "The Mormons", Thomas O`Dea. Pág., 139.
64 Mariano Aboín, Op. Cit. Pág. 59-60.
Homilías - De verdad que viene Dios, abre tu corazón - Domingo 1° Adviento (C)
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Lecturas: Jer 33,14-16; S 24; 1Ts 3,12-4,2; Lc 21,25-28.34-36
El adviento, que hoy empieza, dura entre tres y cuatro semanas. “Adviento” deriva de una palabra latina que significa “venida”, llegada. Quien llega –lo sabemos– es Jesús. Va a llegar en la Navidad, una de las fiestas más importantes para nosotros los cristianos. No es papá Noel ¡por favor!, no son los regalos, ni los panteones. Hay que cuidar de no estropear la Navidad.
La Iglesia, como cualquier grupo humano, tiene sus modos de expresarse y actuar con la liturgia, principalmente de la misa y los sacramentos. En la liturgia expresa su fe, sus valores, su alma. La corona de adviento y la luz que se va añadiendo semana a semana expresa que el Señor, luz del mundo, se va acercando.
Para las fiestas importantes, como ésta y la de Pascua de Resurrección, nos preparamos con tiempos largos de oración y penitencia: el adviento y la cuaresma. El color morado de los ornamentos de la misa nos lo están recordando. El canto triunfal y gozoso del Gloria no resuena durante estos días hasta que llega la misma noche de la Natividad. En la oración colecta de la misa, que expresa la gracia particular que pide la Iglesia para cada día, hoy hemos pedido que: “al comenzar el adviento, Dios nos avive el deseo de salir al encuentro de Cristo acompañados de buenas obras”. A esto viene a reducirse el fin del esfuerzo religioso de estos días. Hoy comenzamos. El mismo Jesús se tomó cuarenta días de oración y ayuno antes de comenzar su misión. El Señor va a llegar en la Navidad con su gracia, su luz, su fuerza, que entran y actúan desde dentro de nosotros. Durante estas semanas del adviento insistamos en la oración y en el sacrificio, aceptando con paciencia las molestias de la vida cotidiana y otros posibles sacrificios.
Esto es lo que quiere decir el “estén siempre vigilantes y oren en todo tiempo”. En el prefacio de las misas de estos días haremos mención de dos venidas de Cristo. La primera ha sido “en la humildad de nuestra carne” con su nacimiento, sus milagros y palabras, su pasión, muerte y resurrección. Con ella “nos abrió el camino de la salvación”. La segunda será cuando al final de los siglos “venga de nuevo en la majestad de su gloria”, la del Hijo del hombre, a juzgar a todos los hombres según sus obras. El evangelio nos habla también de estas dos venidas. Es el paralelo del texto de San Marcos que leímos y estudiamos hace dos semanas. San Lucas, buen escritor, bastante mejor que San Marcos, distingue bien lo que en la profecía de Jesús se refiere a la ruina de Jerusalén y el templo y lo que dice sobre el fin del mundo. La perícopa de hoy (recuerden que así se llama a los fragmentos de la Biblia) es la del fin del mundo. Desde luego va a ser un momento terrible. Sin embargo para los elegidos –es decir los que han aceptado por la fe la elección de Dios– es el momento de la “liberación”. Por eso habrán de reaccionar contra el miedo: “Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza, porque se acerca su liberación”. Y para eso hay que estar atentos, preparados, “despiertos”, vigilantes. “pidiendo”, en oración, porque “ese día caerá de improviso”, “como una trampa”.
Estas advertencias de Jesús se refieren al tiempo en que estamos: tras la destrucción del templo y antes del fin del mundo. También estaba muy anunciada la primera venida, la que vamos a conmemorar en Navidad. La lectura de Jeremías, que escuchamos, es una prueba clara: “En aquellos días haré brotar para David un legítimo descendiente”. Sin embargo la mayoría del pueblo judío no se dio cuenta. Al fin del mundo volverá a suceder parecido. ¿Por qué? Porque no se vigila, porque no se ora.
Pero sucede además que hay otras venidas de Cristo muy normales en la vida de la Iglesia. La fe es un don de Dios que se recibe. Es una acogida a Dios en mi corazón. Como es normal entre las personas, la acogida se hace por el amor. Pero eso no es posible sin haberse encontrado. Y el encuentro con Dios no nos es posible si primero Él no nos sale al encuentro, Él tiene que adelantarse y venir donde nosotros. Nadie tiene derecho ni menos potencia física para plantar a Dios delante de uno mismo. Nadie puede llegarse a Dios cuando le da la gana. Por eso es una gracia.
Dios quiere que todos se salven y, como sin la gracia sería imposible, Dios se la da a todos en alguno o algunos momentos de su vida; pero no sabemos cuándo. Por eso es necesario vigilar. Y por eso es tan necesario orar. Un deportista, un militar practica los debidos ejercicios cada día para estar en forma. Cada uno de nosotros debemos estar siempre en forma y muy atentos para cuando Dios nos salga al encuentro.
Los cristianos tesalonicenses esperaban el fin del mundo enseguida. Y concluían que no había que preocuparse por nada ni siquiera trabajar. Tampoco es lo correcto. San Pablo les dirá con rudeza que “el que no trabaje, que no coma” (2Tes 3,10). En la perícopa de hoy les dice que se esfuercen en practicar el amor con todos cada día más, en ser santos e irreprochables, en agradar a Dios. Y “sigan adelante”; esta traducción de la palabra griega del texto es muy pobre. Lo que quiere decir Pablo es que se esfuercen en ser cada vez mejores, en aumentar las virtudes y en llenarse más hasta rebosar, hasta “superabundar” –es la palabra que mejor traduce el pensamiento de Pablo– de dones del Espíritu.
La Iglesia es un cuerpo vivo. Todos sus miembros viven con la vida de Cristo, recibida en el bautismo y recuperada, si la perdieron, en el sacramento de la penitencia. Esa vida tiende a reproducir en todos los miembros a Cristo. En el curso de la vida de la Iglesia Cristo, cabeza de ese cuerpo y fuente origen de ella, suscita desarrollos y enriquecimientos. El concilio Vaticano II fue un momento muy intenso. El proceso continúa. Ahora mismo es fácil de constatar acción especial del Espíritu en los últimos acontecimientos del acercamiento de los anglicanos.
Momentos de gracia especial los suscita el curso del año litúrgico. En cada tiempo el Señor reaviva y suscita gracias especiales para que un aspecto del misterio de Cristo se viva e interiorice más en el conjunto de la Iglesia y en cada uno de los fieles. Cada fiel, cuanto con más fervor se abra al influjo de esta gracia general, crecerá él mismo en las virtudes y en los dones del Espíritu.
Hay actualmente un cierto enfriamiento de la fe, que se ha extendido como una especie de nube o de epidemia, si quieren llamarla así. Quitan a Dios, a Cristo y a la fe la importancia decisiva que tienen para que la vida del hombre tenga sentido. La consecuencia en el orden moral es el utilitarismo social: El mundo, la historia marchan sin Dios. Si Dios existe, no está en el mundo. Y en el mundo el hombre es libre y puede hacer lo que quiera con tal de que no viole los derechos de los demás. Esta visión de las cosas es, por desgracia, mayoritaria en los medios de comunicación social.
Sin embargo la historia humana, la real, la que ha pasado y la que está sucediendo ahora, nos dice que esta visión del mundo y del hombre es falsa. Dios ha venido, Dios se ha comunicado con el hombre y ha actuado a lo largo de la historia por medio de Abrahán, Moisés, los profetas y por fin por su Hijo Jesucristo, por el cual continúa actuando para que, conociendo la verdad, se arrepienta de sus pecados y se salve. Sólo el que crea y obre en consecuencia se salvará, pero el que no crea se condenará. Estate atento que Dios te va a sorprender, porque sorprende siempre.
Estas semanas del adviento, esta Navidad son un gran momento para la sorpresa de la gracia. La estrella de Dios vuelve a brillar en nuestro firmamento, los ángeles otra vez lo anunciarán a los creyentes, el Espíritu sacudirá nuestros corazones. Nadie lo dejemos pasar de largo. Estemos bien despiertos, liberémonos de la ambición del dinero, que no se nos embote la mente, combatamos nuestros defectos, oremos, estudiemos y gustemos de la palabra, purifiquemos el alma y el cuerpo con la mortificación, obremos el bien. Entonces sobreabundaremos de alegría profunda porque un niño nos ha nacido y es señal de que estamos liberados.
Por eso en el salmo responsorial hemos pedido al Señor que “nos enseñe sus caminos”, y en la segunda lectura hemos visto que San Pablo a los cristianos, hace poco convertidos, les pide que “crezcan y progresen en el amor mutuo y para con todos” y que “sigan adelante”. Con especial intensidad y amor en este adviento tratemos día tras día de abrir el alma a Jesús: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno me escucha y me abre, entraré y cenaré con él y él conmigo (Ap 3,20)”. Estamos invitados a celebrar este encuentro de Dios con la humanidad. La Escritura habla de él como de una boda. No nos excusemos con que no tenemos tiempo. Que no suceda aquello: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron” (Jn 1,11). Que la Virgen María nos guíe. Que cada paso, cada obra, cada oración, cada respiración y palpitar del corazón en este adviento nos prepare para abrir la puerta a nuestro Dios.
Preparándonos para la venida de Cristo
Lucas 21, 25-28
Hoy empieza el Adviento. Comienza el camino del cristiano; nuestro camino. El Adviento es la preparación al Nacimiento de Cristo. Y también debe ser entendido como un tiempo de preparación a la segunda venida de Cristo. Justamente de esta segunda venida de Cristo nos habla el Evangelio de Lucas, que hoy leemos.
Y para prepararnos adecuadamente debemos, “tener ánimo y levantar la cabeza”, como dice el evangelio de hoy. Tener ánimo y levantar la cabeza es lo mismo que decir tener esperanza. Se nos exhorta por tanto a comenzar este nuevo año litúrgico con una actitud positiva. Así deberíamos fijar bien nuestra atención y examinar si nuestra actitud es positiva. Si comenzamos el año litúrgico con ánimo o desanimados, con alegría o con tristeza.
¿De verdad creemos que estamos preparándonos para la celebración del Nacimiento de Cristo? Porque si esto es así, deberíamos alegrarnos. Jesús se hizo hombre, nació entre nosotros, se ha hecho uno con nosotros: es el regalo de Dios. El regalo, que supone de parte de Dios un amor incondicional. Estamos protegidos, Dios nos salva; y viene como un niño, el Niño de todos nosotros ¿hay motivo para alegrarnos? El Adviento que nos prepara a la Navidad, tiene para nosotros este primer mensaje: una preparación adecuada para el Nacimiento de Cristo, debe desterrar de nuestro corazón las tristezas y las sombras; no tenemos derecho al pesimismo, si creemos en la verdad incomprensible del Hijo de Dios hecho Hombre por nosotros y nacido de María Virgen; Jesús, el Verbo de Dios, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado.
¿De dónde vienen nuestras tristezas y nuestro pesimismo? ¿De la salud? ¿del fracaso en algo que nos hemos propuesto? ¿de carencias económicas? ¿de humillaciones? Hay una variedad de áreas en nuestra vida, en nuestro ser y en nuestro actuar, de donde nos surgen esos sentimientos de tristeza, de pesimismo. Y nos preguntamos ¿puede el pensamiento del Nacimiento de Cristo eliminar esas tristezas? Porque si el Adviento nos propone una lección de esperanza es porque supone que este solo hecho del Nacimiento de Cristo, puede contrarrestar todas las adversidades personales. Hay que reconocer que para la mayoría de las personas el pensar en el Nacimiento de Cristo no tiene la suficiente fuerza como para contrarrestar el efecto negativo de situaciones reales. ¿Entonces que? ¿Será esta lección de la esperanza una enseñanza irreal?
Todo depende de cuál es la perspectiva global con que pensamos nuestra vida. Todo depende de si le damos más peso a lo que vivimos en el presente, o a lo que esperamos para nuestro futuro. Depende de si la perspectiva de nuestro futuro, o sea la esperanza de la segunda venida, adquiere fuerza en nuestro ser, tanta fuerza como para que pueda contrarrestar la fuerza negativa de nuestras tristezas. De esto nos habla el Evangelio: “verán venir al Hijo del Hombre con gran poder y majestad”. La certeza de esta segunda venida debe adquirir fuerza entre las actividades rutinarias de nuestra existencia. Esta segunda venida debe iluminar nuestro quehacer diario. Y entonces todo quedará teñido de esa bella luz, incluso los momentos tristes y desesperanzados.
Nuestra vida, este tramo pequeño de vida que vivimos sobre el planeta Tierra, no lo es todo. Estamos ya lanzados hacia el porvenir, y en ese porvenir vendrá el Hijo del Hombre; o sea vendrá Jesús, que nos ama y a quien amamos. Y El curará todas las heridas y nos alegrará con su presencia. Y pensando en esto, también nuestras circunstancias actuales, por más tristes que sean, también se llenarán de esperanza. Ese es el fundamento de la esperanza cristiana, y lo que hace que podamos superar situaciones dolorosas que son reales, no hay duda; pero tan reales o más que las circunstancias presentes, son las promesas que Dios nos ha revelado, y que ahora nos recuerda el Adviento, este comienzo del Nuevo Año Litúrgico. Para poder aspirar a esa alegría hay que levantarse, y mirar por encima de las circunstancias presentes de este mundo y proyectarnos al futuro. No para salirnos del presente, sino para darle al presente su verdadero sentido.
Adviento, tiempo de esperanza, tiempo de mirar hacia el futuro y alegrarnos de ver llegar hacia nosotros a Jesús, y que cuando llegue nos hará sentir lo que es su salvación, que inundará todo nuestro ser, incluso ese pasado que alguna vez nos hizo sufrir.
Virgen de la Medalla Milagrosa
El 27 de noviembre de 1830, a las 5 y media de la tarde, estando en oración, Santa Catalina Labouré ve en el sitio donde está actualmente la Virgen del globo, como dos cuadros vivientes que pasan en fundido encadenado.
En el primero, la Virgen está de pie sobre medio globo terráqueo y lleva en sus manos un pequeño globo dorado. Sus pies aplastan una serpiente.
En el segundo, salen de sus manos abiertas unos rayos de un brillo bellísimo. Al mismo tiempo Catalina oye una voz que dice :
«Estos rayos son el símbolo de las gracias que María consigue para los hombres ». Después se forma un óvalo en torno a la aparición y Catalina ve como se inscribe en semicírculo una invocación, hasta entonces desconocida, escrita en letras de oro:
«Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti».
Después, la medalla se vuelve y Catalina ve el reverso : arriba, una cruz sobre la letra inicial de María, abajo, dos corazones, uno coronado de espinas, otro atravesado por una espada. Entonces oye Catalina estas palabras : « Haz, haz acuñar una medalla según este modelo. Las personas que la lleven con confianza recibirán grandes gracias ».
La Medalla
En esta capilla escogida por Dios, la Virgen María en persona ha venido a revelar su identidad por medio de un objeto pequeño, una medalla, destinada a todos sin distinción!
La identidad de María era tema de controversias entre teólogos desde los primeros tiempos de la Iglesia. En 431, el Concilio de Efeso había proclamado el primer dogma mariano : María es madre de Dios. Desde 1830, la invocación « Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti » que se levanta hacia el cielo, mil y mil veces repetida por miles de almas cristianas en todo el mundo a petición de la Madre de Dios, va a producir su efecto.
El 8 de diciembre de 1854, Pío IX proclama el dogma de la Inmaculada Concepción : por una gracia especial que ya le venía de la muerte de su Hijo, María fue concebida sin pecado.
Cuatro años más tarde, en 1858, las apariciones de Lourdes van a confirmar a Bernadette Soubirous el privilegio de la madre de Dios.
Corazón Inmaculado, María fue la primera rescatada por los méritos de Jesucristo. Es luz para nuestra tierra. Todos estamos destinados, como ella, a la felicidad eterna.
La medalla milagrosa
Unos meses después de las apariciones, sor Catalina es destinada al hospicio de Enghien, en el distrito 12 de París, para cuidar a los ancianos. Se pone al trabajo. Pero la voz interior insiste : hay que hacer que se acuñe la medalla. De eso Catalina vuelve a hablar a su confesor, el Padre Aladel.
En febrero de 1832, hay en París una terrible epidemia de cólera, que va a hacer más de 20.000 muertos. Las Hijas de la Caridad empiezan a distribuir, en junio, las 2.000 primeras medallas acuñadas a petición del padre Aladel.
Son numerosas las curaciones, lo mismo que las protecciones y conversiones. Es un maremoto. El pueblo de París califica la medalla de «milagrosa».
En el otoño de 1834 ya hay más de 500.000 medallas, y en 1835 más de un millón en todo el mundo. En 1839, se ha propagado la medalla hasta alcanzar más de diez millones de ejemplares.
A la muerte de sor Catalina, en 1876, se cuentan más de mil millones de medallas.
La medalla luminosa
Las palabras y los símbolos grabados en el anverso de la medalla expresan un mensaje con tres aspectos estrechamente ligados entre sí.
«Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.»
La identidad de María se nos revela aquí explícitamente : la Virgen María es inmaculada desde su concepción. De este privilegio que ya le viene de los méritos de la Pasión de su Hijo Jesucristo, emana su inmenso poder de intercesión que ejerce para quienes le dirigen sus plegarias.
Por eso la Virgen María invita a todos las personas a acudir a ella en cualquier trance.
Sus pies en medio de un globo aplastan la cabeza de una serpiente.
Este globo representa a la tierra, el mundo. Entre judíos y cristianos, la serpiente personifica a Satanás y las fuerzas del mal.
La Virgen María toma parte en el combate espiritual, el combate contra el mal, cuyo campo de batalla es nuestro mundo. Nos invita a entrar nosotros también en la lógica de Dios que no es la lógica del mundo. La gracia auténtica de conversión es lo que ha de pedir el cristiano a María para transmitirla al mundo.
Sus manos están abiertas y sus dedos adornados con anillos que llevan piedras preciosas de las que salen rayos que caen esparciéndose por toda la tierra.
El resplandor de estos rayos, lo mismo que la hermosura y la luminosidad de la aparición descritas por Catalina, requieren, justifican y alientan nuestra confianza en la fidelidad de María (los anillos) para con su Criador y para con sus hijos; en la eficacia de su intervención (los rayos de gracia que caen en la tierra) y en la victoria final (la luz), ya que ella misma, primera discípula, es la primera salvada.
La medalla dolorosa
La medalla lleva en su reverso una inicial y unos símbolos que nos introducen en el secreto de María.
La letra « M » está coronada con una cruz.
La letra « M » es la inicial de María, la cruz es la Cruz de Cristo. Los dos signos enlazados muestran la relación indisoluble que existe entre Cristo y su Madre Santísima. María está asociada, a la misión de Salvación de la humanidad por su Hijo Jesús,y participa con su compasión en el mismo sacrificio redentor de Cristo.
Abajo, dos corazones, uno rodeado de una corona de espinas, el otro traspasado por una espada.
* El corazón coronado de espinas es el Corazón de Jesús. Recuerda el cruel episodio de la Pasión de Cristo, relatado en los evangelios, antes de que se le diese muerte. Significa su Pasión de amor por los hombres.
* El corazón traspasado con una espada es el Corazón de María, su Madre. Recuerda la profecía de Simeón relatada en los evangelios, el día de la Presentación de Jesús en el templo de Jerusalén por María y José. Significa el amor de Cristo que mora en María y su amor por nosotros : Para nuestra Salvación, acepta el sacrificio de su propio Hijo.
* Los dos Corazones juntos expresan que la vida de María es vida de intimidad con Jesús.
Doce estrellas grabadas alrededor.
Corresponden a los doce apóstoles y representan a la Iglesia. Ser de la Iglesia, es amar a Cristo y participar en su pasión por la Salvación del mundo. Todo bautizado está invitado a asociarse a la misión de Cristo uniendo su corazón a los Corazones de Jesús y de María.
La medalla es un llamamiento a la conciencia de cada uno, para que escoja, como Cristo y María, la vía del amor hasta la entrega total de sí mismo.
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Tomado de:
http://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=499
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El Tiempo de Adviento
Conforme al uso actual [1910], el Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el Domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de Noviembre) y abarca cuatro Domingos. El primer Domingo puede adelantarse hasta el 27 de Noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de Diciembre, teniendo solo veintiún días.
Con el Adviento comienza el año eclesiástico en las Iglesias occidentales. Durante este tiempo los creyentes son exhortados a prepararse dignamente a celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como la encarnación del Dios de amor, de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene a través de la Sagrada Comunión y de la gracia, y en consecuencia estén preparadas para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.
Simbolismo
La Iglesia prepara la Liturgia en este tiempo para lograr este fin. En la oración oficial, el Breviario, en el Invitatorio de Maitines, llama a sus ministros a adorar "al Rey que viene, al Señor que se acerca", "al Señor que está cerca", " al que mañana contemplaréis su gloria". Como Primera Lectura del Oficio de Lectura introduce capítulos del profeta Isaías, que hablan en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel, el hijo escogido que ha abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene y su gloria final; que anuncian la congregación de los Gentiles en torno al Monte Santo. La Segunda Lectura del Oficio de Lectura en tres Domingos están tomadas de la octava homilía del Papa San León (440-461) sobre el ayuno y la limosna como preparación para la venida del Señor, y en uno de los Domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre Isaías 11:1, cuyo texto él interpreta referido a Santa María Virgen como "el renuevo del tronco de Jesé". En los himnos del tiempo encontramos alabanzas a la venida de Cristo como Redentor, el Creador del universo, combinados con súplicas al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Similares ideas son expresadas los últimos siete días anteriores a la Vigilia de Navidad en las antífonas del Magnificat . En ellas, la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre el camino de la salvación; a la Llave de David que nos libre de la cautividad; al Sol que nace de lo alto que venga a iluminar nuestras tinieblas y sombras de muerte, etc. En las Misas es mostrada la intención de la Iglesia en la elección de las Epístolas y Evangelios. En las Epístolas se exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor , deje las actividades de las tinieblas y se pertreche con las armas de la luz; que se conduzca como en pleno día, con dignidad, y vestido del Señor Jesucristo; muestra como las naciones son llamadas a alabar el nombre del Señor; invita a estar alegres en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie los corazones y pensamientos en Cristo Jesús; exhorta a no juzgar, a dejar que venga el Señor, que manifestará los secretos escondidos en los corazones. En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquel en el que, y a través del que, las profecías son cumplidas; del Guía Eterno en medio de los Judíos; de la voz en el desierto, "Preparad el camino del Señor". La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la encarnación del Hijo de Dios, como si aún no hubiera tenido lugar. El Cardenal Wiseman ha dicho:
Estamos no sólo exhortados a sacar provecho del bendito acontecimiento, sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y brote la salvación." Las Colectas en tres de los cuatro Domingos de este tiempo empiezan con las palabras, "Señor, muestra tu poder y ven" - como si el temor a nuestras iniquidades previniera su nacimiento.
Duración y Ritual
Todos los días de Adviento debe celebrarse el Oficio y Misa del Domingo o Feria correspondiente, o al menos debe ser hecha una Conmemoración de los mismos, independientemente del grado de la fiesta celebrada. En el Oficio Divino el Te Deum, jubiloso himno de alabanza y acción de gracias, se omite; en la Misa el Gloria in excelsis no se dice. El Alleluia, sin embargo, se mantiene. Durante este tiempo no puede hacerse la solemnización del matrimonio (Misa y Bendición Nupcial); incluyendo en la prohibición la fiesta de la Epifanía. El celebrante y los ministros consagrados usan vestiduras violeta. El diácono y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión. Se hace una excepción en el tercer Domingo (Domingo Gaudete), en el que las vestiduras pueden ser rosa, o de un violeta enriquecido; los ministros consagrados pueden en este Domingo vestir dalmáticas, que también pueden ser usadas en la Vigilia de la Navidad, aunque fuera en el cuarto Domingo de Adviento. El Papa Inocencio III (1198-1216) estableció el negro como el color a ser usado durante el Adviento, pero el violeta ya estaba en uso al final del siglo trece. Binterim dice que había también una ley por la que las pinturas debían ser cubiertas durante el Adviento. Las flores y las reliquias de Santos no debían colocarse sobre los altares durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer Domingo; y la misma prohibición y excepción existía relacionada con el uso del órgano. La idea popular de que las cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia.
Origen Histórico
No se puede determinar con exactitud cuando fue por primera vez introducida en la Iglesia la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no debió ser anterior a la existencia de la misma fiesta, y de ésta no encontramos evidencia antes del final del siglo cuarto cuando, de acuerdo con Duchesne [Christian Worship (London, 1904), 260], era celebrada en toda la Iglesia, por algunos el 25 de Diciembre, por otros el 6 de Enero. De tal preparación leemos en las Actas de un sínodo de Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el diecisiete de Diciembre hasta la fiesta de la Epifanía nadie debiera permitirse la ausencia de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo, Obispo de Turín (415-466), intituladas "In Adventu Domini", pero no hacen referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente la mayor parte de San Cesáreo, Obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre la materia. Un sínodo desarrollado (581) en Mâcon, en la Galia, en su canon noveno ordena que desde el once de Noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito Cuaresmal los Lunes, Miércoles, y Viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el tiempo; estos cinco eran reducidos a cuatro por el Papa San Gregorio VII (1073-85). La colección de homilías de San Gregorio el Grande (590-604) empieza con un sermón para el segundo Domingo de Adviento. En el 650 el Adviento era celebrado en España con cinco Domingos. Varios sínodos hicieron cánones sobre los ayunos a observar durante este tiempo, algunos empezaban el once de Noviembre, otros el quince, y otros con el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo octavo. San Teodoro el Estudita (m. 826), que habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los Griegos, no hace mención de este tiempo. En el siglo octavo encontramos que, desde el 15 Noviembre a la Navidad, es observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los Rutenianos (1720) ordenaba el ayuno de acuerdo a la vieja regla desde el quince de Noviembre. Esta es la regla al menos para algunos de los Griegos. De manera similar, los ritos Ambrosiano y Mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.
FRANCIS MERSHMAN
Liturgia de la Palabra: Sábado 05 de Diciembre
Santoral
Lecturas de la liturgia
- Primera Lectura: Isaías 30,19-21.23-26
"Se apiadará a la voz de tu gemido"Así dice el Señor, el Santo de Israel: "Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: "Éste es el camino, camina por él."
Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano de la cosecha del campo será rico y sustancioso; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con bieldo y horquilla. En todo monte elevado, en toda colina alta, habrá ríos y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.
La luz de la Cándida será como la luz del Ardiente, y la luz del Ardiente será siete veces mayor, cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe."
- Salmo Responsorial: 146
"Dichosos los que esperan en el Señor."Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R.Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R.Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R. - Evangelio: Mateo 9,35-10,1.6-8
"Al ver a las gentes, se compadecía de ellas"En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies." Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió con estas instrucciones: "Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis."
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Retiro en la Parroquia de Fátima
Preparemos en oración la venida del Señor.
Fecha: Sábado 28 de noviembre.
Hora: 10:00AM a 5:00PM
Lugar: Parroquia Nuestra Señora de Fátima, Miraflores. Av. Armendáriz 350 Miraflores - cerca de Larcomar. Teléfono 446-3119. (Traer refrigerio)
Ingreso Libre.
Dirige la experiencia: P. Carlos Cardó, S.J.
Homilías - Cristo Rey - Domingo 34° T.O. (B)
Cristo alfa y omega de la fe
Hoy es el último domingo del año litúrgico. El próximo la liturgia comienza otro. Cada año la Iglesia vuelve a considerar todo el misterio de la vida y persona de Jesús: su venida a este mundo, su mensaje y milagros, su muerte redentora y resurrección, y por fin el establecimiento de su Iglesia, su legado y sus garantías. Se abre el año con la fiesta de su Nacimiento, que es precedida de tres o cuatro semanas de preparación, culmina en la Pascua de su muerte redentora y resurrección, y termina con la fiesta de hoy: la de Cristo Rey.
En todo grupo o sociedad las fiestas tienen su significado social, son del grupo en cuanto tal y tienen como fin el cultivo de elementos importantes para su constitución y vida vigorosa. La misa dominical y la celebración de las fiestas ustedes saben que han tenido una misión de gran valor para la hondura del sentido religioso en los pueblos de América Latina y concretamente en el Perú. La fiesta religiosa revigoriza, despierta y como que resucita la fe, que nuestra condición pecadora tiende como por perezosa inercia a adormecer, empobrecer, difuminar, apagar.
Hoy alcanzamos la meta de este año litúrgico 2009 con esta solemnidad de Cristo Rey. La Iglesia dispone las cosas como en un proceso ascensional. La liturgia va recorriendo los misterios, invita a ir entrando en ellos con profundidad creciente y estimula a vivirlos, de modo que el creyente, transformado por la experiencia de su vivencia y la acción misteriosa de la gracia, como la masa por la levadura, se transforme con más y más en una nueva criatura, en un hijo de Dios, cuyo anhelo, cada día más natural, sea el “¡Abbá! Padre mío” (Ro 8,15).
“Cristo Rey”. Durante el año de mano de la liturgia hemos ido pasando por los acontecimientos y misterios de Cristo. Hoy nos ofrece una visión de conjunto, como una síntesis: Todo viene a concretarse en Cristo. Cristo lo es todo. Al Hijo del hombre –dice Daniel en el texto apocalíptico que se ha leído– “todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasará y su reino no tendrá fin”. “Vestido y ceñido de poder, tu trono está firme desde siempre y tú eres eterno”. “Primogénito de entre los muertos, el príncipe –el primero– de los reyes de la tierra”. Todos los bienes, todo lo que necesitamos y nos salva, nos viene de Él, de su amor: “Aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos”. En la colecta o primera oración hemos recordado al Padre que ha querido “fundar todas las cosas en su Hijo muy amado, Rey del Universo”.
En definitiva todo el tesoro de la Iglesia, todo lo que tiene para obrar la salvación de los hombres, todo lo que pueden ustedes esperar de ella es Cristo. De él y de ningún otro hemos de recibir la salvación. La gracia del perdón y la verdad absolutamente necesaria solo nos llegan por Jesucristo; porque para eso ha sido enviado Jesús, para eso continúa estando en el mundo estando presente en la Iglesia, “porque tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo unigénito para que todo el que crea en Él no perezca sino alcance la vida eterna” (Jn 3,15).
En definitiva la Iglesia no tiene que darnos y no nos da otra cosa que a Cristo. “Unos piden ciencia, otros milagros; Nosotros predicamos a Cristo” (v. 1Cor 1,21-24). Porque tanto la ciencia, como los milagros, como cualquier cosa, si no conducen a Cristo, se han convertido en una trampa.
Esto es el ABC de nuestra fe. Esta es la razón por la que venimos cada domingo a encontrarnos con Cristo en la Eucaristía. No venimos, como Pilato, por una necesidad política o de cualquier género, a saber de cosas diversas, de su reino de este mundo, de su poder, de cómo piensa cambiar el mundo. Los que piensan así, los que carecen de tiempo o más bien de interés para la verdad, los que se inventan sus verdades, que salgan al balcón como el procurador del poder de Roma; porque: no les interesa la verdad y jamás entenderán nada sobre ella.
No, nosotros buscamos a Cristo y solo a Cristo. Y a Cristo lo tenemos cerca, como Pilato lo tuvo. Es importante saber y creer en esta presencia siempre cercana de Dios. Cristo la dio como garantía de eficacia para nuestra palabra evangelizadora: “Prediquen el Evangelio. He aquí que estoy con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos” (Mt 28,20).
Cree y entenderás. Es una cuestión de fe. San Ignacio de Loyola, persona que siempre pisó bien en tierra, manifiesta que es muy raro que una persona que se esfuerza por encontrarse con Dios usando los medios de la oración y la penitencia, no lo encuentre: Te levantas en la mañana y saludas al Señor y le das las gracias y pides ayuda para hacer su voluntad. Y tienes que hacer un esfuerzo tal vez pequeño para hacer un favor a una persona, recordando que se lo haces a Jesús. Y vienes a misa y comulgas y tantas cosas más que las haces y las haces así porque a Cristo así le gusta. ¡Ah! No lo dudes. Cristo está cerca y más de una vez casi verás con tus ojos y tocarás con tus manos su presencia que ella sola explica tu paz, tu alegría y la eficacia de tu actividad.
Por eso, al concluir este año litúrgico, me permito invitarles a hacerse preguntas como éstas: ¿Qué siento en mi conciencia? ¿Conozco más a Jesucristo que hace un año? Lo siento como más amigo? ¿Me gusta más leer de Él, de sus santos? ¿Su Iglesia es más mía? ¿Pienso más en Él y en su mensaje cuando tengo que decidir sobre algo? ¿Aumenta en mi conducta el efecto de su mandato “ámense unos a otros como yo les he amado”? ¿Perdono más fácil, como Jesús me dice? ¿Me siento más comprometido con su obra evangelizadora? ¿Oro más fácil? ¿Cómo sufro y qué cosas me hacen sufrir? ¿Encuentro en mi esposo/a, hijos, padres, compañeros de trabajo, en cualquier persona, en los pobres a Jesús? ¿Pueden notar otros que yo amo a Cristo y le sigo?
El ambiente, la cultura en que hoy nos movemos, no cree en la verdad, no ama la verdad, prefiere su verdad, prefiere la mentira. Nosotros sabemos que Cristo es la verdad. No dejemos que la verdad muera. Vivamos la verdad. Vivamos a Cristo. Obremos con Cristo. Obremos la verdad.
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