Cuatro años de servicio

Eucaristía en Acción de Gracias por el 4º Aniversario del blog

Formación Pastoral para Laicos


Día:     Sábado 01 de septiembre
Hora:  9:00 AM
Lugar: Parroquia San Pedro - Lima
Jr. Azángaro 451 (Esquina del Jr. Azángaro con Jr Ucayali en Cercado de Lima, a espaldas de la Biblioteca Nacional de la Av. Abancay)

Unidos en Oración desde el lugar que estemos, compartimos con ustedes esta Eucaristía. Gracias por su testimonio, por su tiempo, por su colaboración, a todos los que hacen posible que este blog siga vigente, con la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, al lado de nuestra Santísima Madre la Virgen María, en nombre de nuestro Director: Gracias, muchas Gracias.

Luego de la Eucaristía invitamos a pasar a la Sacristía.

Equipo Editor.


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Homilía del 21º Domingo TO (B), 26 de Agosto del 2012

Palabras de vida eterna

P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

Lecturas: Jos 24, 1-2. 15-18; S 33; Ef 5, 21-32; Jn 6, 51-69




El texto del evangelio de hoy pertenece a la parte final del capítulo 6 de San Juan, dedicado al misterio de la Eucaristía y al que con el de hoy dedica la Iglesia cinco domingos seguidos, lo que indica su gran importancia. No habiendo podido explicarles la perícopa del domingo pasado, la he añadido precediendo a la de hoy para que la explicación no quede incompleta.
Resumo el hilo de las ideas que Jesús ha desarrollado. Les ha prometido un pan, mejor que el multiplicado, que bajará del cielo y que es el que da la vida sobrenatural; quitará el hambre y la sed y es Jesús mismo; ese pan será su propia carne. Se necesitará tener fe, pero quien la tenga y coma vivirá para siempre. Esto será así y Jesús lo reafirma del modo más enfático; porque –concluye –“el que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él; porque el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre. Y del mismo modo el que me come vivirá por mí”. Jesús ha llegado así al punto culminante. Nada parecido se podría ni soñar del maná de Moisés, del pan aquel que comieron sus padres. No se puede ni comparar una cosa con otra.
Esto, además, lo dice Jesús en plena sinagoga de Cafarnaúm, “enseñando” dice el texto. ¿Es con motivo de la reunión del sábado? No lo sabemos; pero la seriedad del contexto, el tono, la rigurosidad, la insistencia no permiten la menor duda sobre el sentido de sus palabras. Jesús asegura –“en verdad, en verdad les digo”– que su pan son su carne y su sangre, que habrán de ser comidos y bebidos y comunicarán la vida de Jesús; porque harán que Jesús viva en quien le comió y que éste viva en Jesús. De esta forma Jesús transformará al que comulga y éste se transformará en Jesús, “vivirá” por Él. Y para siempre, porque su vivir es participar de la vida de Jesús resucitado, que no muere más.
Nada semejante se había dicho nunca en Israel. Tales afirmaciones provocan el rechazo de la gran mayoría, aun entre quienes hasta entonces habían sintonizado con su enseñanza. Pero aquello era ya demasiado: “Este modo de hablar es duro. ¿Quién puede hacerle caso?”.
La respuesta de Jesús se hace a su vez tajante, clara, exigente y sin concesiones: ¿Cómo van a poder creer esto ustedes? Imposible. ¿Y cuando Yo, éste hombre, el Hijo del hombre, el que existía desde el principio y vino del Cielo, suba y me siente a la derecha del Padre para juzgar a todos los hombres? “Ya les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede”. Con su sola razón no entenderán jamás nada, porque “la carne de nada sirve”. “El Espíritu es quien da la vida”, la vida de la que yo hablo; la que no muere, la que solo puede dar el Hijo, la vida sobrenatural, la que hace al hombre hijo de Dios. De esa vida hablo Yo; por eso “las palabras que les he dicho son espíritu y vida”. Vienen del Espíritu de Dios y en quien las recibe surge el espíritu y aparece la vida.
Jesús ha hablado claro; Jesús lo ha dicho todo. Pero no son pocos los que no pueden creer tales maravillas. “Nadie lo puede si el Padre no se lo concede”. Se van; es demasiado para ellos. Creer no es fácil, incluso entre los doce hay dudas. “Desde entonces muchos discípulos suyos se retiraron y ya no andaban con Él”. Es en la vida de Jesús uno de los momentos más decisivos y más graves.
“Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También ustedes quieren irse?”. Podemos imaginar que les mira a los ojos uno a uno y su mirada penetra hasta el fondo del alma. “Pero Simón Pedro contestó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. El sentido de la respuesta es que su palabra obra lo que significa. Es palabra que realiza el don de la vida eterna; es palabra del “Santo”; palabra que hace del pan el cuerpo de Cristo; palabra que incorpora y da ese cuerpo humano en que Dios está cercano y actúa curando, perdonando, salvando. “El Santo” era, sobre todo, el Mesías (Mc 1,24); y lo menos que hay que aceptar en la respuesta de Pedro es su fe en que Jesús es el Mesías, esperanza y salvador de Israel. Pero, cuando Juan lo usa en su evangelio al final del siglo I, “Santo” tiene sentido divino, como autor de la vida (Hch 3,14; 4,27.30; Jn 10,36). 
Cuando cada domingo tomamos el camino para participar en la Eucaristía, ojalá nos veamos retratados en cualquiera de los doce, mejor en Pedro. Venimos a escuchar a quien tiene “palabras de vida eterna”. Venimos porque estamos invitados al banquete del Hijo de Dios hecho hombre, a tener un encuentro con ese Jesús, cuyo cuerpo sana y da vida a todo lo que toca. Y escuchamos la palabra de Dios como lo que es: palabra que nos abre la puerta de la vida, la puerta del Amor, la puerta del Corazón de Cristo; y también abre nuestro propio corazón para que la vida de Dios entre en él. Cada domingo, por ello, dejémonos sumergir en ese océano de gracia y de amor que son la Eucaristía y las palabras de vida eterna de Jesús, que están y se nos dan en la Iglesia. 
Pidamos sin temor, invoquemos a María nuestra Madre para que todo esto se haga en nosotros una gran realidad, pues “de verdad somos hijos de Dios”.


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El gran regalo de la Eucaristía

P. Adolfo Franco, S.J.


Juan 6, 60-69

En el Evangelio de hoy, Jesús hace una pregunta a los oyentes del discurso sobre la Eucaristía, que también hoy es un cuestionamiento para nosotros: "¿También ustedes quieren marcharse?"



Cuando Jesucristo termina de proponer el discurso eucarístico, que ocupa una gran parte del capítulo sexto del Evangelio de San Juan, muchos de los oyentes piensan que toda esta enseñanza es inaceptable. Jesús ha manifestado a sus oyentes que El es el pan bajado del cielo, que hay que comer su cuerpo y beber su sangre, y que el que coma de este pan vivirá para siempre. Frente a estas afirmaciones tan deslumbrantes, una buena parte de los oyentes se marcha, porque todo les parece inaudito, inaceptable.

Jesús, que se ha querido manifestar en la intimidad, que ha anunciado “el gran regalo de la Eucaristía”, como la participación de los hombres en la salvación que El nos trae, sufre un tremendo fracaso. Por haber manifestado este misterio maravilloso, ve que los hombres se sienten defraudados, y se le van yendo uno tras otro. Parece que “la gran maravilla” no interesa a nadie y muchos la consideran un disparate . Y cuando todo el grupo ha disminuido hasta la mínima expresión y quedan solos los apóstoles, con tristeza, la tristeza de un Hombre que da todo y nadie lo quiere, les hace a los apóstoles una pregunta salida desde su dolor ¿ustedes también se van a marchar? Esta pregunta revela lo que siente su corazón, es como si dijera ¿estoy de más en este mundo? ¿a nadie le interesa mi amor?

Y Pedro, en nombre de los apóstoles, responde con el corazón: Señor ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. San Pedro ha quedado sobrecogido ante el tono con que el Maestro les ha preguntado si también ellos le van a dejar. Parecería que el Maestro los necesita, y Pedro le da la respuesta adecuada: No podemos ni siquiera pensar en irnos, porque no tendríamos ya ningún lugar, fuera de Ti. Como quien dice: sin ti no hay para nosotros ni lugar a donde ir, ni vida que valga la pena. El Señor se ha convertido de verdad en la razón de ser de los apóstoles.

Es una escena del Evangelio en que podemos sentirnos retratados. A veces la fe nos plantea dificultades, y no sólo teóricas; sino a veces dificultades nacidas de los problemas reales que nos suceden. La fe nos desafía tantas veces en las circunstancias difíciles de nuestra vida. Y podríamos sentir la tentación de claudicar; sentiríamos la tentación de decirle a Jesús: si las cosas son así, yo me voy. Y también con respecto a las exigencias morales del evangelio, podemos sentirnos cuestionados; podríamos pensar: si hay que comportarse así, para ser cristianos, yo me marcho. Y de hecho hay personas que por las exigencias morales del Evangelio, se van y abandonan a Jesús; y Cristo las ve marchar con pena; también ahora El siente que le dejen.

A todos nosotros, a cada uno en momentos muy particulares, nos hace Jesús la pregunta ¿también tú quieres marcharte? Y también nosotros deberíamos responder como San Pedro ¿y a quién iría? Sólo tú tienes palabras de vida eterna. Sólo Tú le das sentido a mi vida. Sin Ti no sabría a donde ir.

Así se pone de relieve una pregunta acuciante, ¿nos decidimos por Dios o no? Es la pregunta central del ser humano; y todos nos enfrentamos alguna vez con esta pregunta, que espera una decisión fundamental.

Pero hay que tener en cuenta lo que encierra la pregunta, y lo que encierra la respuesta: decidirse por Dios libremente es aceptar su señorío, su bondad, sus planes, su proyecto sobre nosotros: es ser dócil a Dios, y buscar a Dios como El es (una búsqueda que en realidad nunca acaba), y no hacernos un Dios a nuestra medida, creado por nuestra comodidad a nuestra conveniencia. Y esto pasa a algunas personas: dicen creer en Dios, pero no en el Dios QUE ES, sino en el que ellos se fabrican: Dios blando, informe, que no exige nada, o por el contrario Dios déspota, vengativo, o policía, o lejano de nuestra vida.

Creer, aceptar a Dios es aceptar a Jesucristo. No el Jesucristo recortado, que no tiene exigencias, un Jesucristo tan dulcificado y tan sin desafíos, que termina también siendo un mutilado en su figura y en su doctrina. No se puede creer seriamente, aceptando sólo una parte del Evangelio. Porque, entre otras cosas, aceptar sólo una parte, es considerarse juez de la doctrina de Dios (dictaminar lo que es aceptable y lo que no lo es); termina uno considerándose superior a Dios mismo. Hay algunas doctrinas de Jesucristo que resultan difíciles; pero no podemos hacer recortes en el Evangelio que terminan deformando la figura de Cristo mismo.

Aceptar a Dios y a Jesucristo, supone también aceptar plenamente la Iglesia que fundó el mismo Jesucristo, y en la que El depositó su doctrina, su gracia y su salvación. Es verdad que la Iglesia está conformada por hombres. Es verdad que este hecho hace algunas veces más difícil creer en la Iglesia. Pero la Iglesia es el único espacio donde de veras podemos encontrar a Jesucristo. No podemos decir que aceptamos a Dios, si no aceptamos a Jesucristo, y no podemos decir que aceptamos a Cristo, si no aceptamos a la Iglesia.


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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.


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Movimiento Eucarístico Juvenil - 7º Parte - Metodología práctica del MEJ


G) Nuestra estructura: Roles en el MEJ

El Niño y/o Joven integrante del MEJ
Quién es
  • Es el participante del MEJ, que quiere vivir al estilo de Jesús.
Qué hace
  • Conoce y trata a Jesús, para vivir como Él.
  • Adquiere los hábitos del MEJ.
  • Pone palabras a lo que tiene en el corazón.
  • Comparte lo que vive, en comunidad.
  • Se compromete con la Iglesia y con la sociedad.

El Monitor o animador o responsable
Quién es

  • Una persona de oración, servicial y creativo, que busca vivir en todo el estilo de Jesús.
  • Tiene distancia en edad y vida respecto a los acompañados.
  • Con cualidades para la conducción del equipo: servicial, creativo, alegre, generoso, con disponibilidad de tiempo, cercano.
  • De vida sacramental, de oración y retiro personal.
  • Discierne su vocación de monitor y la recibe como misión.
  • Ha hecho un camino en el MEJ y/o Consagrado en el Apostolado de la Oración.
  • Se hace responsable de su formación como monitor MEJ asistiendo a cursos específicos, a retiros y otros cursos que le ayudan a crecer en su vida cristiana y en su amistad personal con Jesús.
  • Capaz de trabajar en equipo.
Qué hace
  • Trabaja directamente con los niños o jóvenes integrantes del MEJ, reflejando para ellos el cariño de Jesús amigo.
  • Prepara el encuentro de acuerdo a las líneas establecidas en la planificación del Centro, y lo conduce (o acompaña a quien lo conduce).
  • Conversa personalmente con cada integrante de su grupo.
  • Ilumina al equipo desde la Palabra.
  • Ayuda a celebrar lo vivido en el encuentro.
  • Ayuda a la comunión al interior del equipo.
  • Asegura para el grupo la vivencia de al menos un retiro al año (si es monitor de jóvenes).
  • Participa del equipo de monitores y mantiene contacto con el Coordinador y el Asesor.

El Coordinador de Centro (parroquia o colegio)
Quién es

  • Un joven o adulto laico, llamado a reflejar a Jesús maestro y vivir su estilo de conducir la comunidad de los Doce.
  • Con una edad mínima de 17 años.
  • Tiene al menos un año de participación en el MEJ.
  • Ha recibido el sacramento de la confirmación.
Qué hace
  • Es el responsable de la marcha normal de su Centro.
  • Cuida que se cumplan los objetivos planificados.
  • Elige y nombra, en comunión con los asesores espirituales del MEJ, a nuevos monitores, cuidando que reciban la adecuada formación.
  • Coordina actividades y reuniones.
  • Es ante todo un motivador y animador del equipo de monitores.
  • Hace de puente con el resto del Movimiento y con las actividades nacionales o regionales.

El Director Nacional del MEJ
Quién es

  • Es un sacerdote, un religioso o una religiosa indicado para dirigir el Movimiento. Suele ser el Secretario Nacional del AO, que es un jesuita nombrado por el Director Mundial. En caso que las circunstancias lo requieran, puede ser nombrada otra persona. Tal nombramiento lo realiza el Secretario Nacional del AO, con las consultas pertinentes, y de acuerdo con el superior ordinario del nominado.
  • Persona de oración, de amistad cordial con Jesús, con profundo espíritu eucarístico y eclesial, compenetrado de la espiritualidad y conocedor de la historia del Apostolado de la Oración y del MEJ. Ha de ser servicial, cercano, con amor a los jóvenes, capaz de trabajar en equipo y de valorar a sus colaboradores, con capacidad pastoral, organizativa, administrativa, con una sólida formación filosófica y teológica.
Qué hace
  • Es primer responsable y cabeza visible del MEJ.
  • Es pastor de los que le son confiados en el Movimiento, y su primera misión es orar por ellos.
  • Promueve, difunde y organiza el Movimiento en todas las diócesis.
  • Nombra a los integrantes del Equipo Nacional y los reúne periódicamente.
  • Participa de las convocatorias del MEJ a nivel internacional.

El Asesor Espiritual
Quién es

  • Persona de honda vida espiritual (laico o religioso).
  • Tiene formación específica para su servicio.
  • Vive el espíritu del MEJ y del Apostolado de la Oración.
  • Con amor a los niños y jóvenes, capaz de dialogar con ellos.
  • Conoce la realidad infantil – juvenil.
  • Capaz de desafiar y hacer propuestas concretas a los jóvenes.
Qué hace
  • Acompaña y forma a los monitores y coordinadores de centros.
  • Ora por las personas que asesora.
  • Respeta los demás roles en el MEJ.
  • Ayuda a mirar en perspectiva de Movimiento y de Iglesia.
  • Acompaña los procesos de cada equipo.
  • Cuida el cumplimiento de los fines espirituales del MEJ.

El Equipo Nacional
Quién es

  • Un equipo de personas voluntarias, idóneas, que hayan vivido un proceso en el MEJ, nombradas por el Director Nacional para acompañarlo en su labor.
Qué hace
  • Se ponen a disposición de los diferentes Centros MEJ del país, al servicio de sus necesidades.
  • Elaboran el material pastoral necesario, ofrece retiros y cursos adecuados a monitores y coordinadores.
  • Organizan los Encuentros Nacionales y Encuentros de Coordinadores.

El Coordinador de la región o del continente del AO y del MEJ

Es un Secretario Nacional del AO y/o Director del MEJ que recibe el encarga de coordinar y articular los aspectos comunes del Movimiento en el continente, y favorecer la comunicación entre los Secretarios y Directores Nacionales.
Representa los países de la región y los relaciona a nivel mundial.


El Director Mundial

El Papa es el conductor y primer Director del Movimiento. Esta conducción la confía en lo habitual al Superior General de los Jesuitas. Este, en cuanto Director Mundial, da las orientaciones generales del Movimiento y nombra los Secretarios Nacionales del AO, que también suelen ser los encargados del
MEJ. Para el gobierno ordinario del AO y del MEJ a nivel mundial, delega en un Director Mundial Delegado, que trabaja con él en Roma.


H) Pasos para iniciar el MEJ

  • Conversar con el párroco y el obispo, y contactarse con el Centro Nacional del MEJ, si lo hay, o el Centro Nacional del Apostolado de la Oración, si lo hay. En caso que no lo hubiera, deberán al menos contactar al centro internacional del MEJ.
  • Selección y formación de los animadores.
  • Convocar a los futuros integrantes del MEJ.
  • Establecer el lugar y la hora de los encuentros semanales.


6. ¿Dónde está el MEJ?

El MEJ se encuentra en unos 50 países, en todos los continentes:
  • África: Egipto, Burkina Faso, Costa de Marfil, Togo, Mali, Gabón, Seychelles, Angola, Etiopía, Republica Democrática del Congo, Camerún, Kenia, Chad, Burundi, Tanzania, Benín, Ruanda, Mozambique, Islas Mauricio, Madagascar.
  • Asia: Líbano, India, Nepal, Filipinas, Taiwán, Vietnam, China (Hong Kong).
  • América: Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Estados Unidos, Haití, México, Panamá, Perú, Paraguay, República Dominicana, Uruguay, Colombia, Ecuador.
  • Europa: Albania, Bélgica, Francia, Polonia, Luxemburgo, Italia, Bielorrusia, España.
  • Oceanía: Australia, Tahiti, Nueva Caledonia.




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Enlaces para temas anteriores:

Movimiento Eucarístico Juvenil - 6º Parte - Metodología práctica del MEJ
Movimiento Eucarístico Juvenil - 5º Parte - Pedagogía del MEJ Fundamentos Educativos
Movimiento Eucarístico Juvenil - 4º Parte - Pedagogía del MEJ Fundamentos Espirituales
Movimiento Eucarístico Juvenil - 3º Parte - Espiritualidad del MEJ
Movimiento Eucarístico Juvenil - 2º Parte - El MEJ y el Apostolado de la Oración
Movimiento Eucarístico Juvenil - 1º Parte - Historia

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Agradecemos al P. Antonio González Callizo, S.J. Director Nacional del A.O. por brindarnos esta información.

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Evangelio según San Marcos

P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.




Guía del Evangelio según San Marcos


1,1: Jesucristo, el Hijo de Dios.

1,2 – 13: Juan el Bautista prepara el camino con un bautismo de conversión. Detrás de mí viene otro que los bautizará con Espíritu Santo. Jesús es bautizado como Hijo. Jesús es puesto a prueba.

1,14 – 45: “El reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la buena nueva”. Elección de los primeros discípulos. Las curaciones como signos del reino de Dios. De todas partes acudía la gente buscándole.

2,1 – 3,35: “Tus pecados te son perdonados”. Come con publicanos y pecadores. No ayuna como Juan y los fariseos. No cumple el sábado. Sus enemigos se reunieron para ver la manera de matarle. Tiene un gran éxito humano entre la mayoría de la gente. Elige a los doce. Sus parientes le creen loco. No aceptar el Espíritu es el pecado que no se perdona. Su verdadera familia son aquellos que ponen su confianza en él.

4,1 – 34: El reino de Dios mostrado en parábolas: la del sembrador y su explicación; la lámpara encendida y la medida; la semilla que germina y la de la mostaza.

4,35 – 5,43: Signos (milagros) de poder sobre la naturaleza, la inmundicia, la enfermedad y la vida. La tempestad apaciguada. Ante el geraseno endemoniado. La hija de Jairo. La hemorroísa.

6,1 – 7,23: En Nazaret no tienen fe en él. Misión de los doce. Muerte de Juan el Bautista. Jesús da de comer a cinco mil. Camina sobre el agua. Crítica de la hipocresía.

7,24 – 8,21: Curaciones en tierras paganas. Segunda multiplicación de los panes. Los fariseos le piden que haga algún milagro. “Guárdense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”.

8,22 – 9,13: Da la vista a un ciego. “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro le contestó: “Tú eres el Mesías”. Primer anuncio de la pasión. Seguimiento de Jesús. La transfiguración.

9,14 – 50: La oración es indispensable para que los signos de la salvación se produzcan. Segundo anuncio de la pasión. Enseñanzas a sus discípulos sobre la sencillez, la tolerancia, la acogida de la gente y el escándalo.

10,1 – 31: Enseñanzas sobre el matrimonio y la riqueza. Los niños son un modelo de cómo hemos de recibir el reino de Dios. El joven rico.

10,32 – 52: Tercer anuncio de la pasión. Autoridad y servicio. El ciego de Jericó, ejemplo de fe. “Maestro, que vuelva a ver”.

11,1 – 12,44: Entrada mesiánica en Jerusalén. La higuera sin fruto. Expulsión de los comerciantes del templo. La autoridad de Jesús. Parábola de los labradores en rebeldía. El tributo al César. Los saduceos y la resurrección. El mandamiento más importante. Censura a los maestros de la Ley. El óbolo de la viuda.

13,1 – 37: Se avecina una gran tribulación en la ciudad. Destrucción del templo. Es signo de que el mundo tiene un final. Aparecerán falsos mesías y falsos profetas. El Hijo del Hombre vendrá al fin con gran poder y gloria. El ejemplo de la higuera. “¡Estén alerta!”

14,1 – 72: Complot contra Jesús. Tradición de Judas. Preparativos para la cena pascual. Institución de la eucaristía. Negación de Pedro. Agonía en Getsemaní. Jesús es arrestado y conducido ante el sanedrín. Pedro niega a Jesús.

15,1 – 47: Jesús ante Pilato. Es sentenciado a muerte. El camino de la cruz. Muerte de Jesús. “Verdaderamente este hombre es Hijo de Dios”. Sepultura.

16,1 – 20: El sepulcro vacío. “Ha resucitado, no está aquí”. Aparición a María Magdalena. Se aparece a dos discípulos cuando iban de camino. Se aparece a los once, sentados a la mesa. “Id a todo el mundo y anunciad el mensaje de salvación.” El Señor ascendió al cielo y se sentó al lado de Dios.

Nota: Los textos en negrita señalan la clave que subyace a lo largo del evangelio según san Marcos. 


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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
Para acceder a las publicaciones anteriores acceder AQUÍ.

La Eucaristía


P. Adolfo Franco, S.J.


Juan 6, 51-58

Qué afirmación tan contundente de Jesús: el mismo es nuestro alimento, porque es el Pan de la Vida.


Jesús en este párrafo del evangelio, que meditamos este domingo, nos hace afirmaciones maravillosas, pero que desafían nuestra fe, pero también nos llenan de ilusión: Yo soy el Pan vivo bajado del cielo. El que coma este pan vivirá eternamente. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. El que me come vivirá por mí. Todo esto se está refiriendo a la Eucaristía, a lo que El daría generosamente a sus Apóstoles en la Ultima Cena, y en ellos nos lo entregaría a todos nosotros al decirles: Hagan esto en conmemoración mía.

¿A dónde nos lleva todo esto? La Eucaristía es Cristo vivo, y está destinada a convertirse en mi alimento. En alimento de mi vida: esa vida total mía, que está necesitada de un alimento especial, y que sólo El me lo puede dar. Mi alma necesita a Jesús mismo como alimento. Decimos algunas veces que nos alimentamos de ilusiones, o que la lectura es un alimento. Pero ahí el alimentar se está tomando como una metáfora. En cambio en este caso no es una metáfora: Jesús es realmente el alimento de nuestra vida; El mismo se encarga de conectar este alimento con la vida que produce. Sin este alimento no vive nuestra vida.

¿Cómo nos alimenta Jesús? El alimenta nuestra vitalidad interior; nuestras capacidad de amar, se alimenta y crece, cuando Jesús entra en nuestro interior, para ser asimilado. El alimenta nuestra fe, y ésta se hace más viva. Jesús, al entrar como alimento fortalece nuestra conducta: ese espacio donde se toman las decisiones importantes, queda nutrido por Jesús como alimento. Todo lo que es vivo en nuestro interior se alimenta con Jesús, cuando lo recibimos con plena conciencia. Nuestras ilusiones, nuestros amores, nuestros ideales, todo queda nutrido por Jesús; un yo alimentado por Jesús, es un yo fuerte y firme, con un gran sentido de la entrega y con una capacidad de amar grande.

Naturalmente si continuamos desarrollando este asunto del alimento, tenemos que detenernos sobre cómo se asimila el alimento. Un alimento para alimentar debe ser asimilado. Que Jesús sea acogido, y se le permita ir por nuestros sistemas vitales para nutrir cada rincón de nuestra vida. Un alimento de verdad nos nutre, si a través de nuestra sangre lleva sus nutrientes a cada rincón de nuestro organismo, a cada célula de nuestro cuerpo. De la misma forma, hay que hacer que Jesús convertido en alimento recorra todos los rincones de nuestro ser total, para nutrirlo. Y como es con su vida como nos alimentamos, El puede decir que el que le come vivirá por El.

Ese es el resultado de esta comida. El que come a Cristo vive por El, debe llegar a la identificación de vidas; caminar hacia esa meta sublime, de que la vida de Cristo sea la que vive el sujeto que se alimenta de la Eucaristía. Es algo muy elevado lo que nos propone Jesús en este discurso, que vivamos no ya con nuestra vida sino con la suya. Al entrar El en nuestro corazón, termina produciendo esa invasión que quiere ser total, si es que le permitimos obrar y no le ponemos obstáculos. Pero no siempre  dejamos que el Alimento Jesús entre y recorra todo lo que somos por dentro para invadirlo. Hay zonas donde no llega, que parece que se le bloquean: no abrimos todas las compuertas para que El entre y disponga, decida, ocupe todos los espacios, sin dejar ningún átomo de nuestro ser sin recibirlo. Cada átomo de nuestra vida tiene que “comulgar”; y esto no siempre sucede.

Considerar esto debería hacernos exclamar, como decía Pascal: Alegría, alegría, lágrimas de alegría. Jesús entonces se convierte en mi vida de verdad. Con esta perspectiva adquieren sentido cada una de las afirmaciones que Jesús nos dirige en este párrafo del Evangelio de hoy: si no comemos su carne y bebemos su sangre no tenemos vida en nosotros. El que come de este pan vivirá para siempre; y Yo (sigue afirmando Jesús) lo resucitaré en el último día.

Es otro aspecto importante de este mensaje. La Eucaristía está íntimamente ligada a la resurrección, a la vida eterna. Comemos la semilla de la inmortalidad. El Cuerpo de Cristo que recibimos es el Cuerpo de Cristo resucitado. Y va formando en nosotros una vida tan indestructible, como la vida de Jesús es indestructible. Viviremos para siempre. Ya se nos está dando, por así decirlo en certificado de inmortalidad.

Realmente que la Eucaristía es uno de los grandes milagros de Dios. Su presencia entre nosotros, para hacernos vivir con su propia vida, y regalarnos su propia eternidad.


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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

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