El cuerpo y el alma
P. Ignacio Garro, S.J.
Seminario Arquidiocesano de Arequipa
Lo primero que decimos es que la persona humana es
un ser misterioso y está compuesto por un elemento material, el cuerpo, y otro
espiritual, el alma.
El cuerpo solo no es persona humana; el alma sola
tampoco es persona humana. Para que exista la persona humana, es preciso que el
cuerpo y el alma se unan sustancialmente, formando un solo ser humano, único e
irrepetible.
Por lo tanto para que exista el ser humano, esto es,
la persona humana, es preciso que el cuerpo y el alma se unan sustancialmente,
vitalmente, formando un solo ser. La separación del alma del cuerpo constituye
la muerte de éste que se convierte en cadáver. El alma separada del cuerpo
sigue viviendo, porque, sigue siendo "espíritu", no depende de
la materia a la que estaba informando, sino que tiene vida propia (aunque
tiende intrínsecamente a reunirse nuevamente con su cuerpo respectivo en la
resurrección de éste).
La existencia del cuerpo humano no necesita
demostración. Todos tenemos conciencia de que tenemos un cuerpo dotado de cinco
sentidos y nadie puede dudar de ello. Lo que vemos por nuestros propios ojos es
evidente sin necesidad de ninguna demostración.
El alma, en cambio, no la vemos, pero su existencia
es tanto o más cierta que la del propio cuerpo. La mera existencia del alma es
una verdad inconcusa, de evidencia absoluta para todo el que sepa discurrir un
poco. Ante la propia conciencia aparece la existencia del alma con mayor
certeza todavía que la de nuestro mismo cuerpo y la existencia de las cosas
materiales que nos rodean. En absoluto sería posible que el cuerpo humano y las
cosas externas fueran simples ilusiones del alma, pero es imposible que la
existencia del alma sea una fantasía de nuestra propia imaginación.
En efecto, es un hecho de evidencia primaria e
inmediata que pensamos, esto es, que tenemos ideas universales, que
prescinden en absoluto del tiempo y del espacio. Tenemos por ejemplo, las ideas
universales de bondad, verdad, belleza, amor, justicia, honradez, gratitud,
etc, que nada tienen que ver con la materia. No son ni grandes ni pequeñas,
cuadradas o redondas, azules o amarillas, dulces ni amargas. No la hemos visto
con los ojos, ni oído con lo oídos, ni tocado con las manos. No transcurren ni
desaparecen como las flores, los animales o los hombres. Son cosas permanentes,
universales, que no dependen de la materia ni pueden proceder de ella, puesto
que la rebasan infinitamente. Luego hay en nosotros un principio de donde
proceden tales pensamientos que de ninguna manera puede ser el cuerpo, el cerebro o cualquier
otra cosa material, puesto que lo más no puede salir de lo menos, ni el
espíritu de la materia. Luego ese principio es espiritual, distinto
completamente del cuerpo e inmensamente superior a él, puesto que es capaz de
producir aquellos pensamientos que trascienden infinitamente el mundo de lo
material y corpóreo. Ahora bien este principio espiritual del que proceden nuestros propios pensamientos es, cabalmente,
lo que designamos con el nombre de alma humana. La existencia del alma
no puede negarse a menos de haber perdido por completo el simple sentido común.
Antes de hablar de la escatología individual, vamos
a considerar algunos presupuestos estrictamente filosóficos sobre el alma y el
más allá. Estos presupuestos son:
- Qué es el alma
- El alma y el cuerpo
- La inmortalidad del alma
- La condición del alma como separada del cuerpo en el más allá
A. Qué es el alma
Según Sto. Tomás: “Decimos alma al primer
principio de vida en los seres que viven en este mundo. Así llamamos animados a
los seres vivos, y a los que carecen de vida les llamamos inanimados”. 1,
75, 1.
El alma es lo primero en
virtud de los cual nos nutrimos, sentimos, nos movemos localmente y también es
lo primero de lo cual entendemos. 1, 76, 1.
1. El alma en cuanto al ser
a.- Es incorpórea y
subsistente. El principio de la operación intelectual, al que llamamos alma del
hombre, es un principio incorpóreo y subsistente (...). El principio de
intelección, llamado mente o entendimiento, tiene una operación propia en la
cual no participa el cuerpo. Ahora bien, este modo de actividad es propio de
una realidad subsistente, pues el obrar supone al ser en acto. De ahí que cada
cosa obre según es (...). Luego el alma humana, llamada entendimiento o mente,
es un ser incorpóreo y subsistente. 1, 75, 2.
Para la actividad del entendimiento se precisa del
cuerpo, no como de un órgano por el cual se
realice, sino por razón del objeto, cuya representación en la imagen es
para el entendimiento lo que el color
para la vista. Pero este modo de necesitar el cuerpo no se opone a que el
entendimiento sea subsistente. De lo contrario, tampoco sería subsistente el
animal, pues para sentir se necesita de los objetos sensibles exteriores. 1,
75, 2, ad 2.
b.- El alma es
incorruptible. Lo que compete a un ente por esencia es inseparable de él. Ahora
bien, al ser le compete por esencia a la forma, que es acto. La materia adquiere
al ser por el hecho de adquirir la forma; y así mismo se destruye al separarse
de ella. En cambio, es imposible que una forma se separe de sí misma. Por
tanto, es imposible que la forma subsistente deje de ser.
Y aún en el caso de que,
como afirman algunos, el alma estuviese compuesta de materia y forma, sería
necesario afirmar que es incorruptible. En efecto, donde no hay contrariedad no
hay tampoco corrupción (...). Ahora bien, en el alma intelectiva no puede haber
contrariedad alguna, ya que recibe según su modo de ser y las cosas recibidas
en ella están exentas de contrariedad, porque incluso las razones de los
contrarios en el entendimiento no son contrarios, sino que hay una sola ciencia
de los contrarios. Por lo tanto, el alma es incorruptible.
Una muestra de esto puede
ser el hecho de que todas las cosas desean naturalmente ser del modo que son.
Ahora bien, el deseo de los seres cognoscitivos proviene de un conocimiento, y
los sentidos no conocen más que lo actualmente existente y presente mientras
que el entendimiento conoce la existencia en absoluto y abstrayendo el tiempo.
Por eso, todo el que posee entendimiento desea naturalmente existir siempre.
Pero no puede haber un deseo natural que sea inútil. Luego toda sustancia
intelectual es incorruptible. 1, 75, 6.
c.- Sólo hay un alma en cada
hombre. Partiendo del principio de que el alma se une al cuerpo como forma
(sustancial), parece imposible que en un mismo cuerpo haya muchas almas
esencialmente distintas (...). En primer lugar, porque el ser, animado por
muchas almas, no sería esencialmente uno. Nada es esencialmente uno sino en
virtud de la forma única por la que tiene el ser, puesto que del mismo modo se
tiene el ser que la unidad. Si, pues, el hombre, en virtud de una forma, el
alma vegetativa, tuviese el vivir; y por otra, el alma sensitiva, tuviera el
ser animal y por el alma racional, el ser del hombre, no sería esencialmente
uno (...).
Esto también se demuestra
por el hecho de que, cuando una operación del alma es intensa, estorba a otra.
Lo cual ocurriría si el principio de las operaciones no fuese esencialmente
uno.
Hemos, pues, de concluir que
el alma sensitiva, la intelectiva y la vegetativa son en el hombre la misma
numéricamente (...) El alma intelectiva contiene virtualmente cuanto hay en el
alma sensitiva de los irracionales y en la vegetativa las plantas. 1, 76, 3.
2. En cuanto al obrar
a.- Necesita potencias. El
alma es acto por esencia. Si, pues, la esencia misma del alma fuese el
principio inmediato de su operación, todo el que tiene alma, estaría siempre
realizando operaciones vitales, del mismo modo que siempre está viviendo. No
es, por tanto, el alma en cuanto forma, un acto ordenado a otro ulterior, sino
que es el último término de la generación. De ahí que al estar en potencia
respecto de otro acto, no le compete según su esencia, en cuanto forma, sinos
según su potencia. 1, 77, 1.
Los seres inferiores al
hombre consiguen ciertos bienes particulares, y así tienen unas pocas y
determinadas operaciones y potencias. El hombre, en cambio, puede conseguir la
bondad perfecta y universal, pues puede alcanzar la bienaventuranza. Ocupa, sin
embargo, el último grado por su naturaleza, entre los seres a quienes compete
la bienaventuranza. Por eso el alma humana necesita de muchas y diversas
operaciones y potencias. 1, 77, 3.
B. El alma y el cuerpo
1. El alma, es la forma
substancial del cuerpo
El alma, que es el primer principio de la vida, no es
cuerpo, sino lo que actúa al cuerpo, como el calor, que es el principio del
calentarse, no es cuerpo, sino lo que actúa en el cuerpo. 1, 75, 1.
Lo primero en virtud de lo
cual actúa un ser es la forma del ser al cual se atribuye la operación. La
razón de esto es porque ningún ser obra sino en cuanto está en acto. De ahí que
obre en virtud de aquello que le pone en
acto. Ahora bien, es indudable que lo primero que hace que el cuerpo
viva es el alma. Y como en los diversos grados de los seres vivientes la vida
se manifiesta por distintas operaciones, lo primero en virtud de lo cual
ejecutamos cada una de estas operaciones vitales es el alma. Y, efectivamente,
el alma es lo primero en virtud de lo cual nos nutrimos, sentimos, nos movemos
localmente; y también es lo primero por lo cual entendemos. Por tanto, este
principio, en virtud de lo cual primeramente entendemos, llámese entendimiento
o alma intelectiva, es la forma del cuerpo. 1, 76, 1.
2. Tendencia natural a la unión con el
cuerpo
El estar unida al cuerpo le compete esencialmente al alma, como le
corresponde esencialmente al cuerpo leve estar elevado. Y así como el cuerpo
leve continúa siendo cuando se le aparta de su lugar propio, conservando la
aptitud e inclinación a volver a ocuparlo, así también el alma humana permanece
en su ser cuando está separada del cuerpo, conservando su aptitud e inclinación
natural a unirse a él. 1, 76, ad 6.
La unión con el cuerpo no es para el alma algo
accidental, sino que se une al cuerpo por exigencia de su propia naturaleza
(...). Conforme a su modo de ser, cuando está unida al cuerpo, le corresponde
al alma un modo de entender que consiste en referirse a las imágenes de los
cuerpos que se hallan en los órganos corporales. En cambio, en cuanto está
separada del cuerpo, le compete un modo de entender semejante al de las
sustancias separadas: se dirige hacia los objetos puramente inteligibles. De
ahí que el modo de entender por medio de imágenes es natural al alma, como o es
su unión con el cuerpo. En cambio, estar separada del cuerpo y entender sin
recurrir a las imágenes es algo que está fuera de su naturaleza. Por eso se une
al cuerpo para ser conforme a su naturaleza. 1, 89, 1.
3. Está toda en todo el
cuerpo y en cada parte
Al estar unida al cuerpo en calidad de forma, es
necesario que esté toda en todo el cuerpo y toda en cada una de las partes. En
efecto, no es forma accidental del cuerpo, sino sustancial. Y la forma
sustancial no es solamente perfección del todo, sino de cada una de las partes
(...). Al todo se ordena necesaria y esencialmente como a su sujeto perfectible
propio y proporcionado. A las partas, secundariamente, en cuanto que están
ordenadas al todo. 1, 76, 8.
4. Dominio del alma sobre
el cuerpo
Se dice que el alma domina al cuerpo con imperio despótico, pues los
miembros corporales en nada pueden oponerse al mandato del alma, sino que,
conforme a su deseo, inmediatamente se mueven el pie, la mano o cualquier otro
miembro capaz de movimiento voluntario. En cambio, el entendimiento, o razón,
se dice que impera el apetito concupiscible e irascible con el imperio político,
porque el apetito sensitivo tiene una cierta autonomía que le permite resistir
al mandato de la razón. Pues el apetito sensitivo no sólo puede ser movido por
la estimativa en los animales y por la cogitativa en el hombre, dirigida ésta
por la razón universal, sino también por la imaginación y los sentidos. De ahí
que experimentemos la resistencia que el apetito concupiscible e irascible
oponen a la razón, al sentir o imaginar algo deleitable que la razón prohibe o
algo triste que la razón ordena. Y así, la resistencia que el irascible y el
concupiscible oponen a la razón no excluye el que le obedezcan. 1. 81, 3 ad 2.
5. A mejor disposición del
cuerpo mejor actúa el alma
Puede uno entender la misma cosa mejor que otro,
porque su vigor intelectual es mayor. Es lo mismo que ocurre con la vista: ve
mejor un objeto aquel que tiene una facultad más perfecta y más vigor visual.
Ahora bien, en el entendimiento ocurre esto de dos maneras:
a.- La primera, por parte
del mismo entendimiento, cuando es más perfecto. Es manifiesto que cuanto mejor
dispuesto está el cuerpo, tanto mejor es el alma que se le infunde. Esto
aparece claramente en los seres de distintas especies. Y la razón está en que
el acto y la forma son recibidos según la capacidad de la materia puesto que
aun entre los hombres los hay con un cuerpo mejor dispuesto, se les concede un
alma con mayor capacidad intelectual (...)
b.- La segunda, por parte de
las facultades inferiores, de las cuales necesita el entendimiento para el
ejercicio de su operación. Los que están mejor dispuestos en sus potencias
imaginativa, cogitativa, y memorativa, son más aptos para entender. 1, 85, 7.
C. La inmortalidad del alma
La razón humana, con argumentos puramente
filosóficos, demuestra que el ser humano
es una persona que, además del cuerpo, tiene un alma, la cual es el principio
de donde proceden los pensamientos y los actos voluntarios. También demuestra
las distintas propiedades de esa alma:
1. La unidad
Sto. Tomás: "en el hombre no
hay más que una sola alma intelectiva, que contiene virtualmente al alma
sensitiva y vegetativa, realizando ella sola lo que estas formas inferiores
realizan en los animales y plantas".
2. La substancialidad
Si
el alma no fuera sustancia sería imposible explicar los fenómenos de la unidad
y continuidad de la conciencia; si el alma no es algo permanente, los
pensamientos y afectos constituirían una serie inconexa de hechos sin relación
alguna entre sí.
3. La simplicidad
Es
decir, la carencia de partes extensivas y divisibles. Huelga aclarar que esta
simplicidad se refiere al orden físico y esencial. La prueba de la simplicidad
del alma se basa en que las operaciones intelectivas: idea, juicio, raciocinio,
son simples, con lo cual la sustancia, que es principio de ellas, no puede ser
compuesta sino simple; también se demuestra por la capacidad que el alma tiene
de autorreflexión, es decir, de conocer sus propios actos e incluso conocerse a
sí misma, cosa que en una sustancia compuesta y divisible es incapaz de
realizar.
4. El alma es espiritual
Es decir, independiente de la materia:
- En primer lugar conviene
distinguir entre lo que se llama "materia" y "forma". En el
tratado de Psicología humana se demuestra que el alma humana es la "forma
sustancial" del cuerpo y que, en virtud de esa información existencial, el
hombre tiene el "ser" de hombre, de viviente, de cuerpo, de
sustancia, y de ser. Consiguientemente el alma racional da al hombre todo el
grado esencial de perfección y, además, comunica al cuerpo al acto del ser con
que ella existe.
- Al producirse la muerte,
el alma racional se separa del cuerpo y deja de informarlo sustancialmente,
siendo sustituida en su función informante por la forma cadavérica; ésta es ya
corruptible como la materia corporal a la que informa.
D. La condición del alma separada del cuerpo en el más allá
Si como hemos visto, el alma
no perece con el cuerpo, consistiendo la muerte precisamente en la separación
del elemento biológico y corruptible del hombre (cuerpo) y de su elemento incorruptible
(alma), quiere decir que, a partir del fallecimiento del hombre, el alma sigue
existiendo en estado de separación. Existe fuera de las categorías espacio -
temporales en las que vivía en el cuerpo humano y después existe fuera del
espacio - tiempo en el más allá. Decimos que el alma separada del cuerpo va a
la presencia de Dios; si el alma está sin pecado goza de la presencia de Dios
positiva y plena, si murió en pecado mortal siente el rechazo de Dios por su
pecado.
El
alma, separada del cuerpo, existe para siempre por su inmortalidad y queda a la
espera de la resurrección de los muertos donde sabemos que los cuerpos
resucitarán y se unirán a sus respectivas almas. Cada cuerpo se unirá con su
respectiva alma.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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