P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
6. HISTORIA DE DAVID, REY DE ISRAEL
6.1. DATOS BIOGRÁFICOS
El nombre David, significa = amado, predilecto. Parece
tratarse del nombre que asumió David al hacerse rey. Antes de entonces llevaba
probablemente le nombre de El-janán, así lo denomina un texto de 2 Sam 21, 19: “Hubo otra guerra en Gob, contra los
filisteos, y El-janán, hijo de Jair de Belén, mató a Goliat; el asta de su
lanza era como un palo de tejedor”.
David, nació en la segunda mitad del S. XI a.d.C. en Belén, capital de la
tribu de Judá, era hijo menor de Isaí, (o Jesé), 1 Sam 16, 1-10. Dios, el Señor
de la Historia de la Salvación, encamina los pies del profeta Samuel hacia
David: “Yo te haré saber lo que has de
hacer y ungirás para mí a aquel que yo te indicaré”. Samuel se dirige a
Belén y, los ancianos de la ciudad salen a su encuentro. Samuel les
tranquiliza. “He venido en son de paz.
Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purificaos y venid conmigo al
sacrificio”.
De un modo particular, Samuel purifica a Jesé y a sus hijos y les invita
al sacrificio. Jesé tiene 7 hijos. Pero sólo 6 de ellos se presentan ante
Samuel. El más pequeño se halla en el campo pastoreando las ovejas. Samuel que
aún no sabe quién será el ungido, comienza llamando al hermano mayor, a Eliab.
Se trata de un joven alto, de impresionante presencia. Samuel, al verle, cree
que es el elegido de Dios: “Sin duda está
ante Yahvé su ungido”. Pero el Señor advierte a su profeta: “No mires a su presencia ni su gran
estatura, pues yo le he descartado”. La mirada de Dios no es como la mirada
del hombre. El hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira el corazón. Los
criterios de Dios no coinciden con los criterios humanos.
Siguen pasando ante Samuel los 6 hijos de Jesé, uno detrás de otro. Todos
son descartados. Samuel, finalmente, pregunta a Jesé: ¿No tienes otros hijos?”.
Jesé responde: “Sí, falta el más
pequeño que está pastoreando el rebaño”. “¡Manda que lo traigan! Exclama Samuel. No haremos el rito hasta que él
no haya venido! . El muchacho, el menor de los hermanos, es también el más
pequeño, tan insignificante que se han olvidado de él. Pero Dios, sí le ha
visto. En su pequeñez ha descubierto el vaso de elección para manifestar su
potencia en medio del pueblo. Es un pastor; que es lo que Dios desea parea su
pueblo como rey: alguien que cuide de quienes Él le encomiende. Para Dios mejor
la pequeñez que la grandeza; mejor un pastor con un bastón que un guerrero con
armas. Con la debilidad de sus elegidos Dios confunde a los fuertes. 1 Sam 16,
1-11. Los hermanos corren al campo en busca de su hermano más pequeño y llevan
a David ante Samuel. La voz del Señor le dice: “¡Es el elegido! ¡Anda, úngelo!”. Samuel toma su cuerno lleno de
aceite y lo derrama sobre la cabeza de David. Con la unción, el espíritu de
Yahvé, que había irrumpido ocasionalmente sobre los jueces, se posa para
permanecer sobre David, 1 Sam 16, 12-13. Es el espíritu que se ha apartado del
rey Saúl, dejándole a merced del mal espíritu, que le perturba la mente, 1 Sam
16, 14.
Después de haberle ungido Samuel como rey de Israel, 1 Sam 16, 13: “Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió
en medio de sus hermanos. Y, a partir de entonces, vino sobre David el espíritu
de Yahvé. Samuel se levantó y se fue a Ramá”; Su padre Jesé, estaba
emparentado con el clan de Efratá, que dominaba Belén.
Aunque la tribu de Judá no se encontraba bajo la autoridad del rey Saúl,
David: “de buen aspecto y de buena
presencia”, 1 Sam 16, 12, entró al servicio del rey Saúl y se dirigió al
palacio de Gueba, donde residía el rey que estaba triste, melancólico y
apesadumbrado: "pues un mal
espíritu, venido de Yahvé, se había apoderado de él", 1 Sam 16 ,14.
David con su arte de buen arpista y flautista le consolaba y aliviaba en sus
pesares, 1 Sam 16, 23: “Cuando el
espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba, Saúl
encontraba calma y bienestar y el espíritu malo se apartaba de él”. Ante el
alivio de sus penas y depresiones Saúl tomo gran simpatía hacia David y el rey
Saúl le dice: “Me conforta tu música.
Pediré a tu padre que te deje aún conmigo”.
1 Sam 16, 14-22. Una corriente de simpatía une a los dos. De este modo
David se queda a vivir en el palacio de Saúl, que llega a amarlo de corazón.
Cada vez que le oprime la crisis de tristeza, David toma el arpa y toca para el
rey. La música acalla el rumor de los sentidos y alcanza las fibras del espíritu
con su poder salvador. David con su arpa es medicina para Saúl, pero su misma
persona termina siendo la enfermedad de Saúl.
Cuando el rey Saúl se propuso
crear un ejército de profesión, David se convirtió en portador de las armas del
rey, 1 Sam 16, 21: “llegó David donde
Saúl y se quedó a su servicio. Saúl le cobró mucho afecto y lo hizo su
escudero”, y más tarde en comandante de las tropas. Durante el reinado de
Saúl, David participa repetidamente y con éxito en las campañas militares
dirigidas contra los filisteos y amalecitas.
Los éxitos militares le hicieron famoso y pudo entrar en estrechas
relaciones con la familia de Saúl: amigo íntimo de Jonatán, su hijo
primogénito; se casó después con la hija de Saúl, Micol, 1 Sam 18, 27. Este
hecho le auguraba un magnífico futuro político y religioso. Se había
conquistado además el afecto del rey Saúl, pero luego por sospechas palaciegas
llegó la ruptura y la persecución ya que Saúl sospechaba que David pudiera
sustituir a su hijo Jonatán en la sucesión al trono y que incluso, después de
quitarle la simpatía del pueblo, pudiera destronarlo antes de morir. Ya durante
el reinado de Saúl, David participa repetidamente y con éxito en las campañas
militares dirigidas contra los filisteos y amalecitas. En la lucha a muerte
contra los filisteos, David derrota a Goliat, 1 Sam 17, 48-52; 2 Sam 21, 19, y
los ejércitos filisteos huyen despavoridos; impulsado por el espíritu de Yahvé,
logra tal éxito que la multitud israelita exclama apasionada y eufórica: "Saúl mató a mil pero David mató a diez
mil", 1 Sam 18, 10b. Esto originó en Saúl una envidia tal que desde
ese instante piensa en matarlo. Si David
no sucumbió a la envidia y al odio de Saúl, se lo debió a los muchos amigos que
tenía en la corte y que posibilitaron su huida.
6.2. LA PERSONALIDAD DE DAVID Y LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA
Huido de la corte real y reprobado por el rey Saúl, David se
rodeó de un grupo de mercenarios ligados con él por vínculos de fidelidad
personal. Convertido en un guerrillero independiente encontró empleo en las
colinas de Judea sometida a los filisteos. Luego se trasladó más al sur, a la
región de Negueb, donde defendió el territorio de las incursiones amalecitas y
de otras tribus nómadas que estaban fuera de toda dependencia estatal. Como
recompensa por la protección recibía un tributo, probablemente en géneros
alimenticios. En estas circunstancias estableció buenas relaciones con las
tribus del sur, que más tarde habrían de serle de gran utilidad. Se casó con
Abigail, natural de Maón 1 Sam 25, 42, y ofreció su ayuda militar a los
habitantes de Queilá 1 Sam 23, 1-5, sitiados por los filisteos.
Para librarse las maniobras persecutorias del rey Saúl, que
intentaba de todas formas detenerlo y matarlo, David prestó sus servicios al
filisteo Aquis, de Gat, que le dio en alquiler la ciudad de Sicelag, 1 Sam 27,
5, ss. Como vasallo temporal de los filisteos, tuvo la misión de defender la
parte sur del país filisteo contra las incursiones de los nómadas. Pero fue
capaz, respaldado por su señor, de conservar buenas relaciones con las tribus
meridionales de Judea, 1 Sam, 27, 8-12.
6.3. DAVID REY DE JUDÁ Y DE ISRAEL. CONQUISTAS MILITARES
Después de la muerte trágica de Saúl, 1 Sam, 31, 4-5: “Dijo Saúl a su escudero: saca tu espada y
mátame, no sea que lleguen esos incircuncisos y hagan burla de mí. Pero el
escudero no quiso matarlo pues estaba lleno de temor. Entonces Saúl, tomó la
espada y se arrojó sobre ella. Viendo el escudero que Saúl había muerto, se
arrojó también sobre su espada y murió con él”.
A la muerte de Saúl, David fue aclamado rey de Judá en el monte Hebrón, 2
Sam 2, 4: “Llegaron los hombres de Judá,
y ungieron allí a David como rey de la casa de Judá”. Siete años más tarde también las tribus del
Norte le aclaman rey viendo que en él reposa el "espíritu de Yahvé", y por las hazañas de David contra
los filisteos, admiten que tiene categoría para salvar a Israel, 2 Sam 5, 1-3: “Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón, y le
dijeron: “Mira hueso tuyo y carne tuya somos nosotros, ya de antes, cuando Saúl
era nuestro rey, eras tú el que dirigía las entradas y salidas de Israel. Yahvé te ha dicho: Tú apacentarás
a mi pueblo Israel, tú serás caudillo de Israel”. Vinieron, pues, todos los
ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos
en Hebrón, en presencia de Yahvé, y ungieron a David como rey de Israel”.
David atacó en primer lugar a los filisteos, 2 Sam
5, 17, no se sabe muy bien qué batallas libró contra ellos; de todas formas,
después de David los filisteos no tuvieron ya ningún papel político y su
territorio quedo sometido a Israel. Además el rey David se apoderó de las
ciudades-estado cananeas, convirtiéndose en soberano de Estado territorial
palestino. Con gran habilidad política escogió como residencia la ciudad-estado
de Jerusalén, punto de conjunción entre el Norte y el Sur del país. La ocupó
mediante una estratagema y la convirtió en propiedad personal suya, cambiando
además su nombre: “Ciudad de David”.
Hizo trasladar a Jerusalén el arca de la alianza, pasando a ser la ciudad de
David el centro religioso del reino unificado, 2 Sam 5, 6.
Peleó también contra los pueblos de la Transjordania, sometiéndolos a su
poder, 2 Sam, 8, 10. ss. El territorio de los edomitas pasó a ser posesión personal del rey y fue gobernado por un gobernador militar.
Moab se vio reducido a ser un Estado vasallo después de que murieran las dos
terceras partes de sus guerreros heridos de sus caballos. Derrotó a los
ammonitas, de los que se nombró rey a título personal.
David dirigió además campañas contra los estados
arameos del norte: Bet-Recob, Tob, Guesur, Maaca. El reino de Damasco, tras la
victoria sobre el rey Adad-Ezer, quedó incorporado al reino de Israel, mientras
que los demás reinos pasaron a ser meros
vasallos. Estableció relaciones diplomáticas con las cortes extranjeras,
casándose de este modo con la hija del rey de Guesur, 2 Sam 3,3; y dándole a
Salomón por esposa a la princesa ammonita Naama. La actividad militar de David
tuvo también una influencia provechosa para los fenicios, que pudieron
desarrollar libremente su comercio marítimo. David mantenía con ellos buenas
relaciones, 2 Sam 5, 11.
En conclusión, las hazañas
bélicas de David recogidas en los dos libros de Samuel se pueden sintetizar de
esta manera:
- La reconciliación de todas las tribus de Israel y la formación de una nación israelita. Las repetidas revueltas de las tribus septentrionales, que David tuvo que sofocar, 2 Sam 20, 1-22 y 2 Sam 16, 5-13; 19, 10-24, demuestran con que tenacidad las tribus israelitas se opusieron a sus tentativas de centralización. Y así David consiguió formar un verdadero reino.
- La sujeción de las ciudades - estado cananeas y la conveniente rectificación de los confines del reino: Edom viene a ser una provincia del reino, 2 Sam 8, 13, s.s.; Moab, un estado vasallo tributario, 2 Sam 8, 2. Ammón, fue completamente incorporado, 2 Sam 10, 1, e igualmente con la ciudad de Tiro, se crearon unas relaciones de muy buena vecindad.
David se ganó la simpatía de todos los soberanos que le
rodeaban y supo asegurarse su amistad con una hábil política familiar y
matrimonial. La Biblia menciona una cantidad de mujeres, judías y no judías,
que estuvieron unidas en matrimonio con David. Entre sus hijos, los más conocidos
son Absalón y Salomón, el segundo hijo concebido por Betsabé. Absalón, fue
conocido por su rebelión en contra de su padre David. Salomón, porque le
sucedió en el trono y se realizaron en él
las promesas.
Pero David era un político demasiado realista y objetivo,
para apoyar la seguridad del reino apenas fundado en sólo alianzas
matrimoniales y vínculos de amistad con soberanos. Por eso él creó un sistema
burocrático destinado a garantizar la corrección de la administración estatal y
alistó un potente ejército con leva militar obligatoria, repartido en doce
divisiones.
6.4. DAVID, EL HOMBRE: GUERRERO Y DE PROFUNDO ESPÍRITU RELIGIOSO
La tradición bíblica acentúa con gran énfasis la profunda
religiosidad de David. Desde muchos puntos de vista, David fue una personalidad
excepcional. Fue en primer lugar un valiente e indómito guerrero, un
conquistador afortunado, un astuto político que supo aprovecharse en cada
momento de la situación, un prudente organizador del Estado, sobre todo en los
primeros tiempos de su reinado y un sabio administrador de la justicia. De
ánimo generoso, se mostró siempre fiel con los amigos hasta ser realmente
cariñoso con ellos, como demuestra su actitud con el hijo de su íntimo amigo
Jonatán, y la exclamación llena de pena a la muerte de su amigo Jonatán, 2 Sam
1, 25-27: ¡Jonatán! Herido de muerte en
las alturas. Lleno estoy de angustia por ti, hermano mío, en extremo querido.
Tu amor fue para mí más delicioso que el amor de las mujeres ...”.
Con sus propios hijos se mostró condescendiente hasta la debilidad; no
supo castigar debidamente a Amón; perdonó el fratricidio de Absalón, sin tomar
con él las debidas precauciones. Por el contrario, David fue cruel con sus
opositores, haciendo que desapareciera la descendencia de Saúl, diezmando a los
moabitas, y provocando la muerte de Urías.
Fue un hombre profundamente religioso según el modelo de la
época: de piedad sincera, recurría a la oración y a los consejos de los hombres
de Dios, como Gad y sobre todo Natán. Es reconocido como un auténtico poeta
lírico religioso de gran profundidad de cuya inspiración se dice que nacen la
mayoría de los Salmos. Así lo demuestra la elegía que se le atribuye con motivo
de la muerte de Jonatán, 2 Sam 1, 23-24: “Saúl
y Jonatán, amados y amables, ni en vida ni en muerte separados, más veloces que
las águilas, más fuertes que los leones ... ¡cómo cayeron los héroes en medio
del combate¡”.
En realidad, sobran datos para afirmar que David fue un hombre
profundamente religioso. Lo demuestra el hecho de instalar el Arca de la
Alianza en la ciudad de Jerusalén, convertida no sólo en el centro político del
nuevo estado sino también en el foco religioso capaz de aglutinar todas las
inquietudes de las 12 tribus de Israel. El arca de la alianza tras haber sido depositada
en Silo, 1 Sam 3, 3, cayó en poder de los filisteos 1 Sam 4. 11-12, quienes la colocaron como trofeo en
el templo de su divinidad, 1 Sam 5, 1-3, y a estos les acarreó tales males y
desgracias que decidieron devolverla al territorio israelita, 1 Sam 6,
1-12. Depositándola en Bet-Semes,
continuó atrayendo el infortunio, 1 Sam 6, 13-21, por lo que la dejaron al fin
en Kiriat - Yeraim, donde permaneció custodiada por Abinadab, 1 Sam 6, 21,
hasta que David decidió trasladarla a
Jerusalén, 2 Sam 6.
Una vez instalada el arca en la ciudad de Jerusalén, era
obvio dedicarle un templo para dar culto
solemne a Yahvé. Cuando ya estuvo concluido el tabernáculo la trasladó a la
montaña de Sión realizando una solemne procesión. David quiso, pues, hacer una
morada para Yahvé, ya que tenía todos los medios para hacerlo: fe religiosa,
poder militar y político, riqueza material y sobre todo mucho entusiasmo por
agradar a Dios: “Cuando el rey se
estableció en su casa y Yahvé le concedió paz de todos sus enemigos de
alrededor, dijo el rey al profeta Natán: “Mira, yo habito en una casa de cedro
mientras que el arca de Dios habita en una tienda de lona” respondió Natán al
rey: “Anda, haz todo lo que te dicta el corazón, porque Yahvé está contigo”.
Pero aquella misma noche vino la palabra de Yahvé a Natán diciendo: “Ve y di a
mi siervo David: Esto dice Yahvé ¿Me vas a edificar tú una casa para que yo
habite? No he habitado en una casa desde el día en que hice subir a los
israelitas de Egipto hasta el día de hoy, sino que he ido de un lado para otro
en una tienda de refugio. En todo el tiempo que he caminado entre los
israelitas, ¿he dicho acaso a uno de los jueces de Israel a los que mandé que
apacentaran a mi pueblo Israel: ¿Por qué no me edificáis una casa de cedro? ...
"Hácete, pues, saber Yahvé que El te edificará a ti una casa; y que cuando
se cumplan tus días, y te duermas con tus padres, suscitaré de tu linaje
después de ti... el que saldrá de tus entrañas y afirmaré tu reino. El
edificará casa a mi nombre y yo estableceré su trono por siempre. Yo seré para
él padre y él será para mí, hijo. Si obrare el mal, yo le castigaré con castigo
de hombres y con azotes de hijos de hombres, pero no apartaré de él mi
misericordia.... Permanente será tu casa y tu reino para siempre ante mi
rostro, y tu trono estable será por la eternidad", 2 Sam 7, 1-16
¿Por qué David no hizo la casa a Yahvé? No resulta fácil saberlo. Parece,
en realidad, que esta fue su intención, 2 Sam 7, 1-3, sin embargo, Dios por
medio del profeta Natán le disuadió de este proyecto, 2 Sam 7, 4-16. La opinión
más probable podría ser la siguiente: Durante la permanencia del pueblo en el
desierto, el arca de la alianza había estado siempre en el tabernáculo
portátil: (tienda de la alianza). ¿Por qué, ahora, levantar un templo, al
estilo de los demás pueblos? Si Yahvé siempre había sintonizado con el espíritu
nómada, ¿por qué vincular ahora su presencia con un templo suntuoso? Tal es la
idea que subyace en la intervención del profeta Natán ante David, 2 Sam. 7, 1-17. Lo cierto es que David no
levantó el templo a Yahvé, lo hizo el hijo señalado por Yahvé, Salomón. En todo
caso hay que afirmar que en tiempos de David se afirmó el culto a Yahvé y este
culto yahvista mantuvo unido al pueblo y le dio fuerzas en sus luchas y
dificultades.
6.4.1. La Alianza davídica
El punto culminante de toda la tradición relativa a David es la promesa
divina que se le hizo a él y a sus sucesores sobre el gobierno del pueblo de
Israel. Dicha alianza, viene después:
"de haber dado Yahvé el descanso a David,
librándole de todos sus enemigos en derredor", 2 Sam 7,1.
Las estipulaciones de la alianza davídica, unilateral
también por parte de Dios, se formula así: "Hácete, pues, saber Yahvé que El te edificará a ti una casa; y que
cuando se cumplan tus días, y te duermas con tus padres, suscitaré de tu linaje
después de ti... el que saldrá de tus entrañas y afirmaré tu reino. El
edificará casa a mi nombre y yo estableceré su trono por siempre. Yo seré para
él padre y él será para mí, hijo. Si obrare el mal, yo le castigaré con castigo
de hombres y con azotes de hijos de hombres, pero no apartaré de él mi
misericordia.... Permanente será tu casa y tu reino para siempre ante mi
rostro, y tu trono estable será por la eternidad". 2 Sam 7, 11b-16,
como coronación de todas las victorias obtenidas por el gran rey.
El contenido de esta
alianza es la elección, por parte de Yahvé, de David y de su descendencia como
depositarios de la realeza en Israel. Esto no garantiza que los sucesivos hijos
descendientes de David van a ser buenos y competentes ante los ojos de Dios,
garantiza, más bien, que siempre habría un descendiente de David en el trono de
Israel. El Señor miraría con especial benevolencia a la casa de David,
portándose con ella como un padre. Si los descendientes llegasen a fallar
serían castigados como los demás hombres, pero con moderación; sin embargo,
este castigo no llegaría nunca a privar de la dignidad real a la descendencia
davídica, haciéndola pasar a otra dinastía, puesto que: “tu casa y tu reino subsistirán por siempre ante mí, y tu trono se
afirmará para siempre”, 1 Cron 17, 1-15.
6.4.2. Promesa mesiánica
Junto a la alianza de Dios con David y su descendencia viene la promesa
solemne que de su casa vendrá el Mesías Salvador y Dios vuelve a comprometerse,
esta vez con una familia, a quien hace depositaria de una promesa. Esta
profecía de Natán, da origen en Israel a una esperanza que se conoce como la "esperanza mesiánica". Que
tiene por objeto la venida de un "Mesías",
de un "ungido", o “consagrado” de Dios, un descendiente de
David, que será ungido como rey del pueblo. Sabemos por el N. T. que el Mesías
es Jesús de Nazaret, el Verbo divino encarnado, Él es el que asume y cumple con
esta profecía y viene al mundo para salvar a todo el género humano del poder
del pecado y de la muerte eterna.
El punto de partida del mesianismo, llamado también
mesianismo dinástico, coincide con el momento en que David sube al trono, 2 Sam
7, 1-16. Los estudiosos de la Biblia reconocen en los versículos 1 al 7, el
núcleo más importante de la promesa. La palabra clave de esta profecía es “bayit”, que en hebreo tiene un doble
significado: uno, = casa o templo y otro = familia y dinastía. Natán da la
vuelta a las palabras según las cuales el rey habría de un construir un Templo
(casa): no será David quien lo construya un “bayit”
(casa) a Dios, sino Yahvé le construye una “bayit”
= una dinastía a David, de ella vendrá el Mesías Salvador.
Históricamente, el texto bíblico habla inmediatamente de un hijo concreto
descendiente directo de David, Salomón su hijo, que es quien históricamente
cumple el proyecto de construir el Templo o casa a Yahvé en la ciudad de
Jerusalén, 1 Rey 6, 8. Pero la expresión es tan amplia "para siempre", "eterno", que no se agotan en
él, se cumplen a plenitud en Jesucristo, como Mesías salvador de todo el género
humano, que proviene de la casa de David.
6.4.3. David el rey fuerte en
el espíritu, débil en la carne. Pecador y creyente
David fue fuerte, incluso,
en sus flaquezas humanas. El idilio amoroso con Betsabé puso de manifiesto la
debilidad de la carne y la fuerza del deseo. El relato resulta muy conocido: “A la vuelta del año, al tiempo que los
reyes salen de campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel.
Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en
Jerusalén”, 2 Sam 11, 1. David ni siquiera se plantea al problema de ir a
la guerra: le gusta su trono y no se arriesga ya como lo hacía en su juventud.
Podemos decir que David es ahora un hombre seguro de sí mismo, ya no tiene
ánimo para pelear como antes, se dedica a descansar y que sus ejércitos vayan
al campo de batalla.
“Un atardecer se levantó David de su lecho y paseaba por el terrado de
la casa del rey cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba
bañando. Era una mujer muy hermosa. Mandó David para informarse sobre la mujer
y le dijeron: “es Betsabé la mujer de Urías, el hitita”. David envió gente que
la trajese; llego donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de
purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. La mujer quedó
embarazada y le hizo saber a David: Estoy embarazada”, 2 Sam, 11, 2-5.
Con gran finura
psicológica, el redactor indica que todo comenzó con una simple mirada curiosa.
¿Y por qué la miró? Probablemente pensaba que, al ser mayor de edad, rico en
experiencia, le estaba permitido hacerlo, no tenía mayor importancia; una
simple curiosidad que no podía tener mayores consecuencias para alguien como
él. El segundo paso es una imprudencia: “Mandó
David a preguntar por la mujer y le dijeron: “Es Betsabé la mujer de Urías, el
hitita”. Después y acto seguido la imprudencia ya se hace grave, manda que
la traigan a su presencia. Sólo quería conocerla, nada más; quizá pensó que
podría trabajar en el corte realizando algún servicio ... En realidad era otra
cosa, en su corazón la deseaba y ya había decidido: “llegó ella donde David y David se acostó con ella ... y quedó
embarazada”. Hay que analizar el proceso y ver cómo todo transcurre de una “mirada curiosa” a la “mujer embarazada”, todo se ha
desarrollado como un sueño, en un brevísimo tiempo.
Pero la historia no acaba
así, fácilmente; hasta aquí podemos hablar de la debilidad e imprudencia del
rey David, de vanidad, todo ello fruto de la concupiscencia, pero a
continuación se le presenta otro problema ¿qué voy a hacer’. David: piensa la
solución está en llamar a su marido Urías que está en el frente de combate, que
venga al palacio real, le invita a cenar le pregunta por la situación en el campo
de batalla, y luego que vaya a su casa con su esposa que se acueste con ella y
aquí no ha pasado nada. Y así lo hace, Urías es llamado e invitado por David a
ir al palacio, cena con él y le dice que puede ir a su casa y acostarse con su
esposa, pero Urías no duerme ni la primera ni la segunda vez. Es un soldado
leal, a carta cabal, ante la propuesta de David: “Urías respondió a David, El arca, Israel y Judá habitan en tiendas;
Joab mi señor y los siervos de mi señor acampan en el suelo ¿y voy a entrar yo
en mi casa para comer, beber y acostarme
con mi mujer? ¡Por tu vida y la vida de tu alma, no haré tal cosa!”, 2 Sam
11,11. Con esta respuesta tan clara y honesta, el rey David se da cuenta que
está metido en un grave problema. Aquella noche David no duerme pensando qué
cosa hacer, y se da cuenta por primera vez que está prisionero de sí mismo. No
es sincero consigo mismo para decir la verdad de las cosas pues si lo hace
quedaría comprometida su honorabilidad de rey adúltero. En segundo lugar quiere
salvar a la madre de su hijo y al hijo, un hijo que desea que viva a toda
costa. Podía haber abandonado a Betsabé pero ella se habría suicidado antes de
revelar a su marido el nombre de la persona que le había dejado embarazada. El
tercer lugar está el mismo Urías, un soldado valiente a carta cabal, todo un
guerrero y un caballero, sus palabras de lealtad son preciosas. David no sabe
qué hacer. Está en una gran encrucijada de su vida. No sabe qué hacer.
¿Permitir que se deteriore
su honorabilidad de rey? Imposible. ¿Dejar morir a la mujer y al hijo? No puede
ser. ¿Eliminar a su mejor soldado? Tampoco. Quizá por primera vez en su vida
David tiene miedo y se da cuenta que no tiene más remedio que renunciar a uno
de los tres valores. De noche, cavila, duda, no duerme, pero al amanecer ya ha
tomado una decisión: mandará eliminar a Urías. Escribe una carta al general
Joab para que ataquen la ciudad y en el frente de batalla coloquen a Urías en
un lugar peligroso y en medio del fragor del combate que dejen a Urías solo y
que muera. Y así fue, 2 Sam, 11, 14-22.
Después de estos
acontecimientos David queda encerrado en su propio pecado, convencido de que no
podría haber obrado de otro modo, en definitiva se autolegitima, se
autojustifica. Una vez muerto Urías, David toma a Betsabé ya viuda,
precisamente porque cree que ha hecho lo único que podía hacer. Betsabé le dará
un hijo. El capítulo 11 del 2º libro de Samuel acaba con una frase a tener en
cuenta: “pero aquella acción que había
hecho desagradó a Yahvé”, 2 Sam 11, 27.
6.4.4. Dios guía el arrepentimiento de David
En toda esta triste historia del pecado de David no se nos dice en ningún
momento que David pidiera perdón a Dios, David quedó ciego, prisionero en su
propio pecado. En realidad el rey se había olvidado por completo de Dios y de
su amistad con Él, y de los cantos que había compuesto: “Oh Dios, tu eres mi Dios, tengo sed de ti, Tu eres mi roca, mi defensa
mi salvación...”. En toda esta triste historia David pensaba que el
problema era sólo suyo y que nadie ni siquiera Dios, podía echarle una mano,
aquí se refleja que se había alejado mucho de aquel espíritu de fe y de
humildad y de abandono en las manos de Dios que le era propio. Aquí vemos el
dinamismo intrínseco del pecado que le ha llevado a la confusión consigo mismo,
a la sequedad en el espíritu, a la tristeza en el corazón. Un pequeño desorden
le ha llevado, error tras error, a cometer un doble pecado.
En 2 Sam 12, 1, s.s, Dios, vuelve a tomar la
iniciativa y sale al encuentro de David por medio del profeta Natán. La
narración es sencilla y hasta ingenua y sin embargo nos revela la pedagogía
divina con aquellos que ama y que han errado en el camino de la verdad. Natán
se presenta en la corte y narra a David una parábola que poco a poco
desenmascara el pecado de David: 2 Sam, 12, 1-4: “Había dos hombres en una ciudad; el uno era rico y el otro era pobre.
El rico tenía ovejas y bueyes en gran abundancia; el pobre no tenia más que una
corderilla, sólo una, pequeña, que había comprado. Ella iba creciendo con él y
con sus hijos, comiendo su pan, bebiendo en su copa, durmiendo en su seno igual
que una hija. Vino un visitante donde el hombre rico y, dándole pena tomar de
su ganado lanar y vacuno para dar de comer a aquel llegado a su casa, tomó la
ovejita del pobre y dio de comer al viajero llegado a su casa”.
Esta parábola la dirige
Dios por medio del profeta Natán no a David pecador sino al David justo y leal
y por eso precisamente tiene éxito. “David
se encendió en gran cólera contra aquel hombre y dijo a Natán: “Vive Yahvé, que
merece la muerte el hombre que tal cosa hizo, pagará cuatro veces la oveja por
haber hecho semejante cosa y por no haber tenido compasión”. Entonces Natán
dijo a David: “Tú eres ese hombre”. Así dice Yahvé Dios de Israel ... Pues bien,
nunca se apartará la espada de tu casa, ya que has despreciado y has tomado la
mujer de Urías el hitita para mujer tuya”. ... David dijo a Natán: “He pecado
contra Yahvé”. Respondió Natán: “También Yahvé ha perdonado tu pecado; no
morirás. Pero por haber ultrajado a Yahvé con ese hecho, el hijo que te ha
nacido morirá sin remedio”. Y Natán se fue a su casa”. 2 Sam 12, 7-15.
En este arrepentimiento y
diálogo entre Natán y David, éste recobra entonces toda su talla espiritual,
sale de su terrible pesadilla y descubre la que podría haber sido la solución
más simple y más obvia: renunciar a su honorabilidad y afirmar el supremo valor
de Dios y su Ley. David al haber querido defender sus privilegios de rey, fue
cayendo en una serie de mentiras, de infidelidades, hasta llegar al adulterio y
al homicidio. Su reconocimiento nace de un corazón humillado y sincero.
El salmo 51, el Miserere,
nos guía en el proceso de arrepentimiento de David y la súplica del perdón de
la vida y de la gracia: “Piedad de mí,
¡Oh Dios! por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo
mis culpas purifícame de mi pecado. Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado
está ante mí sin cesar”; contra ti, contra
ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí”, manifiestan la
estructura de la confesión del hombre que se da cuenta que ha caído en el
desorden del pecado: “Mira que nací
culpable, pecador me concibió mi madre”.
Reconoce la necesidad de verdad y sinceridad dentro de sí: “Y tú amas la verdad en lo íntimo del ser,
en mi interior me inculcas la sabiduría”. La urgencia de ser purificado por
la misericordia de Dios: “Rocíame con el
hisopo hasta quedar limpio, lávame hasta blanquear más que la nieve. Devuélveme
el son y la alegría, se alegren los huesos que tú machacaste. Aparta tu vista
de mis errores y borra todas mis culpas”. Hasta llegar a una de las
exclamaciones más vivas de los salmos:
“Oh Dios crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme,
no apartes de mi tu rostro, no me quites tu santo espíritu”. Culminando con
el deseo sincero de volver enteramente a Dios: “Devuélveme el gozo de la salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los rebeldes tus caminos y los pecadores volverán a ti. Líbrame de
la sangre, oh Dios, Dios salvador mío”. Salm 51, 1-16.
6.4.5. Los últimos años del rey David
La entereza del monarca
estuvo puesta a prueba sobre todo cuando ya entrado en años, debió nombrar
heredero al trono de Israel. Las pretensiones de Adonías, el mayor de sus hijos
vivos, 2 Sam 3, 4, estuvieron a punto de provocar una escisión muy parecida a
la que suscitara años antes su hijo Absalón. Adonías apoyado por Joab, que
habla perdido la confianza del rey, y a su vez la del sacerdote Abiatar, reunió
un nutrido grupo de personajes notables para que fueran testigos de su
proclamación como rey, celebrada junto a la fuente de Ain-Rogel.
Los partidarios de su otro
hijo Salomón, entre los que figuraba Natán y el sacerdote Sadoq, actuaron
rápidamente poniendo en conocimiento del rey la trama que se estaba tejiendo.
David reaccionó rápidamente haciendo testamento en favor de su hijo Salomón, el
cual fue ungido por Sadoq en la fuente de Gihón, mientras la multitud le
aclamaba. Tal reacción nunca la había esperado Adonías, quien dio su causa por
perdida, huyendo hacia el altar de la Alianza en busca de refugio, de dónde
salió cuando Salomón juró no vengarse de su osadía. Así quedó sofocada esta
intriga palaciega, que había puesto en entredicho la sucesión del rey David.
Este murió poco después viendo su descendencia asegurada.
Con la muerte de David se cierra una de las páginas más
brillantes en toda la historia del pueblo elegido. Especialmente de él, de su
casa, de su descendencia, vendrá el gran Mesías Salvador: Jesucristo, el Verbo
divino encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre, enviado por Dios Padre
para salvar a todo el género humano del poder del pecado y de la muerte eterna.
Su gran sueño de convertirse en una gran nación organizada y poderosa se
había hecho realidad. En efecto David reunió a las 12 tribus para formar en un
inicio un reino resquebrajado y lo convirtió al final de sus días en un imperio
unificado. Le correspondió a su hijo Salomón consolidar y ampliar este reino.
6.4.6. Los Salmos de David
Durante siglos ha sido asociada al nombre de David la
autoría de los Salmos. David cuyo talento musical, 1 Sam 16, 18-23, e interés
por la liturgia pone expresamente de relieve la Biblia pudo ser fácilmente el
autor de muchos de ellos. El P. Auvray, hace la siguiente distinción::
Himnos: 8, 19, 9, 33 ,48, 67, 84, 87, 93, 99, 100, 101, 103, 104, 105,
106, 111, 113, 114, 121, 134, 136, 145, 146, 147, 148, 149, 150.
Plegarias: 3, 5,
13, 20, 22, 24, 25, 26, 27, 44, 51, 55, 61, 79, 80, 83, 85, 130
Salmos de acción de gracias: 9, 18, 27, 32, 34, 40, 57, 65, 66, 67,
107, 116, 118, 124, 126, 129
Salmos de la realeza:
2, 20, 21, 45, 47, 89, 93, 100, 132.
Salmos mesiánicos:
2, 16, 41, 110, 118.
Salmos sapienciales: 9, 10, 16, 25, 34, 37, 49, 73, 111,
112, 119, 145.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
Para acceder a las otras publicaciones de esta serie acceda AQUÍ.
1 comentario:
Muchas gracias!
Publicar un comentario