Hace 120
años, en algunas revelaciones privadas, Jesús inició a confiar a personas
consagradas en los monasterios y en el mundo su plan para la renovación del sacerdocio.
A algunas madres espirituales Él confió la llamada ‘obra para los sacerdotes’.
Una de las precursoras de esta obra es la beata Maria Deluil Martiny. De
este gran íntimo deseo suyo, ella dijo: “¡Ofrecerse para las almas es bello
y grande! ¡Pero ofrecerse para las almas de los sacerdotes... es tan bello y
grande que se debería tener mil vidas y mil corazones!... ¡Daría con gusto mi
vida sólo para que Cristo pudiera encontrar en los sacerdotes lo que se espera
de ellos! ¡También la daría con gusto aún si uno sólo pudiera realizar
perfectamente el plan divino sobre él!”. Efectivamente, a sólo 43 años,
ella selló con el martirio su maternidad espiritual. Sus últimas palabras
fueron: “Es por la obra, la obra para los sacerdotes!”.
Venerable Louise Marguerite Claret de la Touche (1868-1915)
Jesús
preparó durante largos años también a la Venerable Louise Marguerite Claret
de la Touche al apostolado para la renovación del sacerdocio. Ella cuenta
que el 5 de junio de 1902, durante una adoración, se le apareció el Señor.
“Yo le
había rezado por nuestro pequeño noviciado y le había suplicado de darme
algunas almas que habría podido plasmar para Él.
Él me respondió: ‘Te daré almas de
hombres’. Quedé en silencio porque no comprendí sus palabras. Jesús añadió: ‘Te
daré almas de sacerdotes’. Aún más sorprendida por estas palabras, le pregunté:
‘Mi Jesús, ¿cómo lo harás?’. Después Él me explicó la obra que
estaba por preparar y que hubiera tenido que calentar el mundo con el amor.
Jesús siguió explicando su plan y por ello quiso dirigirse a los sacerdotes:
‘Como hace 1900 años pude renovar el
mundo con doce hombres – ellos eran sacerdotes – así también hoy podría renovar
el mundo con doce sacerdotes, pero deberán ser sacerdotes santos’ ”.
Luego el
Señor mostró a Louise Marguerite la obra en concreto. “Es una unión de sacerdotes, una
obra que comprende todo el mundo”, ella escribió. “Si el sacerdote quiere realizar su misión y proclamar la
misericordia de Dios, debería en primer lugar él mismo estar invadido por el
Corazón de Jesús y debería ser iluminado por el amor de Su Espíritu. Los
sacerdotes deberían cultivar la unión entre ellos, ser un corazón y un alma, y
nunca obstaculizarse entre ellos”.
Louise
Marguerite describió con fórmulas tan buenas el sacerdocio en su libro “El
corazón de Jesús y el sacerdocio”, que algunos sacerdotes habían creído que era
obra de uno de ellos. Un jesuita declaró: “No sé quién escribió el libro,
pero una cosa sé de preciso, no es la obra de una mujer!”.
Lu Monferrato
Fuimos al pequeño pueblo de Lu en
el Norte de Italia, una localidad que cuenta con pocos miles de habitantes y
que se encuentra en una región rural a 90 km. al este de Turín. Este pequeño
pueblo hubiera quedado desconocido si en 1881 algunas madres de familia no
hubieran tomado una decisión que tuvo ‘grandes repercusiones’.
Muchas de estas madres tenían en
el corazón el deseo de ver a uno de sus
hijos ordenarse sacerdote o una de sus hijas comprometerse totalmente al
servicio del Señor. Comenzaron pues a reunirse todos los martes para la
adoración del Santísimo Sacramento, bajo la guía de su párroco, Monseñor
Alessandro Canora, y a rezar por las vocaciones. Todos los primeros domingos
del mes recibían la comunión con esta intención. Después de la Misa, todas las
madres rezaban juntas para pedir vocaciones sacerdotales.
Gracias a la
oración llena de confianza de estas madres y a la apertura de corazón de estos
padres, las familias vivían en un clima de paz, serenidad y devoción alegre,
que permitió a sus hijos discernir con mayor facilidad su llamada.
Cuando el Señor dijo: “Muchos
son los llamados, pero pocos los elegidos” (Mt 22,14) hay que comprenderlo de este
modo: muchos serán llamados, pero poco responderán. Nadie hubiera pensado que
el Señor atendería tan abundantemente la oración de estas madres.
De este pequeño pueblo surgieron
323 vocaciones a la vida consagrada (¡trescientas veintitrés!): 152 sacerdotes (y
religiosos) y 171
religiosas miembros de 41 congregaciones. En algunas familias había hasta tres
o cuatro vocaciones. El ejemplo más conocido es la familia Rinaldi. El Señor
llamó a siete hijos de esta familia. Dos hijas se consagraron como religiosas
salesianas y enviadas a San Domingo, fueron valientes pioneras y misioneras.
Entre los varones, cinco fueron sacerdotes salesianos.
El más conocido de los cinco
hermanos, Filippo Rinaldi, fue el tercer sucesor de don Bosco, beatificado por
Juan Pablo II el 29 de abril de 1990. De hecho, muchos jóvenes entraron con los
salesianos. No es una casualidad, porque don Bosco en su vida fue cuatro veces
a Lu. El santo participó en la primera Misa de Filippo Rinaldi, su hijo
espiritual, en su pueblo natal. A Filippo le gustaba mucho recordar la fe de
las familias de Lu: “Una fe que hacía decir a nuestros padres: el Señor nos
donó hijos y si Él los llama, nosotros ciertamente no podemos decir que no!”.
Luigi Borghina y Pietro Rota
vivieron la espiritualidad de don Bosco de modo tan fiel que fueron llamados
uno “el don Bosco de Brasil” y el otro “el don Bosco de la Valtellina”. También
Mons. Evasio Colli, Arzobispo de Parma, provenía de Lu (Alessandria). De él dijo Juan XXIII: “Él
tendría que haber sido Papa, y no yo. Poseía todo para llegar a ser un gran
Papa”.
Cada 10 años, todos los
sacerdotes y las religiosas que todavía estaban vivos, se reunían en su pueblo
de origen llegando desde todo el mundo. Padre Mario Meda, que fue por muchos
años párroco de Lu, dice cómo este encuentro era en realidad una verdadera
fiesta, una fiesta de agradecimiento a Dios por haber hecho grandes cosas en
Lu.
La oración que las madres de
familia recitaban en Lu era breve, simple y profunda:
“¡Señor, haz que uno de mis
hijos llegue a ser sacerdote!
Yo misma quiero vivir como buena
cristiana
y quiero conducir a mis hijos
hacia el bien para obtener la gracia
de poder ofrecerte, Señor,
un sacerdote santo. Amén”.
Foto: Esta foto es única en la
historia de la Iglesia católica. Desde el 1 al 4 de septiembre de 1946 una gran parte de los 323 sacerdotes,
religiosos y religiosas provenientes de Lu se encontraron en su pueblo. Este
encuentro tuvo resonancia en todo el mundo.
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Tomado de Congregatio Pro Clericis
www.clerus.org
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