Marcos 12,
28b-34
En esta pregunta que un maestro de la Ley le hace a
Jesús, hay muchas cosas importantes que merecen una reflexión. En primer lugar
le preguntan a Jesús por los mandamientos de Dios.
¿Qué son estos mandamientos? En realidad ¿Dios ha
venido a la tierra para proclamar leyes? O lo que es lo mismo ¿tiene Dios una
voluntad manifestada por leyes y mandamientos para guiar la vida de los
hombres? Entonces debemos plantearnos nuestra vida así: ¿cómo debo actuar para
cumplir la voluntad de Dios? ¿Y es tan importante esto? ¿no basta guiar la vida
por la propia voluntad?
Ahí se plantea algo fundamental: la vida humana
¿debe regirse por la voluntad de Dios, para ser “exitosa”? O sea una vida que
no realiza el plan de Dios ¿se puede decir que se ha frustrado? Claro que aquí
entramos en muchas complicaciones al plantear la vida en términos de éxito y de
fracaso. Pero de todas maneras, si Dios es quien nos ha criado, y El se
preocupa por nuestro bien, El escoge lo mejor para cada uno. Si El manifiesta
su voluntad para cada uno, entonces tendremos que reconocer que es fundamental
conocer la voluntad de Dios para cumplirla. Y esto para que nuestra propia vida
llegue a la plenitud a la que puede llegar.
Y ahora viene otro asunto ¿cómo conocer la voluntad
de Dios? En el Evangelio tenemos una respuesta; la principal respuesta nos ha
de venir por toda la Revelación, en que Dios nos habla. La Palabra de Dios es
la fuente para conocer lo que Dios nos pide; y ahí están los mandamientos de
Dios. Pero hay muchas situaciones de nuestra vida que no están directamente declaradas
en la Biblia. Y la voluntad de Dios debe ser buscada ¿cómo buscarla? Hay una reflexión
espiritual llamada “discernimiento espiritual” y otra práctica también, la
“dirección espiritual”, que nos ayudarán a salir de las tantas dudas que nos
pueden venir al buscar la voluntad de Dios. Son ayudas para encontrar la
voluntad de Dios en situaciones muy personales. Pero lo central es determinar
que buscar la voluntad de Dios y cumplirla, es la tarea central de una
existencia cristiana.
Todo esto puede ser complicado o puede aparecer como
complicado. Por eso la respuesta de Jesús en este Evangelio simplifica todo:
“amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este es
el resumen luminoso de la voluntad de Dios, de su plan sobre el hombre, de toda
su búsqueda. Y esa es la tarea de la vida, la fundamental; la que pone al descubierto
si “nos realizamos” o si vivimos una vida equivocada.
Esto tiene una lógica contundente. Y por otra parte
en nuestras entrañas llevamos grabado el mandamiento de Dios: hemos sido
criados para amar a Dios y al prójimo; y nuestro ser se frustra cuando no
amamos de verdad.
Buena tarea para una vida: plantearse en serio ¿cómo
voy a amar a Dios de esa forma que me plantea Jesús? Con todo mi corazón, con
toda mi alma, con toda mi mente, con todas mis fuerzas. Es decir que mi ser
esencialmente, totalmente, con todo lo que soy por dentro y por fuera, tiene
que ser un continuo ejercicio de amor. Plantearse como tarea de la vida el amor
a Dios, de forma que todo lo demás pase a segundo plano, que quede en la
penumbra, y que solo valga en la medida en que se dirige o deriva de ese amor,
apasionado, auténtico y total. Vivir amando y vivir para amar a Dios: con todo
el corazón, el alma, las fuerzas. Esa forma tan explicita de declarar el
mandamiento del amor nos indica la totalidad y la determinación firme de vivir
así y para este fin.
Y al prójimo como a nosotros mismos. Buena meta
también de la existencia humana en nuestras relaciones con nuestros semejantes:
que cada hombre sea visto por mí como un objeto de amor: decidirse a no hacer
nada contra el amor, ni de pensamiento, ni de palabra, ni de obra. Y esto en
cualquier circunstancia; con el ser que me es simpático y con el que me
fastidia, incluso con el que me es hostil. Y esto además es lo que finalmente
me dirá si mi amor a Dios mismo es auténtico o no.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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