Jn 10, 11-18
Jesús,
el Buen Pastor, guía nuestras vidas, y no estimula a que sepamos ayudar e otros a guiar sus vidas.
Jesús se define a
sí mismo como el Buen Pastor, y nos explica a nosotros esta hermosa realidad.
La figura del buen Pastor la hemos ido enriqueciendo con muchas imágenes y ha
adquirido en nuestros corazones de creyentes un atractivo especial. Jesús es el
Buen Pastor que me guía, que me cuida, que impide que me vaya, que me busca si
me pierdo: “aunque camine por cañadas obscuras nada temo, porque tú vas
conmigo”.
Y Jesús conversa
con sus apóstoles sobre esto y nos va abriendo un panorama lleno de luz, al
desarrollar su explicación ¿por qué es el Buen Pastor? Porque da la vida por
sus ovejas. Tan bueno es como pastor, que por defender a sus ovejas de todo mal
es capaz de ponerse entre las ovejas y el lobo, aunque sepa que el lobo lo va a
despedazar. Pero sus ovejas, gracias a ese gesto de amor, quedarán libres y
sanas.
Y aquí el Señor
nos da una explicación revestida de hermosura de lo que es la redención, de lo
que será su muerte en la cruz por nuestra salvación. Se trata de un Pastor que
tenía un gran rebaño de ovejas a las que quería y conocía por su nombre, las
amaba. Un día, cuando el Pastor llevaba a sus ovejas a pastar, se presentó
inesperadamente un terrible lobo, que amenazaba tragarse a las ovejas. El Buen
Pastor se plantó en medio, abrió los brazos hacia atrás como queriendo formar
un refugio para sus ovejas; el lobo terrible le saltó a su pecho y lo destrozó
con furia. Mientras el pastor en el suelo se desangraba, las ovejas habían
logrado ponerse a salvo. El Buen Pastor es el que da la vida por las ovejas.
Pero aquí hay
también una especial lección que brilla para nosotros, que debe atraernos: “dar
la vida”. Esta es una gran lección; aunque nosotros no podamos atribuirnos
ningún título de pastor, también deberíamos estar dispuestos a dar la vida.
Porque el afán de dar la vida, es la gran ilusión que ha de llenar una
existencia auténtica. Dar la vida. Esa es la clave. Es el Ideal. Es el gran
descubrimiento del Evangelio, para el cristiano. Cristiano es el que tiene como
meta, el dar la vida, como Jesús la dio. No guardársela avaramente. No rodear
nuestra existencia de una muralla de protecciones y de cuidados. No pensarla
como un pequeño depósito de agua, que hay que cuidar mucho para que no se
gaste.
Y hay muchas formas
de dar la vida. Simplemente hay que entender lo que significa dar. Y es fácil
conocer lo que es dar; no es una palabra de significado complicado, reservado
solo a iniciados. Lo difícil es persuadirse de que ahí está el tesoro. De que
dar la vida es la mejor manera de vivir. Que la vida se expande y se hace
fecunda cuando se da. La mano abierta para dar. Dar para que otros vivan;
tiempo, afecto, comprensión.
Dar la vida es dar
de comer al hambriento. Y hay tantos hambrientos; y el hambre tiene tantas caras.
Y qué hermoso es dar incluso la propia comida, para que otro no tenga hambre.
Pero no es ésa la forma habitual que tenemos de dar. Nuestra forma de dar es
con cálculo y mezquina. Separamos de nuestro plato, un poco, no mucho, un
poquito, porque el resto lo tengo que comer yo. Y a veces la parte del plato
que no me gusta es la que separo, la empujo con el tenedor a otro plato, y la
doy, apartándola de mi. Esa es nuestra forma de dar, cuando damos. Un poco,
bien pesado y medido, para que no me empobrezca yo. Y si tengo que dar algo de
lo que yo colecciono, como parte de mis tesoros de cosas, entonces me duele, y
sufro, como si me estuvieran arrancando un poco de mi vida.
Hay que dar la
vida, para ser como el Buen Pastor. Y entonces nuestra vida se convertirá para
nosotros mismos en un manantial que salta hasta la vida eterna. Esta es la
lección que nos da el Buen Pastor. No es sólo para que nos admiremos de su
amor, sino para que sepamos cómo hemos de vivir nosotros mismos. Jesús es
Modelo y Maestro. Y así nos dice que si damos la vida, la encontraremos.
El nos dice que
sus ovejas escuchan su voz, y esa es la voz que debemos escuchar; y esa voz nos
dice que el que pierda su vida por entregarla, la encontrará mucho más fecunda.
Y así El nos conocerá como sus ovejas, de la misma forma que conoce a su Padre.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco por su colaboración.
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