¡FELIZ PASCUA!

¡ALELUYA!


¡CRISTO HA RESUCITADO!

¡Ha resucitado el Señor! Fantástico. Nos alegra infinito porque le amamos; porque injustamente condenado ha terminado venciendo sobre todas las artimañas de la injusticia, del odio, de la envidia, de lo peor que puede producir el corazón humano corrompido. El bien triunfó sobre el mal, el amor sobre el egoísmo, la santidad sobre el pecado.

Triunfó en la cruz. Triunfó en la persona y en el cuerpo crucificado de Cristo.

Y mucho más maravilloso, y es el fin último para el que Cristo vino y murió, porque ha quitado el pecado del mundo, ha vencido al pecado y a Satán y ha logrado que sus hermanos los hombres puedan participar de sus bienes divinos por toda la eternidad alabando al Padre, a Él y a su Espíritu.

La resurrección de Jesús ya ha comenzado a dar sus frutos en nosotros, los hombres. Nuestros pecados, si hemos puesto de nuestra parte el arrepentimiento, han sido borrados para siempre y no se nos pedirá cuenta de ellos. Además la vida de Cristo resucitado se nos ha comunicado ya. Esta comunicación se puede comparar a la luz que un espejo recibe del sol y la refleja. El espejo no produce la luz, pero sí la recibe y, recibiéndola, se transforma en foco de luz, que en cierto modo hace suya, y la envía a iluminar y dar calor a otro ser. Esto es una realidad maravillosa, misteriosa, pero real. Jesús mismo lo repite muchas veces, San Pablo lo está suponiendo constantemente: Su bautismo no es sólo en agua, sino en Espíritu; salta hasta la vida eterna; injerta en Cristo e incorpora a Él como sarmientos a la vid, que dan fruto por estar unidos a Él; comunica el Espíritu con su fuerza, sus dones, sus carismas. Por eso no es sólo que un día vayamos a resucitar, sino que desde ya hemos resucitado con Cristo; aunque ahora no se ha manifestado todavía lo que somos, hijos de Dios, pero un día se manifestará.

Todo esto no son meras metáforas, sino verdaderas realidades, no meramente prometidas, sino realizadas ya, machaconamente repetidas en la revelación. ¡Qué grande es el poder y la misericordia de Dios para con nosotros! Con Cristo y por Cristo hemos resucitado ya. ¡Que Él sea glorificado!


P. José Ramón Martínez Galdeano S.J.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
-¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
- A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor,
apiádate de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Secuencia de Pascua.

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