Los escritos de San Pablo: Su Teología - Las relaciones con el Padre, con Jesucristo y el Espíritu



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA

TEOLOGÍA DE SAN PABLO - 8° ENTREGA

13. LA RESPUESTA DEL HOMBRE A LA INICIATIVA DE DIOS

Continuación

13.2. LAS RELACIONES CON EL PADRE, CON JESUCRISTO Y EL ESPÍRITU

Pablo presenta la vida del cristiano como una vida en comunicación continua con Dios. Aun sin tener la noción teológico - filosófica de personalidad y las distinciones de naturaleza y persona, distingue nuestras relaciones con el Padre, con el Señor (Jesús) y con el Espíritu. Hablaremos sucesivamente de ellas en forma sintética.


13.2.1. Relaciones con el Padre

Somos hijos adoptivos por benevolencia del Padre, Efes 1, 5: “eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad”; y en Rom 8, 14-15: “En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar “ABBA”, Padre”.

  • La “adopción”, indica una adopción por elección. Hemos tenido un nuevo nacimiento, Tito 3, 5: “El nos salvó no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”.
  • Somos nuevas creaturas, 2 Cor 5, 17: “Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación, pasó lo viejo todo es nuevo”. Y en Efes 2, 10: “En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buena sobras que de antemano dispuso Dios que practicáramos”. Por lo tanto somos hombres nuevos. Más todavía, nos renovamos continuamente, 2 Cor 4, 16: “Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día”. Hay que vivir con nuevas actitudes en esta nueva vida, Col 3, 9-11: “No os mintáis unos a otros. Despojados del hombre viejo con sus obras y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo en todos”. 
  • Formamos parte de la familia de Dios, Efes 2, 19: “Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios”; y, por lo tanto, si somos hijos, somos herederos, Rom 8, 17: “Y si hijos también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser con Él glorificados”; y en Gal 3, 29: “Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa”; ser de la familia de Dios supone, Efes 1, 18: “iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por Él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos”.
  • Por este espíritu de adopción podemos llamar a Dios: “ABBA”, ”PADRE” : Rom 8, 14-17 “En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes  bien, recibisteis un espíritu de hijos que nos hace exclamar: ¡ABBA! Padre; y en Gal 4, 4-6: “Pero al legar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. Y la prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡ABBA!, Padre”.
  • Nuestras relaciones con el Padre son, por consiguiente, relaciones de confianza, gozo y seguridad: Rom 8, 28-37: “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó  a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a esos también los llamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó, a los que justificó, a ésos los glorificó. Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién estará contra nosotros?. El que no perdonó ni a su propios Hijo, antes bien le entregó por nosotros, ¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros? Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? ... Pero en todo salimos vencedores gracias a Aquel que nos amó”.
  • Nuestro deber para con el Padre: reconocimiento expresado en el esfuerzo por vivir no según la carne, sino según el Espíritu, para alabanza de la gloria de su gracia: Rom 6, 10-11: “pues su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”. Y en Efes 1, 5-6: “eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado”.  



Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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